Prólogo
—¡Aléjate!—Exclamo al notar la cercanía de aquel hombre alto y fuerte enfrente de mí—. Ya te he dicho que te alejes de mí, Paul —comento retrocediendo lentamente, aunque con cada paso que doy hacia atrás, él se acerca más a mí.
Los nervios me carcomen como la primera vez que lo vi. Quizás, la diferencia de hoy es el dolor que me produce verlo frente a mí. Él no se da cuenta de lo que siento, lo que me produce tenerlo cerca.
—¿Por qué?—Pregunta mirándome fijamente a los ojos. Sus fuertes manos sujetan las mías. No me gusta absolutamente nada la situación y todo lo que está sucediendo me deja mucho más que estupefacta—. Antes no me querías lejos, ¿qué fue lo que cambió, Katherine?
Mis ojos se cristalizan inmediatamente al oír su voz, ya no deseo oír su acento, no quiero oírlo a él. Todo lo que está sucediendo simplemente me parece una auténtica locura, no hay manera de que todo esto fuese real. Estoy segura de que esto no es más que un sueño o naturalmente me estaba volviendo loca por todo lo sucedido en mi vida. Sí, eso es lo que me está ocurriendo. Ya estoy efectivamente loca.
—¿Por qué ya no me quieres? Íbamos a tener una vida, ¿qué fue lo cambió?—Pregunta él esperando una respuesta concreta salir de mis labios.
No tengo una respuesta específica para él, simplemente, niego con la cabeza. La respuesta que le puedo brindar es mucho más complicada que la existencia del mismísimo Dios. Ni siquiera yo sé lo que sucede. Tengo mucho que asimilar y más que descubrir. Una persona me dijo que yo debía descubrir lo que sucede, yo sola y eso haré. Sé que puedo descubrir lo que ocurre y no me detendré hasta saberlo. Tengo que hacerlo por mi propio bien.
Lo observo fijamente a los ojos, su mirada sigue igual, esta jamás cambió. Pero el interior de Paul está cambiado. Sus ojos no han cambiado, pero él, estoy segura de que ya no es el mismo hombre del cual me había enamorado.
—Debo irme, no puedo llegar tarde, Paul —comento tratando de deshacerme de aquel joven frente a mí.
Me duele alejarme nuevamente, pero tengo que hacerlo.
Trato de alejarme para que me suelte, pero simplemente se acerca aún más a mí. No me agrada, no lo quiero cerca.
Él no quiere que me aleje, pero tengo que hacerlo para seguir adelante con mi vida.
—Katherine... —Susurra, siento que muy pronto lo podré oír llorar—. No me dejes ir.
Niego con la cabeza y llevo mi mano hacia mi corazón. Niego nuevamente, es imposible dejarlo ir, sé que me costara mucho olvidarlo.
—Siempre estarás ahí, yo siempre te amaré.
Él niega con la cabeza soltando con fuerza mis manos.
—Adiós...
Lo observo fijamente a los ojos, esos hermosos ojos que él poseía. Celeste, azulado con un bello tono verdoso que se esconde detrás de su memoria; yo lo describo de ese modo para no sonar demasiado cliché y aceptar que, en realidad, son de un maravilloso color esmeralda. Cierro mis ojos para no verlo desvanecerse, aquello siempre me duele.
—Katherine London. —Oigo la voz de la secretaria diciendo mi nombre.
Abro mis ojos con rapidez.
Levanto mi mano con una pequeña sonrisa sobre mis labios. Hay pocas personas junto a mí, supongo que hoy no es un muy buen día para ninguno de nosotros.
Camino con detenimiento hacia la oficina de la psicóloga, abro la puerta y tomo asiento observándola a los ojos, para lograr incomodarla. Debo confesar que sé como hacer que las personas se incomoden en mi presencia.
Tengo muchos problemas que contarle, sé que estará dispuesta a oírlos. Se supone que de eso se trata todo esto. Por lo menos, encontraré un modo de continuar y eso es lo que he venido a buscar aquí. Vine por una oportunidad, por una nueva vida.
—Katy, ¿qué sucedió? Hace un año, estabas como nueva y te dimos de alta —dice la doctora Beatriz acomodando su bello cabello negro, este le llega hasta sus hombros. Posee una bella sonrisa blanca y delicada que adorna sus labios—. ¿Qué te trae aquí de nuevo, Katy?—Pregunta.
Volver de nueva cuenta aquí por lo mismo.
Esta doctora debe estar harta de mis tonterías, nadie en su sano juicio haría todo lo que hice yo, nadie lo haría. No puedo creer las tonterías que hice a lo largo de mi vida, ya nada podrá sorprenderme.
—Paul...—Susurro.
Los nervios me carcomen como la primera vez que lo vi. Quizás, la diferencia de hoy es el dolor que me produce verlo frente a mí. Él no se da cuenta de lo que siento, lo que me produce tenerlo cerca.
—¿Por qué?—Pregunta mirándome fijamente a los ojos. Sus fuertes manos sujetan las mías. No me gusta absolutamente nada la situación y todo lo que está sucediendo me deja mucho más que estupefacta—. Antes no me querías lejos, ¿qué fue lo que cambió, Katherine?
Mis ojos se cristalizan inmediatamente al oír su voz, ya no deseo oír su acento, no quiero oírlo a él. Todo lo que está sucediendo simplemente me parece una auténtica locura, no hay manera de que todo esto fuese real. Estoy segura de que esto no es más que un sueño o naturalmente me estaba volviendo loca por todo lo sucedido en mi vida. Sí, eso es lo que me está ocurriendo. Ya estoy efectivamente loca.
—¿Por qué ya no me quieres? Íbamos a tener una vida, ¿qué fue lo cambió?—Pregunta él esperando una respuesta concreta salir de mis labios.
No tengo una respuesta específica para él, simplemente, niego con la cabeza. La respuesta que le puedo brindar es mucho más complicada que la existencia del mismísimo Dios. Ni siquiera yo sé lo que sucede. Tengo mucho que asimilar y más que descubrir. Una persona me dijo que yo debía descubrir lo que sucede, yo sola y eso haré. Sé que puedo descubrir lo que ocurre y no me detendré hasta saberlo. Tengo que hacerlo por mi propio bien.
Lo observo fijamente a los ojos, su mirada sigue igual, esta jamás cambió. Pero el interior de Paul está cambiado. Sus ojos no han cambiado, pero él, estoy segura de que ya no es el mismo hombre del cual me había enamorado.
—Debo irme, no puedo llegar tarde, Paul —comento tratando de deshacerme de aquel joven frente a mí.
Me duele alejarme nuevamente, pero tengo que hacerlo.
Trato de alejarme para que me suelte, pero simplemente se acerca aún más a mí. No me agrada, no lo quiero cerca.
Él no quiere que me aleje, pero tengo que hacerlo para seguir adelante con mi vida.
—Katherine... —Susurra, siento que muy pronto lo podré oír llorar—. No me dejes ir.
Niego con la cabeza y llevo mi mano hacia mi corazón. Niego nuevamente, es imposible dejarlo ir, sé que me costara mucho olvidarlo.
—Siempre estarás ahí, yo siempre te amaré.
Él niega con la cabeza soltando con fuerza mis manos.
—Adiós...
Lo observo fijamente a los ojos, esos hermosos ojos que él poseía. Celeste, azulado con un bello tono verdoso que se esconde detrás de su memoria; yo lo describo de ese modo para no sonar demasiado cliché y aceptar que, en realidad, son de un maravilloso color esmeralda. Cierro mis ojos para no verlo desvanecerse, aquello siempre me duele.
—Katherine London. —Oigo la voz de la secretaria diciendo mi nombre.
Abro mis ojos con rapidez.
Levanto mi mano con una pequeña sonrisa sobre mis labios. Hay pocas personas junto a mí, supongo que hoy no es un muy buen día para ninguno de nosotros.
Camino con detenimiento hacia la oficina de la psicóloga, abro la puerta y tomo asiento observándola a los ojos, para lograr incomodarla. Debo confesar que sé como hacer que las personas se incomoden en mi presencia.
Tengo muchos problemas que contarle, sé que estará dispuesta a oírlos. Se supone que de eso se trata todo esto. Por lo menos, encontraré un modo de continuar y eso es lo que he venido a buscar aquí. Vine por una oportunidad, por una nueva vida.
—Katy, ¿qué sucedió? Hace un año, estabas como nueva y te dimos de alta —dice la doctora Beatriz acomodando su bello cabello negro, este le llega hasta sus hombros. Posee una bella sonrisa blanca y delicada que adorna sus labios—. ¿Qué te trae aquí de nuevo, Katy?—Pregunta.
Volver de nueva cuenta aquí por lo mismo.
Esta doctora debe estar harta de mis tonterías, nadie en su sano juicio haría todo lo que hice yo, nadie lo haría. No puedo creer las tonterías que hice a lo largo de mi vida, ya nada podrá sorprenderme.
—Paul...—Susurro.
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