Prólogo
Capitulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo III


Me levantó la vibración del móvil.Era otro SMS. No debiste dejar que muriera, ahora no puedes hacer nada. Este mensaje lo dejaba todo claro, definitivamente esta persona cree que yo tuve algo que ver con la muerte de Juan. El número estaba oculto no podía saber nada. Me fuí a desayunar, cuando me di cuenta de que eran las seis de la mañana, aún quedaba una hora para levantarme. Volví a la cama y me dediqué a investigar cómo descifrar un número oculto. Después de una hora de investigación me levanté por fin de la cama y me fuí esta vez de verdad a desayunar. No me podía creer que después de una hora buscando algo para descifrar números ocultos no encontrara nada. De camino al Instituto estuve revisando qué trayecto haría Juan para ir a la iglesia ya que estaba algo lejos. Pero no podía ir en bus por tanto,  tal vez le llevara alguien, o tardaría una hora en llegar. Al llegar al Instituto me acerqué a Carlos.

-¿Qué tal?-pregunté intentando iniciar una conversación-

-Tengo un problema, hoy me ha llegado un SMS como el tuyo-me dijo preocupado-

-¿Que decía el SMS?- Pregunté para buscar conexión entre sus SMS y los míos-

-Decía que debía haber salvado a Juan cuando aún podía, pero yo no sabía nada, no sé porque me lo dice-me explicó asustado-

-No pasa nada a mi también me lo ha dicho, es alguien que quiere molestar, no hay nada que conscientemente hubiéramos hecho para incitar a suicidarse, -le dije para tranquilizarle.

-Y qué me dices de lo que hacía por las tardes-

-Solo iba a un grupo de jóvenes en la iglesia-

-Y si allí le incitaron a que lo hiciera y si ellos le obligaron-

-No creo- intenté borrar esos pensamientos de mi cabeza-

-Tal vez deberíamos ir a la iglesia y preguntar al cura- me propuso-

-No sé, por favor de momento será mejor ir a clase antes de que nos pongan una falta- añadí para finalizar la conversación

Durante las clases esta vez era él quien no paraba de hacerme preguntas y intentar quedar a una hora en la iglesia.

Después de clase, fuimos juntos hacia la iglesia. La iglesia era antigua y algo dañada por la guerra. La puerta delantera estaba cerrada así que buscamos otra entrada. Al fin conseguimos entrar por la supuesta entrada secundaria de la iglesia, que en mi opinión estaba demasiado escondida como para ser una entrada al público.

Las luces estaban apagadas, sólo iluminaban unas pequeñas velas puestas en el altar y el poco sol que entraba por el ventanal. Nos acercamos a la sacristía, pues dedujimos que es el lugar donde suele estar el cura antes de las misas. Al entrar dentro solo vimos a una persona con ropa de calle.

-Hola, perdone usted no sabrá dónde está el cura -pregunte al señor-

-Si díganme soy yo-

-A perdone, le queríamos preguntar por el grupo de jóvenes que se reúnen todas las tardes en la iglesia-intente ir al grano para no seguir pasando más vergüenza allí.-

-La verdad, no lo tengo muy claro, no recuerdo ningún grupo de jóvenes, que venga todas las tardes -me dijo pensativo-

-Esta bien, no le molestaremos más- le dije intentando salir de la iglesia lo más rápido posible-

-Adiós- se despidió-

Cada vez más preguntas y menos respuestas.

-Entonces que hacía todas las tardes- Me preguntó Carlos-

-La verdad no tengo ni idea, tal vez haya otro sitio que sea como una iglesia.- le dije intentando buscar el sentido a las palabras de los padres de Juan- será mejor que lo dejemos, mañana buscaremos la solución. 

-Adiós- se despidió mientras caminaba pensativo hacia su casa-

Yo por el contrario solo me centré en quién sería la persona que enviaba esos mensajes. Porque a mí y además también a Carlos. Era difícil de comprender, tal vez mañana se me ocurriera algo. Mientras cenaba me acordé de el montón de deberes que me habían puesto, así que me dediqué ha hacer los deberes hasta las 2 de la madrugada,  cuando ya por fin terminé y me pude ir a dormir tranquilo.
© Héctor Palomino,
книга «La única solución».
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