El medio del arrepentimiento
4 El medio del arrepentimiento
Consideremos ahora el medio por el cual el arrepentimiento obra en el corazón.
La Palabra de Dios es el instrumento del arrepentimiento
En el arrepentimiento auténtico vemos un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación total de la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo, usa la Palabra de Dios, de la cual él es autor, para convencer “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Fíjate bien: aparte de la Palabra de Dios no puede haber salvación, ya que leemos en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” Y 1 Pedro 1:23 dice: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”
Ahora, con la Biblia en mano, leamos Hebreos 4:12, 13:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Fíjate bien, en el arrepentimiento auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por obra del Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos ser salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este tema, dice: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección.” ¿Cómo? “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre” (1 Tes. 1:4, 5). Y en la salvación, éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el corazón de cada pecador por quien murió Cristo.
¿Notaste la descripción que nuestro texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios? Dice que es “viva”, una Palabra viva. Nuestro bendito Señor la describe de la misma manera en Juan 6:63: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” Sí, la Palabra de Dios crea conciencia en el pecador de que necesita volverse a Dios dejando sus caminos rebeldes. Arrojará al suelo sus armas de rebelión, enarbolará la bandera blanca de la rendición, y pondrá sus ojos con fe en el Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del pecado y lo libre de la ira venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra para dar al alma el conocimiento de su impiedad ante Dios y el conocimiento del Dios Santo contra quien ha pecado.
“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz”, –¡no es meramente un montón de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y vivirá para siempre en el corazón y la mente de todos los redimidos de Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente y los sentimientos y no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las manos del Espíritu Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál. 3:24).
La Palabra de Dios es poderosa
Nuestro texto sugiere que esta Palabra es poderosa. Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías 23:29 con respecto a su Palabra: “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” ¡Y yo digo que sí lo es! Sí, creo y sé que todo hijo de Dios dirá que la Palabra de Dios entró como un fuego en su alma, y que no hubo tranquilidad hasta caer a los pies de Dios con auténtico arrepentimiento. ¡El corazón realmente fue quebrantado por la Palabra poderosa de Dios!
¡La Palabra de Dios en manos del Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo dice en Romanos 7:9: “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.” La Palabra de Dios le dio muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley es el ministerio de muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones que amas, a tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te deja a los pies del Dios soberano clamando: “¡Ten misericordia de mí, pecador!”
Fíjate bien, el Espíritu Santo pone esta Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu corazón (Heb. 8:10; 10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama a tu alma: “¡Tú eres el hombre, tú eres el pecador!” Te pregunto: ¿Alguna vez has tenido la experiencia de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te encuentras todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad. El Espíritu de Dios usa la Palabra para dar muerte al alma antes de volver a levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida.
Primera Pedro 1:23 describe esta palabra preciosa como una Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el poder del Espíritu Santo da vida. ¡Y, alabado sea el Señor, nunca puede ser destruida ni exterminada! Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35).
La Palabra de Dios es eficaz
Hebreos 4 también nos dice que esta Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no sólo es viva sino también eficaz. Es activa, operativa, vigorizante y efectiva. Trae convicción –convicción de pecado y de la impiedad de la incredulidad-- porque discierne entre el bien y el mal en el pensamiento aun más santo del mejor de los hombres y le muestra lo que es: ¡un pecador ante Dios!
El Espíritu Santo usará la Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a causa del pecado. No puedes ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver ninguna hermosura en Cristo. “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (2 Cor. 4:3, 4).
Luego la Palabra te dará la convicción de que eres sordo a causa del pecado. No puedes oír la voz de Dios fuera de su llamado eficaz (Mar. 8:18). Te dará la convicción de que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del pecado (Gén. 6:5; Rom. 3:10-12). Y te dará la convicción de que te encuentras en un estado de parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado tu voluntad, de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición impotente. Romanos 5:6 dice: “Cuando aún éramos débiles . . .”
La Palabra te dará la convicción de que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y lo han convertido en tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha llenado tu corazón y tu mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos 6:7 es verdad: eres carnal, enemistad contra Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico.
¡Oh mi amigo, necesitas desesperadamente la obra poderosa del Espíritu Santo para que escriba en tu corazón la Palabra eterna de Dios! ¡Necesitas clamar con gran pesar por el pecado, pidiendo misericordia ante Dios en Cristo!
También, Hebreos 4 nos dice que la Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que toda espada dedos filos. Fíjate que la Palabra de Dios abarca tanto que no hay pensamiento o propósito en toda la creación que no esté dentro de su alcance: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (Sal. 139:2, 4). Porque su Autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y escudriña a los hombres espiritualmente. Cuando el Espíritu Santo hace penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de sus pecados que antes ni siquiera percibía.
La Palabra de Dios hiere y da vida
La Palabra de Dios hiere y da vida. Da muerte al fariseísmo, al pecado y la incredulidad. Te trae a Dios clamando: “¡Ay de mí porque estoy deshecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, sé propicio a mí, pecador!” Escucha el clamor de David en el Salmo 51 cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente en su corazón bajo la convicción de su pecado:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. . . Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve . . . Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”
David no culpó de sus pecados a otro, no culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo cargo absoluto de sus pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a él pidiendo misericordia y perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento bíblico auténtico. Tú tienes que hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu condición espiritual. Tú tienes que confesar: “He pecado y soy culpable. Necesito la misericordia de Dios en Cristo”.
La Palabra de Dios no ofrece atajos
Muchas gentes con las que me encuentro en la actualidad buscan “la vida más profunda”, cuando en realidad lo que necesitan tan desesperadamente es encontrar su camino a la cruz de Cristo con un corazón verdaderamente quebrantado por su pecado. Están tratando de circunvalar la convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han errado totalmente! Quiero decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo con compasión: ¡no existen atajos para superar la vida! Cuando el Señor te confronta con tus pecados, tienes que arrepentirte. El Espíritu tiene que abrir tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas ver tu condición perdida, desdichada y pecaminosa. Sé que no te gusta oír esto porque amas el pecado. ¡Tu orgullo no te deja admitir que eres un pecador hipócrita, un pecador merecedor del infierno y el más grande de los pecadores! Pero recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres!
Prueba lo que quieras: blanquea tu exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la iglesia, ora, predica, enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y sentimientos religiosos. Pero todo esto de nada te servirá si el fundamento de tu vida cristiana no está puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido a Dios y de la fe en el Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en Lucas 13:5: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle frente: si no te arrepientes, no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en tu manera de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa de tu vida! Esas palabras en Lucas 13 no son palabras mías. Éstas son las Palabras de Aquel que habla desde el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus pecados (Heb. 12:25).
Déjame preguntarte también: ¿Alguna vez has tomado tu lugar ante Dios como David, implorando su misericordia al confesar tus pecados , doliéndote arrepentido por ellos? Si desconoces estos ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o que practicas, no importa en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la que los demás te tengan, ¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados!
Pero si, por la gracia de Dios su Palabra ha penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo que Dios ha estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo misericordia. Implorarás que te vista en su manto perfecto de justicia para poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás encontrado en él, vestido únicamente de su justicia.
Este es el modo en que Dios llama a pecadores para ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te pregunto nuevamente: ¿Alguna vez ha tratado Dios a tu corazón de este modo? ¿O desconoces la convicción que da el Espíritu Santo y el arrepentimiento y la fe que da Dios?
Consideremos ahora el medio por el cual el arrepentimiento obra en el corazón.
La Palabra de Dios es el instrumento del arrepentimiento
En el arrepentimiento auténtico vemos un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación total de la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo, usa la Palabra de Dios, de la cual él es autor, para convencer “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Fíjate bien: aparte de la Palabra de Dios no puede haber salvación, ya que leemos en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” Y 1 Pedro 1:23 dice: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”
Ahora, con la Biblia en mano, leamos Hebreos 4:12, 13:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Fíjate bien, en el arrepentimiento auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por obra del Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos ser salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este tema, dice: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección.” ¿Cómo? “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre” (1 Tes. 1:4, 5). Y en la salvación, éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el corazón de cada pecador por quien murió Cristo.
¿Notaste la descripción que nuestro texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios? Dice que es “viva”, una Palabra viva. Nuestro bendito Señor la describe de la misma manera en Juan 6:63: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” Sí, la Palabra de Dios crea conciencia en el pecador de que necesita volverse a Dios dejando sus caminos rebeldes. Arrojará al suelo sus armas de rebelión, enarbolará la bandera blanca de la rendición, y pondrá sus ojos con fe en el Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del pecado y lo libre de la ira venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra para dar al alma el conocimiento de su impiedad ante Dios y el conocimiento del Dios Santo contra quien ha pecado.
“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz”, –¡no es meramente un montón de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y vivirá para siempre en el corazón y la mente de todos los redimidos de Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente y los sentimientos y no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las manos del Espíritu Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál. 3:24).
La Palabra de Dios es poderosa
Nuestro texto sugiere que esta Palabra es poderosa. Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías 23:29 con respecto a su Palabra: “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” ¡Y yo digo que sí lo es! Sí, creo y sé que todo hijo de Dios dirá que la Palabra de Dios entró como un fuego en su alma, y que no hubo tranquilidad hasta caer a los pies de Dios con auténtico arrepentimiento. ¡El corazón realmente fue quebrantado por la Palabra poderosa de Dios!
¡La Palabra de Dios en manos del Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo dice en Romanos 7:9: “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.” La Palabra de Dios le dio muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley es el ministerio de muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones que amas, a tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te deja a los pies del Dios soberano clamando: “¡Ten misericordia de mí, pecador!”
Fíjate bien, el Espíritu Santo pone esta Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu corazón (Heb. 8:10; 10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama a tu alma: “¡Tú eres el hombre, tú eres el pecador!” Te pregunto: ¿Alguna vez has tenido la experiencia de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te encuentras todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad. El Espíritu de Dios usa la Palabra para dar muerte al alma antes de volver a levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida.
Primera Pedro 1:23 describe esta palabra preciosa como una Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el poder del Espíritu Santo da vida. ¡Y, alabado sea el Señor, nunca puede ser destruida ni exterminada! Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35).
La Palabra de Dios es eficaz
Hebreos 4 también nos dice que esta Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no sólo es viva sino también eficaz. Es activa, operativa, vigorizante y efectiva. Trae convicción –convicción de pecado y de la impiedad de la incredulidad-- porque discierne entre el bien y el mal en el pensamiento aun más santo del mejor de los hombres y le muestra lo que es: ¡un pecador ante Dios!
El Espíritu Santo usará la Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a causa del pecado. No puedes ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver ninguna hermosura en Cristo. “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (2 Cor. 4:3, 4).
Luego la Palabra te dará la convicción de que eres sordo a causa del pecado. No puedes oír la voz de Dios fuera de su llamado eficaz (Mar. 8:18). Te dará la convicción de que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del pecado (Gén. 6:5; Rom. 3:10-12). Y te dará la convicción de que te encuentras en un estado de parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado tu voluntad, de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición impotente. Romanos 5:6 dice: “Cuando aún éramos débiles . . .”
La Palabra te dará la convicción de que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y lo han convertido en tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha llenado tu corazón y tu mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos 6:7 es verdad: eres carnal, enemistad contra Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico.
¡Oh mi amigo, necesitas desesperadamente la obra poderosa del Espíritu Santo para que escriba en tu corazón la Palabra eterna de Dios! ¡Necesitas clamar con gran pesar por el pecado, pidiendo misericordia ante Dios en Cristo!
También, Hebreos 4 nos dice que la Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que toda espada dedos filos. Fíjate que la Palabra de Dios abarca tanto que no hay pensamiento o propósito en toda la creación que no esté dentro de su alcance: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (Sal. 139:2, 4). Porque su Autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y escudriña a los hombres espiritualmente. Cuando el Espíritu Santo hace penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de sus pecados que antes ni siquiera percibía.
La Palabra de Dios hiere y da vida
La Palabra de Dios hiere y da vida. Da muerte al fariseísmo, al pecado y la incredulidad. Te trae a Dios clamando: “¡Ay de mí porque estoy deshecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, sé propicio a mí, pecador!” Escucha el clamor de David en el Salmo 51 cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente en su corazón bajo la convicción de su pecado:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. . . Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve . . . Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”
David no culpó de sus pecados a otro, no culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo cargo absoluto de sus pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a él pidiendo misericordia y perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento bíblico auténtico. Tú tienes que hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu condición espiritual. Tú tienes que confesar: “He pecado y soy culpable. Necesito la misericordia de Dios en Cristo”.
La Palabra de Dios no ofrece atajos
Muchas gentes con las que me encuentro en la actualidad buscan “la vida más profunda”, cuando en realidad lo que necesitan tan desesperadamente es encontrar su camino a la cruz de Cristo con un corazón verdaderamente quebrantado por su pecado. Están tratando de circunvalar la convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han errado totalmente! Quiero decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo con compasión: ¡no existen atajos para superar la vida! Cuando el Señor te confronta con tus pecados, tienes que arrepentirte. El Espíritu tiene que abrir tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas ver tu condición perdida, desdichada y pecaminosa. Sé que no te gusta oír esto porque amas el pecado. ¡Tu orgullo no te deja admitir que eres un pecador hipócrita, un pecador merecedor del infierno y el más grande de los pecadores! Pero recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres!
Prueba lo que quieras: blanquea tu exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la iglesia, ora, predica, enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y sentimientos religiosos. Pero todo esto de nada te servirá si el fundamento de tu vida cristiana no está puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido a Dios y de la fe en el Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en Lucas 13:5: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle frente: si no te arrepientes, no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en tu manera de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa de tu vida! Esas palabras en Lucas 13 no son palabras mías. Éstas son las Palabras de Aquel que habla desde el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus pecados (Heb. 12:25).
Déjame preguntarte también: ¿Alguna vez has tomado tu lugar ante Dios como David, implorando su misericordia al confesar tus pecados , doliéndote arrepentido por ellos? Si desconoces estos ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o que practicas, no importa en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la que los demás te tengan, ¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados!
Pero si, por la gracia de Dios su Palabra ha penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo que Dios ha estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo misericordia. Implorarás que te vista en su manto perfecto de justicia para poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás encontrado en él, vestido únicamente de su justicia.
Este es el modo en que Dios llama a pecadores para ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te pregunto nuevamente: ¿Alguna vez ha tratado Dios a tu corazón de este modo? ¿O desconoces la convicción que da el Espíritu Santo y el arrepentimiento y la fe que da Dios?
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