Capítulo 1
La naturaleza no era algo que le molestase, pero en ese momento le parecía un intenso dolor de culo. Sus estilizadas piernas se movían con agilidad y velocidad, intentando seguir el paso de su compañero, Barry, el cual corría rápidamente delante de ella, girando constantemente para asegurarse de que le siguiera de cerca. Intentaban huir de los Wakandianos.
¿Cómo habían llegado a esa situación? Bueno, tal vez, y solo tal vez, un día a Samantha Castro —luego de que el rey de Wakanda revelara la verdad de la nación— se le ocurrió un plan para entrar a los territorios Wakandianos, y robar parte de su vibranium, para poder usarlo y venderlo, con ayuda de uno de sus más cercanos socios y amigos. El problema ahora, era que todos los planes que había ideado en un principio se vieron frustrados por los Wakandianos, así que ahora se encontraba huyendo de ellos a toda velocidad, intentando salir lo más rápido posible de Wakanda.
Barry tropezó con una rama y Samantha rió, no era el momento, pero siempre podía burlarse de él, era sin duda alguna demasiado torpe. Justo cuando iban a cruzar la barrera que escondía a Wakanda con el resto del mundo, los Wakandianos aparecieron justo frente a esta, rodeándolos por completo, ya no tenían escapatoria alguna.
—Ya no podrán huir —dijo el Wakandiano al frente de las tropas, de nombre W’Kabi, la tela que usaba como escudo tocaba el suelo.
—Lo sentimos —Barry casi gritó al hablar, la joven de cabello corto bufó, nunca había sido bueno bajo presión.
Sin embargo W’Kabi no se inmutó en lo absoluto, sin siquiera darles otra mirada asintió con su cabeza y dos hombres se acercaron a ellos, tomándolos por los brazos.
El Wakandiano caminaba delante de todos, hasta que recibió una llamada. Los extranjeros abrieron sus ojos como platos al ver como un holograma perfecto se proyectaba sobre la muñeca del hombre, era una persona, y ellos la reconocían; era el rey de Wakanda. W’Kabi estaba hablando con él: «Tráelos a mí» dijo el hombre del holograma, y este se dispersó, desapareciendo, la llamada había terminado.
Ahora sabían muy bien a dónde se dirigían; hasta el palacio, a ver al rey.
✧
—¿Entonces quiere usted hacerme creer que no intentaban entrar a Wakanda? —El rey lucía serio, hablaba sin mirarlos a los ojos.
—Su majestad, así fue —murmuró Barry mirándole a los ojos, su rostro estaba afligido.
La morena no había dicho nada en todo el camino, sus ojos estaban cerrados, y respiraba tranquilamente, tal vez era una buena forma de terminar. Le habían dicho que los Wakandianos era salvajes, que los matarían si los encontraban, no importaba que dijeran.
—Sé de dónde viene esta tecnología —musitó el rey, levantándose de su asiento, colocando sus manos detrás de su espalda—. Anthony Stark la creó, ¿No es así?
Se hizo el silencio en el lugar. Era cierto, la impresionante tecnología que habían usado para neutralizar por algunos segundos el campo que volvía a Wakanda invisible solo podía ser obra de una sola persona, nadie más y nadie menos que Iron Man.
—¡Contesten! —gritó, los guardias rápidamente hicieron que sus rodillas tocaran el suelo, y sus cuerpos se inclinaran. El rey se había dado la vuelta, otorgándole vista de su espalda a los extranjeros.
—Eso no te lo diré —Al fin había hablado, alzando su cabeza y abriendo sus ojos, posando su mirada en el rey.
—¡Tú no decides si deseas decirlo o no! ¡Debes hacerlo!
Sin embargo la joven solo hizo una mueca y se hincó de hombros. El monarca se dió vuelta, encarando a la de cabellos cortos, su boca se mantuvo entreabierta, estaba analizando su rostro; tenía unos ojos cafés, grandes, y muy hermosos.
—Necesito saber de dónde la has sacado —Su voz era suave ahora, tomó por sorpresa a la joven.
—Quiero que dejen que Barry se vaya de aquí.
El rey pareció pensarlo.
—¡Tú no estás en posición de exigir! —Ahora era W’Kabi quien gritaba, su ceño estaba fruncido. El rey le miró, se notaba molesto por su comportamiento.
El monarca realmente parecía estar pensándolo, miraba el suelo con el ceño fruncido, la verdad no era una buena opción el dejar que uno de esos ladrones se fuera, pero ciertamente no parecía una persona peligrosa, podrían rastrearlo y asegurarse de que se mantuviera alejado de Wakanda.
—Es un trato.
Todos en la sala le miraron con los ojos abiertos. Había extendido su mano en dirección a la chica, los guardias la levantaron del suelo y la soltaron. Esta, con una expresión de total naturalidad, estrechó su mano con la propia, cerrando el trato.
—Llévenselo —dijo T’Challa, W’Kabi asintió y todos abandonaron el lugar, dejándolos solos.
—No pensé que aceptarías.
—Pero lo hice.
Le había sorprendido su informalidad, pero no le molestaba en lo absoluto.
—Cuando te dé la información —Hizo una pausa y relamió sus rosados labios—, ¿Qué harás conmigo?
La respuesta a su pregunta nunca llegó, porque el rey tampoco sabía qué haría con ella, no estaba seguro de querer dejar de ver aquellos preciosos ojos nunca más.
—¿Te parece darte una ducha ahora? Podemos hablar luego.
—Claro —dijo dudosa, alzando una ceja—. Qué bien tratan a los ladrones en Wakanda, su majestad.
Lo último lo dijo en un tono de burla, una sonrisa se había formado en su rostro. El rey giró sobre sus talones.
—No a todos, señorita Castro, así que tenga mucho cuidado —Sí, tal vez estaba interesado en algo más que la información acerca de la tecnología que la joven poseía.
—Me andaré con cuidado.
—Perfecto.
Parecía que T’Challa diría algo más, pero fueron interrumpidos por el sonido de la puerta, abriéndose rápidamente.
—Su majestad —dijo una mujer al entrar, Okoyé, la general al mando de las Dora Milaje, guerreras defensoras de la nación, ella era la protectora del rey.
—Okoyé, que bueno, iba a pedirte que vinieras ahora mismo —La recibió ¿Cálidamente? En el poco tiempo que la extranjera había estado ahí había logrado notar que el rey no era precisamente el hombre más expresivo que había conocido.
La Dora Milaje se detuvo un momento, al notar que no estaban solos en la habitación. La miró como si de una anomalía total se tratase, pero luego de unos segundos solo alzó una ceja y dirigió su mirada al rey, como si pidiese una explicación.
—Ella es la señorita Samantha Castro, Okoyé —habló el hombre—, estará con nosotros un tiempo. Tenemos cosas que hablar.
Cuando musitó la última frase dirigió su mirada a la extranjera.
—Me gustaría que la instalaras en una buena habitación —A Okoyé pareció no agradarle la idea—, quiero que la hagas sentir cómoda, ¿Podrías hacer eso por mí?
La Dora pareció bufar, pero asintió a su rey, incapaz de negarse ante su mandato. Le indicó a la extranjera que la siguiera y se dió la vuelta para comenzar a caminar.
El rey sólo se mantuvo en silencio, observando con atención, de repente soltó una pequeña risa, Samantha lucía demasiado baja al lado de Okoyé. Ambas mujeres giraron al escucharlo reír, T’Challa se hincó de hombros y giró sobre sus talones dándoles la espalda, ellas solo hicieron una mueca y abandonaron al lugar, dejando al joven monarca hundido en sus pensamientos acerca de aquella pequeña extranjera de cabello corto.
✧
Samantha yacía colocándose un traje que Ayo —una Dora Milaje a la cual Okoyé había encargado de vigilar a la extranjera— le había otorgado antes de que entrara a ducharse. Era casi irreal el estar dentro del lugar que había intentado robar hace unas horas. Sin embargo su mente no estaba tranquila, no estaba confiada, su cerebro le indicaba que Barry estaba muerto, y que, cuando el rey consiguiera la información que quería, la mataría. Así que intentaba buscar un plan, algo, para excusarse de haber entrado a Wakanda, algo realista, pero no lograba dar con algún plan que pudiese ser creíble; se maldijo a sí misma por haber sido tan confiada y no haber hecho un plan por si la atrapaban infraganti. Era de noche, ella y su socio habían llegado a la conclusión de que sería más sencillo llevar todos a cabo en la noche, pero al parecer la hora siempre fue irrelevante, los atraparía de todos modos.
Terminó de colocarse el traje e hizo una mueca; era más cómodo de lo que había imaginado en un principio. Terminó de colocarse todo y salió, encontrándose a la Dora Milaje, que aguardaba por ella, firme, junto a la puerta de la habitación.
—El rey espera —«Supongo que me veré bien cuando me maten» pensó Samantha, Ayo salió primero de la habitación, escoltando a la extranjera.
Ninguna habló con el trayecto a la habitación principal, en la cual se encontraba el monarca esperando, Ayo hizo una seña, dándole a entender a la extranjera que debía entrar ella sola.
La chica asintió, entrando de inmediato, encontrándose con la espalda del rey, que miraba por una de las amplias ventanas del lugar, «Acérquese, Samantha» dijo T’Challa, sin refutar, la extranjera caminó hasta quedar justo a un lado del rey.
—Espero no lo considere una impertinencia, pero me parece que luce hermosa con ropa tradicional Wakandiana, señorita Castro.
Ella se preguntó cómo podía pensar eso si ni siquiera se había girado a mirarla.
—Sam, puedes llamarme Sam.
T’Challa sonrió, y giró su cabeza de una vez por todas para mirar el rostro foráneo.
—Y por favor deja de ser tan formal, es molesto.
Ahora había hecho reír al monarca, este asintió con una sonrisa en los labios y le extendió su mano, indicándole que podía tomarla.
—De acuerdo, Sam, no más formalidades —murmuró en cuando la extranjera colocó su mano sobre la propia.
Allí fue cuando ambos se alejaron de la ventana, el rey la ayudó a bajar unas pequeñas escaleras que había subido anteriormente y luego soltó su mano de forma delicada.
—¿Te parece si caminamos mientras me cuentas sobre cómo conociste al señor Stark?
Samantha alzó una ceja.
—Claro.
Salieron del lugar juntos, mientras caminaban tranquilamente, el rey tenía las manos entrelazadas detrás de la espalda.
—¿Cómo sabes que conozco a Tony?
—Sam, no creerás que solo tenemos transportes avanzados, ¿O sí?
Samantha frunció el ceño, ¿Acaso se burlaba de ella?
—Tenemos mucha información acerca de ti. Así que quiero saber cómo se conocieron tú y el señor Stark, eso es todo.
La morena relamió sus labios.
—Fue en los Estados Unidos, en una subasta para recaudar fondos —Giró su cabeza para mirar al rey—, para los niños de África.
Había sonado como una burla, alzó una ceja y sonrió. T’Chala permaneció serio.
—El señor Stark, bueno, creo que estamos de acuerdo en que es un hombre bastante interesado en —Hizo una pausa y se hincó de hombros elegantemente—, las mujeres.
—Sí, estoy consciente de ello.
—Bueno, al parecer al niño de ojalata le llamé la atención, por lo que hablamos un tiempo.
—Eso no me explica cómo conseguiste el artefacto que usastes para entrar en Wakanda, Samantha.
La chica rodó los ojos.
—Solo se lo pedí, él es bastante desinteresado cuando se trata de darle algo a alguien así que me lo otorgó sin decir nada.
El rey hizo una mueca con sus labios. No parecía del todo cierto, pero tampoco falso, tendría que corroborarlo con Tony.
—Supongo que eso es todo, ¿No?
—Así es.
No supo si esperar alguna orden del rey; podía que no lo respetara demasiado, pero él era el hombre al mando, así que optó por esperar.
—¿Te gustaría cenar conmigo?
Ahora sí estaba confundida, ladeó su cabeza, no había entendido del todo.
—¿Samantha?
—Sí, claro. Por supuesto.
T’Challa esbozó una sonrisa nuevamente.
No hablaron más, ella simplemente caminaba junto a rey, siguiendo a este a donde quiera que fuese. Luego de pocos segundos caminando llegaron a lo que la extranjera identificó como un comedor. El joven monarca se sentó en la punta y ella a su lado.
El silencio había dejado de parecerle incómodo, ella solo se disponía a observar el lugar, ningún penhouse de Tony podría superar lo hermoso que era el interior de ese lugar.
Luego de unos minutos unas jóvenes señoras se acercaron a ellos con platos, vasos y de más cosas. Se sentía cómoda, como si estuviera en su casa, dejó escapar un suspiro. El rey la miró.
—Espero te guste.
—De seguro sí.
Ambos se regalaron una sonrisa.
Comían en silencio, el rey intentaba mirar disimuladamente a la chica para no parecer imprudente, pero le causaba curiosidad la expresión que pondría en su rostro al comer algo típico de Wakanda. La chica se veía a gusto, parecía realmente estarlo disfrutando.
—Todo está delicioso.
Había hablado luego de haber tomado un poco de jugo, no le gustaba comer demasiado antes de acostarse a dormir.
—Me pone muy feliz que te guste.
—T’Challa, ¿Sí dejaron ir a Barry?
El monarca asintió.
—Por supuesto, W’Kabi lo escoltó hasta la frontera.
—No debes preocuparte por él, no volverá a darte problemas.
T’Challa asintió. Ambos habían terminado de comer, así que el rey se ofreció a acompañarla hasta la habitación que le habían otorgado. Él se levantó primero y tomó la silla de la chica para que ésta se levantara, como todo un caballero. Cuando se acercaron a la puerta ambos salieron encontrándose con Ayo y Okoyé frente a esta.
—Su majestad —hablaron de forma simultánea e hicieron unas leves reverencias.
—Señorita Castro, la escoltaré a su habitación —murmuró Ayo.
El rey negó suavemente.
—Ayo, Okoyé —dijo y las miró a ambas conforme decir sus nombres—, yo escoltaré a Samantha a su habitación y luego iré a la mía.
No dijo nada más y le ofreció su brazo a la extranjera, esta lo tomó sin decir nada y caminó tranquilamente junto al más alto.
Ayo solo pudo pensar que eran una pareja muy elegante, mientras Okoyé se preguntaba qué se traía el rey entre manos con aquella señorita.
Caminaron juntos tranquilamente, el monarca le agradecía a la extranjera por haber aceptado su invitación amablemente y le sonreía, a lo que ella respondía diciendo que no era la gran cosa. No tuvo el valor de preguntar si la dejaría irse al día siguiente.
Al despedirse del rey con un suave beso en la mejilla este le sonrió e inclinó ligeramente su cabeza, alejándose de ella a paso tranquilo, Samantha estaba enojada, confundida, frustrada, quería largarse ya mismo de Wakanda, pero su cerebro le decía que tenía que quedarse un tiempo más. Tal vez el rey podía ayudarle con su objetivo principal. Suspiró y se acercó a un enorme espejo en la pared de la habitación y se detuvo a mirar su reflejo; era atractiva, y lo sabía. La brillante idea cruzó su cabeza, si enamoraba al rey, y ambos contraían matrimonio, no tendría que robar el vibranium, solo debería pedirlo y él se lo daría, lo tendría a sus pies. Asintió a sí misma con el ceño fruncido y comenzó a desvestirse, habían dejado más ropa para ella, era una pijama, los colores eran llamativos y brillantes, sin embargo no le molestaba en lo absoluto. Se deslizó sobre la cama y continuó pensando en algún plan para hacer que el rey se enamorara de ella en su «corta» estadía, no debía actuar como una Wakandiana, la actitud de T’Challa le había casi gritado, que lo que le había llamado la atención de ella, fue que no era Wakandiana. Tenía un punto a su favor, y la verdad aquel joven rey no parecía alguien muy experto lidiando con mujeres, mucho menos una con un carácter tan fuerte, característico de aquellas con sangre latina, se mordió el labio pensando en lo bien que se veía el monarca con aquella ropa que había lucido en la cena. Tal vez tampoco le molestaba la idea de tener algo con el, T’Challa no era precisamente la definición de horrible, en realidad era un hombre muy agraciado. También pensó en lo atento que había sido con la persona que había corrompido las leyes de su nación horas antes. Aún así no cambiaría su objetivo, necesitaba el vibranium, y lo conseguiría como fuese.
¿Cómo habían llegado a esa situación? Bueno, tal vez, y solo tal vez, un día a Samantha Castro —luego de que el rey de Wakanda revelara la verdad de la nación— se le ocurrió un plan para entrar a los territorios Wakandianos, y robar parte de su vibranium, para poder usarlo y venderlo, con ayuda de uno de sus más cercanos socios y amigos. El problema ahora, era que todos los planes que había ideado en un principio se vieron frustrados por los Wakandianos, así que ahora se encontraba huyendo de ellos a toda velocidad, intentando salir lo más rápido posible de Wakanda.
Barry tropezó con una rama y Samantha rió, no era el momento, pero siempre podía burlarse de él, era sin duda alguna demasiado torpe. Justo cuando iban a cruzar la barrera que escondía a Wakanda con el resto del mundo, los Wakandianos aparecieron justo frente a esta, rodeándolos por completo, ya no tenían escapatoria alguna.
—Ya no podrán huir —dijo el Wakandiano al frente de las tropas, de nombre W’Kabi, la tela que usaba como escudo tocaba el suelo.
—Lo sentimos —Barry casi gritó al hablar, la joven de cabello corto bufó, nunca había sido bueno bajo presión.
Sin embargo W’Kabi no se inmutó en lo absoluto, sin siquiera darles otra mirada asintió con su cabeza y dos hombres se acercaron a ellos, tomándolos por los brazos.
El Wakandiano caminaba delante de todos, hasta que recibió una llamada. Los extranjeros abrieron sus ojos como platos al ver como un holograma perfecto se proyectaba sobre la muñeca del hombre, era una persona, y ellos la reconocían; era el rey de Wakanda. W’Kabi estaba hablando con él: «Tráelos a mí» dijo el hombre del holograma, y este se dispersó, desapareciendo, la llamada había terminado.
Ahora sabían muy bien a dónde se dirigían; hasta el palacio, a ver al rey.
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—¿Entonces quiere usted hacerme creer que no intentaban entrar a Wakanda? —El rey lucía serio, hablaba sin mirarlos a los ojos.
—Su majestad, así fue —murmuró Barry mirándole a los ojos, su rostro estaba afligido.
La morena no había dicho nada en todo el camino, sus ojos estaban cerrados, y respiraba tranquilamente, tal vez era una buena forma de terminar. Le habían dicho que los Wakandianos era salvajes, que los matarían si los encontraban, no importaba que dijeran.
—Sé de dónde viene esta tecnología —musitó el rey, levantándose de su asiento, colocando sus manos detrás de su espalda—. Anthony Stark la creó, ¿No es así?
Se hizo el silencio en el lugar. Era cierto, la impresionante tecnología que habían usado para neutralizar por algunos segundos el campo que volvía a Wakanda invisible solo podía ser obra de una sola persona, nadie más y nadie menos que Iron Man.
—¡Contesten! —gritó, los guardias rápidamente hicieron que sus rodillas tocaran el suelo, y sus cuerpos se inclinaran. El rey se había dado la vuelta, otorgándole vista de su espalda a los extranjeros.
—Eso no te lo diré —Al fin había hablado, alzando su cabeza y abriendo sus ojos, posando su mirada en el rey.
—¡Tú no decides si deseas decirlo o no! ¡Debes hacerlo!
Sin embargo la joven solo hizo una mueca y se hincó de hombros. El monarca se dió vuelta, encarando a la de cabellos cortos, su boca se mantuvo entreabierta, estaba analizando su rostro; tenía unos ojos cafés, grandes, y muy hermosos.
—Necesito saber de dónde la has sacado —Su voz era suave ahora, tomó por sorpresa a la joven.
—Quiero que dejen que Barry se vaya de aquí.
El rey pareció pensarlo.
—¡Tú no estás en posición de exigir! —Ahora era W’Kabi quien gritaba, su ceño estaba fruncido. El rey le miró, se notaba molesto por su comportamiento.
El monarca realmente parecía estar pensándolo, miraba el suelo con el ceño fruncido, la verdad no era una buena opción el dejar que uno de esos ladrones se fuera, pero ciertamente no parecía una persona peligrosa, podrían rastrearlo y asegurarse de que se mantuviera alejado de Wakanda.
—Es un trato.
Todos en la sala le miraron con los ojos abiertos. Había extendido su mano en dirección a la chica, los guardias la levantaron del suelo y la soltaron. Esta, con una expresión de total naturalidad, estrechó su mano con la propia, cerrando el trato.
—Llévenselo —dijo T’Challa, W’Kabi asintió y todos abandonaron el lugar, dejándolos solos.
—No pensé que aceptarías.
—Pero lo hice.
Le había sorprendido su informalidad, pero no le molestaba en lo absoluto.
—Cuando te dé la información —Hizo una pausa y relamió sus rosados labios—, ¿Qué harás conmigo?
La respuesta a su pregunta nunca llegó, porque el rey tampoco sabía qué haría con ella, no estaba seguro de querer dejar de ver aquellos preciosos ojos nunca más.
—¿Te parece darte una ducha ahora? Podemos hablar luego.
—Claro —dijo dudosa, alzando una ceja—. Qué bien tratan a los ladrones en Wakanda, su majestad.
Lo último lo dijo en un tono de burla, una sonrisa se había formado en su rostro. El rey giró sobre sus talones.
—No a todos, señorita Castro, así que tenga mucho cuidado —Sí, tal vez estaba interesado en algo más que la información acerca de la tecnología que la joven poseía.
—Me andaré con cuidado.
—Perfecto.
Parecía que T’Challa diría algo más, pero fueron interrumpidos por el sonido de la puerta, abriéndose rápidamente.
—Su majestad —dijo una mujer al entrar, Okoyé, la general al mando de las Dora Milaje, guerreras defensoras de la nación, ella era la protectora del rey.
—Okoyé, que bueno, iba a pedirte que vinieras ahora mismo —La recibió ¿Cálidamente? En el poco tiempo que la extranjera había estado ahí había logrado notar que el rey no era precisamente el hombre más expresivo que había conocido.
La Dora Milaje se detuvo un momento, al notar que no estaban solos en la habitación. La miró como si de una anomalía total se tratase, pero luego de unos segundos solo alzó una ceja y dirigió su mirada al rey, como si pidiese una explicación.
—Ella es la señorita Samantha Castro, Okoyé —habló el hombre—, estará con nosotros un tiempo. Tenemos cosas que hablar.
Cuando musitó la última frase dirigió su mirada a la extranjera.
—Me gustaría que la instalaras en una buena habitación —A Okoyé pareció no agradarle la idea—, quiero que la hagas sentir cómoda, ¿Podrías hacer eso por mí?
La Dora pareció bufar, pero asintió a su rey, incapaz de negarse ante su mandato. Le indicó a la extranjera que la siguiera y se dió la vuelta para comenzar a caminar.
El rey sólo se mantuvo en silencio, observando con atención, de repente soltó una pequeña risa, Samantha lucía demasiado baja al lado de Okoyé. Ambas mujeres giraron al escucharlo reír, T’Challa se hincó de hombros y giró sobre sus talones dándoles la espalda, ellas solo hicieron una mueca y abandonaron al lugar, dejando al joven monarca hundido en sus pensamientos acerca de aquella pequeña extranjera de cabello corto.
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Samantha yacía colocándose un traje que Ayo —una Dora Milaje a la cual Okoyé había encargado de vigilar a la extranjera— le había otorgado antes de que entrara a ducharse. Era casi irreal el estar dentro del lugar que había intentado robar hace unas horas. Sin embargo su mente no estaba tranquila, no estaba confiada, su cerebro le indicaba que Barry estaba muerto, y que, cuando el rey consiguiera la información que quería, la mataría. Así que intentaba buscar un plan, algo, para excusarse de haber entrado a Wakanda, algo realista, pero no lograba dar con algún plan que pudiese ser creíble; se maldijo a sí misma por haber sido tan confiada y no haber hecho un plan por si la atrapaban infraganti. Era de noche, ella y su socio habían llegado a la conclusión de que sería más sencillo llevar todos a cabo en la noche, pero al parecer la hora siempre fue irrelevante, los atraparía de todos modos.
Terminó de colocarse el traje e hizo una mueca; era más cómodo de lo que había imaginado en un principio. Terminó de colocarse todo y salió, encontrándose a la Dora Milaje, que aguardaba por ella, firme, junto a la puerta de la habitación.
—El rey espera —«Supongo que me veré bien cuando me maten» pensó Samantha, Ayo salió primero de la habitación, escoltando a la extranjera.
Ninguna habló con el trayecto a la habitación principal, en la cual se encontraba el monarca esperando, Ayo hizo una seña, dándole a entender a la extranjera que debía entrar ella sola.
La chica asintió, entrando de inmediato, encontrándose con la espalda del rey, que miraba por una de las amplias ventanas del lugar, «Acérquese, Samantha» dijo T’Challa, sin refutar, la extranjera caminó hasta quedar justo a un lado del rey.
—Espero no lo considere una impertinencia, pero me parece que luce hermosa con ropa tradicional Wakandiana, señorita Castro.
Ella se preguntó cómo podía pensar eso si ni siquiera se había girado a mirarla.
—Sam, puedes llamarme Sam.
T’Challa sonrió, y giró su cabeza de una vez por todas para mirar el rostro foráneo.
—Y por favor deja de ser tan formal, es molesto.
Ahora había hecho reír al monarca, este asintió con una sonrisa en los labios y le extendió su mano, indicándole que podía tomarla.
—De acuerdo, Sam, no más formalidades —murmuró en cuando la extranjera colocó su mano sobre la propia.
Allí fue cuando ambos se alejaron de la ventana, el rey la ayudó a bajar unas pequeñas escaleras que había subido anteriormente y luego soltó su mano de forma delicada.
—¿Te parece si caminamos mientras me cuentas sobre cómo conociste al señor Stark?
Samantha alzó una ceja.
—Claro.
Salieron del lugar juntos, mientras caminaban tranquilamente, el rey tenía las manos entrelazadas detrás de la espalda.
—¿Cómo sabes que conozco a Tony?
—Sam, no creerás que solo tenemos transportes avanzados, ¿O sí?
Samantha frunció el ceño, ¿Acaso se burlaba de ella?
—Tenemos mucha información acerca de ti. Así que quiero saber cómo se conocieron tú y el señor Stark, eso es todo.
La morena relamió sus labios.
—Fue en los Estados Unidos, en una subasta para recaudar fondos —Giró su cabeza para mirar al rey—, para los niños de África.
Había sonado como una burla, alzó una ceja y sonrió. T’Chala permaneció serio.
—El señor Stark, bueno, creo que estamos de acuerdo en que es un hombre bastante interesado en —Hizo una pausa y se hincó de hombros elegantemente—, las mujeres.
—Sí, estoy consciente de ello.
—Bueno, al parecer al niño de ojalata le llamé la atención, por lo que hablamos un tiempo.
—Eso no me explica cómo conseguiste el artefacto que usastes para entrar en Wakanda, Samantha.
La chica rodó los ojos.
—Solo se lo pedí, él es bastante desinteresado cuando se trata de darle algo a alguien así que me lo otorgó sin decir nada.
El rey hizo una mueca con sus labios. No parecía del todo cierto, pero tampoco falso, tendría que corroborarlo con Tony.
—Supongo que eso es todo, ¿No?
—Así es.
No supo si esperar alguna orden del rey; podía que no lo respetara demasiado, pero él era el hombre al mando, así que optó por esperar.
—¿Te gustaría cenar conmigo?
Ahora sí estaba confundida, ladeó su cabeza, no había entendido del todo.
—¿Samantha?
—Sí, claro. Por supuesto.
T’Challa esbozó una sonrisa nuevamente.
No hablaron más, ella simplemente caminaba junto a rey, siguiendo a este a donde quiera que fuese. Luego de pocos segundos caminando llegaron a lo que la extranjera identificó como un comedor. El joven monarca se sentó en la punta y ella a su lado.
El silencio había dejado de parecerle incómodo, ella solo se disponía a observar el lugar, ningún penhouse de Tony podría superar lo hermoso que era el interior de ese lugar.
Luego de unos minutos unas jóvenes señoras se acercaron a ellos con platos, vasos y de más cosas. Se sentía cómoda, como si estuviera en su casa, dejó escapar un suspiro. El rey la miró.
—Espero te guste.
—De seguro sí.
Ambos se regalaron una sonrisa.
Comían en silencio, el rey intentaba mirar disimuladamente a la chica para no parecer imprudente, pero le causaba curiosidad la expresión que pondría en su rostro al comer algo típico de Wakanda. La chica se veía a gusto, parecía realmente estarlo disfrutando.
—Todo está delicioso.
Había hablado luego de haber tomado un poco de jugo, no le gustaba comer demasiado antes de acostarse a dormir.
—Me pone muy feliz que te guste.
—T’Challa, ¿Sí dejaron ir a Barry?
El monarca asintió.
—Por supuesto, W’Kabi lo escoltó hasta la frontera.
—No debes preocuparte por él, no volverá a darte problemas.
T’Challa asintió. Ambos habían terminado de comer, así que el rey se ofreció a acompañarla hasta la habitación que le habían otorgado. Él se levantó primero y tomó la silla de la chica para que ésta se levantara, como todo un caballero. Cuando se acercaron a la puerta ambos salieron encontrándose con Ayo y Okoyé frente a esta.
—Su majestad —hablaron de forma simultánea e hicieron unas leves reverencias.
—Señorita Castro, la escoltaré a su habitación —murmuró Ayo.
El rey negó suavemente.
—Ayo, Okoyé —dijo y las miró a ambas conforme decir sus nombres—, yo escoltaré a Samantha a su habitación y luego iré a la mía.
No dijo nada más y le ofreció su brazo a la extranjera, esta lo tomó sin decir nada y caminó tranquilamente junto al más alto.
Ayo solo pudo pensar que eran una pareja muy elegante, mientras Okoyé se preguntaba qué se traía el rey entre manos con aquella señorita.
Caminaron juntos tranquilamente, el monarca le agradecía a la extranjera por haber aceptado su invitación amablemente y le sonreía, a lo que ella respondía diciendo que no era la gran cosa. No tuvo el valor de preguntar si la dejaría irse al día siguiente.
Al despedirse del rey con un suave beso en la mejilla este le sonrió e inclinó ligeramente su cabeza, alejándose de ella a paso tranquilo, Samantha estaba enojada, confundida, frustrada, quería largarse ya mismo de Wakanda, pero su cerebro le decía que tenía que quedarse un tiempo más. Tal vez el rey podía ayudarle con su objetivo principal. Suspiró y se acercó a un enorme espejo en la pared de la habitación y se detuvo a mirar su reflejo; era atractiva, y lo sabía. La brillante idea cruzó su cabeza, si enamoraba al rey, y ambos contraían matrimonio, no tendría que robar el vibranium, solo debería pedirlo y él se lo daría, lo tendría a sus pies. Asintió a sí misma con el ceño fruncido y comenzó a desvestirse, habían dejado más ropa para ella, era una pijama, los colores eran llamativos y brillantes, sin embargo no le molestaba en lo absoluto. Se deslizó sobre la cama y continuó pensando en algún plan para hacer que el rey se enamorara de ella en su «corta» estadía, no debía actuar como una Wakandiana, la actitud de T’Challa le había casi gritado, que lo que le había llamado la atención de ella, fue que no era Wakandiana. Tenía un punto a su favor, y la verdad aquel joven rey no parecía alguien muy experto lidiando con mujeres, mucho menos una con un carácter tan fuerte, característico de aquellas con sangre latina, se mordió el labio pensando en lo bien que se veía el monarca con aquella ropa que había lucido en la cena. Tal vez tampoco le molestaba la idea de tener algo con el, T’Challa no era precisamente la definición de horrible, en realidad era un hombre muy agraciado. También pensó en lo atento que había sido con la persona que había corrompido las leyes de su nación horas antes. Aún así no cambiaría su objetivo, necesitaba el vibranium, y lo conseguiría como fuese.
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