Sinopsis
Prólogo
Ángel guardián
La preparación
Los mejores momentos
Por qué Dios me envió a la tierra
Lo que soy
La extraña joven
La segunda plaga
Mi familia
Mi historia
La preparación
El Génesis
El dolor o la felicidad?
El rostro borrado (primera parte)
El rostro borrado (segunda parte)
La amenaza
Presagio
Una tarde en la vida de la Muerte
El mundo dividido en dos
El recuerdo que jamás olvidaré
La oportunidad
El fin es solo el comienzo
Epílogo
El Génesis
Dios


Me sentía muy solo en este, mi mundo, mi cielo, "Mi reino". No estaba solo, había ángeles y demás a mi lado, pero de igual manera, no era la compañía que yo deseaba. No quería que mis hijos supieran lo que sentía, pero sabía que ellos se daban cuenta. Lo sabían, ellos no tenían los recuerdos, pero lo sabían.

Miré la nada, pensé con seriedad todo lo que podría suceder, no quería que mis humanos mueran, ya no. Esas personas no tenían que perder la vida por una guerra que estaba escrita, destinada.

La vida me sorprendió, no podía creer todo lo que estaba sucediendo, estaba perdido. Pensaba que era inmortal, que era el todo, la nada, pero no, no soy nada de eso; yo soy el creador, la luz, Dios, pero como todo tengo un fin, una debilidad.

No soy, no era diferente a los seres humanos, no tanto. Si me ponía a pensar, pensaría que ellos tenían mucha más suerte y esperanza. Ellos son seres optimistas, maravillosos. Un día había estado tres horas visualizando como un pequeño construía un castillo con arena, pero mandaba una ola para que su construcción se derrumbara, al niño, eso no le importó y continuó construyendo miles de veces aquel castillo de arena.

Si yo podía crear a mi imagen y semejanza a los seres humanos, podía crear algo más, algo importante... como la familia, era mi anhelo poder sentir emociones humanas, impulsos y demás. Así que un día, tomé algo de valor y comencé a crear. Lo primero que cree, fue un ángel llamado Abel, él era en el que más confiaba, luego comencé a crear a mi familia... si es que así podía llamarse, ya que era creada por mí.

Cree a mi hermana, Tamara, la cree con mi contraparte, ella era la oscuridad; le hice creer sucesos y hechos, para que tenga en su mente una realidad paralela de la situación, todo lo que ella creía real solo era algo que inventé en su momento. Era buen escritor, tendría que haberme dedicado a eso.

Luego cree a mi esposa, ella era una divinidad, tenía una belleza sin igual. Un día me propuso crear a más seres como Abel y quizás mucho más poderosos, así que me puse a la obra y cree a unos siete arcángeles los cuales poseían una misión, una misión específica.

El primero fue Miguel, el jefe del ejército celestial,
El segundo fue Gabriel, el mensajero celestial,
El tercero fue Rafael, el protector de los viajeros, de la salud.
El cuarto fue Uriel, el encargado de las tierras y de mis templos.
El quinto fue Raquel, el encargado de la justicia, de la imparcialidad y de la armonía,
El sexto fue Mariel, el encargado de los espíritus de los hombres que pecan,
El séptimo fue Ramiel, el encargado de los resucitados.

Luego cree a los ángeles como Abel, audaces y enviados a la tierra como guardianes de los seres que aún no había creado. Ariel, Lucas, Castiel e Arya fueron unos de los más importantes en ese suceso. Deba gracias por haber creado seres tan importantes, eran perfectos, leales.

Muchos de ellos tenían misiones, que aún no se realizarían, pero ya lo habían vivido es el jefe de todos los ángeles y es también el mensajero para todos los profetas. Es el instrumento de la revelación, Arya es el ángel de la muerte, encargado de que el alma humana abandone el cuerpo. La separación de alma y cuerpo puede hacerse de un modo dulce o más violento, dependiendo del comportamiento que haya tenido la persona en vida.

es el encargado de la lluvia y del trueno. Con sus poderes podía controlar el clima, él era capaz de hacer que un ser humano quede calcinado por un rayo, pero también podía hacer que un muerto volviera a vivir con un choque de sus rayos.

Lucas es el encargado de dar la señal de la llegada del fin, con la «trompeta de la verdad», y de sembrar las almas en sus cuerpos antes de nacer. Tenía un trabajo difícil, pero nunca se quejó. Él aceptaba lo que era y lo que debía hacer.

Luego de unos años, cree a unos seres, los humanos a mi semejanza. A ellos los envié a la tierra, la cual ya había creado. Ese lugar era uno de mis favoritos, allí todo era diferente y pensaba que algún día podría ir, solo a escribir novelas de nuevos sucesos.

A muy pocos humanos les había dado un tipo de habilidades para crear un ejército cuando las cosas no funcionen como lo esperaban. Me lamenté aquella decisión, por ese motivo, cuando creaba nuevos seres les ponía una nueva base de pensamiento.

Tuve un hijo llamado Lucifer, el cual amaba y el amor era mutuo, al crear a los humanos él me dijo que no era necesario si ya lo tenía a él como mi hijo, él fue repitiendo todos los años las misma oración a la misma hora, en el mismo minuto... ya estaba harto de su discurso patético y sus celos egoístas. Me dolía ver a mi hijo criticando mis obras, lo castigué desterrándolo del cielo, para que sufra por sus palabras y se dé cuenta de su error. A mí me dolía dejar a mi hijo desterrado, pero así lo dispuse y así se realizó.

Al realizar el destierro también desterré a mi hermana, a ella la amaba, pero ella parecía que no a mí, siempre discutiendo, peleando y armando planteos contra mí. Así que también la fui dejando en ese sitio, donde yo había creado mi venganza, si es que así podía llamarlo... lo llame infierno.

El infierno no es como todos lo describen bueno... antes no lo era. El es frío, helado y con mucha oscuridad para variar. Ahora es calor, putrefacción y un descuido para la humanidad, ya que todos los castigados logran salir por alguna razón. Luego que mi hermana menor logró salir todo cambio, ella se volvió oscuridad pura... y las cosas cambiaron radicalmente.

Al escuchar que se había ido, chasqueé mis dedos, haciendo que todos se olvidaran de Tamara, en ese momento, lucifer mi hijo empezó a darse cuenta de que ella tenía muchos tratos especiales, así que la obligó a dejar su reinado y la desterró hacia la tierra dejándola nacer nuevamente.

Tamara también olvido quien era, así que obedeció a mi hijo. Luego de un tiempo, escuché que ella recordó todo y al ver las plagas enviadas hacia la tierra, me di cuenta de que así era y que pronto llegaría el final.

El final de todo lo que conocemos estaba llegando, no había nada que hacer, solo aceptar lo que pasaría. No se sabía nada, se esperaba el final, pero yo no tenía ganas de luchar. Pensaba que ella debía hacer lo que tenía que hacer, dejaría que ella lo hiciera, pero le daría una lección que nunca podría olvidar.

Solo recordaba las últimas palabras que escuché de ella, y lo frío que fui al decirle: “Tamara, tú renacerás y verás tu dolor, una y otra y otra vez” la miré directamente a los ojos, esos ojos verdes oscuro que ella poseía, era tan oscura como aquellos ojos.

“En este mundo ya estoy muerta, y no renaceré” dijo ella con el ceño fruncido, tan fruncido que me dejaba en claro el enojo que corría por todo su cuerpo. “¡Jamás renaceré! Jamás lo haré” exclamó con todas sus fuerzas.

Me sorprendía que mi hermana me hablara de ese modo tan decidido, ella pensaba de un modo diferente. De cierto modo, era demasiado entusiasta, pero estaba repleta de malas intenciones. Lo sé, lo sabía y no lo quise creer en su momento.

“¿Eso crees?” Pregunté mirando sus ojos atentamente, mientras esperaba una respuesta salir de sus labios.

Tamara era un ser muy pensante, ella si no encontraba las palabras justas no respondía. Muchas conversaciones quedaban en nada cuando ella no respondía lo que deseaba.

“Si y por lo menos, de ese modo no veré como te ríes de mí”. Lo dijo tan relajada que no sentí absolutamente nada.

La verdad no me importó nada de lo que dijo, no me importó ni una de esas palabras. Ya sabía lo que iba hacer y lo que ella me decía, no me haría cambiar de opinión en lo absoluto. Ya tenía todo planeado, sabía que ella también.

Ya no había tiempo que perder, había que moverse rápido. No se podía dejar todo para el último segundo, no sabía cuando iba a atacar mi hermana, esperaba que ella se tomara su tiempo.

Miré la nada, pensé en todo. Sabía que mi hijo y hermana también estaban pensando seriamente en la nada y el todo. Aquello era algo que muy pocos seres comprendían, no los culpaba por no comprender, ya que la relación era confusa.

Estoy y estaba seguro de muchas cosas, no siempre me podía sentir tan desolado, suponía que la soledad no era mala, era… Es ese momento en el que puedes pensar y creer en ti, saber que puedes hacer cosas que posiblemente no podrías creer si estuvieras con otra persona a tu lado.

Muchas veces, las personas no creen en nada, piensan y no se adjudican lo que pondrían hacer. Me da lástima ver personas que no creen en sí mismas o que piensan que deberían no estar en ese mundo, la tierra. No puedo creer que se hagan de menos, me destroza por dentro saber que esas personas no quieren ver la realidad, ¡están vivos por algo, señores!, muchas veces, es difícil de hacerles comprender eso.

Hay cosas de la vida que me mantienen desamparado. Ya no sabía qué debería pensar, quiero mantenerme con un pensamiento positivo, pensar que esos seres podrán cambiar, pero creo que no u muy pocas lo harán.

Quiero ver a mi humanidad por última vez, me gustaría luchar por ellos, pero esas personas no tienen la culpa de nada y estaban sufriendo por todo lo que estaba sucediendo. Nada de eso era para ellos, todo era para cobrarme a mí, devolverme el dolor que causé.

Me mantuve parado observando como muchos de mis hijos morían en manos de los demonios de Lucifer, visualicé la muerte misma llegando por ellos, sabía que todos esos ángeles irían directo al vacío, mientras que los demonios, se irían directo al purgatorio.

No quería que todo esto siguiera así, nada de eso era justo, pero tenía que ver hasta donde podían llegar. Quería saber a lo que me enfrentaba, pero luego, no bajaría los brazos.

La puerta fue golpeada, así que dejé de pensar y me dirigí hacia ella para poder abrirla. Al hacerlo, me encontré con uno de mis hijos, Abel. Lo miré, estaba herido y no quería que nada malo le ocurriera.

—¿Lucifer? —Le pregunté en la espera de una negación, pero no lo hizo.

Me miró fijamente a los ojos y cayó a mis pies, no dude en agacharme para curarlo, cuando lo hice, él abrió sus ojos y me miró directamente a los míos.

—Tamara está acabando con la humanidad, pero Lucifer a mis hermanos…

Saber que mis hijos y mis preciadas creaciones se estaban yendo, me destrozaba el corazón. Me hubiera gustado poder hacer algo, pero estaba negado.

—Lo sé, pero no puedo hacer nada.

—Usted es Dios, puede hacer todo —susurró Abel, nunca dejó de verme a los ojos.

—Exacto, pero no hacer nada, es hacer algo, hijo mío.

Pude notar la cara de Abel, estaba destrozado. No quería creer lo que le había confesado, pero era cierto, no haría nada y dejaría que ellos se cansen. De ese modo, sabrán que todo lo que hicieron no tenía sentido alguno.

Abel no dijo nada más y solo se fue, no se dio la vuelta para verme por última vez. Siguió su camino seguro de sí, caminó hasta que ya no lo pude ver. Sabía que daría todo por los seres humanos y por sus hermanos.

En ese preciso momento, me había dado cuenta que tendría que aprender un poco más de él. Era verdad, tenía que aprender de todos, hasta de los humanos. No lo sabía, hasta ese momento, cuando ese ángel se fue sabiendo que haría todo lo que esté en sus manos por cualquiera que lo necesite.

Yo ya no era así, pero debería volver a ver la realidad de otro modo.

© Byther Sarrafoglu,
книга «El ángel pecador».
El dolor o la felicidad?
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