Capitulo Único
Capitulo Único
— ¡Papá! ¡Quiero esa escoba! — exclamó un pequeño niño de ojos grises.

Lucius miró al escaparate de la tienda, era la nueva escoba último modelo que salió al mercado.

Lucius negó y se inclinó hacia su pequeño hijo de 5 años.

— No, tu madre me matará si te compro una de esas. ¿Que piensas de una escoba pero que sea para niños?

El de ojos grises frunció el ceño, soltó la mano que la tenía agarrada a su padre y cruzó los brazos, enojado.

— ¡No, yo quiero esa escoba!

— Draco, esa escoba es muy peligrosa, te puedes lastimar y...

— Vaya, vaya, pero que tenemos aquí, es Lucius Malfoy — dijo un señor de cabello castaño, alto, vestía su uniforme de auror y usaba lentes, miró al pequeño que tenía a su lado y sonrió — y a su pequeña copia, Draco Malfoy.

— Potter.— soltó el rubio mayor con desprecio a la vez que volvía a tomar la mano de su retoño, hasta que vio que tras el moreno se ocultaba un niño igual de castaño — y el mini Potter.

— Se llama Harry. — aclaró el de lentes.

— ¿Te pregunté?

— Es obvio que no. — gruñó — pero lo me atrajo la atención de tu peculiar... hijo, es que no le vas a comprar una escoba ¿Qué? ¿Miedo al regaño de tu esposa? —incitó el castaño.

Lucius gruñó irritado y se acercó a James, con una expresión desafiante.

— Yo no le tengo miedo a nadie, si yo quiero le compro a mi hijo las escobas que él quiera. ¿Sabes por qué? Porque...

Un jaleneo en su túnica detuvo lo que decía.

— ¿Entonces si me lo vas a comprar? — preguntó ilusionado su pequeño niño.

— Aguarda Draco, esto es tema de mayores y no, ya dije que no —regresó su vista al castaño mayor que tenía frente.

— como decía yo puedo comprarlo porque amo a mi hijo, y si él quiere algo, yo se lo compro.

—¿Estas diciendo que yo no quiero a mi hijo?

— Si a eso puedes llamar hijo.

James Potter, jamás dejaría pasar una ofensa de esa magnitud, cargó a su pequeño niño de ojos verdes que miraba curioso la escena.

— Harry, ¿querías esa escoba? Yo te lo voy a comprar.

— Pero dijiste que mamá se iba a enojar...

— Harry, mamá no se enojará. — se acercó al pequeño para susurrarle — pero lo mantendremos escondido por 10 años, por si acaso.

— No, si la compro primero — dicho eso, Lucius entre seguido de su pequeño niño emocionado al ver tendría una escoba nueva.

Despues de unos pequeños empujones en la entrada, para ver quién llegaba primero, ambos padres llegaron agitados, hasta la caja, la cual estaba a rebosar de clientes.

— ¡Quiero la escoba que está en el escaparate!. —gritaron al vendedor.

El hombre sudó nervioso y respondió:

— Lastimosamente, esa es la última escoba que tenemos disponible, pero nos llegará en una semana más, si quieren hacer un pedido...

— ¡Le ofrezco 80 galeones! — exclamó el rubio mayor.

— ¡90 galeones! — siguió el moreno.

— ¡100!

— ¡120!

— Pero papá te vas a gastar el dinero para las compras —interrumpió el pequeño Harry, acomodándose en sus brazos.

— No es momento hijo — respondió apresurado. — ¡140! — Siguió con la puja.

— ¡160!

— ¡Vendido al Señor Malfoy! —exclamó emocionado el vendedor.

Lucius se regocija en frente a Potter, que estaba rojo del coraje, mientras que un Draco saltaba de la alegría al imaginarse en su nueva escoba.

— Adiós Potter, mejor suerte para la próxima. — se burló mientras padre e hijo salían de la tiendan. Se giró a su pequeño quien esperaba ansioso la entrega de su escoba y le dijo: — Todo en la vida tiene un precio Draco, recuérdalo.

El niño apenas le prestó atención porque ahora tenía en sus manos una nueva escoba último modelo.

Ambos rubios se desaparecieron una vez realizadas las compras, para aparecerse en la Mansión Malfoy.

Draco hecho a correr apenas llegaron buscando a su madre y contarle del nuevo juguete que tenía.

Lucius sonrió satisfecho y se dispuso a leer un rato en lo que preparaban el almuerzo. Eso hasta que un gritó que retumbó las paredes de la Mansión hizo reconsiderar su idea.

— ¡LUCIUS MALFOY! — la voz de Narcissa se hizo presente.

El jardín de niños para los pequeños magos estaba ya quedando vacío dando fin a un día más de clases.

El pequeño Draco Malfoy se acercó hasta donde se encontraba una señorita pelirroja que vestía una hermoso vestido floreado y tenía en sus brazos a cierto castaño de impresionantes ojos verdes, su amigo, Harry Potter, ahora que la veía de cerca aquella señorita tenía el color de ojos del castaño.

Narcissa se acercó hasta ellos viendo la dirección que tomaba su hijo.

El pequeño de Potter, Harry, miró al rubio acercarse y se soltó del abrazo de madre, se sonrojó y le saludó de manera tímida. Draco respondió al saludo con un asentimiento de cabeza y volvió a mirar a la pelirroja que ahora lo miraba curiosa.

El rubio, abrió su mochila y sacó una bolsita con ranas de chocolate dentro y le tendió a la pelirroja.

— Le daré 10 ranas de chocolate si me vende a Harry — soltó el rubio decidido.

Narcissa abrió la boca de la impresión, sabía que esos gestos no eran dignos de ningún Black, pero lo tomó por sorpresa.

Mientras que Lily, trataba de mantenerse lo más seria posible.

— Yo no entiendo...

— ¡20 ranas de chocolate! — Y sacó otro paquete de su mochila.

Harry estaba sonrojado, Narcissa ahora estaba tratando de permanecer serena pensando en quién pudo meterle esas ideas a la cabeza.

— ¡Esta bien! ¡25 ranas de chocolate y estos dulces de distintos sabores!

Estaba vez la pelirroja, trato de mantener la compostura y dijo:

— Querido, Harry no está a la venta y...

— ¡Pero le estoy dando todo lo que tengo! ¡Digame un precio! —exigió.

Para ser un niño, es; o muy determinado o malcriado, pensó Lily.

— ¡Draco Lucius Malfoy Black! — irrumpió Narcissa al berrinche de su niño — ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

— ¡Mamá! —lloriqueo, acercándose a su madre a abrazarla y soltar lágrimas — ¡Yo quiero a Harry, pero esta señora no me lo quiere vender!

Lily acercó a su hijo sin saber que hacer.

— Mi amor, a las personas no se las pueden comprar.

— ¡Pe-pero yo quiero a Harry! —insistió el rubiesito, con sus ojitos grises cristalinos por las lágrimas.

— No llores Draco — vino Harry y lo abrazó, Harry era un poquito más pequeño que Draco, por lo que verlos abrazos de esa manera, era la escena más tierna a que se podía ver.

— ¡Yo quiero que te quedes conmigo! — lloró aún más.

El pequeño Harry mordió su labio sin saber que hacer, hasta que besó la mejilla del rubio y el llanto bajó un poquito, siguió besando las mejillas pálidas de su amigo hasta que Draco por fin se calmó.

Las mujeres se quedaron viendo lo que sucedía, con el corazón derritiéndose de ternura.

— ¿Vas a vivir conmigo? —pregunto el rubio aún abrazado al moreno.

Harry negó y el rubio iba a volver a llorar, hasta que Harry lo volvió a besar.

— Yo quiero estar contigo, pero también quiero estar con mi mami.

El rubio asintió desanimado, claro a él tampoco le gustaría que lo alejaran de su madre. Él la amaba mucho.

— Pero puedes venir a dormir a mi casa — propuso Harry — y yo puedo ir a la tuya ¿sí? Y podemos jugar mucho, tengo un crup y te va a encantar jugar con él. — mientras Harry hablaba, Draco asentía emocionado, esa idea le gustaba más, ir a la casa de Harry a jugar.

Una vez que se solucionó el problema, Narcissa pidió disculpas por la manera en la Draco se presentó alegando que no sabía quién le enseñó esos actos.

— Papá me dijo que todo en la vida tiene un precio — habló el rubio inocente.

Narcissa asintió, mientras buscaban un lugar para aparecerse.

— Una vez que lleguemos a casa, hablaremos con tu padre.

Lucius estaba en la tranquilidad de su oficina hasta que sintió escalofríos en todo su cuerpo, sin duda, eso no podría ser nada bueno.

FIN

© Anastasia Malfoy,
книга «Dime un Precio».
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