Una última canción de guitarra
Una última canción de guitarra
Una última canción de guitarra


—Tal vez esta sea la última canción de guitarra —me dijo antes de que sus palabras con el pasar del tiempo se convirtieran en un hecho.

—O tal vez no —respondí con la esperanza de que pueda escucharlo tocar muchas más veces, y si era posible el resto de mi vida.

Él comenzó a tocar la última canción de guitarra y sin darme cuenta también fue la última vez que lo escuche hablar. "Tal vez esta sea la última canción de guitarra", fueron las últimas palabras, la última vez que escuché su voz; y luego la última vez que lo volví a ver tan vivo. Solo de pensar me da nostalgia, pero tengo los recuerdos.

Desde chico la música siempre fue una conexión a emociones hermosas que solo aquellos que sienten pasión por éste arte pueden comprender. La guitarra era mi compañera de emociones, fiel amiga de alegrías, complice en la tristeza y aliada a la hora de querer ganar la atención de alguien especial; ustedes saben, alguien que toca guitarra suma muchos puntos.

Esa tarde tomé el colectivo como todos los días que me toca ir a mis clases de guitarra en el conservatorio. Por suerte hoy me tocaba viajar en uno que estaba casi vacío, me incomodaba subir a un colectivo lleno, la gente me mira con cierta rabia por traer una guitarra con la cual suelo ir empujando a todos. Hoy no debía pedir disculpas al pasar por el pasillo del transporte. Luego de pagar mi pasaje me dirigí a un asiento para dos que estaba desocupado, justo en el medio del colectivo, al costado de la puerta central.

Una señora mayor me miraba con una sonrisa, aunque no una cualquiera. Era esa sonrisa que suelen hacer las personas que al ver una guitarra, les viene a la mente recuerdos hermosos. Aquellos que sentimos pasión por este instrumento saben de lo que hablo. Hoy en día lo entiendo mas que nunca, porque la guitarra es mi portal a los recuerdos que tengo de él ¿Seguro se preguntan, quién es él? Él es el chico que subió al bondi, y "bondi" es cómo le decimos a los colectivos en donde vivo. Mayormente suelo viajar escuchando música con mis auriculares, desconectandome de todo, a tal punto que mas de una vez me he pasado de destino. Pero él me distrajo de mi rutina habitual. Con su pelo castaño oscuro, ojos verdes como los mios, piel color blanca igual a la mía; y con aquello particular que me llamó la atención. Tenia una guitarra colgada en la espalda, y entonces habló.

—Espero que les guste —dijo frío y distante. La mayoría de las personas que suelen realizar cosas artísticas en los transportes públicos, primeramente saludan y dan las gracias. Él solo se omitió a decir "Espero que les guste", luego tocó y cantó.

Miraba su cabello, miraba su nariz, su mentón, llevana una remera color blanca y encima de ésta una camisa a cuadrille de colores rojos y azules. Continúe mirando sus brazos, sus manos y sus dedos posados en la guitarra. Comenzó a hacer música. Por mas que intento, no recuerdo cuál era la canción. Ni siquiera en mi mente se encuentra un verso o al menos una melodía, solo sé que él tocó y cantó; fue hermoso.

—Muchas Gracias —dijo al terminar su muestra artística. La gente aplaudió, yo aplaudí y él sonrió tímidamente haciendo que en sus mejillas aparecieran unos hoyitos tiernos a cada lado de sus comisuras.

Se acercó a la puerta, tocó el timbre, me miró a los ojos, el colectivo frenó y él bajo. Se fue, ya no estaba ahí.  Lo seguí con la mirada hasta que despareció de mi vista. Al mirar hacia delante, veo a aquella señora que me había sonreído antes, guardaba en su bolso el dinero que había sacado para darle a él. Debía guardar el mío también, fue todo muy raro. Aquel chico no habia subido al transporte a tocar a cambio de dinero, solo lo hizo por pasión. No podía borrar la sonrisa de mi rostro y yo que creí en ese momento que jamas lo volvería a ver, estaba totalmente equivocado.

Los días siguientes traté de viajar a la misma hora con la esperanza de volver a encontrarlo. Viajé todos los días a la misma hora incluso aunque no tuviese motivo alguno por viajar, aunque pensandolo bien si tenia uno y era él; ustedes entienden. Pasó una semana, luego un mes y no podía borrar en mi, esa emoción que tuve. Varias noches soñé con aquel momento, no sabia qué había cantado y no recordaba ni la melodía; pero si sabia que había logrado alegrarme. Había podido atravesarme el alma con tan solo unos acordes de guitarra acompañados de una voz tan hermosa como la de una madre cantándole a su niño para que descanse en paz.

En esta locura de querer encontrarlo, los días sábados tomaba el colectivo a la misma hora esperando que él aparezca. Viajaba con mi guitarra hasta el final del recorrido. El bondi terminaba en una plaza llena de verde, por ahora era verde ya que estamos a mediados de la primavera. Solía sentarme en el césped a tocar la guitarra, a componer, cantar y a tomar helado. Pensaba en sí estaba bien que siguiera haciendo esto, pensaba en el frío que sentiría cuando venga aquí en invierno o en dónde podría refugiarme los días que lloviera. Después de comprarme un helado en la heladería frente a la plaza; me senté en el pasto con la guitarra. Estaba trabajando en una canción. Si, una canción sobre él.

—¿Puedo sentarme? —escucho que me hablan de atrás. Y para qué mas misterios, si; era él.

—Si —respondí sin siquiera voltearme. No era necesario que lo viera, recordaba exactamente como era, recordaba su voz al hablar. Él se sentó frente a mí.

—Tocá de nuevo —dijo frío, distante y seguro.

—¿Qué? —había entendido lo que me dijo pero solo quería que hablara de nuevo. Quería escuchar su voz una vez mas.

—Lo que estabas tocando —ni siquiera me miraba. Solo estaba sentado con la cabeza agachada, jugando con el césped del suelo. Parecía un nene divirtiéndose arrancando y cortando pedacitos de pasto. Hice lo que me pidió.

—Pará ¿Qué fue eso? —me interrumpió.

—¿Qué cosa? —pregunté confundido.

—Las últimas notas.

—¿Qué tienen?

—Suenan feo.

—A mi me gusta.

—Te puede gustar más si lo hicieras bien —su mirada se alejó del suelo y se encontró con mis ojos— ¿Puedo?

Asentí con la mirada y él se levanto, se puso de cuclillas detrás de mi. Tomó mi mano y posiciono mis dedos en diferentes sectores del mástil. Tenia las manos ásperas, muy común de quienes tocan guitarra. Pero su tacto era suave.

No solo volví a verlo, después de mas de un mes, ahora sentía sus manos. Sentía su respiración detrás de mi nuca, estábamos tan cerca que el poco viento hacia que su permufe impactara en mi rostro. Su olor, sus manos, su respiración; todo de él alteraba mis emociones. Tenia miedo, o tal vez ansiedad; un poco de ambas.

—Ahora tocá —sus palabras sonaban detrás de mi cabeza y endulzaban mis oídos. Solo obedecí y toqué aquella nota que me había marcado.

Me estaba enseñando lo mejor de él, su talento. Realmente él sabía muy bien lo que hacia. Lo que me enseñó había hecho hermosa a la canción y ahora si estaba bien, sonaba más que bien. Mis años de conservatorio son nada en comparación al talento innato de él.

—Tenias razón. Ahora suena bien. Gracias por ... —me tomó por la mejilla y me besó. No fue solo un beso, fue un abrazo a lo mas profundo, fue una caricia directo al corazón. Me besaba y yo lo besaba, así sin mas. Fue intrépido e impulsivo pero tal vez porque supo interpretar lo que yo sentía. Tal vez me besó porque yo deseaba besarlo. Y el miedo pasó, la ansiedad desapareció y solo me inundé de deseo, de felicidad y de amor.

Los sábados siguientes también nos vimos, comimos helado, tocamos la guitarra y cantamos. Nos dimos besos, nos abrazamos y nos acariciamos. No éramos de hablar mucho y lo que hablamos realmente es irrelevante. Yo creí que no volvería verlo pero no fue así. Ahora que estaba seguro de que los momentos con él serian algo habitual, me equivoqué. No apareció en la plaza ni ese sábado, ni el siguiente y así por un mes. Extrañé sus besos, sus ojos, pero sobre todo escuchar como tocaba la guitarra, y su voz; me lastimaba no escuchar su voz. Extrañé su cara al comer helado, su sonrisa y el olor de su perfume. Las tardes de primavera estaban llegando a su fin. La temperatura era cada semana mas alta, el verano se acercaba. En una semana seria navidad y luego un año nuevo donde mi único deseo era volver a verlo.

Para muchas personas tal vez sea horrible éste sufrimiento de esperar. No digo que era fácil, pero él había dejado algo en mí y yo algo en él. No podía no volver, no debía; teníamos muchas cosas pendientes. Mas de una persona me sugirió terminar con esta locura, me habían dicho que él me era insuficiente. Todos se equivocaban, no era así. Yo pensaba en lo feliz que seria volverlo a ver. Y así fue, volvió.

Una tarde de verano, apareció en el parque con su guitarra, llevaba una musculosa color negra y unas bermudas que dejaban en evidencia sus piernas fuertes. Él se acercó como si nada hubiera pasado, como si no hubiera desapareció por casi dos meses. Se acercó y me besó. Luego se sentó a mi lado y tocó su guitarra. Comimos helado e hicimos el amor; obviamente que no en el parque. No importa donde, solo importa que nos amamos de la manera mas profunda que dos chicos pueden amarse. En el árbol donde solía apoyarme mientras lo esperaba, escribí nuestras iniciales "A y E". No importan nuestros nombres, solo importa el valor de que deseara que mi inicial esté junto a la suya. Y así fue por otro tiempo mas. Hicimos el amor, nos besamos y tomámos helados. Ya habíamos probado todos los gustos de helados que había. Nos besamos e hicimos el amor de todas las maneras posibles.

Era feliz con él, pero nuevamente volvió a desaparecer. Pasó el día de los enamorados y era la primera vez que estaba enamorado de alguien en este día, aunque no lo tuviera conmigo esa tarde. Pasó marzo y el otoño estaba próximo. No lo tenia a él pero tenia los recuerdos. Me gustaba sentarme en el pasto, cerrar los ojos y tocar la guitarra visualizando sus besos. Compraba dos helados, el mio y el que seria para él. Cuando no estaba yo dedicaba las tardes a componer esa canción que era sobre él. Y cuando él volvía, dedicaba las tardes a nutrirme de inspiración para la canción que hablaba de él o mejor dicho de nosotros. Ya no era él, era un nosotros.

Cuando las primeras hojas del parque comenzaron a caer, "A" volvió y volvimos a ser nosotros, mas nosotros que cuando no estaba. La temperatura bajaba pero todavía tomábamos helado. Seguimos dándonos besos y haciendo que nuestros cuerpos se hagan uno en el acto más profundo de amor. El invierno llegaba y nosotros todavía estábamos juntod. Seria mas hermoso si les dijera que la nieve cubría el parque en esta época, pero acá no nieva. Pero si hace mucho frío, pero nosotros juntos lo vencíamos. Su calor, mi calor; nuestro calor era suficiente. Hasta que habló.

—Tal vez esta sea la última canción de guitarra.

—O tal vez no —respondí tan inocente, creyendo que aunque se fuera, luego volvería. Pero no fue así o no volvió de la manera que esperaba.

El invierno pasó y la primavera regresó. Tan bella y hermosa como la chica que una tarde se acercó a mí. Era rubia, de ojos café y un poquito rellenita. Se paró a un costado del árbol mirando la inscripción que yo había hecho en el mismo.

—"A y E". Deberíamos remarcarlo de nuevo, si no lo hacemos, dejará de verse.

—¿Quién sos? —pregunté.

Era "F" y la había mandado "E". En un momento dudé, era todo muy raro pero no tanto para mí. Después de todo yo era la persona que seguía esperando a un chico que aparecía y desaparecía, era yo quien lo esperaba para ser un nosotros. "F" sabia muchas cosas de mí y muchas mas cosas de "E". Podía confiar en ella.

Compré helado para llevar, aunque no sabia muy bien a dónde iba. Yo solo quería esperarlo en el parque. Pero sabía que iba a esperar por siempre. Aun así entendía que no era correcto buscarlo, por algo quería que aquella fuera la última canción de guitarra. Pero "F" insistió y me llevó a una clínica. No voy a hacer que la historia sea larga. "E" estaba enfermo y nuestro nosotros llegaría a su fin. "E" se molestó con "F" por haberme llevado hace lugar tan vacío y pálido. Pero su amistad era más fuerte y terminó perdonándola.

Ahora todo tenia explicación. "E" estaba enfermo, iba muriendo de a poco. Cuando él aparecía era porque estaba bien y cuando desparecía se encontraba en una camilla de hospital totalmente débil, sin siquiera poder hablar. Se comunicaba escribiendo en una pizarra. Me sentí mal por aquellos pensamientos en los cuales lo culpaba por desaparecer.

Nuevamente lo veía a los ojos. Esa vez no nos besamos, no comimos helado y tampoco hicimos el amor; pero éramos nosotros. Esa si fue la última vez que lo ví. Se fue, se fue justo delante mio. Sus ojos se cerraron, "F" lloró y yo toqué mi guitarra. Toqué la canción que era sobre él, sobre nosotros; toqué "Una última canción de guitarra".
© Alan Bouraine,
книга «Última canción de guitarra».
Коментарі
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Una última canción de guitarra
Me encantó mucho. ))): Siempre se puede mejorar, claro, ¡Pero en serio me gustó! 💕✨
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2018-05-10 12:03:58
2
Alejandro
Una última canción de guitarra
Ésta historia es hermosa. Me encantó mucho. Escribes bie...
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2018-06-03 00:39:41
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