Alicia a través de su reflejo
Alicia a través de su reflejo
Alicia a través de su reflejo 


Al abrir los ojos volví a la realidad. Mis pupilas tardan un poco en acostumbrarse a la luz de la sala. Estoy medio somnoliento, el efecto de la anestesia de a poco se va yendo. Escucho que hablan, no distingo bien qué es lo que dicen. Mi cuerpo comienza a sentir, me muevo un poco, lo suficiente como para que se acerquen, me advierten de que esta todo bien y que no debo moverme bruscamente.

—Tranquila, en un rato ya pasa el efecto de la anestesia —dijo la enfermera. A pesar de no poder moverme, le lancé una mirada envenanada. 

Mientras me voy recuperando y tomando noción de la realidad, mi mente no para con sus pensamientos. No sé cuánto tiempo exacto duró la operación, siento un hormigueo en las extremidades, quisiera reír pero todavía no puedo.

Alicia acá, Alicia en mi propio mundo; Alicia para el Gato Sonriente, Alicia para el señor Sombrerero, Alicia para el Conejo Blanco. "Córtenle la cabeza a Alicia", "No hay tiempo Alicia", "¿Alicia quieres té?". Durante el tiempo que estuve bajo el efecto de la anestesia, recordé mis viajes a ese mundo maravilloso.

Era verdad, en cuestión de un breve tiempo ya estaba bien, lo suficiente para poder hablar y decir que tengo sed —tenia la garganta seca—. Ya puedo sentir mis piernas, mis brazos y al ver mi pecho, pude lanzar una sonrisa acompañada de un par de lágrimas.

El tiempo pasó, el dolor apareció pero jamás estuve tan feliz de tener tremendo dolor; era una mezcla de placer y dolor, era ese deseo cumplido de querer ser feliz con uno mismo. Unas vendas taparon mis hermosas y horrendas cicatrices, dos semanas aproximadamente para deshacerme de los puntos. La faja elástica me aprieta demasiado y me hace doler un poco, al menos al principio. No puedo creer que finalmente lo haya hecho. Desde que mis pechos aparecieron en la adolecencia, fueron algo que odie. Esperé mucho tiempo para tomar esta decisión y hoy con diecinueve años pude hacerlo. 

—Quiero abrazarte con mucha fuerza.

—Estaría encantado, pero me duele un montón todavía. Aunque unos besos acepto —mamá se acercó y me dio un beso en la frente. Su mejilla se veía invadida por una fila de lágrimas.

—Estoy orgullosa de vos ¿Lo sabes no?

—Si, lo sé. Te amo.

—Yo te amo mas —debía seguir descansando.

El proceso de cicatrización fue largo o tal vez no mucho pero al menos para mí lo fue. La primera vez que dormí boca abajo sin tener aquello que no sentía parte de mi cuerpo, fue algo espectacular. Estoy entre diez a quince minutos viéndome en el espejo a diario, poco a poco el reflejo de mi cuerpo empieza a gustarme. Ya nada me detendrá. La operación pasó, al igual que el período de curación. Esa tarde habia decidido salir a pasear un rato. Jamás me había sentido tan bien al lucir una remera musculosa, mis brazos son flacuchos, mi pelo rubio es acariciado por el viento que entra por la ventana del colectivo —es raro teniendo el pelo corto—, mis ojos celestes divisan a una chica subiendo al transporte, después de sacar el pasaje se queda parada a mitad del pasillo.

—Permiso muchacho —me dijo la señora que se encontraba sentada a mi lado, una sonrisa invadió mi cara y la felicidad recorrió todo mi ser. Jamás estuve tan alegre de levantarme del asiento y dejar pasar a alguien.

—¿Te querés sentar? —me animé a decirle a la chica.

—No gracias, ya bajo —me sonrió. Realmente bajaba pronto, con exactitud en la parada próxima. Como un estúpido me quedé mirándola y por sorpresa recibí una sonrisa acompañada de un saludo con la mano.

Pensé todo el día en la chica, su manera de verme fue distinta. Me veía como deseaba que me vieran. Creo que le gusté. Esa noche dormí como nunca antes, extasiado de alegría. Mientras dormía, una luz brillante me daba en el rostro. Pensé que ya había amanecido. Al levantarme veo que desde el espejo de mi habitación se abría paso un camino que conocía bastante bien. Decidí caminar hacía el espejo, primero atravesé mi mano a través del mismo. Pude sentir el calorcito del bosque y tomar entre mis dedos una flor que calló de un árbol. Una nueva aventura comenzaba. Tomé coraje y me adentré en el espejo. 

—¿Alicia? —dijo el Conejo Blanco quien chocó conmigo a penas ingresé al bosque a través del espejo. 

—No, soy Axel —objeté.

—Jamás olvidaría el brillo de los ojos de Alicia —comentó observándome de arriba a abajo.

—Es difícil de explicar Señor Conejo, pero soy Axel.

—Alicia o Alex, no importa. No hay tiempo, debemos apurarnos! —me tomó del brazo y comenzamos a correr por el bosque.

—Oh! ¿Qué disfraz llevas puestos Alicia? —dijo el Gato Sonriente quien apareció de manera repentina en mi cabeza.

—No llevo ningún disfraz! —repliqué.

—Esta bien Alicia…Perdón, quise decir Axel. Perdón Axel —respondió Conejo.

—No te hablaba a vos, hablaba con… —el Gato Sonriente había desaparecido nuevamente.

—Rápido Axel, rápido. Llegamos tarde.

Con el Señor Conejo seguimos corriendo entre los árboles y arbustos, el camino ya lo conocía después de tanto tiempo yendo y viniendo.

—Alto!! —gritó Conejo.

—¿Qué pasa ahora?

—Es hora de ir a tomar el té.

—Pero es que no hay tiempo Conejo. —dije señalando su propio reloj.

—Siempre hay tiempo para el té —tomó el reloj entre sus patas pomposas y blancas como algodón, y poco a poco fue haciendo retroceder las agujas.

Nos abrimos paso por un camino de adoquines hacia el jardín del señor Sombrerero, no hay mejor lugar para un té que con Don Sombrerero.

—Atención! —gritó Conejo y luego tocó su trompeta—, Nuestra alteza Alici…Axel, ha llegado para tomar el té —el lugar estaba repleto.

—Hola a todos! —Saludé con una pequeña reverencia.

—Bienvenido Axel! Llegó la hora de las presentaciones! —dijo el Sobrerero y comenzó la merienda rompiendo una taza de porcelana con una cuchara de metal—, yo soy el Sombrerero, un gusto —lanzó una enorme sonrisa y sus ojos saltones color verde brillaban de alegría.

—Un placer señor Sombrerero! —dije haciendo una reverencia.

—Yo soy la Liebre de marzo, un gusto —dijo gritando el Señor Liebre y chocando dos platos de porcelana haciendo que eestos queden reducidos a pedazos. Como era de esperarse la fiesta tan peculiar comenzaría. Pronto todos los invitados comenzaron a cantar, a gritar, a tirar té por los aires y a romper de todo. Siempre con alegría y de manera alborotada.

—Él es libre! —dijo el Sombrerero con voz entusiasta.

—Yo soy Liebre.

—Yo soy Axel y él Conejo.

—Él conejo y tu eres Axel, yo Sombrerero.

—Él es Axel, tu Sombrero, yo Conejo y él la Liebre.

—Nosotros Tweedledum y Tweedledee! —dijeron a coro mis dos amigos redonditos y graciosos que aparecían saltando y empujándose entre si.

—Ellos Tweedledum y Tweedledee, aquel Conejo, este Liebre, tu Axel y yo Sombrerero.

—Yo Axel, aquel la Liebre, acá el Señor Conejo, allá Tweedledum y Tweedledee, usted Sombrerero; y ¿Dónde esta el Lirón? —pregunté.

—Aquí estoy! —dijo el Lirón saliendo de su tetera—, yo Lirón, ellos Tweedledum y Tweedledee, Señor Conejo por allí y la Liebre por allá, mi amigo el Sombrerero por acá y la señorita Alicia nos vino a visitar.

—Alicia! —gritaron todos al mismo tiempo. Estaban sorprendidos. Todos se me quedaron mirando fijamente y con asombro.

—¿Sera verdad? —dijo el Sombrerero y se acercó a mí—, la altura es la de Alicia, el rubio natural es el de Alicia, hasta hueles como Alicia y tus ojos…amigos! Es Alicia! —comenzaron a gritar y siguieron cantando de alegría—, Paren todo!! ¿Por qué te has disfrazado mi quería Alicia?

—No es ningún disfraz! —dije enojado, fruncí mi ceño, mi nariz se arrugo y me crucé de brazos. Todo mi rostro se enrojeció de furia.

—¿Habrás comido algunas de esas galletas que te cambian la forma? Si es así nada que un rico té especial no pueda solucionar —dijo el Sombrerero acercándome una tasa de té.

—Ni galletas, ni té. No hay error y mucho menos algo que solucionar. Yo soy Axel y eso no va a cambiar! —El Sombrerero agachó la cabeza, tir2o el té al suelo y finalmente dejó caer la taza.

—Esta bien…Axel —levantó la mirada, se acercó a mí y colocó su mano en mi mejilla. Me miraba con sus grandes ojos, veía comprensión y aceptación en el brillo de su pupila—. Yo soy Sombrerero, por allá Conejo, aquel la Liebre, Tweedledum y Tweedledee, el Lirón y tu Axel! Amigos él es Axel! —todos levantaron sus tazas de té, tomaron un sorbo y luego lo escupieron al aire. La felicidad recorría mi ser.

—Lamento ser aguafiestas pero ya no hay tiempo! Debemos partir de inmediato! —dijo el Conejo sacándome de las manos la única taza de té que estaba por tomar. Así fue como todos partimos camino al castillo, al parecer había una boda.

—¿Y qué tal estuvo el té? —me preguntó el Sombrerero mientras íbamos de camino a nuestro destino.

—Delicioso como siempre —jamás pude tomar una gota de el tan famoso té.

—Parece que te estas divirtiendo mi querida Alicia —nuevamente apareció el Gato sobre el sombrero del Sombrerero—, puede ser que tus amigos hayan aceptado tu nueva imagen, pero no sirve de nada.

—Silencio! —grité.

—¿Qué sucede? —preguntó el Sombrerero.

—No a ustedes, le dije al Gat…Gatico! —casi estaba por decir la palabra "gato". Lo que menos deseaba era un ataque de susto por parte de el Lirón.

—¿Un gatico? —preguntaron a coro.

—Si, ya saben. El miau, miau—todos me miraron con cara rara—. Olvídenlo.

Caminamos juntos hacia el castillo, al parecer había una gran celebración y ese era el motivo de mi llegada. Todos los caminos que llevaban al palacio estaban colmados, nadie se quería perder la boda y la fiesta. Al llegar al castillo todo estaba en paz, no había Reina Roja y mucho menos cabezas por cortar. Los Flamencos de colores andaban libres por el gran jardín, muchos animales correteando por todo el lugar e incluso finalmente pude conocer a la Falsa Tortuga. A mi y mis amigos nos escoltaron soldados del ejercito real, éramos invitados de honor.

—Bienvenidos amigos míos al palacio! —dijo Miranda la Reina Blanca— Que agradable tenerlos en este día tan especial.

—Muchas gracias su majestad —dijo el Sombrerero haciendo reverencia y sacándose su galera en muestra de gratitud.

—Pasen, pasen! Adelante, adelante! —dijo la Reina indicándonos el camino hacia donde seria el gran evento—. Esperen, ¿Tu quién eres?

—Eh…yo..soy…yo soy Axel.

—Axel…me eres familiar —la reina comenzó a inspeccionarme con la mirada—. Tu cabello, tu altura, tu olor y tus ojos. Me recuerdas a Alicia!

—Soy Axel, nada de Alicia. Axel.

—Esta bien, ya veo. Si vienes con mis amigos eres bienvenido. Vamos, vamos! Adelante, adelante!

El salón principal del castillo estaba colmado, en el centro había una gran mesa repleta de comida y bebida. Las cortinas de las ventanas estaban en color dorado, el techo fue adornado con hermosas telas color turquesa, una alfombra azul marcaba el camino hacia el arco de flores donde se realizaría la ceremonia.

—Aún no se quién se casa, siento que estoy de más en esta boda —dije por lo bajo a mi buen amigo el Sombrerero.

—Si estas acá, es porque así debe ser. A parte a la reina le eres familiar, con eso es suficiente —dijo el Sombrerero. El Conejo hizo sonar sus trompetas y todos se callaron.

—Damas y caballeros, animales y no animales, bestias y no bestias, seres de todo tipo; su majestad! Recibamos con un fuerte aplauso a la princesa!! —la trompeta sonó de nuevo, una horda de aplausos y gritos colmaron el salón del palacio. Las puertas se abrieron pero nadie apareció. Todos en el lugar quedaron en silencio.

—Tranquilos, no se alarmen! —dijo la reina—, mi hija no tarda en llegar. Por el momento sigamos disfrutando de la fiesta! —notaba en su voz que estaba nerviosa e incluso molesta. La reina se bajó de su trono y se acercó a nosotros.

—¿Qué sucede su majestad? —preguntó el Sombrerero.

—Nada sucede, eso sucede. Por esa puerta tendría que haber entrado la princesa para comenzar con su boda. Pero nada sucede, algo debió suceder para que nada suceda. Y sea lo que haya sucedido, debememos evitarlo para que suceda lo que debía suceder.

—Si algo sucedió para que nada suceda, nosotros vamos a encargamos de que lo que haya sucedido se termine así sucede lo que ha de suceder —comentó el Sombrerero. Parecía que hablaban en clave. Cuando creia que ya estaba acostumbrado al tipo de cosas que suceden en este lugar, suceden otras que me siguen sorprendiendo.

—Esta bien, lo dejo en sus manos —dijo la Reina agarrándose.

El objetivo era encontrar a la princesa, cada uno se encargaría de buscarla en algún lugar de todo el palacio. Salí por la puerta trasera del castillo hacia el jardín externo. El rosedal estaba intacto, las rosas brillaban de tan blancas que estaban. Un grupo de soldados redimidos de la Reina Roja se estaban encargando de cortar y darle forma a los arbustos.

—Alto ahí muchacho! —escucho que me dicen.

—Yo..no…solo…

—¿Qué haces deambulando solo por el jardín? —me preguntó.

—Sigo órdenes de la Reina Blanca, es su hija, ella no aparece. Estamos buscándola —comenté.

—Esta bien, tendría que detenerte, pero hoy me encuentro de buen humor —dice el soldado tres de corazones—. Así que como castigo me ayudaras a pintar las rosas.

—¿Otra vez? —pregunte con desgano, gas protestando.

—¿A qué te refieres? —el soldado me observaba con distancia.

—Ya he pintado las suficientes rosas, que de blancas a rojas, que de rojas a blancas —mi nariz se arrugó nuevamente, no quería pintar ninguna rosa; no otra vez.

—Muéstrame tus manos —me ordeno y le enseñé mis manos— curioso, son manos de una persona experta en pintar rosas. Con más razón deberías hacerlo.

—No pienso hacer nada, estoy harto de que me digan para qué soy útil. Primero para pintar rosas, luego para liberar al reino de la malvada Reina Roja, luego era quien debía matar al Jabberwocky y ahora la indicada para buscar a la princesa; que por cierto no tengo idea de quién es la princesa.

—Me recuerdas a alguien, esa forma de cruzarte de brazos, esa nariz arrugada…

—Lo sé, te recuerdo a Alicia! Pero no, no soy Alicia y jamás lo seré! —me fui corriendo por el gran jardín hacia el bosque.

Estoy cansado de que me sigan diciendo Alicia. No entiendo para qué estoy acá de nuevo, no entiendo por qué no pueden entender que soy Axel y fin. Y por experiencia, siento que mi única salida será encontrar a la estúpida princesa que llega tarde a su propia boda.

—Oh Alicia! Vamos, no te desanimes! —el Gato Sonriente apareció colgado en un árbol.

—Cállate gato estúpido!

—¿Qué ha pasado con aquella pequeña Alicia tierna y simpática?

—No existe, ya no existe Alicia. Solo estot yo, es lo que soy y es lo que hay. No hay mas.

—Esta bien pequeña Alicia.

—Basta de decirme así! —le arrojé al gato una roca pero como siempre tan escurridizo desapareció y evitó el impacto. Al caer la roca se escuchó un gemido. Le había golpeado a alguien o a algo.

—Corre! —me dice el Gato quien vuelve a aparecer sobre mis hombros.

—Yo no pienso correr…—inmediatamente una bestia enorme salió de entre los arbustos, al parecer fue víctima de mi roca. Tuve que empezar a correr lo mas rápido que podía.

—Vamos Alicia, déjate de disparates! Ni tus propios amigos te reconocen! —dice el Gato quien se posó en mi cabeza mientras corría. 

—Si que lo hacen.

—¿Entonces por qué corres, por qué escapas del Bandersnatch? —tenia razón. Aquella bestia enorme y peluda era mi amigo. No tendría porque escapar.

—Alto! —grité. Me detuve, no debía huir. Pero la bestia se abalanzó sobre mí y me tiró al suelo.

Salivaba a mas no poder, deseaba comerme vivo, mientras tanto yo tenía los ojos cerrados. Comenzó a olfatearme, su respiración acelerada comenzó a disminuir poco a poco, dejé de cubrirme el rostro bajando los brazos. Comienzo a abrir los ojos y me encuentro con los del Bandersnatch. Me mira y noto su confusión, pero solo bastó con mirarlo un rato más para que recibiera de su parte un lengüetazo directo en el rostro, me había reconocido.

—Que agradable sorpresa —escucho que dice una voz muy grave y seca. Mi bestia amiga se quitó de encima mío, giré mi cuerpo y al levantar la cabeza ahí estaba— ¿Qué te trae de nuevo por aquí querido Axel?

—Señor Orug…Mariposa. Señor Mariposa, disculpe. 

—No hay problema Axel, a veces es cuestión de tiempo. No todos tardamos lo mismo en asimilar lo que vemos —mientras tanto el Bandersnatch se quedó correteando por ahí.

—¿Qué quieres decirme señor Mariposa?

—¿Qué quieres escuchar Axel?

—Quiero saber cómo será todo de ahora en mas.

—¿Cómo quieres que sea Axel?

—Busco respuestas, no preguntas.

—Y yo solo busco el rico polen de esta hermosa flor, no una charla con un estúpido joven que no termina de aceptarse a si mismo y pretende que los demás lo vean como él quiere. ¿Dónde esta Alicia?

—¿Dónde esta la Oruga pacifica y nada agresiva? —exclamé.

—La Oruga esta en el pasado, hoy soy una Mariposa pero antes fui Oruga aunque mi destino era ser Mariposa. Fue una parte de mí que no debo negar, negar es mentir, es ocultar y no hay libertad ocultando nuestro ser y mintiendo.

—¿Qué quieres decir?

—¿Qué quieres escuchar Axel?

—Harto estoy… —me crucé de brazos.

—Esta flor ya no tiene polen. Solo eso querido Axel, no puedes negar lo que fuiste. Negar nuestras raíces es recortar nuestra identidad, saber de dónde venimos nos permite ver hacia dónde debemos ir. El pasado es parte de lo que somos, nos guste o no. Solo es tiempo, tiempo para aceptar lo que eres y tiempo para que los demás logren aceptarnos; y la respuesta es el amor, el amor propio y el de los demás hacia uno. Ahora hay una flor en algún lugar esperándome —abrió sus alas y se echó a volar.

Señor Mariposa tenia razón, él mas que nadie entendía esto. Él fue Oruga y hoy es Mariposa, yo fue Alicia y hoy soy Axel. Debo encontrar a la princesa; me subí al lomo del Bandersnatch y salimos en busca de la novia perdida. Anduvimos por el bosque, buscamos cerca del río y por la llanura. La noche se acercaba y aún no teníamos indicios sobre la princesa. Debíamos volver al castillo. Al llegar, el panorama no era nada bueno, al parecer nadie había encontrado a la princesa. Nos reunimos todos en el salón del trono, la Reina Blanca, la Liebre, el Lirón, Señor Conejo, el Sombrerero, Tweedledum y Tweedledee, los soldados redimidos, el Bandersnatch y yo.

—Organizaremos un equipo de búsqueda, debemos inspeccionar cada sector del reino…—hablaba la reina hasta que fue interrumpida.

—No hace falta! —dijo una muchacha que llevaba en su rostro un antifaz. Se acercó caminando directo hacia nosotros, se paró delante de mí y sin previo aviso, una cachetada de su parte impacto en mi mejilla.

—Loreal! —gritó la reina.

—¿Por qué nos has venido antes? Te esperé en mi habitación todo el día como habíamos acordado. Llevo puesto el vestido toda la tarde, ¿Crees qué es algo cómodo? —otra bofeteada impacto en mi rostro. No eran bofeteadas fuertes y mucho menos dolorosas.

—Yo, no…—la princesa se despojó de su antifaz y detrás de éste pude encontrar el rostro de ella, de la chica del colectivo. El rostro de aquella muchacha que me sonrió al bajar y me saludó con la mano.

—Dame una explicación Axel…

—¿Él es tu novio? —preguntó la reina.

—Si madre, él es Axel.

—¿Qué yo qué? —no entendía nada.

—Entonces que comience la boda! —gritó la reina y Conejo hizo sonar su trompeta. Inmediatamente comenzó a llegar gente de todo el reino. Un grupo de Canguros modistas me llevaron a una habitación para prepararme el traje. Luego de tomarme las medidas se fueron y quedé sólo.

Todo esto es una locura, me sorprende que todo esto me sorprenda. Al rato apareció uno de los Canguros modistas y me dejó el traje listo para ponerme. Me desvestí de a poco, pensaba en todo lo que pasé en lugar y en mi mundo. Mis cicatrices quedan expuestas en mi reflejo frente al espejo, las palabras del señor Mariposa recorrían mi mente. Tiene razón, todavía no logro aceptarme, es mi propio prejuicio, estuve tratando de negar mi pasado todo este tiempo e irritándome por cómo me ven mis amigos sin pensar en el tiempo necesario para que terminen de adaptarse. Tampoco pienso esperar toda mi vida a que me acepten, pero sí darles la oportunidad y quienes no logren aceptarme dejara en evidencia quiénes son realmente mis amigos. Pero ahora me preocupa otra cosa, no se si estoy listo para casarme.

—¿Amor? —una voz dulce y serena se escucha desde la puerta. Giro a penas la cabeza y la veo entrar. Lo primero que hago es ponerme la camisa, no sé por qué pero quería ocultar las cicatrices de mi pecho. Ella se acercó aun mas.

—Acá estoy —respondí mientras intentaba abrocharme todos los botones de la camisa— ¿Qué sucede? —ella me tomó por la espalda, justo por los hombres e hizo que me girara. Quedamos cara a cara.

—¿Estas bien? —colocó sus manos en mi pecho, no había llegado a abrocharme por completo la camisa.

—Si, estoy bien y ¿vos? —esataba muy nervioso en realidad.

—Bien, ¿Sabias que te amo mucho? —comenzó a abrirme la camisa—, no sé qué te estará pasando pero quería que recuerdes lo mucho que te amo, que nada ni nadie va a cambiar lo que siento por vos —Termina abriéndome la camisa, lo suficiente como para dejar expuestas mis cicatrices. Posó sus dedos sobre ellas y comenzó a acariciarlas. No le importaba, no era un problema para ella, me amaba, amaba a Axel con su pasado inclusive.

Se despidió por el momento dándome un beso en la mejilla. Me quedé sólo en la habitación pensando mientras esperaba a mis padrinos de boda. De a uno entraron, primeramente el Lirón, la Liebre y por último mi buen amigo Don Sombrerero. Estaban todos vestidos muy elegantes y a la vez desopilantes. Los trajes de todos inclusive el mío, no eran nada convencional. Todos eran de diversos colores, con una manga larga y la otra corta. El moño de señor Sombrerero era enorme y la corbata de la Liebre súper pequeña. 

—Llegó el momento Axel —dijo el Sombrerero—, ¿Estas listo?

—Si, creo que lo estoy.

—Que bueno, porque eso de hacerte el desentendido con la Reina respecto a tu noviazgo fue cansador —dijo con una sonrisa de picardía.

—¿Vos sabias qué el casamiento era el mio, supiste esto desde el principio?

—¿Si yo qué? —me dijo mirándome como si no hubiera dicho nada. Siempre observándome con esos ojos grandes y esa sonrisa enorme—, tengo un presente para vos—se sacó su galera y de dentro de la misma agarró otra un poco mas pequeña—. Es tuya, un obsequio. Lo hice especialmente a tu medida —me entregó la galera y luego me enseñó sus dedos vendados con curitas por las heridas que se había generado al pincharse mientras fabricaba mi obsequio.

—Estoy listo! —dije colocándome la galera.

Al entrar al salón ya todos los invitados estaban ahí, caminé por la gran alfombra azul hasta el arco de flores. Todos me aplaudieron. Sonreía y saludaba a la multitud y de repente las trompetas sonaron, las puertas se abrieron y la princesa Loreal ingresó acompañada del Gato Sonriente. Se acercaron hasta el arco de flores.

—Un gusto señor Axel. Le dejo a la princesa —dijo el Gato Sonriente y se colocó junto a la Reina.

La ceremonia comenzó, la Reina inició con el protocolo y cada uno de nosotros leyó sus votos matrimoniales. No vale la pena repetir lo que cada uno dijo, fue igual que en cualquier otra boda.

—Ambos pueden besarse! —dijo la reina. Loreal y yo nos miramos, nos besamos y todos comenzaron a corear nuestros nombres. “Viva la princesa Loreal”, “Viva el príncipe Axel”.

—¿Estas listo? —me preguntó Loreal. Mi sonrisa era inmensa.

—¿Para qué? —pregunté.

—Ya es hora...

—¿Hora de qué?

—De partir.

—No! —exclamé.

—Tenes que buscarme en tu mundo —me dijo con una voz serena.

—No estoy listo.

—Si que lo estas. Sombrerero! —gritó la princesa y el Sombrerero se acercó con una tasa de té para entregarme— Tenes que tomar el té, asi regresaras a tu mundo! Buen viaje! —terminadas sus palabras, le di un sorbo largo al.té.

—¿Dónde te encuentro? —pregunté a Loreal mientras ya sentía cómo mi cuerpo comenzaba a irse tras tomar la infusión.

—En el mismo lugar donde me viste por primera y única vez.

Así fue, bebí por primera vez el té del señor Sombrerero, no me pregunten qué tal sabía porque no podría explicarlo. Inmediatamente me sumergí en un túnel oscuro y entonces regresé. Abrí los ojos y estaba en mi habitación, ya era de día. Inmediatamente me levanté, tomé un baño y me dirigí hacia la parada del colectivo. Viajé durante toda la semana en el mismo horario que la había visto. No parecía haber rastros de ella, tomaba el colectivo desde mi parada hasta donde se había bajado. Una tarde me quedé esperando toda la mañana crusando la calle frente a la parada donde la vi bajar.

Pasaron muchos colectivos y esa tarde apareció. Estaba tan hermosa. Me quedé observándola casi hipnotizado, cuando finalmente volví a tomar noción de la realidad, ella se estaba yendo. Algo se le había caído, crucé la calle para recoger aquello que le pertenecía. Era un pulsera con varios dijes, entre ellos un conejo, un sombrero, un corazón y una corona.

—Ey!! —grité pero no se volteo— Loreal!! —se frenó y se giró inmediatamente. Me acerqué hacia ella, notaba sorpresa en su rostro. Estaba buscando en su mente mi cara y deseaba que la encuentre— se te calló esto! —le dije enseñándole la pulsera.

—Gracias, es mi pulsera de la suerte. Muero si la pierdo. Gracias de verdad —se colocó la pulsera.

—De nada.

—¿Nos conocemos?, ¿Cómo supiste mi nombre? —estaba un poco sorprendida y confundida.

—Viajamos juntos una vez, creó que oí tu nombre mientras escuchabas un audio de WhatsApp. No es que estaba espieando o prestando atención, solo…

—Esta bien, no pasa nada.

—Okey, creo que debería irme —me estaba comportando como un idiota.

—Esta bien, hasta luego —me dijo sonriendo. La despedí saludando al aire con la mano y me digne a retirarme.

Soy un imbécil, no tuve el coraje de hablarle un poco mas. En ese momento donde comenzaba a detestarme, una mariposa azul se posó en mi hombro. Todavía no era tarde, no iba a dejarme vencer así. Me volví hacia ella

—¿Es muy loco de mi parte que te pida tu número de teléfono?

—Sin duda que lo es —dice riendo—, pero igual te lo voy a dar —saqué mi celular y anoté su número.

—Ahora si creo que debería irme. ¿Hablamos?

—Todo puede ser —ella se dio media vuelta y se fue. Me quedé observándola mientras se marchaba.

Esa misma noche le envíe un mensaje y ella me respondió casi al instante. No voy a gastar palabras en explicar todo lo que pasó luego, no es necesario. Yo debía buscarla y eso es lo que hice. Ella me había jurado su amor, no en esta realidad pero si en la otra. Varias veces tuve que ir a es mundo tan loco y siempre aprendí cosas nuevas, pero jamás antes había logrado obtener mi libertad. Eso siento, me siento libre siendo yo mismo; finalmente puedo ser Axel.
© Alan Bouraine,
книга «Alicia a través de su reflejo».
Коментарі