Desaparición
Octubre de 2018, Santiago, 20.35 pm.
La cabeza del chico retumbaba por el golpe que se había dado al momento de volcarse el auto, el conductor del auto se encontraba tirado afuera de este con la cara desfigurada, al despertarse Karl se da cuenta que está atado de manos y pies. La desesperación que siente es grandísima, se mueve de lado a lado para desatarse.
—¡Ayuda! ¡ayuda! —comienza a patear la puerta para salir. De pronto de la parte delantera del carro empieza a salir humo; el pálido chico entra en desesperación y patea la puerta con más fuerza—. ¡Ayuda! ¡ayuda! ¡sáquenme de aquí por favor!
El auto había caído por una cuesta de unos cien metros de altura, además, el lugar era solitario, no pasaba ni un alma al momento del accidente. Karl logra abrir la puerta y sale disparado por ella, cae al suelo, pero se pone de pie, el chico mira a todos y no ve nada, solo había árboles, millones de árboles. Sube a brincos por el rastro que dejó el coche cuando cayó, al llegar arriba ve la larga y angosta carretera por la cual habían pasado.
Se para en medio de la calle para apreciar mejor si se acercaba un auto por algún lugar, de pronto siente el ruido de un motor, la luz lo dejo perplejo por lo cual no pudo moverse del lugar; el conductor del auto frena bruscamente, mira al chico con enojo, la esposa del conductor queda pegada al asiento del copiloto, los dos hijos de la pareja se golpean la frente con la cabecera de los asientos principales.
—¿Están bien? —mira a sus hijos y esposa.
—Si, estamos bien —responden todos al unísono. Todos se fijan en el chico.
—Iré a ver qué le pasó. Talvez tuvo un accidente —dijo el padre, llevando su mano a la manija de la puerta del conductor.
—No, espera, puede ser un ladrón —interrumpe la mujer.
—Tranquila mujer, no pasa nada, solo iré a ver, además, ¿Tú crees que sea un ladrón?, solo míralo como está. Ustedes quédense aquí adentro—Luis abre la puerta y sale, la mujer y sus hijos quedan preocupados por lo que le podía pasar, así que deciden bajar también—. ¿Para que bajan, no les dije que se quedarán adentro del auto? —Mueve la cabeza de lado a lado en negativa y camina hacia el chico, Luis queda a cincuenta centímetros de Karl.
—¿Qué te pasó? —pregunto al ver que el joven estaba atado de manos y pies.
—No lo sé, solo me acuerdo de que venía en un auto y después desperté allí abajo, atado —dijo, indicando el lugar del accidente—. Eso es lo que recuerdo.
—¿Quieres que te ayude?
—Si, por favor.
Luis se acerca al chico, se agacha y desata las amarras de los pies, luego le quita las cuerdas de las manos, quedando el joven, libre al fin. Karl se masajea las muñecas para aliviar el dolor que sentía.
—¿Te puedo ayudar en algo más? — pregunto mirando al muchacho—. ¿Quieres que te lleve, agua u otra cosa?
—Si, ¿Me podría prestar su móvil por favor?
—Claro —se revisa los bolsillos para ver si lo tenía, pero no—. Espérame, voy a buscarlo a mi auto —el rubio da media vuelta y vuelve al auto por su celular. La esposa lo queda viendo con cara de confundida.
—¿Qué pasó? ¿Te pidió alguna cosa? —cuestionó la mujer.
—Tranquila mujer, el chico tuvo un accidente, dice que iba en un auto y luego despertó allí abajo atado de manos —vociferó el alto hombre. Sigue su camino, abre la puerta y coge su teléfono que estaba en el asiento del conductor. Camina hacia donde el chico y le da su teléfono.
—Gracias por prestarme su móvil, haré una llamada y se lo devuelvo —el chico abre la aplicación de llamadas y marca un número. El teléfono marca el tono de llamada, deja de sonar y contesta:
Karl: ¿mamá?, Aló madre.
Mamá: ¡Hijo! ¿cómo estás? ¿dónde estás? ¿pudiste escapar?
Karl: ¿Escapar?...
UN MES ANTES…
Viernes, 31 de agosto de 2018, 01:34 am.
El ruido de la fiesta era literalmente, ensordecedor; las chicas usaban pantalones apretados blusas señoras al cuerpo con un escote pronunciado, los chicos se pegaban a las mujeres como perros en celo, las drogas eran los flamantes invitados de la fiesta, todos se paseaban con sus vasos de alcohol y botellas de agua. El ambiente se enaltecía cada vez más, las peleas comenzaban a hacerse presentes, una de las chicas que había en la fiesta se acerca a Karl y lo abraza —estaba un poco borracha—, el blancuzco la queda viendo.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó el alto chico. Deja su vaso en la barra.
—S-Si, ¿Puedes ir a dejarme a casa? —interrogó la chica. Tambaleándose.
—Si, pero no te conozco.
—No importa, solo llévame por favor.
—Está bien, vamos…
Los dos chicos salen de la discoteca en dirección al auto. Un BMW del año. Se suben, Karl enciende el auto y salen con dirección a la casa de la chica.
—Espera, ¿dónde me dijiste que vivías? —dijo deteniendo el auto en seco.
—No te lo dije —dijo la chica. Miró a Karl y de los asientos traseros sale un chico con la cara cubierta, este le tapa la boca y la nariz con un trapo que contenía triclorometano (Cloroformo). El chico se desespera y golpea todo que puede: le golpea la nariz a la chica, esta se la toca, la sangre deja un rastro rojo oscuro en la mano de la morena, al final el blancuzco deja de forcejear y sucumbe ante la situación.
Los dos secuestradores descienden del auto, el de la capucha abre la puerta del piloto, lo toma de los brazos y arrastra hasta fuera, los pies le arrastran hasta que la mujer llega y lo agarra de los pies. Lo levantan, y lo encierran en la cajuela…
EN LA MAÑANA…
07:00 am.
La alarma suena y retumba como un taladro, una mano intenta coger el móvil para apagar la alarma.
«Dios mío, mátenme por favor» dijo en su mente Lucy, la madre de Karl, logra apagar la alarma, se gira, estira un brazo para despertar a su marido.
—¡Lucas!, Tienes que levantarte, debes ir a trabajar —dijo la castaña mujer. Se sienta en la cama, busca sus pantuflas; los pies encajaron a la perfección.
—Mmm… ya… —Lucas se sienta y se levanta somnoliento, da pasos débiles hasta el baño. Lucy se levanta y se dirige a la cocina, allí estaba Laura su hija de diecinueve años, esta estaba sirviéndose el desayuno.
—Hola, Lau, Y, ¿tus hermanos aún duermen? —preguntó la hermosa mujer.
—Hola, mami. No sé, vi llegar a Mark con Paz y nada más, no sé si Karl llegó porque cuando desperté no vi su auto —dijo la pelirroja. Toma la leche y la hecha sobre los cereales, lo revuelve, toma una cucharada y se la lleva a la boca—. A lo mejor se emborrachó tanto que decidió venirse en un Uber, quien sabe. Además, tú sabes que mi hermano es bastante responsable cuando bebé en exceso, a él nunca le gusta conducir ebrio —masculló con la boca casi llena.
—Si, lo sé.
De pronto aparece Lucas por la puerta, se queda mirando a sus dos bellas mujeres.
—Buenos días, mis hermosas —vociferó acercándose a su hija, le acaricia el cabello y le da un beso en la frente.
—Hola, papi —dice Laura. El hombre se acerca a su mujer, la abraza y le da un apasionado beso en los labios, la mujer respondió a ese beso, pero quedó totalmente perpleja.
—Y, ¿los chicos? —interrogó el pelirrojo.
—Están dormidos aún —contestó la madre tomando un vaso y llenándolo hasta el borde con agua—. Si quieres puedes ir a despertarlos.
El hombre sale de la cocina y pone marcha hacia las habitaciones del tercer piso, en la cual dormían sus hijos, sube la escalera lentamente como la tortuga más vieja del lugar. Cuando logra llegar, abre la puerta de la habitación de su hijo mayor, ve a la novia de este arriba moviéndose como si estuviese en un trance, Paz gira sutilmente la cabeza y ve a Lucas parado en la puerta —salta a un lado de Mark—, se cubre los pechos, el chico acostado gira su cuerpo y se tapa para que su padre no lo viera desnudo.
—¡papá! —mira a su padre, el pelirrojo cierra la puerta y dice desde el pasillo:
—Lo siento, Mark tu madre está preparando el desayuno, así que, si quieren comer, terminen lo que estaban haciendo y luego bajen. ¡Ah!, Pero eso sí, bajen vestidos —se ríe y sigue su camino hasta el cuarto de Karl. Se para afuera de este y esta vez no comete el mismo error que con Mark. Lucas toca la puerta dos veces.
—Karl, hijo, ¿Puedo entrar? —pregunta el tipo, al no recibir respuesta alguna decide abrir la puerta y entrar, ya una vez dentro no ve a Karl, se acerca al baño de la habitación y tampoco estaba allí, sale del cuarto preocupado y esta vez baja corriendo las escaleras hasta llegar a la cocina.
—Mi amor, Karl… Karl no está en su cuarto —vociferó Lucas con cansancio en su voz.
—¿Cómo que no está? —cuestiona la mujer.
—Si, te digo que no está en su habitación.
—Tranquilo, lo llamaré —dijo la mujer, cogiendo su móvil, su hijo no cogió la llamada—. Tendremos que llamar a nuestros conocidos, o también puede estar con Belén.
Laura mira con cara de y preocupación a su padre.
«No creo que se haya ido a quedar con la maldita de mejor amiga, maldita Belén» murmuró la pelirroja, pero nadie en el lugar logró escuchar. La chica se levanta y sale disparada a su cuarto. Los padres se sientan y comienzan a buscar en sus celulares.
La cabeza del chico retumbaba por el golpe que se había dado al momento de volcarse el auto, el conductor del auto se encontraba tirado afuera de este con la cara desfigurada, al despertarse Karl se da cuenta que está atado de manos y pies. La desesperación que siente es grandísima, se mueve de lado a lado para desatarse.
—¡Ayuda! ¡ayuda! —comienza a patear la puerta para salir. De pronto de la parte delantera del carro empieza a salir humo; el pálido chico entra en desesperación y patea la puerta con más fuerza—. ¡Ayuda! ¡ayuda! ¡sáquenme de aquí por favor!
El auto había caído por una cuesta de unos cien metros de altura, además, el lugar era solitario, no pasaba ni un alma al momento del accidente. Karl logra abrir la puerta y sale disparado por ella, cae al suelo, pero se pone de pie, el chico mira a todos y no ve nada, solo había árboles, millones de árboles. Sube a brincos por el rastro que dejó el coche cuando cayó, al llegar arriba ve la larga y angosta carretera por la cual habían pasado.
Se para en medio de la calle para apreciar mejor si se acercaba un auto por algún lugar, de pronto siente el ruido de un motor, la luz lo dejo perplejo por lo cual no pudo moverse del lugar; el conductor del auto frena bruscamente, mira al chico con enojo, la esposa del conductor queda pegada al asiento del copiloto, los dos hijos de la pareja se golpean la frente con la cabecera de los asientos principales.
—¿Están bien? —mira a sus hijos y esposa.
—Si, estamos bien —responden todos al unísono. Todos se fijan en el chico.
—Iré a ver qué le pasó. Talvez tuvo un accidente —dijo el padre, llevando su mano a la manija de la puerta del conductor.
—No, espera, puede ser un ladrón —interrumpe la mujer.
—Tranquila mujer, no pasa nada, solo iré a ver, además, ¿Tú crees que sea un ladrón?, solo míralo como está. Ustedes quédense aquí adentro—Luis abre la puerta y sale, la mujer y sus hijos quedan preocupados por lo que le podía pasar, así que deciden bajar también—. ¿Para que bajan, no les dije que se quedarán adentro del auto? —Mueve la cabeza de lado a lado en negativa y camina hacia el chico, Luis queda a cincuenta centímetros de Karl.
—¿Qué te pasó? —pregunto al ver que el joven estaba atado de manos y pies.
—No lo sé, solo me acuerdo de que venía en un auto y después desperté allí abajo, atado —dijo, indicando el lugar del accidente—. Eso es lo que recuerdo.
—¿Quieres que te ayude?
—Si, por favor.
Luis se acerca al chico, se agacha y desata las amarras de los pies, luego le quita las cuerdas de las manos, quedando el joven, libre al fin. Karl se masajea las muñecas para aliviar el dolor que sentía.
—¿Te puedo ayudar en algo más? — pregunto mirando al muchacho—. ¿Quieres que te lleve, agua u otra cosa?
—Si, ¿Me podría prestar su móvil por favor?
—Claro —se revisa los bolsillos para ver si lo tenía, pero no—. Espérame, voy a buscarlo a mi auto —el rubio da media vuelta y vuelve al auto por su celular. La esposa lo queda viendo con cara de confundida.
—¿Qué pasó? ¿Te pidió alguna cosa? —cuestionó la mujer.
—Tranquila mujer, el chico tuvo un accidente, dice que iba en un auto y luego despertó allí abajo atado de manos —vociferó el alto hombre. Sigue su camino, abre la puerta y coge su teléfono que estaba en el asiento del conductor. Camina hacia donde el chico y le da su teléfono.
—Gracias por prestarme su móvil, haré una llamada y se lo devuelvo —el chico abre la aplicación de llamadas y marca un número. El teléfono marca el tono de llamada, deja de sonar y contesta:
Karl: ¿mamá?, Aló madre.
Mamá: ¡Hijo! ¿cómo estás? ¿dónde estás? ¿pudiste escapar?
Karl: ¿Escapar?...
UN MES ANTES…
Viernes, 31 de agosto de 2018, 01:34 am.
El ruido de la fiesta era literalmente, ensordecedor; las chicas usaban pantalones apretados blusas señoras al cuerpo con un escote pronunciado, los chicos se pegaban a las mujeres como perros en celo, las drogas eran los flamantes invitados de la fiesta, todos se paseaban con sus vasos de alcohol y botellas de agua. El ambiente se enaltecía cada vez más, las peleas comenzaban a hacerse presentes, una de las chicas que había en la fiesta se acerca a Karl y lo abraza —estaba un poco borracha—, el blancuzco la queda viendo.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó el alto chico. Deja su vaso en la barra.
—S-Si, ¿Puedes ir a dejarme a casa? —interrogó la chica. Tambaleándose.
—Si, pero no te conozco.
—No importa, solo llévame por favor.
—Está bien, vamos…
Los dos chicos salen de la discoteca en dirección al auto. Un BMW del año. Se suben, Karl enciende el auto y salen con dirección a la casa de la chica.
—Espera, ¿dónde me dijiste que vivías? —dijo deteniendo el auto en seco.
—No te lo dije —dijo la chica. Miró a Karl y de los asientos traseros sale un chico con la cara cubierta, este le tapa la boca y la nariz con un trapo que contenía triclorometano (Cloroformo). El chico se desespera y golpea todo que puede: le golpea la nariz a la chica, esta se la toca, la sangre deja un rastro rojo oscuro en la mano de la morena, al final el blancuzco deja de forcejear y sucumbe ante la situación.
Los dos secuestradores descienden del auto, el de la capucha abre la puerta del piloto, lo toma de los brazos y arrastra hasta fuera, los pies le arrastran hasta que la mujer llega y lo agarra de los pies. Lo levantan, y lo encierran en la cajuela…
EN LA MAÑANA…
07:00 am.
La alarma suena y retumba como un taladro, una mano intenta coger el móvil para apagar la alarma.
«Dios mío, mátenme por favor» dijo en su mente Lucy, la madre de Karl, logra apagar la alarma, se gira, estira un brazo para despertar a su marido.
—¡Lucas!, Tienes que levantarte, debes ir a trabajar —dijo la castaña mujer. Se sienta en la cama, busca sus pantuflas; los pies encajaron a la perfección.
—Mmm… ya… —Lucas se sienta y se levanta somnoliento, da pasos débiles hasta el baño. Lucy se levanta y se dirige a la cocina, allí estaba Laura su hija de diecinueve años, esta estaba sirviéndose el desayuno.
—Hola, Lau, Y, ¿tus hermanos aún duermen? —preguntó la hermosa mujer.
—Hola, mami. No sé, vi llegar a Mark con Paz y nada más, no sé si Karl llegó porque cuando desperté no vi su auto —dijo la pelirroja. Toma la leche y la hecha sobre los cereales, lo revuelve, toma una cucharada y se la lleva a la boca—. A lo mejor se emborrachó tanto que decidió venirse en un Uber, quien sabe. Además, tú sabes que mi hermano es bastante responsable cuando bebé en exceso, a él nunca le gusta conducir ebrio —masculló con la boca casi llena.
—Si, lo sé.
De pronto aparece Lucas por la puerta, se queda mirando a sus dos bellas mujeres.
—Buenos días, mis hermosas —vociferó acercándose a su hija, le acaricia el cabello y le da un beso en la frente.
—Hola, papi —dice Laura. El hombre se acerca a su mujer, la abraza y le da un apasionado beso en los labios, la mujer respondió a ese beso, pero quedó totalmente perpleja.
—Y, ¿los chicos? —interrogó el pelirrojo.
—Están dormidos aún —contestó la madre tomando un vaso y llenándolo hasta el borde con agua—. Si quieres puedes ir a despertarlos.
El hombre sale de la cocina y pone marcha hacia las habitaciones del tercer piso, en la cual dormían sus hijos, sube la escalera lentamente como la tortuga más vieja del lugar. Cuando logra llegar, abre la puerta de la habitación de su hijo mayor, ve a la novia de este arriba moviéndose como si estuviese en un trance, Paz gira sutilmente la cabeza y ve a Lucas parado en la puerta —salta a un lado de Mark—, se cubre los pechos, el chico acostado gira su cuerpo y se tapa para que su padre no lo viera desnudo.
—¡papá! —mira a su padre, el pelirrojo cierra la puerta y dice desde el pasillo:
—Lo siento, Mark tu madre está preparando el desayuno, así que, si quieren comer, terminen lo que estaban haciendo y luego bajen. ¡Ah!, Pero eso sí, bajen vestidos —se ríe y sigue su camino hasta el cuarto de Karl. Se para afuera de este y esta vez no comete el mismo error que con Mark. Lucas toca la puerta dos veces.
—Karl, hijo, ¿Puedo entrar? —pregunta el tipo, al no recibir respuesta alguna decide abrir la puerta y entrar, ya una vez dentro no ve a Karl, se acerca al baño de la habitación y tampoco estaba allí, sale del cuarto preocupado y esta vez baja corriendo las escaleras hasta llegar a la cocina.
—Mi amor, Karl… Karl no está en su cuarto —vociferó Lucas con cansancio en su voz.
—¿Cómo que no está? —cuestiona la mujer.
—Si, te digo que no está en su habitación.
—Tranquilo, lo llamaré —dijo la mujer, cogiendo su móvil, su hijo no cogió la llamada—. Tendremos que llamar a nuestros conocidos, o también puede estar con Belén.
Laura mira con cara de y preocupación a su padre.
«No creo que se haya ido a quedar con la maldita de mejor amiga, maldita Belén» murmuró la pelirroja, pero nadie en el lugar logró escuchar. La chica se levanta y sale disparada a su cuarto. Los padres se sientan y comienzan a buscar en sus celulares.
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