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1|| La Nueva
Adalee Badanni
—¿Quién es ella?
—Creo que la nueva
—¿Y Mila?
—No llegó a la inscripción, según me dijo le pondrían en otro lugar.
Tenía la mirada de todos sobre mí. Yo era el motivo de sus murmullos, de sus comparaciones y burlas. En casa intenté prepararme mentalmente para este momento, pero todo lo que imaginé quedó chico a comparación de lo que tenía en frente.
—¿Ya terminaron sus pláticas inmaduras o quieren que les dé más tiempo? —increpó una mujer haciendo su entrada al salón. No levanté la vista, pero ella al parecer ya se acomodaba en su escritorio al llegar a el—. Todos a sus lugares, y ustedes, ¿qué hacen fuera del salón? Adentro.
Los alumnos que ocupaban el umbral de la puerta se adentraron al salón, algunos dándome una rápida mirada se dirigieron a sus asientos.
—Hola maestra —saludó alguien, sentado a unas carpetas frente a mí.
—Buen día Bennett —Mi cuerpo se quiso encoger cuando ella dejó su escritorio para pararse junto a mí—. Ahora les presentaré a su nueva compañera.
—La pobre hace una hora que está parada en esa misma posición —Oí quejarse a una alumna.
—Tuve una reunión de último minuto, lo cual les haré saber más tarde, pero voy adelantando que no les va a gustar.
Los murmullos renacieron al igual que la chacota.
—Con tal que no sea una tortura lenta y dolorosa como compartir dormitorio con la plebe, todo okay —murmuró una voz aguda desde alguna parte del elegante salón.
—Ya quisieras —resopló otra, era la misma voz de la queja sobre cuánto tiempo había estado yo esperando de pie.
—¡Silencio! Ella es Adalee Badanni, nos acompañará por todo este año y espero que el próximo también —Me presentó la maestra, silenciando a las alumnas que ya casi se gruñían—. Badanni, pase a sentarse junto a Bennett por favor.
Mientras iba pasando por el camino de carpetas muy modernas me debatí en sí alzar la mirada de mis zapatos pero no lo hice, porque un zapato bien lustrado invadió mi camino para hacerme tropezar. Me detuve un segundo para ver de reojo a su dueño, y mi corazón saltó avergonzado al ver su divertida sonrisa junto al brillo burlón chispeante de sus ojos azules intensos sobre mí.
—Heister, siéntese bien —Continué mi camino cuando él hizo lo que la maestra le pidió. Traté de no hacer ruido al momento de sentarme con la mochila sobre mis piernas en la que sería mi carpeta. Alcé la vista para ver a la pizarra; la maestra era una mujer joven de cabellera rojiza, y de unos bonitos ojos verdes. Alisó su falda tubo de un color azul marino como su chaqueta y se dirigió a la puerta—. No vociferen mientras estoy fuera, y no quiero verlos salir. ¿Entendieron?
Algunos respondieron, otros la ignoraron y la bulla se incrementó al desaparecer ella por la entrada.
—Hola, soy April Belàu —Mis ojos resbalaron de la puerta a la mano que me tendía mi compañera de la mesa de adelante. Con pulso tembloroso la estreché—, no es necesario que te presentes, ya oí tu nombre —Volví a abrazar mi mochila cuando soltó mi mano—. Déjame presentarte a nuestros distinguidos compañeros.
Ella era muy hermosa, su cabello era rojo y había brillo de alegría en sus grandes ojos azules.
—¿Ves aquel grupo? —señaló a un grupo, en donde se encontraban hablando y riendo tres chicas que parecían recortadas de revistas de modas. Asentí—. La rubia es Luana Fox, la pelirroja es Annette Schwarz y la morena es Sasha Grey. Ten cuidado con cualquiera de esa tres, porque muerden.
Sonrió al ver mi mirada espantada.
—Aquel grupo—Seguí con mis ojos al lugar que había señalado con un movimiento de barbilla. Abrí los ojos con sorpresa cuando ví a dos chicos con rasgos asiáticos, porque yo amaba el K-pop—, es el grupo de los fresas. El chino es Dae-hyun, su hermana es la que está junto a él; Jang mi Shin. La rubia larga y pálida se llama Nena Montpellier y el castaño que le sonríe es Bradley Beasley.
Oh. Ellos también conversaban mientras algunos de sus miembros estaban sentados sobre los escritorios y otros con las sillas giradas en sus direcciones, parecía un grupo muy confiable.
—Aquellos son los góticos —susurró, inclinándose un poco en mi mesa para acercarse a mí. Dejé de ver al grupo de los fresas para ver a otro grupo en la otra fila de carpetas. Allí reunidos se encontraban cuatro alumnos intimidantes. Dejé de mirarlos al chocar con la mirada azul profunda de uno de cabellos negros—, ese es Derek Koch. Sherry Hutson es la castaña de cabellos sueltos y de un toque gótico, el chico que le susurró algo es Jaden D'Mevius y la que lo observa como borrego degollado es Amanda Harrington.
El tal Jaden tenía la chaqueta arremangada por lo que dejaba al descubierto los tatuajes que cubrían su piel. Él parecía fuerte, su amigo de aire oscuro; intimidante, la chica rubia ceniza; enamoradiza y la castaña; peligrosa.
—Aquel grupo de urracas bullanderas es el grupo de Heister —Fijé mis ojos sobre los chicos que se sentaban carpetas delante de nosotros. Esos alumnos eran algunos corpulentos, parecían desbordantes de alegría por como se bromeaban y algo rudos—. Heister es el idiota que te puso el pie —confió. Él parecía un príncipe, uno muy peligroso también—, el pelirrojo escuálido que está empujando al corpulento es Fabián Stewart, y el corpulento calvo es Marco Lombardi. Los otros dos que están conversando con el idiota son George Cassidy y Aleksandr Russell.
Habían escritorios vacíos, supuse eran de los alumnos que estaban invadiendo los de sus amigos. Todos no vestían en uniforme, y parecían ya conocerse. Al parecer era la única nueva en este grado.
—Ahora que ya te presenté a los bichos más importantes de esta suciedad, ¿cómo te sientes? —Me sentía desnuda y nerviosa—.No te recomiendo ser tímida, estos idiotas te van a usar de muñeca de juegos si demuestras inferioridad —volvió a hablar, con una sonrisa que trataba de darme confianza.
—Es... —Carraspeó el chico de lentes sentado a mí lado, dibujando una extraña flor en su cuaderno— normal.
—Yo soy Courtney, chica —Acepté la mano voluminosa que me tendía su compañera de escritorio como saludo y la estreché—; puedes llamarme Beca.
—Mucho gusto, Beca —Mi voz salió como un hilo de voz, pero no podía evitarlo. Aún estaba muy nerviosa.
Beca sonrió al notar mis nervios más no dijo nada, ella traía puesto un polo blanco con un gran estampado de Freddy en letras negras. Desde mi posición parecía también usar un pantalón largo azul. Ella a diferencia de su amiga era de contextura gruesa pero de curvas delineadas.
—Yo soy Dylan —Se presentó el chico de lentes ofreciéndome amablemente la mano, la cual estreché sin pensármelo—. Cualquier co-cosa me lo haces saber.
—Está bien.
Él era muy simpático sin malicia en su mirada. Llevaba una gorra roja ancha cubriendo sus cabellos lacios castaños, peinados para un lado y hacia atrás; vestía camisa blanca de algodón con la chaqueta deportiva marrón de Imperium encima, y lo más resaltante eran los lentes square que llevaba puesto.
Aún podía escuchar los murmullos pero no quería averiguar los temas, lo más seguro era yo el tema principal. Ya sea sobre mi aspecto, mi peso o mi tamaño. April y Beca se giraron hacia adelante conversando acerca de un viaje que se realizaría en Invierno, lo cual me llamó la atención pero no pregunté.
El silencio se hizo cuando la maestra volvió a ingresar, acompañada del hombre que me despachó hasta este salón.
—Chicos —Habló el hombre por sobre las conversaciones, tratando de llamar la atención.
Bulla.
—¡Silencio! —ordenó la mujer—. El prefecto Gallagher tiene algo que informarles.
Bulla.
—Chicos, necesito que me escuchen o tendré que usar un altavoz y no creo que quieran eso —amenazó el prefecto, logrando que el salón volviera a estar en repentino silencio—. Bien —Caminó hacia la puerta ya abierta—.Necesito que todos en completo orden se dirijan al auditorio tres; la rectora Curie quiere darles la bienvenida y el tema de este año antes de empezar las clases.
El abucheo no se hizo esperar como tampoco las quejas.
(...)
Decir que todos siguieron las recomendaciones del prefecto de salir en orden sería mentir porque pareció una estampida humana, más por el chico Heister y su grupo que a empujones lideraron la caminata.
Se me hizo extraño, porque de donde venía no había lugar para esos comportamientos.
Enfilamos un corredor amplio con ese aire contemporáneo, clásico y moderno del castillo de paredes de piedra de alabastro e inmensos ventanales al aire libre, dejándome observar el hermoso paisaje que se vislumbraba a través de ellas. Cada imponente muro tenía unas antorchas artificiales adheridas a sus estructuras. La distancia entre el piso de cerámica y el techo por esa zona era como de diez metros.
Entramos entre murmullos a una gran puerta de madera de dos perillas de color carbón, en su interior nos esperaban cinco bloques de asientos coloridos unidos al igual que sus escritorios. En la parte inferior, frente a una enorme pantalla acrílica blanca nos observaban tres mujeres y dos hombres al costado de un escritorio con un portátil encima.
Descendí tras mis compañeros algunos escalones y me senté junto al chico de cabellos negros y elegantemente vestido del color de sus cabellos. Sus ojos azules de una intensidad abrasadora repasaban a los sujetos bajo nuestras miradas con cierto aburrimiento, sus pestañas eran largas y espesas camuflando de un color más oscuro aquel bonito color de su mirada. No parecía notarme, así que dejé escapar un suspiro de relajación lo cual se desvaneció como algodón en el agua al sentir la presencia de alguien más a mi otro costado.
Un rubio de cabellos cortos ensortijados.
—Buenos días —Miré al frente al escuchar el saludo de unas de las mujeres.
Algunos respondieron y otros no al saludo de aquella mujer. El salón estaba al tope, todos los asientos estaban ocupados, y habían algunos alumnos que al igual que yo parecían estar aún perdidos. Exhalé. No era la única persona que se sentía fuera de lugar. Sin querer busqué a los tres alumnos de mi salón que se portaron amables conmigo y los encontré una fila más adelante que la mía, pero muy lejanos.
—Supongo que no hay necesidad de presentarles a sus nuevos compañeros, así que paso al siguiente punto —dijo, para luego compartir algunas palabras con Gallagher para volver a mirarnos desde su posición—. Como bien saben, cada año en Imperium tratamos temas a practicar diariamente. El año pasado fué la disciplina y desde hoy empezaremos con aceptación.
Murmullos.
—Silencio.
Tras la orden del hombre moreno que no reconocí todos volvieron a callar.
—Por eso habrán cambios sin derecho a reclamos; los tres últimos grados van a ser mezclados para el sorteo de dormitorios al igual que para compañeros de asiento en sus respectivos grados. Se les asignará tareas que impliquen el tema principal ya sea en parejas o en grupos. Alumnos que no cumplan o cooperen serán sancionados y notificados a sus tutores o padres.
"Es importante para la escuela el saber convivir entre alumnos, ya que manejamos una imagen impoluta a nivel mundial... "
—Debí de haber enfermado hoy — La queja llegó de mi costado derecho -del chico de cabellos negros- casi como un bufido —, así me hubiera evitado tanta palabrería.
¿Me estaba hablando a mí?
Ya iba a abrir la boca cuando el chico de tatuajes y de apariencia intimidante colocó un codo sobre el escritorio con la barbilla apoyada en su mano; estaba sentado al lado del chico pálido de ojos azules.
—La misma mierda de siempre —Me sorprendí al oír la palabrota que soltó.
Aunque en sí podía escuchar muchos murmullos bajo la voz de la rectora.
—Señorita Badanni, ¿podría quitarse la capucha de la cabeza por favor? Es una falta de respeto por su parte.
La voz de aquella mujer me hizo dar un brinco sobre mi asiento. El calor de la vergüenza subió a mis mejillas cuando sentí todas las miradas sobre mí, y algunas risas.
—Lo-lo siento.
Había olvidado bajar la capucha de mi sudadera, y ese error la pagué de una manera muy bochornosa.
La mujer continuó hablando por media hora más acerca de la puntualidad, responsabilidad, la limpieza, el respeto y la inclusión social. Ya sentía una pequeña molestia en mi nuca y columna vertebral por la recta posición en la que me encontraba a diferencia de muchos alumnos que yacían arrellanados sobre sus asientos. Pocos realmente ponían atención, otros usaban sus móviles, conversaban disimuladamente e incluso cabeceaban por lo aburrido de la charla.
Luego nos separaron hombres de mujeres en uno de los largos corredores que conducían a los dormitorios.
—¿A alguna le falta completar retirar sus pertenencias de los que fueron sus dormitorios? —preguntó el prefecto de ojos esmeralda.
—!Yo! —Elevó la voz April.
—¿A alguien más? —Volvió a preguntar, observando cada rostro.
—Al parecer la única despistada entre nosotras es la becada —Apostó una pelirroja de cabellos largos y ondulados.
—Seré despistada más no descerebrada —Se defendió April, sacándole la lengua.
—Señorita Beláu vaya por lo que le falta, y usted señorita Schwarz junto al resto guarden silencio.
Admití que el grupo de chicas sofisticadas no me daban confianza, y más cuando de vez en cuando dos de ellas me lanzaban miradas burlonas, como si les hiciera gracia mi persona. También debí de admitir que a comparación de ellas yo parecía un chico, por elegir ponerme la sudadera roja de mi padre encima del overol short negro, pero es que hacía mucho frío.
—¡Ya!
April corrió en nuestra dirección con un maletín mediano en una mano, el maletín parecía albergar algo que se movía pero nadie le prestaba atención más que a ella. Ella era tan sexy y atrevida; tenía el cuerpo perfecto. El crop top blanco de hombros caídos le daba a la perfección resaltando sus generosos pechos, al igual que la pequeña falda tableada negra con puntos blancos que se amoldaba a su pequeña cintura y amplias caderas. Ella tenía unas largas piernas balanceadas a su estructura física, adornadas con unos stilettos negros de muchas finas correas.
Estaba segura que donde estuviese resaltaba y no sólo por su cabello u ojos, ni por su personalidad o forma de vestir sino por esa vibra tan alegre que desbordaba por cada poro de su piel.
—Se les entregará una pequeña hoja en blanco junto a un bolígrafo y quiero que en ella escriban sus nombres —informó el prefecto, interrumpiendo mi observación hacia mi compañera.
Una mujer rubia me alcanzó lo que dijo Gallagher e inmediatamente inscribí mi nombre en él al igual que todas. Deposité el papel doblado dentro de la urna de cristal que sostenía la misma mujer junto al prefecto, cuando éste dijo que lo hiciéramos.
Él empezó a mezclarlos.
—Empecemos por el pasillo A. Primer dormitorio: Nena Montpellier —La chica dió un paso adelante; era muy hermosa, casi parecía un ángel y el ligero jumpsuit blanco que vestía le daban esa gracia angelical. Ella era del grupo de los fresas. El prefecto sacó otro papel de la urna—; compartirás dormitorio con Lhuana Fox.
Nena se encaminó con seguridad dentro del pasillo, era alta y con mucho estilo en su forma de vestir y caminar, la otra chica bufó y compartió algo entre susurros a sus amigas y también desapareció por donde ingresó la primera chica.
El frío empezó a acariciar mis piernas desnudas entumecidas mientras Gallagher repartía los dormitorios. Éramos como treinta chicas y ahora sólo quedábamos catorce; a April le había tocado junto a la coreana de nombre Yang mi Shin, quién para mí sorpresa me regaló una tranquilizadora sonrisa antes de irse.
Mis esperanzas se fueron al tacho de basura cuando llamaron a quien sería la nueva compañera de Courtney; Sherry Hutson. La chica tenía una belleza sombría, era muy bonita, pero había un halo oscuro a su alrededor. Ella pertenecía al grupo de los góticos.
Di un paso adelante cuando el prefecto mensionó mi nombre.
—Compartirás dormitorio con...—Abrió el papel que había extraído segundos antes—: Belle L'Royse.
(...)
—¿Cuál prefieres?
Parpadeé para salir de mí estupor ante la pregunta de aquella rubia. La habitación no era nada parecida al de Harry Potter, ni siquiera encontraba palabras para describir tan hermosa y elegante habitación, hasta creía inverosímil imaginarme yo durmiendo en esa cómoda cama de dos plazas. ¿Con qué accesorios ocuparía los lujosos muebles? A lo mucho había traído ropa y no era de marca.
Las pertenencias ya estaban a un lado de las camas, listas para ser desempacadas; ella tenía siete maletas y yo una.
—Entonces yo seleccionaré esta —La oí decir.
—¿Qué? ¿Ah? —emití tontamente.
Observé a la rubia mirarme con una gran sonrisa, su cara era la viva expresión de la alegría. Sus cejas perfectamente cuidadas estaban arqueadas y sus ojos de un azul muy suave reflejaban curiosidad hacia mi persona.
—Me llamo Belle L'Royse —Observé su delicada mano extendida y la acepté—. Espero seamos buenas roommates.
—Adalee Badanni —Me presenté—. Mu-mucho gusto Belle, y también espero lo mismo.
Belle me miró con curiosidad, notando mi acento latino.
—¿Eres de Latinoamérica?
Asentí.
—Peruana —Ella volvió a sonreír esperando que continúe—, pero crecí en California con mi padre y su familia.
Mi madre era peruana, una hermosa chiclayana de piel canela y ojos verdes pardos como los míos, pero el cáncer se le llevó cuando apenas yo tenía nueve. Desde entonces solo éramos mi padre y yo, porque su familia no me aceptaba y aún no lo hace por mi color de piel. Gracias a mi padre hablaba dos idiomas, pero me gustaba más el español que el inglés.
El idioma español me recordaba a ella.
Luego de acomodar mi despertador sobre una de las dos mesitas que tenía esa cama, subí por las escaleras caracol al segundo piso, en donde se encontraba el walk in closet. En otras palabras el gran vestidor de cada una -cabe destacar que mi ropa sólo ocupó tres cajones-. Parecía otra habitación más, pero de muchos muebles y separadores para calzado, abrigos, ropa interior, vestidos, gorras, botas, botines, etc, etc, que no sabía con qué llenar.
Me deshice de mi sudadera dejándola dentro de un cajón del vestidor y bajé al escuchar voces, y no me equivoqué, porque el rector vestido en camisa blanca, pantalón de vestir y zapatos oscuros estaba conversando con mi compañera junto a un rubio muy... demasiado atractivo apoyado en el marco de la puerta.
No era el mismo que se había sentado junto a mí en el auditorio, éste parecía más alto y más intimidante. Los ojos esmeralda del prefecto pasaron de la imagen de mi compañera reflejada en el espejo a mí.
—Señorita Badanni, ¿qué tal le pareció su dormitorio?
—Eh... Yo... Yo...
—Se quedó embobada por un largo instante, y no la culpo; a mí me pasa cada rato —Sonrió Belle.
—Me alegro —dijo de manera neutra el hombre, mientras sentía calor en el rostro y los nervios estrujar mis huesos. ¿Por qué había un chico en la habitación?—. Informaba a tu compañera que por hoy y mañana tendrán día libre para que puedan reorganizarse y conocer las instalaciones en caso de los nuevos.
Me extendió una libreta la cual tomé nerviosamente.
—Este es tu itinerario, también están las reglas a respetar.
Asentí con la cabeza mientras leía su contenido.
—Cuando puedas ven a mi despacho, está al lado izquierdo del de la rectora —Volvió a hablar mirándome, luego pasó sus ojos por la ubicación de Belle y último por el del chico anónimo—, y no olviden asistir al almuerzo.
—Yo siempre —contestó Belle, arreglándose en el tocador.
—Lo decía por el joven L'Royse.
—¿L'Royse? —Ni siquiera sabía porqué lo dije en voz alta, era un pensamiento.
—Oh, pensé que se conocían —La rubia se volvió hacia mí para luego observar a su ¿hermano?—; están en el mismo salón.
—El señorito Àiden no asistió en la primera hora —informó Gallagher, encaminándose a la salida—. No olvide venir a verme señorita Badanni, y ahora sí me disculpan, debo ir a ver a los otros dormitorios.
Y se retiró.
—Qué vergüenza —musitó Belle acercándose hacia su hermano—. Éste es mi hermano Àiden L'Royse. Àiden ella es Adalee, mi nueva compañera de dormitorio y tu nueva compañera de grado.
Nerviosa me acerqué a él y le extendí mi mano como lo había hecho su hermana, pero él solo la observó con un semblante impasible por unos segundos, luego sus gélidos ojos pasaron a mi cara con total parsimonía e indiferencia.
—Discúlpanos, debemos de hablar un rato —Sonrió avergonzada Belle—. Vamos.
— No-no hay problema —musité con incomodidad.
Y salió al pasillo empujando a su hostil hermano por la espalda. Estudié su lado del cuarto y noté que cada mueble estaba ocupado con sus lujosas pertenencias, su tocador estaba colapsando de lociones, productos de belleza, pero todo perfectamente ordenado.
En el contorno del enorme espejo se hallaban pegadas muchas fotos, ignoré mi descuidada imagen reflejada en aquellos cristales y estudié cada fotografía; ella y un chico muy varonil, su hermano, un hombre mayor junto a ella y muchas más similares. Mi mente retrocedió en el tiempo y recordé las que yo dejé sobre mi escritorio en California, no había traído ni siquiera una como recuerdo.
Por un momento me había ganado la vergüenza de mi situación frente a la millonaria realidad a la que me iba a exponer. Debí aferrarme a mi verdadera realidad, después de todo era un ser insignificante sin necesidad de que vean una maldita fotografía para darse cuenta.
★
April Beláu D'Angelo
—Traje mimosas para los tres.
Estábamos en la piscina disfrutando de un delicioso día soleado. Beca había ido a traer refrescos mientras Dylan repasaba historia sobre una tumbona blanca y yo refrescaba mis pies en su cálida agua.
—¿Has visto quienes están al frente? —Puse los lentes oscuros sobre mi coronilla para ver mejor a quiénes se refería Beca; el príncipe Borkan—. Al menos disimula, y no me refería a él.
—¿Qué hago? ¿Me veo bien? —Alterné mirada entre Beca y Dylan para que me aconsejaran—. ¿Debería quitarme el pareo? Oh Dios ¡¿Qué hago?!
Beca se acomodó sobre otra tumbona bebiendo su mimosa desde la pajita.
—Primeramente calmarte, segundo; ser natural porque en sí ya eres demasiado sexy, no necesitas actuar hermana —Estiró las piernas y las cruzó—. Ah y tercero: tira ese pareo, lo único que hace es cubrir tus carnes.
—Estás bien —refutó Dylan. Seguía leyendo su libro así que no imaginaba cómo sabía que me veía bien—. Sólo no le prestes atención, ignora y verás cómo lo atraes.
—Naaa —bufó la gorda Beca—; eso no funciona. Lo único que lograrás será espantarlo. Has lo que te dije.
Me alcé, coloqué los lentes sobre la mesa al lado de mi mimosa y quité el pareo. Ignoré algunos chiflidos de las mesas colindantes y me lancé al agua. Era el trikini más sexy que tenía y era el momento indicado para lucirlo.
Actuar natural e ignorar. Se repetía en mi cabeza una y otra vez evitando mirar específicamente a esa dirección. Después de un rato de nadar hacia cualquier dirección decidí finalizar ese improvisado espectáculo, salí por uno de los bordes de la colosal piscina y al segundo de poner un pie fuera del agua el arrepentimiento invadió mi sentir; había escogido salir por donde se encontraba el grupito de Heister junto a las descerebradas porristas.
—¡Pero mira qué tenemos aquí! —exclamó éste con sorna acercándose a mí, mientras me observaba con descaro. Ignoré sus palabras y continué mi camino, no estaba de humor para enfrentarlo. No hoy. Se me escapó un quejido cuando tiró de mí brazo hacia su dirección—. ¿A dónde crees que vas?
—¿A dónde crees? Idiota —espeté en voz baja, alzando la barbilla para poder encarar su odiosa mirada—. Y ahora sí me haces el favor, quítate de mi camino.
Empujé su pecho incluso con mi brazo aún atrapado entre sus garras, pero ni aún así me soltó. Las huecas rieron divertidas del espectáculo que ahora daba el idiota. ¿En qué momento se me ocurrió la brillante idea de nadar hacia este extremo de la piscina? Habiendo tantas opciones, incluso podía aventarme fuera de ella por cualquier lado como foca.
—Suéltame o...
—¿O qué? —rebatió acercándome más a su cuerpo—. ¿Vas a gritar para que vengan en tu auxilio? ¿Me vas a golpear poniendo en riesgo tu beca?
—Cerdo engreído —gruñí, y le escupí, dándole en la cara.
Okay eso fué asqueroso, pero en mi defensa debo decir que no me gustaba que trataran de dominarme y menos él. Logré que todos los que observaban se callaran incluso las hienas que se habían levantado después de presenciar mi reacción parecida a una llama.
De reojo pude ver a Beca correr hacia mi dirección claramente molesta, pero cuando ya sólo le faltaba unos metros se quedó estática junto a Dylan, y me pregunté porqué...
Ni siquiera pude chillar cuando alguien se hizo espacio con sus brazos entre ambos cuerpos para poder pasar, empujándome hacia el interior de la piscina con aquella acción.
Maldije saliendo a flote y escupiendo agua que me había hecho tragar al caer de ese modo tan brusco.
—¡IMBÉCIL!
Grité a todo pulmón entre las risas de los demás y cuando divisé al maldito chino enfilar aquel borde de la piscina a pasos despreocupados, como si no hubiera hecho nada, como si no me hubiera mandado a volar a la piscina de aquel salvaje modo. Él ni se inmutó, siguió avanzando acompañado de su hermana y de la rubia pálida. Los tres iban completamente de blanco hasta ocupar uno de los espacios bajo la sombra de las palmeras, más específico donde se encontraban la fila de camas balinesas.
Todos olvidaron rápido el bochornoso momento y se dispusieron a seguir en lo que estaban haciendo, aún sentía la mirada del grupo de coyotes y hienas taladrándome la nuca cuando nadé de regreso al lugar en dónde se encontraban mis amigos, aún en shock.
—Gracias por ayudarme —balbucé aún sintiendo el agua en mi nariz.
Tomé la toalla del agarre de Dylan y me lo envolví cubriendo mi torso y trasero de la vista sabuesa de la mayoría de hombres que miraban en mi dirección.
—Yo iba a ayudarte roja, pero nunca me esperé que Dae hiciera algo así —Se defendió Courtney—. Y es más, aún no lo creo.
—Yo también iba a golpear a ese idiota, pero me pasó lo mismo que a Courtney —Se apresuró a decir Dylan.
—Está bien, igual podía sola —Exprimí mi cabello como si éste fuera una naranja para liberarlo del agua, y al ladear la cabeza sin querer me topé con la mirada penetrante de Jaden, quién estaba al otro extremo de la piscina junto al vampiro y a la chica rara—. Cuando me preguntaste si había visto quiénes estaban en frente, ¿te referías al grupo de D'Mevius? —pregunté, rompiendo contacto con aquellos intimidantes ojos, para observar a mi amiga que ahora degustaba de un enorme sandwich de pollo.
—Si, nunca te perdió de vista —aseguró con la boca llena—. Incluso cuando pasó eso con Heister, él se quitó las gafas para observar mejor el panorama.
—¿El panorama?
—Si, tu trasero.
Había visto el jaloneo por parte del idiota de Heister hacia mi persona y no hizo nada como el resto. En varias oportunidades defendí a su amiga Sherry de los energúmenos compañeros del idiota, pero sin embargo nadie me defendió a mí. No es que no pueda defenderme sola, pero esperé un poco de lo mismo que yo hacía por parte de ellos.
Me equivoqué.
Después de hacer catarsis volví a la habitación que compartía con la hermana del chino hosco y me dí un baño frío para congelar la rabia que sentía en esos instantes. Dylan me había prestado su iPhone en donde tenía la playlist más cool que había escuchado en mi vida. Conecté los auriculares para luego colocar los cascos en mis oídos, e inmediatamente Mad Love empezó a sonar haciéndome olvidar hasta de mi nombre. Bajé las escaleras meneando las caderas y luego me adueñé del espacio del vestíbulo.
Esa música me desconectaba del mundo sumergiéndome en lo más profundo de la inconsciencia. La música se inyectaba en mi sangre mediante mis oídos y tomaba posición de mi cuerpo, haciéndome bailar como si mi vida dependiera de ello.
Amaba bailar.
The way you say it
Got me feeling like I'm faded
The way you do it
Got me wishing we were naked
You got that bad, bad love
And I just can't get enough...
Los tacones aguja ayudaban al igual que el crop top y las ripped open harem pants negras que me había puesto; esos pantalones eran mis favoritos. Alcé a Bonzo del suelo mientras realizaba un sensual drop it low...
—Mierda.
Solté a Bonzo para retirarme los auriculares al notar la presencia silenciosa del chino brusco junto a su hermana, y al castaño de ojos azules; Beasley. Los tres me observaban como si hubiera cometido el peor pecado frente a sus ojos.
—Mierda, eso fué —El castaño se rascó la nuca mientras repasaba mi cuerpo con su depravada mirada —; muy sexual.
—¡Vaya manera de moverte Beláu! —exclamó la china siamesa rodeándome—. ¿Qué escuchabas?
¿Por qué no preguntaban por Bonzo?
Tan sólo recordarlo corrí hacia la puerta a cerrarla de una patada.
—No dejen la puerta abierta, por favor. Soy demasiado tímida —Caminé de regreso a la pateadera de mi cama y recogí los auriculares junto al iPhone—. Mad Love, y me podrían decir ¿qué hacen hombres en la habitación? Se supone que está en las reglas su prohibición en dormitorios femeninos.
Los tres compartieron una mirada cómplice. Luego el chino brusco avanzó con cautela en mi dirección y se sentó sobre el borde de mi cama.
—Esa es mi cama... — me quejé, pero las palabras no llegaron a salir por completo cuando éste del piso levantó a Bonzo entre sus manos.
—Al parecer alguien también rompe las reglas de Imperium —dijo dogmáticamente Beasley, acariciando su barbilla.
Ahora sí estaba con la soga en el cuello, ¿por qué tenían que entrar sin aviso a la habitación? Bueno, debía recordar que ya no compartía cuarto con Beca así que también fué mi culpa, pero ¿cómo ocultar a Bonzo?
—Yo... Yo...
—Cosita —Yang se acercó a su hermano y retiró a Bonzo de su regazo para cargarlo ella. El traidor gato estaba de lo más quieto y cómodo—. ¿Desde hace cuánto lo tienes en Imperium?
—Pues, desde que ingresé —Mi móvil empezó a vibrar en mi mesita de noche y los únicos que tenían mi número era Dylan y Beca. La mirada inquisitiva de Dae siguió la mía y se estiró sobre el largo de la cama para alcanzar mi celular de donde estaba, quedando echado sobre mí colchón—. ¿De cuándo acá tanta confianza?
A grandes zancadas me acerqué a él y le arrebaté mi móvil de sus blancas manos. Le hice fuchi con la mirada cuando sonrió poniendo sus manos bajo su nuca, y sobre mi frágil almohada corazón.
—¿Qué hay a cambio de nuestro silencio? —inquirió Beasley con complicidad.
—No lo sé, dime tú Beasley —debatí, cruzándome de brazos. Tenía que admitir que tenía unos ojos muy bonitos—. ¿Qué quieren a cambio de su silencio?
(...)
Me ubiqué junto a Dylan y Beca para el almuerzo, el comedor ya estaba casi en su apogeo y si no llegaba a tiempo perdía mi lugar junto a mis amigos.
—¿Dónde estabas? —me preguntó Courtney, acomodando la servilleta sobre sus muslos—. Te hemos estado buscando y llamando pero ni contestabas nuestras llamadas.
Suspiré hastiada cuando sentí la presencia de zorra Schwarz y su manada a mí otro costado.
—Por aquí se siente un hedor a pobreza, pero no hay más lugares libres —espetó con voz sonora y engolada—. Al parecer eres la última opción en todo Beláu.
Rodé los ojos e imité a Beca con la servilleta. A lo lejos pude notar a la nueva caminar junto a Belle Rosh hacia su grupo de amistades, y me alegré que había tenido suerte en el sorteo de roommates.
—He escuchado por ahí que andas tras el príncipe Borkan, ¿es cierto eso? —me preguntó Sasha con venenosa suavidad. Ella estaba sentada junto a su amiga.
Las mozas empezaron a servir la comida fila por fila, sonreí al notar a mi amiga inquieta y con la mirada puesta sobre las generosos charolas de plata.
—Creo que hay quienes tienen los oídos llenos de cerilla —dijo con pulla Annette.
Risas.
Miré al frente harta de escuchar las estupideces de Schwarz y oh casualidad; el chico L'Royse estaba ahí -bueno en sí la casualidad era tener a la arrastrada de Annette a mí costado estando justo al otro lado su crush-. Casualidad mis bragas, esa tía se sentó por ese mismo motivo a mi lado.
Reía, se mofaba, hablaba en voz muy aguda y fuerte pero el chico ni una sola mirada le dirigió. Debe ser difícil que estando prácticamente desnuda tu crush ni te pele. Sentí pena por ella... Aunque Borkan tampoco me notaba.
Si, si es difícil.
Malditos engreídos.
—¿Podrías por favor decirme qué hora es, Àiden? —pregunté con fingida educación. Las miradas curiosas no se hicieron esperar hacia nuestra dirección.
Cuando pensé que me iba a ignorar y cuando ya escuchaba las burlas de las hienas a mí costado, el rubio habló:
—Catorce horas.
No levantó la vista de su móvil ni para ver su comida aún sin tocar, pero no me ignoró y eso era bueno.
—Gracias.
Sentí la mirada fulminante de la zorra Schwarz pero inicié tranquilamente y como la dama que era, el deguste de mi spaghetti con salsa roja. Tenía trabajo después del almuerzo así que aceleré mis masticadas, no podía llegar tarde o Bonzo correría peligro.
(...)
—¿Hola?
Okay, me había demorado dos horas y no porque quise sino porque había acompañado a Adalee a la oficina del prefecto para la entrega de sus uniformes. La chica aún estaba nerviosa; era muy insegura para su mala suerte. Luego le hice un tour por algunas zonas de Imperium como para que no se pierda y después de dejarla en buenas manos, decidí cumplir lo acordado con el trío de bruscos: desempacar y ordenar sus pertenencias.
Y aquí estaba, sólo que al parecer no había nadie.
Entré sigilosamente y busqué vida en aquella habitación varonil con un aroma exquisitamente a lujo. La cama de un extremo estaba vacía y desatendida mientras que en la otra se encontraba un cuerpo con el torso desnudo acurrucado de costado. Me acerqué más para ver de quién se trataba y como si el destino se empeñara en tratar de decirme algo; L'Royse dormía pacíficamente.
No lo había reconocido al instante porque aparte que me daba la espalda, llevaba cubriendo sus rubios cabellos con una gorra rusa; una ushanka con pelusas en sus largas orejeras flexibles. También usaba una motor biker jeans distressed negra que se amoldeaba perfectamente a sus fuertes y largas piernas en juego con las botas marrones Tom Ford.
Quise tomarle una foto por tan tierna y sexy apariencia, incluso hundir mi dedo en su bícep que resaltaba por la posición de su brazo pero no quería despertarlo y no había traído mi móvil.
Era también parte de la condición.
Esbocé una mueca de decepción por no llevarme un recuerdo de éste chico, y porque debía darme prisa ya que tenía que pasar al dormitorio del chino hosco para hacer lo mismo.
Cual empleada de niños millonarios yo.
Hice dos moños con mi cabello para que no me molestara, me puse los cascos de los auriculares en los oídos y empecé con mi ardua tarea.
(...)
—Creo que te has equivocado, éstas... éstas no son mis pertenencias.
—¿Disculpa?
Demoré casi tres horas en acomodar cada accesorio, prenda en su lugar y eso que me faltaba una maleta, pero al parecer me había equivocado. El castaño levantó ambas cejas y adquirió un semblante pensativo, luego abrió un poco la boca para volverla a cerrar de un segundo.
—Ah... Mis maletas son aquellas —Señaló el extremo del dormitorio, en donde Àiden seguía durmiendo. ¿No dormía de noche?
—Pe-pe-pero yo —Alterné mis ojos entre su rostro y el cuerpo de L'Royse —. Entonces, ¿de quién son éstas sus pertenencias?
—A...
Sus ojos azules alternaban entre mi rostro y algo detrás de mí.
—¿Ah?
—Mías. Ese lado de la habitación es mía; son mis maletas.
Me quedé petrificada al escuchar esa voz tras mi espalda, ese acento. No podía ser posible.
El castaño frente a mí asintió.
—Sep, son de Borkan.
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