Sinopsis
Prólogo
Ángel guardián
La preparación
Los mejores momentos
Por qué Dios me envió a la tierra
Lo que soy
La extraña joven
La segunda plaga
Mi familia
Mi historia
La preparación
El Génesis
El dolor o la felicidad?
El rostro borrado (primera parte)
El rostro borrado (segunda parte)
La amenaza
Presagio
Una tarde en la vida de la Muerte
El mundo dividido en dos
El recuerdo que jamás olvidaré
La oportunidad
El fin es solo el comienzo
Epílogo
La segunda plaga
Castiel


No sentía nada, todo estaba de acuerdo con lo sucedido. Mi cuerpo seguía en el suelo de ese lugar, estaba allí y podía sentir todo, pero no hacer nada. Me resultaba extraño sentir, pero no actuar. El no poder hacer nada era patético para mí. Yo siempre encontraba en modo de hacer algo y en ese momento, no había nada que pueda hacer; solo estaba ahí, sin hacer ni un simple movimiento, cualquiera de estos podría alterar por completo el destino ya escrito.

No había tiempo para que escriban un nuevo destino, no solo el mío, muchas personas habían sufrido aquel ataque de Tamara. Esperaba que los mundanos se hayan salvado, sabía que la mujer ya había fallecido, pero ella no es la única en la tierra; los humanos aún tienen posibilidades para seguir viviendo. Esos seres son los más optimistas que he conocido, a muchos, no los he conocido, pero eso no me parecía importante. Necesitaba que todos estén con vida. Ellos no merecían morir por una venganza.

Desperté en el suelo, estaba frío, muy frío y todo el lugar tenía una fragancia horrible; la putrefacción del aire me estaba desanimando. Me levanté, por ese olor putrefacto, me limpié inmediatamente las manos sucias y todo estaba cubierto por esa neblina, cada vez me sentía peor. La maldad se estaba apoderando de todo mí ser, del ser de todos los que absorbieron la oscuridad de Tamara.

Las historias que se contaban de la Oscuridad, sin duda, quedaban cortas con la descripción de Tamara y con todo lo que podía hacer. Comprendo que los escribas de Dios no la conocían, pero debían darle un poco más de crédito, después de todo, ella es la hermana de Dios. Yo fui tonto al creer en las escrituras, tendría que haberle dado el crédito que merecía, pero no la conocía, solo de lo ya escrito.

Las cosas que estaba visualizando, no eran nada que ver con lo que había leído de ella. Nunca me había imaginado tal atrocidad. Me hubiera gustado saber la verdad que esconde tanta venganza hacia mi padre.

Traté de dibujar con mi sangre el símbolo que me llevaría nuevamente al cielo, pero de la nada apareció Tamara. No esperaba que ella se presentara luego de haber hecho lo que hizo. No esperaba nada de todo esto, pero lo que menos comprendía era la razón por la cual aún sigo vivo y ella no me había asesinado.

La oscuridad me tomó de las manos y me dijo—: Hola, Castiel, tú no te irás tan fácilmente de mis manos. Me gustaría que estés en mis manos por un largo tiempo, muy largo —Con un tono de lujuria en su voz me habló de ese modo tan peculiar—. Vos estarás junto a mí y verás a tú papá morir en mis manos. Será muy divertido, demasiado, ya que luego no podrás matarme, nadie puede.

Definitivamente, no esperaba oír nada de eso. No comprendía los actos que ella llevaba a cabo, no sabía lo que debía esperar de esta mujer. No quería pensar de un modo trágico, no esperaba que la vida me respondiera con seguridad lo que yo esperaba.

Había muchas cosas que sorprendían a la humanidad, pero sabía que yo no era parte de la humanidad, no era uno de ellos, pero de igual manera Tamara me sorprendía. Los ángeles no se sorprendían, pero yo era la prueba viviente de que eso era incorrecto.

No podía decirle nada, ya que el miedo me aturdía; eso era parte de la neblina de la mujer. El poder que ella poseía dejaba a todos estúpidos. Se volvían lo que ella quería, solo Tamara podía detener el proceso de la neblina y sabía que eso no lo haría.

De la nada, aparecemos en un sitio que jamás había estado, un lugar muy bonito con un césped verde y flores de muchos colores y tamaños; el sol pegaba muy fuerte en cada rincón del lugar. Era algo maravilloso de ver, pero no tenía demasiada fuerza para mantenerme de pie. Quería recorrer el lugar.

Traté de sanarme, pero fue imposible, solo ella podía hacerlo.

—¿Te gusta este lugar, Castiel? —Me preguntó ella con una sonrisa amplia en su rostro. En ningún momento soltó mis manos, las tenía como si fueran un gran tesoro.

Estaba completamente sorprendido por las acciones de la joven, no esperaba que hiciera esas cosas. Pensaba que ella no podría sostener unas manos, supongo que he pensado mal. Ahora preguntas surgían en mi mente, ya que no sabía si había pensado mal sobre otras cosas. No tengo idea de muchas cosas, pero quiero descubrirlas.

—Sí, mucho. Es un lugar muy tranquilo y bonito... Me sorprende que me traigas a un lugar como este —respondí con seguridad, ya que realmente no podía creerlo.

Me miró directamente a los ojos y se río de un modo sarcástico.

—Entonces, aquí será —Alzó su mano al aire y sus ojos cambiaron a un gris blanco, su piel se volvió roja y de ella caía sangre, mucha sangre.

Ella se estaba volviendo más fuerte, no hacía mucho para que eso cambie, pero evolucionaba con el tiempo. No pasaba mucho, pero a medida que este pasaba ella evolucionaba mucho más. No podía dejar que ella siguiera volviéndose fuerte, debería de lograr todo lo contrario, pero no podía, ya que yo estaba demasiado débil.

No quería ser el centro de atención, pero ella lo era. Hacía todo lo que esperaba que hiciera, había otras cosas que realmente no esperaba que la oscuridad haga, pero ella las hacía. No podía hacer mucho, pero me mantuve cerca.

No quería que ese momento acabara, pero sabía que eso pasaría muy pronto. Ya no había mucho que hacer aquí, solo estábamos observando con detenimiento el lugar.

Me envió a mí casa, donde yo vivía en el tiempo en el que era un ángel guardián. No supe cómo es que ella sabía sobre ese lugar. Nadie sabía que me ocultaba allí en ese tiempo, pero al parecer, ella lo sabía todo de mí.

Me quedé quieto, esperaba que mi cuerpo se recuperara solo. Muchas veces me habían pasado cosas como esas y mi cuerpo se curaba solo. Tenía suerte de ser un ángel o ya eraría muerto hace mucho tiempo.

Salí de la casa porque escuché unos gritos de desesperación.

—Ayuda —Una joven gritaba, mientras su piel se consumía en llamas y la sangre le salía por todos lados.

Aquello que estaba viendo era catastrófico y casi irreal. No tenía idea, pero solo sabía que Tamara era la razón de aquella oscuridad. Esperaba poder salvar a esa mujer en llamas, esperaba mejorar lo que no había logrado con la mujer de la neblina.

Fui corriendo, vi que no era la única y entré rápidamente a la casa, otra de las tempestades de Tamara se estaba realizando. Me hubiera gustado poder ayudar a un mundano en aquellas circunstancias, pero me era imposible. Definitivamente, Tamara se estaba volviendo más fuerte.

Hice el símbolo con mi sangre, fui llevado directamente al cielo y vi como Dios miraba como todos se estaban muriendo, toda su creación estaba desapareciendo. Él solo miraba, no hacía nada, estaba allí esperando que un milagro pasara, pero él es el único que puede hacer que un milagro ocurra, pero no lo hace…

—¿No harás nada? —Le pregunté esperando que me lo negara. Me sorprendió la manera en la que le hable, por primera vez había perdido el miedo.

No tenía miedo, pero estaba furioso. No podía estar así con Dios, no podía enojarme con él, pero así era y no podía cambiar lo que sentía.

Lo miré a los ojos y negué.

—¿Qué puedo hacer, Castiel? —Me preguntó. Era evidente que no tenía idea de qué hacer.

—Bajar y matar a Tamara, ¿quizás? —Alcé una ceja sutilmente, mirando sus ojos atentamente, mientras esperaba que me dijera algo sabio.

Necesitaba escuchar sus sabias palabras, esas palabras que no muy pocas veces tenía el honor de oír. Quería que esta fuera la primera vez, quizás la última, pero necesitaba escuchar sus palabras llenas de sabiduría divina.

—No, ya lo he dicho... no la mataré. No puedo hacerlo —Se sinceró a mi lado.

Mi padre no quería ser parte de lo que ya era, pero no había manera de hacerle cambiar de opinión. Estos seres poderosos poseen aquello, no pueden ser cambiados por nada del mundo. Su opinión es una y no la cambiaran, no les importara morir en el intento, pero ellos querrán que lo que hayan dicho se cumpla paso a paso.

—Pero está acabando con toda la humanidad, está acabando con todo lo que has creado en su momento.

—Claro que no, esto recién empieza.

—¿Sabes qué sigue? —Le Pregunté.

—Solo ella lo sabe, lo que me gustaría saber es ¿por qué está haciendo esto?

—Ella... —Me quedé pensando por unos segundos—. No lo sé.

—Castiel, tengo que darte otra misión.

No esperaba escuchar eso, no esperaba una misión.

Las misiones de mi padre siempre eran distintas y tenían la cualidad de sorprender. Esta vez me daba mucha intriga saber la nueva misión. Ser un ángel con dos misiones, es algo nuevo. Nunca había oído de eso, pero sería el primero.

Noté que no le había dado una respuesta, eso no era correcto, así que supe que debía decirle algo al respecto. Lo hice del modo más cortes posible.

—Claro ¿cuál? —Pregunté con una pequeña sonrisa ladina sobre mis labios.

Esperé el tiempo necesario para que Él me respondiera, estaba callado y no me respondía. Ese momento era demasiado incómodo. No sabía qué hacer con respecto a la situación, sabía que apurarlo no sería la mejor opción, así que solo esperé hasta que Dios decidiera responderme. Había tiempo, eso esperaba.

—Serás mí informador acerca de Tamara, te necesito, Castiel. Ella tiene una conexión especial contigo —decidió responderme de un modo bastante peculiar, no lo esperaba.

—¿Yo? —Me quedé intrigado, «¿qué haría ahora con Rubby?», pensé—. ¿Pero y Rubby Ebay?

No podía dejar la misión de Rubby, ya me había comprometido con ella, tenía que ser su ángel guardián. La tarea de ángel guardián es una de las más complicadas en el cielo, ya que debes entablar una relación con el mundano que te toque y cuando esta persona se muere cuesta mucho volver a tomar uno nuevo.

—También.

Lo pensé por un instante, pero cuando supe que seguiría con cuidando a Rubby, acepté sin mirar atrás. Lo sabía, estaba haciendo lo correcto.

Miré a mi padre directamente a los ojos y asentí con la cabeza.

No había nada que cambiar, solo aceptar la realidad y era esa. Puede que fuera cruel, pero no se podía pasar de un extremo a otro. Esa era la verdad, me había dado cuenta que eso no existía, no había una.

—Acepto la misión.

Dios me envió nuevamente.

Por unos minutos, no me moví, no hice nada y solo me acosté en la cama a esperar el tiempo que él me había ordenado. No sabía el tiempo que podría llevarme.

© Byther Sarrafoglu,
книга «El ángel pecador».
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