La preparación
Castiel
En el cielo, (estado sellado: cerrado)
Dios entrenaba a todos los ángeles, había un ambiente de guerra. Todos mantenían sus esperanzas y deseaban acabar con la locura que se empezaba a cobrar almas. No era justo que Tamara quiera destruir todo por lo que una vez luchamos. Los ángeles ocupaban todos los sectores para prácticas, todos con su gracia podían matar a los demonios, estaban mejorados. Todo los estaban manteniendo con ferocidad, eran unos verdaderos guerreros.
Dios meditaba en su habitación, desde ahí se podía observar que tenía algo parecido a un pergamino en su mano derecha. Quería saber lo que aquello contenía, esperaba que fuera algo que nos ayudara a mantener la armonía en el mundo. Esperaba todo eso, quizás no era mucho, tenía la suficiente esperanza para ser yo mismo quien matara a Tamara.
—Disculpe, ¿qué es eso? —Pregunté inoportunamente, como era de costumbre, siempre hacía esas cosas cuando la vergüenza no acababa conmigo.
—Castiel, pasa. Es un pergamino, esto nos ayudara. Tiene siete sellos, si se rompen liberará a cuatro pestes... cuatro jinetes —me explicó mi padre con su tono de voz peculiar.
No quería eso, no quería que liberaran a otras plagas. Estaba seguro que ese sería el fin, no quedaría nada. La tierra por la cual luchábamos para que siga en pie, quedaría destruida por completo. No podía dejar que el fin comenzara y por nuestra culpa, no podía ver a los mundanos morir por nosotros.
Los mundanos no merecían nada de lo que estaba sucediendo, ellos no tenían la culpa de una batalla intrafamiliar, ellos eran seres alejados de todo eso, pero eran los que más perderían. No era justo, yo no lo veía justo.
—¿Será el fin de todo? —Volví a abrir la boca, pero esta vez, mi tono de voz era preocupante—. Padre, los mundanos no tienen la culpa de nada…
—Claro que sí —respondió con frialdad, nunca lo había escuchado hablar de ese modo en particular—. El primer sello ya fue roto y se acaba de liberar el primer jinete, mejor conocido como "la guerra", el hambre y la muerte serán los siguientes.
Sabía que los siguientes eran los peores, ellos no pensaban en nada, solo hacían lo que era ordenado por Dios. Todos se mantenían ajenos a la realidad que los acontece, solo creían en la realidad ordenada por mi padre.
Los mundanos creían en diferentes cosas, todos eran diferentes y eso los hacía únicos, pero los seres como nosotros…
Me hubiera gustado nacer como un mundano, crecer como uno, ser uno. Me tocó otra cosa, ser un ser celestial, no puedo criticar lo que soy, pero tenía un sueño, ser un simple mundano.
Hay muchas cosas que me hubieran gustado, pero no puedo seguir desprendiéndome de las ramas, necesito contar la historia. Mantenerme en tan solo una rama, mi rama, mi historia.
Cerré los ojos al oír algo extraño, lo observé y me sorprendí. Miré a mi padre, esperaba que él también viera lo que yo estaba viendo. Nunca había visualizado algo tan perfecto y tenebroso.
Estaba seguro que ya no habría vuelta atrás, lo que estaba viendo, era el inicio del fin.
—Cuando abrió el primer sello, oí al ser viviente que decía: "Ven". Entonces, salió un caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande. El primer sello lo abrió Lucifer. Él tiene la espada —susurré explicando todo lo visto.
Mi padre cerró los ojos y se desvaneció.
Me quedé quieto y esperé una orden.
—El primer sello fue abierto, hermanos —informé, sabía que Dios no lo haría.
Todos los ángeles entraron en una especie de trance, no podían creer en mis palabras y no los culpo, yo tampoco creería en lo que estaba diciendo. Llegar de la nada y decir algo como eso dejaría a muchos de ese modo.
—¿Cómo puedes saber eso, Castiel? —Preguntó una de mis hermanas.
La miré, caminé hacia ella y me quedé a su lado. Le dediqué una pequeña sonrisa ladina y supe que era tiempo de decir todo lo que ellos no sabían.
—Nuestro padre me lo ha… —fruncí el ceño al saber que yo era el que había visualizado todo—, yo lo he visto, el primer sello fue abierto y consigo todo lo que conlleva el hecho de haberlo hecho.
Helena me miró con el ceño fruncido, ella no deseaba creer en lo que le estaba diciendo. Tenía un rostro de terror en su mirada, en todo su ser. Mi rostro se le asemejaba bastante.
—Lucifer… —Susurró.
No hice más nada que asentir ante su deducción. Estaba en lo cierto, ella tenía mucho más claro lo que le estaba contando, era uno de los ángeles más longevo.
—Hay que mantenernos alerta —interrumpió el silencio otro ángel.
—Así es, Lucifer puede estar haciendo cualquier cosa —respondió Helena.
No dije nada, me quedé allí parado. Observaba todo con detenimiento, la organización con la que mis hermanos se mantenían dejaba en claro que yo aún tenía cosas que aprender. No era nada malo, pero me hubiera gustado poder estar a su altura, lograr lo que ellos.
—En cualquier momento comenzara…
(...)
Lucifer
En el infierno, (Estado sellado: cerrado)
Me encontraba preparando la guerra. Tenía todo cubierto, estaba seguro de los resultados maravillosos que tendría al hacer la jugada. Todo estaba saliendo de acuerdo al plan, pensaba que nada malo podría suceder. Estaba todo planeado y se llevaba a cabo con simpleza, realmente, pensaba y pensaba, pero sabía que nada malo sucedería.
Mi padre enviaba tropas celestiales contra el infierno, él estaba seguro que nosotros caeríamos en desgracia, pero en ese momento, yo pensaba con seriedad que ellos serían los que caerían. El cielo ardería en llamas y no por mi culpa, lamentablemente, mi tía, Tamara, se me había adelantado. Así era ella.
La oscuridad, siempre fue mucho más adelantada que otros seres. Al ser hermana de Dios, se suponía que debía ser capaz de mantener una igualación con él y sí, ella posee una sabiduría majestuosa. Creo que mi tía ha sido el único ser que logró pisar diferentes mundos, dimensiones y demás.
Observé como uno de mis demonios se acercaba a mí, por supuesto, mantenía la distancia personal. Él no era nada a mi lado y yo no dudaba en dejárselo claro si tenía que hacerlo. Abriría la boca solo para dejarle en claro cual es su lugar, muchas veces, estos demonios olvidan que yo soy su rey, pero con un par de palabras debían recordar su funcionamiento.
Un suspiro sonoro salió de mis labios, en el momento que el demonio guardaba silencio y solo estaba allí parado, observando, vigilando. Millones de preguntas invadieron mi mente, no sabía si mi padre estaba haciendo esto o realmente ese demonio era un completo idiota.
Cada día me daba cuenta que los demonios estaban perdiendo su poder, eran cada vez más humanos, tenían algo que los volvía estúpidos. Yo no comprendía lo que estaba haciendo con estos seres insuficientes.
Como el demonio no abrió la boca, decidí que yo lo haría, así que me di vuelta, miré la nada e hice una mueca con mis labios. Pensé con seriedad lo que diría, no supe como afrontar el silencio catastrófico.
—Yo consigno que vendrá "guerra o rumores de guerra", como dice Dios. Y añado más diciendo que esto "es el comienzo de los dolores", pero "aún no es el fin". "Jamás hasta ahora se había visto en el mundo la guerra como institución permanente de toda la humanidad". Y ya advierto que viendo dos guerras mundiales, parece como si el mundo se preparase para una tercera.
Me sentí poeta en ese instante, no dude ni un segundo en decir aquellas palabras, solo salieron de mi boca con la simple idea de causar miedo, temor y que de ese modo pueda ganar dentro de mis pensamientos; estos estaban exteriorizados, así que cualquier demonio sabría lo que pensé.
—Mi Lord, el tiempo está llegando —por fin el silencio del demonio llegó a su fin.
Giré, lo miré e hice una mueca de frustración ante el comentario redundante del demonio.
—¿Ya tienen a mis súbitos? —Pregunté alzando una ceja, aquello me recordó a un ángel del señor, creo que su nombre era Castiel.
—Sí... mi Lord, son nuevos en esto y habría que enseñarles —comentó este esperando que yo le dé una respuesta con respecto al entrenamiento.
No había mucho tiempo para entrenar a un grupo importante de súbditos, por eso, había pedido seres capaces de hacer lo que les pedía sin tener que enseñarles nada. Se supone que ellos ya deberían saberlo.
—Muy bien... Los necesito en dentro de unas 45 horas —le di un tiempo prudente.
—Mi Lord... eso es imposible.
Solté una carcajada en el momento que escuché su negación. Me estaba diciendo que algo era imposible, claro que no, todo es posible.
—¿Subestimas mi palabra? —Subí el tono de mi voz.
—No claro que no señor...
—Mírame a los ojos —Le agarré su cara—. ¡Que me mires...
Me miró directamente a los ojos.
—Señor, yo no quise ofenderlo.
—Mocoso insolente —Lo agarré de las orejas y lo llevé a una habitación, agarré una caja y quité una espada de ella.
Observé la cara de infarto que poseía el demonio. Seguro estaba pensando que con esa espada le cortaría el cuello, no estaría nada más. Es más, eso sería perfecto, un pequeño sacrificio nos daría la oportunidad de ganar tiempo y poder.
—¿Qué hará con eso mi Lord? —Preguntó comenzando a retroceder.
Negué con la cabeza al ver que cada vez se estaba alejando de mí.
—¿Usted qué creé? —Lo agarré del cuello y con la espada lo decapité—. En estos tiempos, solo se necesita confianza... y mira lo que sucede…
Agarré su cabeza con ambas manos, no podía arriesgarme a que se caiga y la coloqué dentro de una caja, más específicamente, la caja donde había sacado la espada hace, un tiempo atrás.
Me quité los residuos de sangre de mi vestimenta y piel, nuevamente, estaba como nuevo.
(...)
En la tierra
Los ángeles y demonios bajaban a atacarse ahí. Todo se estaba poniendo oscuro, parecía que los demonios ganarían esta batalla... realmente, no se podía creer. Aquello era una noticia que devastaría a todos los creyentes; era el fin de los tiempos, ya estaba presente.
Por las calles más lejanas de la ciudad, allí, en la oscuridad, había muchas alas pegadas en el suelo, como también había humos negros abundando en la búsqueda de un cuerpo al cual poseer. No solo los demonios querían encontrar un envase, los ángeles también necesitaban uno para poder estar en la tierra.
Todo parecía demostrar que el mundo acabaría en un par de minutos, ya no había nada que hacer para poder sobrevivir. Los seres humanos no comprendían nada de lo que estaba ocurriendo en ese preciso instante, no había modo de encontrar paz. Nadie merecía morir, pero esa guerra ya había se había cobrado varios seres.
Habían llegado noticias de que Tamara suspendió su venganza, por ahora, y eso les daba tiempo para crear un plan de respaldo y contraatacar. Quizás había manera de sobrevivir, quizás los seres humanos no estaban del todo olvidados. No se sabía lo que iba a ocurrir, solo se tenía presente el sobrevivir.
La esperanza era lo único que mantenía a los seres humanos vivos, los pocos que quedaban de pie y sin ser poseídos por seres sobrenaturales. En la posesión, los demonios corrían mucha más suerte, ya que ellos no necesitaban que la persona los dejara entrar en su cuerpo, ellos simplemente se metían.
Seguramente, Dios llevaría a las almas perdidas al cielo, después de todos, esas personas se lo habían merecido. Ellos no sabían el papel importante que estaban jugando, solo hacían lo que sus amos le mandaban, ya no tenían el control de sus cuerpos, solo podían ver y sentir, pero nada más. Ya era imposible que se negaran, no había modo de acabar con vida.
El cielo que estas personas se habían ganado, sería mejor que cualquier otro cielo creado.
Rubby
Mientras tanto en la escuela, empecé a investigar acerca de los hechos ocurridos anteriormente con la tierra, todo parecía estar de cabeza. Entré a un computador de la biblioteca. Esperaba que al buscar en internet las noticias me ayudarían a encontrar una respuesta, por lo menos, me daría una pequeña porción de información.
Estaba segura de una cosa, mis cuatro amigas sabían lo que estaba sucediendo. Julieta, Sandra, Cecilia y Luciana lo sabían, había algo en mi interior que me hacía dudar de mí misma y de mis pensamientos. Las cosas se estaban complicadas, pero aún así, yo solo quería saber la respuesta a mis preguntas.
Seguí buscando información, pero la red falló y me dejó tirada. No había señal, ya no había como buscar datos. Quería respuestas y en ese momento, se me hacía imposible. Busqué con la mirada a alguien para que me ayude, pero no había nadie en la biblioteca. No me sorprendía, ese lugar era uno de los menos poblados de la institución.
A lo lejos, se asomó una persona, eso era muy extraño, pero no dude en seguir con lo mío. No presté atención, hasta que la persona vino a mí. Lo miré a los ojos, estaban negros, como los de mi sueño. Alcé ambas cejas y traté de empujarlo, pero la persona me aferró a ella y de ese modo abrió la boca, un humo negro y espeso salió de allí. Cuando vi a la persona caer y ese humo querer entrar en mí, salí corriendo; el humo era mucho más rápido y me alcanzó, pero no logró ingresar dentro de mí.
—¿Qué rayos? —Pregunté para mí misma, ya que la persona no me podía responder.
El humo ingresó de nueva cuenta en el cuerpo de ese hombre, en un instante, estaba frente a mí. Lo observé y esperé que haga su pregunta, sabía que tenía una por el modo en que me recorría con su mirada oscura.
—¿Quién eres? —Preguntó con una ceja alzada.
—Rubby Ebay… —Respondí, pero el hombre ya no estaba.
En el cielo, (estado sellado: cerrado)
Dios entrenaba a todos los ángeles, había un ambiente de guerra. Todos mantenían sus esperanzas y deseaban acabar con la locura que se empezaba a cobrar almas. No era justo que Tamara quiera destruir todo por lo que una vez luchamos. Los ángeles ocupaban todos los sectores para prácticas, todos con su gracia podían matar a los demonios, estaban mejorados. Todo los estaban manteniendo con ferocidad, eran unos verdaderos guerreros.
Dios meditaba en su habitación, desde ahí se podía observar que tenía algo parecido a un pergamino en su mano derecha. Quería saber lo que aquello contenía, esperaba que fuera algo que nos ayudara a mantener la armonía en el mundo. Esperaba todo eso, quizás no era mucho, tenía la suficiente esperanza para ser yo mismo quien matara a Tamara.
—Disculpe, ¿qué es eso? —Pregunté inoportunamente, como era de costumbre, siempre hacía esas cosas cuando la vergüenza no acababa conmigo.
—Castiel, pasa. Es un pergamino, esto nos ayudara. Tiene siete sellos, si se rompen liberará a cuatro pestes... cuatro jinetes —me explicó mi padre con su tono de voz peculiar.
No quería eso, no quería que liberaran a otras plagas. Estaba seguro que ese sería el fin, no quedaría nada. La tierra por la cual luchábamos para que siga en pie, quedaría destruida por completo. No podía dejar que el fin comenzara y por nuestra culpa, no podía ver a los mundanos morir por nosotros.
Los mundanos no merecían nada de lo que estaba sucediendo, ellos no tenían la culpa de una batalla intrafamiliar, ellos eran seres alejados de todo eso, pero eran los que más perderían. No era justo, yo no lo veía justo.
—¿Será el fin de todo? —Volví a abrir la boca, pero esta vez, mi tono de voz era preocupante—. Padre, los mundanos no tienen la culpa de nada…
—Claro que sí —respondió con frialdad, nunca lo había escuchado hablar de ese modo en particular—. El primer sello ya fue roto y se acaba de liberar el primer jinete, mejor conocido como "la guerra", el hambre y la muerte serán los siguientes.
Sabía que los siguientes eran los peores, ellos no pensaban en nada, solo hacían lo que era ordenado por Dios. Todos se mantenían ajenos a la realidad que los acontece, solo creían en la realidad ordenada por mi padre.
Los mundanos creían en diferentes cosas, todos eran diferentes y eso los hacía únicos, pero los seres como nosotros…
Me hubiera gustado nacer como un mundano, crecer como uno, ser uno. Me tocó otra cosa, ser un ser celestial, no puedo criticar lo que soy, pero tenía un sueño, ser un simple mundano.
Hay muchas cosas que me hubieran gustado, pero no puedo seguir desprendiéndome de las ramas, necesito contar la historia. Mantenerme en tan solo una rama, mi rama, mi historia.
Cerré los ojos al oír algo extraño, lo observé y me sorprendí. Miré a mi padre, esperaba que él también viera lo que yo estaba viendo. Nunca había visualizado algo tan perfecto y tenebroso.
Estaba seguro que ya no habría vuelta atrás, lo que estaba viendo, era el inicio del fin.
—Cuando abrió el primer sello, oí al ser viviente que decía: "Ven". Entonces, salió un caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande. El primer sello lo abrió Lucifer. Él tiene la espada —susurré explicando todo lo visto.
Mi padre cerró los ojos y se desvaneció.
Me quedé quieto y esperé una orden.
—El primer sello fue abierto, hermanos —informé, sabía que Dios no lo haría.
Todos los ángeles entraron en una especie de trance, no podían creer en mis palabras y no los culpo, yo tampoco creería en lo que estaba diciendo. Llegar de la nada y decir algo como eso dejaría a muchos de ese modo.
—¿Cómo puedes saber eso, Castiel? —Preguntó una de mis hermanas.
La miré, caminé hacia ella y me quedé a su lado. Le dediqué una pequeña sonrisa ladina y supe que era tiempo de decir todo lo que ellos no sabían.
—Nuestro padre me lo ha… —fruncí el ceño al saber que yo era el que había visualizado todo—, yo lo he visto, el primer sello fue abierto y consigo todo lo que conlleva el hecho de haberlo hecho.
Helena me miró con el ceño fruncido, ella no deseaba creer en lo que le estaba diciendo. Tenía un rostro de terror en su mirada, en todo su ser. Mi rostro se le asemejaba bastante.
—Lucifer… —Susurró.
No hice más nada que asentir ante su deducción. Estaba en lo cierto, ella tenía mucho más claro lo que le estaba contando, era uno de los ángeles más longevo.
—Hay que mantenernos alerta —interrumpió el silencio otro ángel.
—Así es, Lucifer puede estar haciendo cualquier cosa —respondió Helena.
No dije nada, me quedé allí parado. Observaba todo con detenimiento, la organización con la que mis hermanos se mantenían dejaba en claro que yo aún tenía cosas que aprender. No era nada malo, pero me hubiera gustado poder estar a su altura, lograr lo que ellos.
—En cualquier momento comenzara…
(...)
Lucifer
En el infierno, (Estado sellado: cerrado)
Me encontraba preparando la guerra. Tenía todo cubierto, estaba seguro de los resultados maravillosos que tendría al hacer la jugada. Todo estaba saliendo de acuerdo al plan, pensaba que nada malo podría suceder. Estaba todo planeado y se llevaba a cabo con simpleza, realmente, pensaba y pensaba, pero sabía que nada malo sucedería.
Mi padre enviaba tropas celestiales contra el infierno, él estaba seguro que nosotros caeríamos en desgracia, pero en ese momento, yo pensaba con seriedad que ellos serían los que caerían. El cielo ardería en llamas y no por mi culpa, lamentablemente, mi tía, Tamara, se me había adelantado. Así era ella.
La oscuridad, siempre fue mucho más adelantada que otros seres. Al ser hermana de Dios, se suponía que debía ser capaz de mantener una igualación con él y sí, ella posee una sabiduría majestuosa. Creo que mi tía ha sido el único ser que logró pisar diferentes mundos, dimensiones y demás.
Observé como uno de mis demonios se acercaba a mí, por supuesto, mantenía la distancia personal. Él no era nada a mi lado y yo no dudaba en dejárselo claro si tenía que hacerlo. Abriría la boca solo para dejarle en claro cual es su lugar, muchas veces, estos demonios olvidan que yo soy su rey, pero con un par de palabras debían recordar su funcionamiento.
Un suspiro sonoro salió de mis labios, en el momento que el demonio guardaba silencio y solo estaba allí parado, observando, vigilando. Millones de preguntas invadieron mi mente, no sabía si mi padre estaba haciendo esto o realmente ese demonio era un completo idiota.
Cada día me daba cuenta que los demonios estaban perdiendo su poder, eran cada vez más humanos, tenían algo que los volvía estúpidos. Yo no comprendía lo que estaba haciendo con estos seres insuficientes.
Como el demonio no abrió la boca, decidí que yo lo haría, así que me di vuelta, miré la nada e hice una mueca con mis labios. Pensé con seriedad lo que diría, no supe como afrontar el silencio catastrófico.
—Yo consigno que vendrá "guerra o rumores de guerra", como dice Dios. Y añado más diciendo que esto "es el comienzo de los dolores", pero "aún no es el fin". "Jamás hasta ahora se había visto en el mundo la guerra como institución permanente de toda la humanidad". Y ya advierto que viendo dos guerras mundiales, parece como si el mundo se preparase para una tercera.
Me sentí poeta en ese instante, no dude ni un segundo en decir aquellas palabras, solo salieron de mi boca con la simple idea de causar miedo, temor y que de ese modo pueda ganar dentro de mis pensamientos; estos estaban exteriorizados, así que cualquier demonio sabría lo que pensé.
—Mi Lord, el tiempo está llegando —por fin el silencio del demonio llegó a su fin.
Giré, lo miré e hice una mueca de frustración ante el comentario redundante del demonio.
—¿Ya tienen a mis súbitos? —Pregunté alzando una ceja, aquello me recordó a un ángel del señor, creo que su nombre era Castiel.
—Sí... mi Lord, son nuevos en esto y habría que enseñarles —comentó este esperando que yo le dé una respuesta con respecto al entrenamiento.
No había mucho tiempo para entrenar a un grupo importante de súbditos, por eso, había pedido seres capaces de hacer lo que les pedía sin tener que enseñarles nada. Se supone que ellos ya deberían saberlo.
—Muy bien... Los necesito en dentro de unas 45 horas —le di un tiempo prudente.
—Mi Lord... eso es imposible.
Solté una carcajada en el momento que escuché su negación. Me estaba diciendo que algo era imposible, claro que no, todo es posible.
—¿Subestimas mi palabra? —Subí el tono de mi voz.
—No claro que no señor...
—Mírame a los ojos —Le agarré su cara—. ¡Que me mires...
Me miró directamente a los ojos.
—Señor, yo no quise ofenderlo.
—Mocoso insolente —Lo agarré de las orejas y lo llevé a una habitación, agarré una caja y quité una espada de ella.
Observé la cara de infarto que poseía el demonio. Seguro estaba pensando que con esa espada le cortaría el cuello, no estaría nada más. Es más, eso sería perfecto, un pequeño sacrificio nos daría la oportunidad de ganar tiempo y poder.
—¿Qué hará con eso mi Lord? —Preguntó comenzando a retroceder.
Negué con la cabeza al ver que cada vez se estaba alejando de mí.
—¿Usted qué creé? —Lo agarré del cuello y con la espada lo decapité—. En estos tiempos, solo se necesita confianza... y mira lo que sucede…
Agarré su cabeza con ambas manos, no podía arriesgarme a que se caiga y la coloqué dentro de una caja, más específicamente, la caja donde había sacado la espada hace, un tiempo atrás.
Me quité los residuos de sangre de mi vestimenta y piel, nuevamente, estaba como nuevo.
(...)
En la tierra
Los ángeles y demonios bajaban a atacarse ahí. Todo se estaba poniendo oscuro, parecía que los demonios ganarían esta batalla... realmente, no se podía creer. Aquello era una noticia que devastaría a todos los creyentes; era el fin de los tiempos, ya estaba presente.
Por las calles más lejanas de la ciudad, allí, en la oscuridad, había muchas alas pegadas en el suelo, como también había humos negros abundando en la búsqueda de un cuerpo al cual poseer. No solo los demonios querían encontrar un envase, los ángeles también necesitaban uno para poder estar en la tierra.
Todo parecía demostrar que el mundo acabaría en un par de minutos, ya no había nada que hacer para poder sobrevivir. Los seres humanos no comprendían nada de lo que estaba ocurriendo en ese preciso instante, no había modo de encontrar paz. Nadie merecía morir, pero esa guerra ya había se había cobrado varios seres.
Habían llegado noticias de que Tamara suspendió su venganza, por ahora, y eso les daba tiempo para crear un plan de respaldo y contraatacar. Quizás había manera de sobrevivir, quizás los seres humanos no estaban del todo olvidados. No se sabía lo que iba a ocurrir, solo se tenía presente el sobrevivir.
La esperanza era lo único que mantenía a los seres humanos vivos, los pocos que quedaban de pie y sin ser poseídos por seres sobrenaturales. En la posesión, los demonios corrían mucha más suerte, ya que ellos no necesitaban que la persona los dejara entrar en su cuerpo, ellos simplemente se metían.
Seguramente, Dios llevaría a las almas perdidas al cielo, después de todos, esas personas se lo habían merecido. Ellos no sabían el papel importante que estaban jugando, solo hacían lo que sus amos le mandaban, ya no tenían el control de sus cuerpos, solo podían ver y sentir, pero nada más. Ya era imposible que se negaran, no había modo de acabar con vida.
El cielo que estas personas se habían ganado, sería mejor que cualquier otro cielo creado.
Rubby
Mientras tanto en la escuela, empecé a investigar acerca de los hechos ocurridos anteriormente con la tierra, todo parecía estar de cabeza. Entré a un computador de la biblioteca. Esperaba que al buscar en internet las noticias me ayudarían a encontrar una respuesta, por lo menos, me daría una pequeña porción de información.
Estaba segura de una cosa, mis cuatro amigas sabían lo que estaba sucediendo. Julieta, Sandra, Cecilia y Luciana lo sabían, había algo en mi interior que me hacía dudar de mí misma y de mis pensamientos. Las cosas se estaban complicadas, pero aún así, yo solo quería saber la respuesta a mis preguntas.
Seguí buscando información, pero la red falló y me dejó tirada. No había señal, ya no había como buscar datos. Quería respuestas y en ese momento, se me hacía imposible. Busqué con la mirada a alguien para que me ayude, pero no había nadie en la biblioteca. No me sorprendía, ese lugar era uno de los menos poblados de la institución.
A lo lejos, se asomó una persona, eso era muy extraño, pero no dude en seguir con lo mío. No presté atención, hasta que la persona vino a mí. Lo miré a los ojos, estaban negros, como los de mi sueño. Alcé ambas cejas y traté de empujarlo, pero la persona me aferró a ella y de ese modo abrió la boca, un humo negro y espeso salió de allí. Cuando vi a la persona caer y ese humo querer entrar en mí, salí corriendo; el humo era mucho más rápido y me alcanzó, pero no logró ingresar dentro de mí.
—¿Qué rayos? —Pregunté para mí misma, ya que la persona no me podía responder.
El humo ingresó de nueva cuenta en el cuerpo de ese hombre, en un instante, estaba frente a mí. Lo observé y esperé que haga su pregunta, sabía que tenía una por el modo en que me recorría con su mirada oscura.
—¿Quién eres? —Preguntó con una ceja alzada.
—Rubby Ebay… —Respondí, pero el hombre ya no estaba.
Коментарі