Serenata de Amor que nunca escuché
Serenata de Amor que nunca escuché
Serenata de Amor que nunca escuché

Nuevamente me encuentro llorando en en balcón del departamento. Las lágrimas caen desde el séptimo piso, aunque ninguna llega a tocar el suelo; todas se van volando como día a día mis esperanzas de que él cambie. Cada vez que me grita, pienso en los "Te quiero" que después pueda llegar a decirme. Cuando me dice que parezco puta con la ropa que uso, trato de acordarme de cada vez que me dijo linda. La vez que me pegó —aunque intenté— no pude dejar de ver a sus manos como simples partes de su cuerpo que me hicieron daño; cuando me tocaba para acericiarme, sólo recordaba el dolor de mi mejilla. 

Después de cada pelea, él se va. Después de cada pelea, me quedo sola. Después de cada pelea, no hay mas que tristeza y dolor. Después de cada pelea estaba esa serenata que nunca escuché. Primero eran discusiones pequeñas, poco a poco se fueron agrandando en violencia. Primero gritos, después empujones y finalmente su mano en mi rostro. Pero empecemos a contar desde cuando eran solo gritos.

—Toc, toc —tocaban la puerta. 

—Fíjate quién es —me dijo él entre dientes.

—¿Quién es? —pregunté. Era tarde ya, no esperábamos a nadie. Los vecinos no creo que sean, no tenemos relación con ninguno. 

—Disculpa, soy el vecino de abajo. Escuché gritos. Quería saber si estaba todo bien —quien me gritaba se acercó, estaba decidió a abrir la puerta. Temí por el vecino y él abrió la puerta. 

—Hola, buenas noches —dijo sonriendo aquel que me gritaba, el mismo que luego me empujaría y finalmente me golpearía—. Si todo bien, solo mirábamos el partido —me miró con una sonrisa construida y me dio un abrazo— está jugando nuestro equipo, somos fanáticos; ¿No amor? —clavó su mirada directo a mis ojos buscando mi conplicidad. La televisión no estaba ni siquiera encendida. 

—Si, es que me pongo nerviosa y no puedo evitar gritar. Estamos perdiendo y bajando en la posición del campeonato —dije dibujando una sonrisa en mi rostro. 

—Vamos a tratar de gritar un poco menos —dijo él y luego largó una carcajada, la carcajada mas hipócrita que jamas escuché. 

—No, esta bien. Perdón por molestar. Bueno, que sigan disfrutando. Buenas noches —la puerta se cerró y dentro del departamento quedaba él, quedaban sus gritos y sus manos. 

No volvió a gritarme esa noche, solo se fue. El balcón me esperaba, el viento esperaba mis lágrimas y nuestro vecino del piso de abajo cantaba y tocaba una canción desde su balcón. Su música opacaba mi llanto. Ahí me quedaba deseando con todo mi ser que no regresara, pero él siempre volvía. Con su regreso venían los cumplidos, los te quiero, los abrazos y los mimos. Al volver yo lo perdonaba, lo quería y lo abrazba. Al volver, regresaba la esperanza de que cambiaría y las serenatas que nunca escuché desaparecían;  la melodia terminaba cuando todo parecía estar  bien. 

—Sos una puta! Te vestís como puta! Si pensas que vas a ir así vestida al cumpleaños de tu prima, estas equivocada! —me dijo desde el sofá del living a gritos. 

—¿Qué tiene, estoy vestida normal? 

—Eso no es vestirse normal. Eso es vestirse para provocar, normal es como estas en casa todos los días. Eso que tenés puesto ahora, es vestirse como puta. ¿A quien querés provocar en la fiesta? 

—No voy a ir vestida a un cumpleaños de la manera que estoy en casa ¿A quien voy a provocar? A nadie, voy a la casa de mis tíos, van a estar mis papás, mis primos; solo mi familia. 

—Aunque vos no digas que vas a provocar, lo generas igual. Ese, tu primo o medio primo, el rubiecito. Siempre te mira las tetas, el culo y te aseguro que no es de inocente. Ya es grande y te ve porque lo calentas; al pendejo lo calentas. 

—Estas diciendo cualquier cosa —se levantó del sofá. Se acercó a mi y me tomó del brazo. Me apretó muy fuerte, me dolía. 

—No vas a ir a ningún lado, te vas a quedar acá. No sé, llamá a tu prima, inventale algo; pero así no vas a ir a ningún lado. 

—Bueno, me cambio entonces. Pero soltame que me estas apretando fuerte. 

—No. Te dije que no vas a ir. Además yo ya había arreglado con mis amigos de ir a jugar un partido de tenis. En un rato me voy y cuando vuelva voy a estar cansado; necesito que estés acá para cuando yo vuelva. Llamá a tu prima y decile que no vas —me suelta y se sienta nuevamente en el sofá. Voy en busca del teléfono. 

—Hola prima. Mirá, no voy a poder ir. Se me complica mucho, perdón. En la semana paso y hablamos. Dale, besos.

Al rato, el que me decía puta se fue. Al rato, quien me obligaba a mentir se había ido. Al rato, me encontraba en el balcón llorando. Y al rato de empezar a llorar, el vecino de abajo tocaba y cantaba la serenata que nunca escuché. El tiempo pasó, y como dije todo fue empeorando. Mas gritos, mas empujones y finalmente vendría el golpe, pero aun falta para eso.

—Mirá que el ascensor no anda. Tenemos que usar las escaleras —era mi vecino; el mismo que tocaba las serenatas que nunca escuché. 

—Uy, no! Encima subir con todo esto —estaba cargada de bolsas llena de cosas que había comprado en el supermercado. 

—Si querés te ayudo. 

—¿Éstas seguro?

—Sí, después de todo también tengo que subir —me dijo con una sonrisa. Una sonrisa verdadera.

—Pero tenés la guitarra —llevaba la guitarra en la espalda. 

—No es problema, la guitarra no pesa nada. Dale vamos —y subimos por las escaleras con las bolsas. 

—¿Qué música tocas? —fue la única pregunta que se me vino a la mente. Tenia que hablarle, eran seis pisos. Lo mínimo que podía hacer, era ser simpática.  

—De todo. Aunque lo que mas me gusta es el rock nacional, pero del viejo. 

—Ah, mucho no conozco. Pero es música, toda música es hermosa y mas cuando uno puede hacerla, va eso creo; yo no se hacer nada de música pero siempre veo que quienes hacen la pasan bien.

—Sí, a mí me encanta. ¿Y qué tipo de música te gusta? —seguíamos subiendo las escaleras. Estábamos a mitad de camino.

—Me gusta mas...no sé. Melódicos, bueno en realidad no sé.

—Emm...mejor mas fácil la pregunta ¿Qué cantantes o bandas soles escuchar? 

—Me gusta mucho Adele, Amy Winehouse; Ed Sheeran me gusta bastante. Ahora que lo pienso, mucha música en ingles —me reí. Después de mucho tiempo reí 

—No es mi fuerte. Pero esta bien. Bueno un piso más y llegamos.

—Esta bien. Hasta acá esta bien. Puedo subir sola con las cosas. 

—No es problema, en serio. No me cuesta nada subir y bajar después.

—No, por favor. Es mejor...es decir; puedo sola desde acá —en ese momento no me había dado cuenta, pero el vecino que tocaba todo tipo de música, pero mas que nada rock nacional; había notado en mi mirada el miedo que sentía. Y sí, tenía miedo que él me viera, de que me viera a mí con el vecino. 

Trataba hacer de todo para que él no se enojara. Pero finalmente terminaba enojándose igual. Y venían los gritos, los empujones, los insultos y mas llantos en la terraza. Mas serenatas que nunca escuché. Ahora sí llegó esa noche. La noche en la que sentí el impacto de su mano en mi mejilla. La noche en la que todo mi ser se desmoronó. La noche en la que lloré como nunca. 

Esa noche yo estaba en la cocina preparando la cena. No, esperen. Mejor no entro en detalles, no quiero que lean algo tan horrible. No quiero que sientan el dolor que yo sentí. No quiero que sufran, no deseo que sientan la impotencia de saber que no pueden hacer nada y muchos menos que el miedo recorra todas las partes de sus cuerpos, al igual que recorrió esa noche el mío. En ese momento temí por mi vida. 

Nuevamente el balcón era testigo de mis penas. Las lágrimas bailaron con el viento y esta vez unas gotas si llegaban a tocar el suelo desde el séptimo piso; las gotas de sangre provenientes de mi nariz, caían desde lo alto e impactaban ferozmente en la vereda. Estaba sola, sola con mis lágrimas. Estaba sola, sola con mi cara lastimada. Estaba sola, sola en el balcón. Sola estaba, sola escuchando "Rolling in the deep" de Adele. Por primera vez escuchaba esa serenata que nunca antes había escuchado; todo cambió. Puse fin al horror, pude detenerlo a tiempo.

Viajaba en el subte una tarde después de cursar en la facultad. Era mi primer día después de decidir que debía volver a estudiar, después de dos años de que él desapareciera de mi vida. Estaba a dos estaciones de bajar, pero algo pasó que bajé antes. Un chico estaba en la estación, tocando su guitarra y cantando. Al bajar del subte caminé hacia donde estaba el chico. A su alrededor había un grupo de personas disfrutando del show, entre ellas yo. Pero esta vez era distinto, fue la primera vez que lo escuché cantar y tocar sin que yo estuviera llorando. 

—Se que lo tuyo es el rock nacional, pero alguna que otra en ingles no vendría mal —le digo al chico que recogía el dinero que le habían dejado en su estuche de guitarra una vez finalizado su espectáculo. Levantó la mirada y me miró, estaba descifrando mi rostro y finalmente me reconoció. 

—Ey, hola ¿Cómo estas? —dijo con una sonrisa. 

—Bien por suerte ¿Vos?

—Trabajando. Me alegro mucho de verte. Pasó bastante tiempo desde la última vez. 

—Si, pasaron tres años casi. 

—Si bastante —nos quedamos mirando sin decir nada por unos segundos. 

—Bueno, tengo que irme —comenté.

—¿Vas por acá cerca?

—No, solo dos estaciones. Me faltaban dos estaciones pero me bajé porque...bueno te reconocí. 

—Ah, esta bien. Bueno, yo también tengo que irme.

—Esta bien. 

—Chau —se acercó y me despidió con un beso en la mejilla. 

—Chau —se fue y me quedé esperando el subte. 

Después de unos minutos, el transporte venia por las vías subterráneas. Frenó y una manada de gente bajó, finalmente subí y una vez dentro lo vi corriendo queriendo alcanzar el subte. Las puertas se iban a cerrar, pero puso su guitarra para que no lo hicieran. Logró entrar. 

—Hola de nuevo —me dijo sonriendo y agitado por la corrida. 

—Hola —me reí— ¿Te habías olvidado que tenias que tomarte el subte? 

—No de hecho, es que —estaba nervioso— pensé que tal vez...

—¿Que yo quisiera escucharte tocar y cantar una canción en ingles? —dije Interrumpiéndolo—. Si, quiero. Pero, qué te parece si vamos a tomar algo, un café o algo así. 

—Bueno, si. Pero prefiero más una birra. 

—Esta bien —me reí —una birra esta bien.

Bajamos en la estación próxima y buscamos un lugar donde poder tomar una birra. Decidimos comprar dos latas y tomarlas en la plaza que daba a la salida del subte de la línea B, estación "Dorrego". Nos sentamos en uno de los bancos de concreto. El día estaba soleado, era una linda tarde de primavera. Estaba sonriendo, sonriendo de verdad y vestida como deseaba. 

—¿Bueno qué querés que toque?

—"Rolling in the deep", de Adele —asi fue. Tocó y cantó, era la primera vez que lo hacia delante mio y no desde el balcón de abajo de mi antiguo departamento. Fue hermoso escucharlo. 

—¿Y qué tal estuve?

—Gracias. De verdad muchas gracias —mis ojos se cristalizaron. Trataba de contener mis lágrimas.

—Hice lo que tenia que hacer. Solo eso.

—Aún así. Gracias —unas cuantas lágrimas se deslizaron por mi mejilla.

—No hay nada que agradecer ¿Vamos con otra canción? —dijo con una sonrisa.

Aquella noche después de llorar en el balcón con mi cara lastimada. Esa noche donde el vecino de abajo cantó cuatro canciones  desde que comencé a llorar, hasta que terminé; él causante de mis lágrimas volvió. Había vuelto por mí, pero no logró su objetivo. La policía llegó a tiempo. El que tocaba las serenatas que nunca había escuchado, fue quien llamó a emergencias. Se lo llevaron, la policía se llevó a mi victimario y después de todo fui libre.

Con el tiempo comprendí que el vecino de abajo tocaba y cantaba de manera intencional siempre que lloraba en el balcón.Todas las serenatas que nunca escuché eran para tapar mi llanto y mi dolor. No estaba sola, el vecino de abajo me acompañaba y sabia mi pesar. Cuando fui a declarar a la comisaria, también me enteré que el llamado se había hecho desde el departamento de abajo. 

Ahora quiero escuchar sólo serenatas y nunca mas gritos, nunca mas insultos, nunca mas mi llanto y mucho menos el ruido de un puño en mi rostro. Las serenatas que nunca escuché, ahora las escuchó con quien era mi vecino de abajo y ahora es mi compañero de vida. 

© Alan Bouraine,
книга «Serenata de Amor que nunca escuché».
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