PRINCIPIO DE UNA HISTORIA
Dicen las cosas que hablan. Será erigido un Santuario. El Santuario se construirá allí donde es posible en algunos minutos de algunas mañanas ver a La Diosa cabalgando a lomos de un caballo de metal. Dicen las cosas que no hablan y que bailan dentro del fuego. Del culo del Diablo fue escupida una criatura. La criatura crecerá y formará un ejército, una manada...
Escuela Protocolaria del Correcto Uso del Salutatorio Canino. Anacletuss Wallace se quedó largo rato con la mirada perdida, posada en el cartel de la extraña construcción que albergaba a aquella peculiar escuela. Se decidió por entrar y un baño de luz solar, demasiado caliente, demasiado espeso, un chorro lumínico de irreal esencia fue a parar a su rostro, enmarcándolo desde algún lugar situado detrás de la galería. _Nube Blanca... Nube Blanca... supo que la anciana era ciega. _Anda mamá súbete arriba a regar las berenjenas. Mientras la vieja se perdía por las escaleras y dos cachorros mestizos ladraban, o aullaban, una graciosa joven saliendo de entre la luz le sonreía.
Wallace, aún con los ojos guiñados por el excesivo deslumbramiento le dedicó una sonrisa compensatoria, y fue al igualarse el lumínico espectro cuando comprobó que la joven era subnormal. Al menos lo parecía. _Tengo un perrito, una perrita en realidad, esperó a que ella continuase pero la muchacha sonreía sin aparente intención de cambiar la fabulosa, eso era algo innegable, sonrisa por palabras. _El caso es que... es demasiado... inquieta y... rebelde. _Quizá le vendría bien un curso o lo que sea que aquí hagan. _¿Qué es una escuela para perros?, ¿no?, y Wallace se sacudió imaginarias manchas de las pantorrillas. _Y, y su voz sonaba aflautada, musical ¿cómo se llama? _Anacletuss, Anacletuss Wallace. Ella se rió abiertamente entonces y Anacletuss caído en su error o no tan error también lo pensaba le dijo, riendo con ella _Samantha.
Escuela Protocolaria del Correcto Uso del Salutatorio Canino. Anacletuss Wallace se quedó largo rato con la mirada perdida, posada en el cartel de la extraña construcción que albergaba a aquella peculiar escuela. Se decidió por entrar y un baño de luz solar, demasiado caliente, demasiado espeso, un chorro lumínico de irreal esencia fue a parar a su rostro, enmarcándolo desde algún lugar situado detrás de la galería. _Nube Blanca... Nube Blanca... supo que la anciana era ciega. _Anda mamá súbete arriba a regar las berenjenas. Mientras la vieja se perdía por las escaleras y dos cachorros mestizos ladraban, o aullaban, una graciosa joven saliendo de entre la luz le sonreía.
Wallace, aún con los ojos guiñados por el excesivo deslumbramiento le dedicó una sonrisa compensatoria, y fue al igualarse el lumínico espectro cuando comprobó que la joven era subnormal. Al menos lo parecía. _Tengo un perrito, una perrita en realidad, esperó a que ella continuase pero la muchacha sonreía sin aparente intención de cambiar la fabulosa, eso era algo innegable, sonrisa por palabras. _El caso es que... es demasiado... inquieta y... rebelde. _Quizá le vendría bien un curso o lo que sea que aquí hagan. _¿Qué es una escuela para perros?, ¿no?, y Wallace se sacudió imaginarias manchas de las pantorrillas. _Y, y su voz sonaba aflautada, musical ¿cómo se llama? _Anacletuss, Anacletuss Wallace. Ella se rió abiertamente entonces y Anacletuss caído en su error o no tan error también lo pensaba le dijo, riendo con ella _Samantha.
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