Capítulo 1
Wakanda se había mantenido perfectamente oculta por muchos años, y aún seguía de aquella forma, siendo considerada una nación tercermundista por el resto del planeta, aunque existían disputas entre los habitantes, jamás hubieron problemas mayores. Aún así lo que pocos sabían era que Wakanda sin duda alguna era civilización más desarrollada de la tierra.
Su ahora rey, el hijo mayor del amado difunto rey T'Chaka, T'Challa, era un hombre justo y amado por su pueblo, que se regía por las viejas tradiciones de sus tierras. No tenía planes de revelar al mundo lo que Wakanda era en realidad. Luego de que la guerra civil —ocasionada por los problemas de los Vengadores—, culminara, habiendo sido ya coronado como rey, su mente se encontraba enfocada en ser un buen monarca para su pueblo.
T'Challa, además de ser un rey responsable, era alguien bastante solitario. Así que en sus tiempos libres, lejos de sus responsabilidades en el trono, le gustaba ir a explorar su propio reino en compañía de su amada soledad. Usualmente recurría al bosque, el cual era un lugar tranquilo, habitado por múltiples animales a los que le gustaba admirar, el poder disfrutar de la naturaleza, y aquel inminente placer al poder respirar el aire puro que las plantas le otorgaban, sin tecnología, eran cosas que lo caracterizaban.
El joven monarca caminaba a paso firme y tranquilo, escuchando a los animales que no podía ver —ya que estos se encontraban en la lejanía—, y respirando su preciado aire puro. Luego de unos pocos minutos —que le parecieron años— andando sin algún rumbo fijo, decidió volver al palacio. Al despertar, en la mañana, había optado por usar ropa fresca y oscura que demostraba el poco sentido de la moda que poseía. Durante su caminata las palabras que su hermana menor pasaban por su cabeza: «No porque algo funcione bien, quiere decir que no puede mejorar», le hacía pensar en Wakanda y en el futuro de esta como nación. En un instante, un leve sollozo irrumpió en sus oídos alejándolo de sus pensamientos acerca de su futuro como rey. Su ceño ahora estaba fruncido, lo primero que pensó era que el sollozo provenía de algún Wakandiano, así que se dispuso a seguir el sonido atentamente, deseando poder encontrar a la persona escondida en aquel bosque.
Rápidamente fue capaz de detectar de donde provenía aquel tenue llanto, comenzó a moverse rápidamente hasta algunos árboles cerca de donde se encontraba parado anteriormente, lo que era extraño, ya que él había pasado por ese lugar cuando ingresó al bosque y no había escuchado nada. Aquellos árboles escondían a una hermosa joven. T'Challa se vió obligado a mirar bien a la chica llorando en el suelo, su delgado cuerpo estaba sobre la tierra, algo lleno de esta, la piel morena de sus piernas poseía algunos hematomas y raspaduras lo que provocó que el rey frunciera el ceño acercándose para poder observar aún mejor sin hacer mucho ruido. La joven no cesaba su llanto, y sus negros cabellos cubrían parte de su rostro al igual que sus manos.
—Disculpe —murmuró el rey saliendo de su «escondite» posicionándose lentamente frente a la foránea.
La chica alzó su cabeza algo asustada, permitiéndole al más alto poder ver sus brillantes ojos cafés que se encontraban ligeramente rojizos por el llanto, y sus largas pestañas húmedas por el agua salada de sus lágrimas.
—Jalala —dijo la joven sollozando, en un idioma completamente desconocido para T'Challa, esta parecía querer dejar de llorar.
—¿Señorita? ¿Sucede algo? —su voz era suave, se arrodilló justo frente a la chica, y allí logró percatarse de que realmente era bastante pequeña.
—Msaedtan —musitó la joven retrocediendo un poco, parecía asustada por la cercanía del rey.
El monarca estaba profundamente confundido, esa joven no lucía como una Wakandiana para nada, él conocía bien a su pueblo, la chica parecía asustada, era como un pequeño ciervo que había sido separado de su madre; desorientado y desconfiado.
—¿Puede venir? —Extendió su mano lentamente, de forma amable, su voz seguía siendo suave y dulce. Estaba algo preocupado por aquella joven, era extraño que una chica tan bonita estuviese sola en aquel lugar.
La joven de tez morena se levantó, sin tomar su mano, T'Challa alzó una de sus cejas y de igual forma se levantó simultáneamente, afirmando a sus anteriores sospechas; la chica era mucho más baja que él, era delgada, y sus ojos le seguían pareciendo igual de atrapantes ahora que los veía mucho mejor. Hizo una pequeña señal con sus manos: «Venga, sígame.» dijo a la foránea en voz alta caminando adelante, girando su cabeza constantemente para asegurarse de que la chica le siguiera. Fueron algunos escasos minutos en los que ambos se mantuvieron callados, aún así por su cabeza no dejaban de formularse distintas teorías acerca de la chica que había encontrado, ¿De dónde había salido? Las preguntas se quedaban en su cabeza, y su cerebro era incapaz de responder por la falta de información. Caminaba mirando hacia atrás, la chica solo le observaba con sus preciosos ojos, lo que al rey le gustaba. Los días en Wakanda comenzaban a parecer monótonos para el antiguo principa, tal vez era lo más interesante que le había pasado en semanas.
Luego de un corto lapso de tiempo caminando en silencio, hundido en sus propios pensamientos, el más alto logró divisar el palacio, por lo que rápidamente se giró para comentarle a la joven que ya habían llegado.
—Es allí —Señaló el palacio a la joven y esta siguió su dedo rápidamente hasta ver la elegante y hermosa edificación.
Nuevamente, se dispusieron a caminar juntos, sin musitar palabra alguna, hasta llegar a las puertas del palacio, ingresando a este rápidamente, topándose de frente con Okoyé; la cual miraba a su rey con el ceño levemente fruncido.
La joven ahora junto al rey, pareció analizar a la Dora Milaje, y claramente se vió en la necesidad de mirar hacia arriba por la diferencia de estatura.
—Su majestad, ¿ha traído una nueva amiga? —murmuró y soltó una suave risa, tratando al adverso como si fuese un niño.
—La encontré en el bosque, habla un idioma que desconozco, necesito que Shuri me ayude a conocer su identidad —Okoyé abrió la boca para refutar, pero la mirada fría del rey le hizo saber que lo mejor era no decir nada.
Asintió y se dió la vuelta para escoltar a su majestad hasta el laboratorio, en donde ambos sabían que encontrarían a Shuri, la hermana menor del rey.
—Déjennos solos —dijo T'Challa en voz alta a todas las personas de la habitación justo cuando ingresó en esta. La pequeña joven seguía detrás de él, observando todo con interés.
—Hermano, estaba en medio de algo... —murmuró Shuri hasta que sus palabras cesaron al observar a la chica que venía con su hermano, y alzó una ceja dirigiendo su mirada ahora hacia su hermano.
—Necesito tu ayu... —Ahora fue el rey quien se vió interrumpido por la morena que había hayado en el bosque, la cual hablaba sin parar en aquel idioma que T'Challa moría por comprender.
—Eabqaria, eabqaria —repitió la chica caminando hacia la hermosa princesa, mientras, el rey sólo pensaba que la voz de la chica era aún más que dulce.
Okoyé rápidamente se puso en posición para defender a la princesa, pero el rey la detuvo con la misma rapidez, haciéndole saber que estaba bien, no había nada de qué preocuparse.
La pequeña desconocida caminó hasta estar frente a Shuri, su mano se alzó suave y delicadamente para tocar la mejilla de la chica —que le observaba con mezclados temor y curiosidad—, cuando la mano de la pequeña hizo contacto con la piel de la princesa sus ojos se iluminaron por unos escasos segundos, volviéndose azules, a Shuri le recordaban al tono azulado y brillante del vibranium, lucía como una bombilla dañada, que se encendía y apagaba sin control alguno.
Luego de unos escasos segundos la chica separó su mano de la mejilla de la princesa. T'Challa y Okoyé observaban algo impactados por lo sucedido, pestañeando asombrados por el hecho.
—Soy la Diosa Bast, hija de Atum-Ra —Al fin había dicho algo que el rey podía comprender, y eso lo complacía enormemente.
Su voz le parecía la más exquisita melodía, y de repente sacudió su cabeza pensando en lo que había dicho la chica, ¿¡BAST!?
—Su majestad, es un honor —Primero hizo una reverencia hacia Shuri, y luego se giró, posando sus ojos en el joven que la había traído al palacio—. T'Challa, rey de Wakanda, la Pantera Negra, es todo un honor conocerlo.
Una sonrisa adornó los rosados labios de Bast, sus blancos dientes llamaron la atención del rey. Una sonrisa apareció ahora en el rostro del monarca, abrió la boca para hablar, pero cualquier sonido que planease emitir, se vió totalmente interrumpido por las palabras de Okoyé.
—¿Dónde está tu reino? —cuestionó en voz alta, Okoyé siempre desconfiada—. ¿Qué es lo que quieres aquí?
—Okoyé —Le reprendió el rey con voz severa, a Bast pareció no importarle.
—Mi reino está en Egipto —musitó Bast haciendo una mueca—. Mi reino estaba en Egipto.
Los ojos de T'Challa se abrieron, estaba algo sorprendido, ¿Estaba? ¿Qué le había pasado al reino de la joven? ¿Por qué nunca había oído de él?
—Éramos una civilización como ustedes, con tecnología impresionante, nos escondíamos del mundo a simple vista, al igual que ustedes lo hacen —Relamió sus labios para volver a hablar, desviando su mirada del rey—. Hace unos meses nos vimos amenazados por extranjeros que juraron exponernos si no nos inclinábamos ante ellos.
T'Challa frunció el ceño.
—Yo cedí, pero mi pueblo se negó, así que me rogaron que huyera, que estuviera a salvo, y ellos se encargarían de los extranjeros —Ahora estaba sollozando de nuevo, Shuri sintió pena por ella—. Salvaron nuestros conocimientos de ser usados por los humanos codiciosos, sacrificándose todos ellos.
—¿Qué hicieron? —cuestionó Shuri acercándose a la Diosa.
—Ellos incendiaron el reino por completo —murmuró ahora mirando el suelo—. Solo las madres y niños tuvieron derecho a salir a refugiarse en otros lugares. Los hombres se sacrificaron a sí mismos para destruir todo el lugar.
Y así se hizo el silencio en la habitación, no se escuchaba nada más que el bullicio en el exterior del laboratorio.
—¿Cómo sabemos que eres la verdadera Bast? —preguntó Okoyé aún dudosa de la verdadera identidad de aquella mujer, el monarca la miró con el ceño fruncido.
La Diosa simplemente la miró ladeando delicadamente su cabeza, ahí fue cuando T'Challa notó que su vestimenta eran básicamente harapos. Bast juntó sus manos en un delicado movimiento provocando que una luz iluminara su cuerpo y su vestimenta cambiara.
La tela blanca se deslizó por su cuerpo, simulando un Kalasiris mientras en su cuello aparecía un adorno de oro enjoyado que cubría parte de sus clavículas, un precioso accesorio haciendo la función de un cinturón alrededor de su cintura, igualmente de oro, finalizando con unas sandalias tan típicas del Egipto como la Diosa.
—Mi Diosa —Okoyé se inclinó rápidamente en el suelo, su voz tembló ligeramente.
—Diosa Bast —Ahora era Shuri quien daba una mirada a los ojos de la Diosa —que ahora eran de un hermoso tono ámbar— una última vez para luego de igual forma inclinarse en el suelo haciendo una reverencia.
T'Challa no daba crédito a lo que sus ojos estaban presenciando. Estaba impactado.
Imitó la acción de sus dos acompañantes y se arrodilló en el suelo haciendo una reverencia de igual forma.
—Rey T'Challa, cuando mi pueblo me pidió que estuviera a salvo, cerré los ojos y le imploré a mi padre que me llevara al lugar en el cual podría prosperar —Se inclinó frente a el rey mientras hablaba—. Y aparecí aquí en Wakanda.
Él se encargaría de mantener protegida a su Diosa.
—Mi reino es suyo, mi Diosa Bast —Seguía algo impactado, jamás pensó que la Diosa que todos veneraban fuese a llegar un día a su hogar.
Luego de unos segundos todos se levantaron simultáneamente del suelo. El lugar tenía un aura tan magistral, era un momento único, inigualable, la sensación de los Wakandianos era literalmente indescriptible.
✧
El rey encontraba dándole un pequeño tour a su adorada Bast por el palacio. Quería hacerla sentir bienvenida ante todo.
La noticia de una Diosa se había esparcido por Wakanda como pólvora, algo que incomodaba al rey. No sabía cómo decirle a los Wakandianos que la Diosa que tanto veneraban estaba en su tierra, seguía siendo algo un tanto irreal para él, aún tomando en cuenta que ya conocía Dioses de otros mundos.
Ya le había presentado a cada uno de los líderes de las tribus, y también a la reina madre, todos habían quedado estupefactos con la noticia, ¿Otra civilización como la suya en la tierra? ¿Un reino escondido, con tecnología impresionante? Les parecía casi irreal pensar que en algún momento no fueron los únicos.
La Diosa no paraba de hablar acerca de lo agradable y hermosa que le parecía Wakanda.
—A mí tampoco termina de aburrirme —musitó T'Challa mirando el rostro de Bast.
—Y entiendo por qué —dijo sin mirarle, admirando la vista de Wakanda.
T'Challa no había notado la transparencia en la blanca tela de la vestimenta foránea, se sintió algo irrespetuoso mirando de esa forma, así que desvió la mirada rápidamente.
—Así que tú eres la pantera negra —rompió el silencio girándose para mirar a su acompañante.
La diferencia de estatura era notoria, a T'Challa le gustaba.
—Sí, gracias a usted —Se inclinó ligeramente al hablar y sonrió mirando a la joven.
—Por favor,basta de formalidades —pidió al hombre—. Con el tiempo he aprendido que no me agradan tanto como todos piensan.
Él asintió.
—Muchas gracias por darle a Wakanda esperanza —musitó, con su expresión inexpresiva de siempre, pero no por ello menos agradecido.
—Muchas gracias por ser su guardián —Llevó una de sus manos hasta el hombro foráneo.
Este asintió suavemente esbozando una amable sonrisa. Lo había hecho sentir importante.
Estuvieron hablando de cosas triviales, desde el pasadop de la Diosa hasta los increíbles inventos de Shuri.
—¿Entonces ella diseñó tu traje? —cuestinó caminando por el largo pasillo junto al rey.
—Sí, debo admitir que al principio tal vez me sentí ofendido —Rió, provocando que ella riera de igual forma, su voz era suave—, pero los diseños de Shuri son increíbles.
La de ojos ámbar asintió con una sonrisa en sus labios.
—De seguro es muy hermoso —dijo la pelinegra ladeando suavemente su cabeza.
Tenía un porte más que elegante, era baja, pero aún así poseía un cuerpo estilizado que el rey no se privaba de admirar.
—Mi madre —murmuró e hizo una pausa—. Ella sugirió que se hiciera un festejo en tu honor, para presentarte al pueblo.
Quiso morderse la lengua cuando estuvo a punto de musitar un «usted» nuevamente.
—Oh, no, mi rey, no es necesario —Iba a seguir negándose hasta que el foráneo hizo una mueca que expresaba perfectamente una súplica, así que suspiró y no pudo negarse—, está bien. Supongo que me encantará conocer a los habitantes de tus tierras.
Y así fue como T'Challa sonrió satisfecho.
—Podemos confeccionar algo para que uses, ¿Qué te parece?
Pareció pensarlo un poco, pero luego asintió con una amplia sonrisa dibujándose en sus labios.
—Me parece perfecto.
✧
Bast siempre había sido conocida por su característica personalidad, amable, dulce y comprensiva, pero con una lado atrevido y descarado que podía llevar a cualquiera que se acercara demasiado, a la locura. Más de un hombre se había suicidado por no poder obtener su amor. El problema radicaba en que, Bast no podía amar solo a una persona, su corazón le pertenecía a su pueblo.
Ahora que no tenía un pueblo al cual amar, y tal vez, por ello, su corazón estaba confundido.
—¿Entonces es aquí donde adquieres tus habilidades de pantera?
La Diosa creía que era un lugar más que digno para tal ritual, era un lugar hermoso.
—Sí, es aquí.
Su mirada se detuvo en los ojos ámbar foráneos por algunos segundos.
—Siempre me han encantado las panteras, son de los felinos más hermosos, tienen un encanto y elegancia exquisitos, ¿No lo cree así, su majestad?
—Sí, supongo que sí —T'Challa esbozó una sonrisa de lado mirando a la más baja atentamente.
—¿Y tú dónde te hospedas en este palacio?
Caminó lentamente mientras movía sus caderas, acercándose al rey, sin mirarlo a los ojos.
—Pues, siempre estoy en la habitación principal, es como una oficina, allí me encargo de todo. Además tengo mi habitación, es un lugar más privado y es allí donde descanso cuando puedo.
—¿Cuando puedes?
—Como rey, tal vez no duermo muy seguido.
Y a la Diosa le pareció la ofensa más grande a su persona.
—Pues deberías hacerlo —Se hincó de hombros posicionándose ahora junto al monarca—, rey T'Challa, a las mujeres no nos gustan los hombres que lucen cansados todo el tiempo.
Colocó una de sus manos en el hombro derecho de este y sonrió, de forma amistosa, tal vez atrevida, y luego abandonó el lugar dejando a T'Challa confundido, ¿Le había coqueteado?
Su ahora rey, el hijo mayor del amado difunto rey T'Chaka, T'Challa, era un hombre justo y amado por su pueblo, que se regía por las viejas tradiciones de sus tierras. No tenía planes de revelar al mundo lo que Wakanda era en realidad. Luego de que la guerra civil —ocasionada por los problemas de los Vengadores—, culminara, habiendo sido ya coronado como rey, su mente se encontraba enfocada en ser un buen monarca para su pueblo.
T'Challa, además de ser un rey responsable, era alguien bastante solitario. Así que en sus tiempos libres, lejos de sus responsabilidades en el trono, le gustaba ir a explorar su propio reino en compañía de su amada soledad. Usualmente recurría al bosque, el cual era un lugar tranquilo, habitado por múltiples animales a los que le gustaba admirar, el poder disfrutar de la naturaleza, y aquel inminente placer al poder respirar el aire puro que las plantas le otorgaban, sin tecnología, eran cosas que lo caracterizaban.
El joven monarca caminaba a paso firme y tranquilo, escuchando a los animales que no podía ver —ya que estos se encontraban en la lejanía—, y respirando su preciado aire puro. Luego de unos pocos minutos —que le parecieron años— andando sin algún rumbo fijo, decidió volver al palacio. Al despertar, en la mañana, había optado por usar ropa fresca y oscura que demostraba el poco sentido de la moda que poseía. Durante su caminata las palabras que su hermana menor pasaban por su cabeza: «No porque algo funcione bien, quiere decir que no puede mejorar», le hacía pensar en Wakanda y en el futuro de esta como nación. En un instante, un leve sollozo irrumpió en sus oídos alejándolo de sus pensamientos acerca de su futuro como rey. Su ceño ahora estaba fruncido, lo primero que pensó era que el sollozo provenía de algún Wakandiano, así que se dispuso a seguir el sonido atentamente, deseando poder encontrar a la persona escondida en aquel bosque.
Rápidamente fue capaz de detectar de donde provenía aquel tenue llanto, comenzó a moverse rápidamente hasta algunos árboles cerca de donde se encontraba parado anteriormente, lo que era extraño, ya que él había pasado por ese lugar cuando ingresó al bosque y no había escuchado nada. Aquellos árboles escondían a una hermosa joven. T'Challa se vió obligado a mirar bien a la chica llorando en el suelo, su delgado cuerpo estaba sobre la tierra, algo lleno de esta, la piel morena de sus piernas poseía algunos hematomas y raspaduras lo que provocó que el rey frunciera el ceño acercándose para poder observar aún mejor sin hacer mucho ruido. La joven no cesaba su llanto, y sus negros cabellos cubrían parte de su rostro al igual que sus manos.
—Disculpe —murmuró el rey saliendo de su «escondite» posicionándose lentamente frente a la foránea.
La chica alzó su cabeza algo asustada, permitiéndole al más alto poder ver sus brillantes ojos cafés que se encontraban ligeramente rojizos por el llanto, y sus largas pestañas húmedas por el agua salada de sus lágrimas.
—Jalala —dijo la joven sollozando, en un idioma completamente desconocido para T'Challa, esta parecía querer dejar de llorar.
—¿Señorita? ¿Sucede algo? —su voz era suave, se arrodilló justo frente a la chica, y allí logró percatarse de que realmente era bastante pequeña.
—Msaedtan —musitó la joven retrocediendo un poco, parecía asustada por la cercanía del rey.
El monarca estaba profundamente confundido, esa joven no lucía como una Wakandiana para nada, él conocía bien a su pueblo, la chica parecía asustada, era como un pequeño ciervo que había sido separado de su madre; desorientado y desconfiado.
—¿Puede venir? —Extendió su mano lentamente, de forma amable, su voz seguía siendo suave y dulce. Estaba algo preocupado por aquella joven, era extraño que una chica tan bonita estuviese sola en aquel lugar.
La joven de tez morena se levantó, sin tomar su mano, T'Challa alzó una de sus cejas y de igual forma se levantó simultáneamente, afirmando a sus anteriores sospechas; la chica era mucho más baja que él, era delgada, y sus ojos le seguían pareciendo igual de atrapantes ahora que los veía mucho mejor. Hizo una pequeña señal con sus manos: «Venga, sígame.» dijo a la foránea en voz alta caminando adelante, girando su cabeza constantemente para asegurarse de que la chica le siguiera. Fueron algunos escasos minutos en los que ambos se mantuvieron callados, aún así por su cabeza no dejaban de formularse distintas teorías acerca de la chica que había encontrado, ¿De dónde había salido? Las preguntas se quedaban en su cabeza, y su cerebro era incapaz de responder por la falta de información. Caminaba mirando hacia atrás, la chica solo le observaba con sus preciosos ojos, lo que al rey le gustaba. Los días en Wakanda comenzaban a parecer monótonos para el antiguo principa, tal vez era lo más interesante que le había pasado en semanas.
Luego de un corto lapso de tiempo caminando en silencio, hundido en sus propios pensamientos, el más alto logró divisar el palacio, por lo que rápidamente se giró para comentarle a la joven que ya habían llegado.
—Es allí —Señaló el palacio a la joven y esta siguió su dedo rápidamente hasta ver la elegante y hermosa edificación.
Nuevamente, se dispusieron a caminar juntos, sin musitar palabra alguna, hasta llegar a las puertas del palacio, ingresando a este rápidamente, topándose de frente con Okoyé; la cual miraba a su rey con el ceño levemente fruncido.
La joven ahora junto al rey, pareció analizar a la Dora Milaje, y claramente se vió en la necesidad de mirar hacia arriba por la diferencia de estatura.
—Su majestad, ¿ha traído una nueva amiga? —murmuró y soltó una suave risa, tratando al adverso como si fuese un niño.
—La encontré en el bosque, habla un idioma que desconozco, necesito que Shuri me ayude a conocer su identidad —Okoyé abrió la boca para refutar, pero la mirada fría del rey le hizo saber que lo mejor era no decir nada.
Asintió y se dió la vuelta para escoltar a su majestad hasta el laboratorio, en donde ambos sabían que encontrarían a Shuri, la hermana menor del rey.
—Déjennos solos —dijo T'Challa en voz alta a todas las personas de la habitación justo cuando ingresó en esta. La pequeña joven seguía detrás de él, observando todo con interés.
—Hermano, estaba en medio de algo... —murmuró Shuri hasta que sus palabras cesaron al observar a la chica que venía con su hermano, y alzó una ceja dirigiendo su mirada ahora hacia su hermano.
—Necesito tu ayu... —Ahora fue el rey quien se vió interrumpido por la morena que había hayado en el bosque, la cual hablaba sin parar en aquel idioma que T'Challa moría por comprender.
—Eabqaria, eabqaria —repitió la chica caminando hacia la hermosa princesa, mientras, el rey sólo pensaba que la voz de la chica era aún más que dulce.
Okoyé rápidamente se puso en posición para defender a la princesa, pero el rey la detuvo con la misma rapidez, haciéndole saber que estaba bien, no había nada de qué preocuparse.
La pequeña desconocida caminó hasta estar frente a Shuri, su mano se alzó suave y delicadamente para tocar la mejilla de la chica —que le observaba con mezclados temor y curiosidad—, cuando la mano de la pequeña hizo contacto con la piel de la princesa sus ojos se iluminaron por unos escasos segundos, volviéndose azules, a Shuri le recordaban al tono azulado y brillante del vibranium, lucía como una bombilla dañada, que se encendía y apagaba sin control alguno.
Luego de unos escasos segundos la chica separó su mano de la mejilla de la princesa. T'Challa y Okoyé observaban algo impactados por lo sucedido, pestañeando asombrados por el hecho.
—Soy la Diosa Bast, hija de Atum-Ra —Al fin había dicho algo que el rey podía comprender, y eso lo complacía enormemente.
Su voz le parecía la más exquisita melodía, y de repente sacudió su cabeza pensando en lo que había dicho la chica, ¿¡BAST!?
—Su majestad, es un honor —Primero hizo una reverencia hacia Shuri, y luego se giró, posando sus ojos en el joven que la había traído al palacio—. T'Challa, rey de Wakanda, la Pantera Negra, es todo un honor conocerlo.
Una sonrisa adornó los rosados labios de Bast, sus blancos dientes llamaron la atención del rey. Una sonrisa apareció ahora en el rostro del monarca, abrió la boca para hablar, pero cualquier sonido que planease emitir, se vió totalmente interrumpido por las palabras de Okoyé.
—¿Dónde está tu reino? —cuestionó en voz alta, Okoyé siempre desconfiada—. ¿Qué es lo que quieres aquí?
—Okoyé —Le reprendió el rey con voz severa, a Bast pareció no importarle.
—Mi reino está en Egipto —musitó Bast haciendo una mueca—. Mi reino estaba en Egipto.
Los ojos de T'Challa se abrieron, estaba algo sorprendido, ¿Estaba? ¿Qué le había pasado al reino de la joven? ¿Por qué nunca había oído de él?
—Éramos una civilización como ustedes, con tecnología impresionante, nos escondíamos del mundo a simple vista, al igual que ustedes lo hacen —Relamió sus labios para volver a hablar, desviando su mirada del rey—. Hace unos meses nos vimos amenazados por extranjeros que juraron exponernos si no nos inclinábamos ante ellos.
T'Challa frunció el ceño.
—Yo cedí, pero mi pueblo se negó, así que me rogaron que huyera, que estuviera a salvo, y ellos se encargarían de los extranjeros —Ahora estaba sollozando de nuevo, Shuri sintió pena por ella—. Salvaron nuestros conocimientos de ser usados por los humanos codiciosos, sacrificándose todos ellos.
—¿Qué hicieron? —cuestionó Shuri acercándose a la Diosa.
—Ellos incendiaron el reino por completo —murmuró ahora mirando el suelo—. Solo las madres y niños tuvieron derecho a salir a refugiarse en otros lugares. Los hombres se sacrificaron a sí mismos para destruir todo el lugar.
Y así se hizo el silencio en la habitación, no se escuchaba nada más que el bullicio en el exterior del laboratorio.
—¿Cómo sabemos que eres la verdadera Bast? —preguntó Okoyé aún dudosa de la verdadera identidad de aquella mujer, el monarca la miró con el ceño fruncido.
La Diosa simplemente la miró ladeando delicadamente su cabeza, ahí fue cuando T'Challa notó que su vestimenta eran básicamente harapos. Bast juntó sus manos en un delicado movimiento provocando que una luz iluminara su cuerpo y su vestimenta cambiara.
La tela blanca se deslizó por su cuerpo, simulando un Kalasiris mientras en su cuello aparecía un adorno de oro enjoyado que cubría parte de sus clavículas, un precioso accesorio haciendo la función de un cinturón alrededor de su cintura, igualmente de oro, finalizando con unas sandalias tan típicas del Egipto como la Diosa.
—Mi Diosa —Okoyé se inclinó rápidamente en el suelo, su voz tembló ligeramente.
—Diosa Bast —Ahora era Shuri quien daba una mirada a los ojos de la Diosa —que ahora eran de un hermoso tono ámbar— una última vez para luego de igual forma inclinarse en el suelo haciendo una reverencia.
T'Challa no daba crédito a lo que sus ojos estaban presenciando. Estaba impactado.
Imitó la acción de sus dos acompañantes y se arrodilló en el suelo haciendo una reverencia de igual forma.
—Rey T'Challa, cuando mi pueblo me pidió que estuviera a salvo, cerré los ojos y le imploré a mi padre que me llevara al lugar en el cual podría prosperar —Se inclinó frente a el rey mientras hablaba—. Y aparecí aquí en Wakanda.
Él se encargaría de mantener protegida a su Diosa.
—Mi reino es suyo, mi Diosa Bast —Seguía algo impactado, jamás pensó que la Diosa que todos veneraban fuese a llegar un día a su hogar.
Luego de unos segundos todos se levantaron simultáneamente del suelo. El lugar tenía un aura tan magistral, era un momento único, inigualable, la sensación de los Wakandianos era literalmente indescriptible.
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El rey encontraba dándole un pequeño tour a su adorada Bast por el palacio. Quería hacerla sentir bienvenida ante todo.
La noticia de una Diosa se había esparcido por Wakanda como pólvora, algo que incomodaba al rey. No sabía cómo decirle a los Wakandianos que la Diosa que tanto veneraban estaba en su tierra, seguía siendo algo un tanto irreal para él, aún tomando en cuenta que ya conocía Dioses de otros mundos.
Ya le había presentado a cada uno de los líderes de las tribus, y también a la reina madre, todos habían quedado estupefactos con la noticia, ¿Otra civilización como la suya en la tierra? ¿Un reino escondido, con tecnología impresionante? Les parecía casi irreal pensar que en algún momento no fueron los únicos.
La Diosa no paraba de hablar acerca de lo agradable y hermosa que le parecía Wakanda.
—A mí tampoco termina de aburrirme —musitó T'Challa mirando el rostro de Bast.
—Y entiendo por qué —dijo sin mirarle, admirando la vista de Wakanda.
T'Challa no había notado la transparencia en la blanca tela de la vestimenta foránea, se sintió algo irrespetuoso mirando de esa forma, así que desvió la mirada rápidamente.
—Así que tú eres la pantera negra —rompió el silencio girándose para mirar a su acompañante.
La diferencia de estatura era notoria, a T'Challa le gustaba.
—Sí, gracias a usted —Se inclinó ligeramente al hablar y sonrió mirando a la joven.
—Por favor,basta de formalidades —pidió al hombre—. Con el tiempo he aprendido que no me agradan tanto como todos piensan.
Él asintió.
—Muchas gracias por darle a Wakanda esperanza —musitó, con su expresión inexpresiva de siempre, pero no por ello menos agradecido.
—Muchas gracias por ser su guardián —Llevó una de sus manos hasta el hombro foráneo.
Este asintió suavemente esbozando una amable sonrisa. Lo había hecho sentir importante.
Estuvieron hablando de cosas triviales, desde el pasadop de la Diosa hasta los increíbles inventos de Shuri.
—¿Entonces ella diseñó tu traje? —cuestinó caminando por el largo pasillo junto al rey.
—Sí, debo admitir que al principio tal vez me sentí ofendido —Rió, provocando que ella riera de igual forma, su voz era suave—, pero los diseños de Shuri son increíbles.
La de ojos ámbar asintió con una sonrisa en sus labios.
—De seguro es muy hermoso —dijo la pelinegra ladeando suavemente su cabeza.
Tenía un porte más que elegante, era baja, pero aún así poseía un cuerpo estilizado que el rey no se privaba de admirar.
—Mi madre —murmuró e hizo una pausa—. Ella sugirió que se hiciera un festejo en tu honor, para presentarte al pueblo.
Quiso morderse la lengua cuando estuvo a punto de musitar un «usted» nuevamente.
—Oh, no, mi rey, no es necesario —Iba a seguir negándose hasta que el foráneo hizo una mueca que expresaba perfectamente una súplica, así que suspiró y no pudo negarse—, está bien. Supongo que me encantará conocer a los habitantes de tus tierras.
Y así fue como T'Challa sonrió satisfecho.
—Podemos confeccionar algo para que uses, ¿Qué te parece?
Pareció pensarlo un poco, pero luego asintió con una amplia sonrisa dibujándose en sus labios.
—Me parece perfecto.
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Bast siempre había sido conocida por su característica personalidad, amable, dulce y comprensiva, pero con una lado atrevido y descarado que podía llevar a cualquiera que se acercara demasiado, a la locura. Más de un hombre se había suicidado por no poder obtener su amor. El problema radicaba en que, Bast no podía amar solo a una persona, su corazón le pertenecía a su pueblo.
Ahora que no tenía un pueblo al cual amar, y tal vez, por ello, su corazón estaba confundido.
—¿Entonces es aquí donde adquieres tus habilidades de pantera?
La Diosa creía que era un lugar más que digno para tal ritual, era un lugar hermoso.
—Sí, es aquí.
Su mirada se detuvo en los ojos ámbar foráneos por algunos segundos.
—Siempre me han encantado las panteras, son de los felinos más hermosos, tienen un encanto y elegancia exquisitos, ¿No lo cree así, su majestad?
—Sí, supongo que sí —T'Challa esbozó una sonrisa de lado mirando a la más baja atentamente.
—¿Y tú dónde te hospedas en este palacio?
Caminó lentamente mientras movía sus caderas, acercándose al rey, sin mirarlo a los ojos.
—Pues, siempre estoy en la habitación principal, es como una oficina, allí me encargo de todo. Además tengo mi habitación, es un lugar más privado y es allí donde descanso cuando puedo.
—¿Cuando puedes?
—Como rey, tal vez no duermo muy seguido.
Y a la Diosa le pareció la ofensa más grande a su persona.
—Pues deberías hacerlo —Se hincó de hombros posicionándose ahora junto al monarca—, rey T'Challa, a las mujeres no nos gustan los hombres que lucen cansados todo el tiempo.
Colocó una de sus manos en el hombro derecho de este y sonrió, de forma amistosa, tal vez atrevida, y luego abandonó el lugar dejando a T'Challa confundido, ¿Le había coqueteado?
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