Capítulo 2
Mencionar el asunto a mis padres fue algo incómodo. En cuanto a mi padre particularmente, su reacción fue asombrarse. Naturalmente, nadie esperaba que Kelly Cromwell hiciera lo que hizo. De por sí, papá hacia menos de dos años había heredado de su padre una casa y alguna cantidad de dinero. Los bienes raíces, era un negocio en el que toda mi familia había estado involucrada. Poseían propiedades por toda Gran Bretaña. La familia de mamá no era rica pero su padre cuando murió le heredó algunas joyas, dinero y algunas pinturas. Así que esto de las herencias parecía haber sido tendencia en mi familia últimamente. En el fondo deseaba sentirme afortunada por lo que me sucedía pero estaba demasiado confundida, desorientada y desconcertada de estar en la mira de alguien como Kelly Cromwell. Quien a la par fue odiada y admirada. Papá decía que era una tacaña, que su mansión estaba embrujada, que ella era un monstruo y que no conocíamos su verdadera cara. De hecho esa historia la escuché durante toda mi vida, todos en la ciudad sabíamos quien era Kelly Cromwell y todos conocían Cromwell & Co, la compañía que presidía y todos sus productos cosméticos y misceláneos.
Mamá permaneció en silencio durante toda la reunión y eso me preocupó. Sin embargo, no la obligué a opinar. Bonnie nuestra regordeta e impertinente vecina si rompió el silencio y finalmente alguien habló.
—Pues si te ha heredado, tienes que respetar su buena voluntad. Tal vez nunca sepamos los verdaderos motivos que la han orillado a hacer este gesto tan noble de su parte, así que sé comedida Bella y acepta recatadamente lo que se te ha otorgado.
—Bonnie es que eso no es todo. —Me quejé— Me ha exigido que me case en una semana para recibir la herencia. Es la única condición.
—Pues hay aspectos que pueden ser hirientes para la dignidad de una mujer, pero que tiene que aceptar por el bienestar de otros y de sí misma.
—¡Bonnie...—Pronunció papá—No querrás orillar a nuestra hija a casarse y ser parte de este perverso juego!
—No considero que sea perverso.—Justificó Bonnie—Tal vez quiera indemnizar a nuestra sociedad por ser la causante del terror y las teorías conspirativas a las que nos sometieron durante tanto tiempo. Me parece justo.
—No estás consciente de a qué estaría expuesta nuestra hija después de recibir su fortuna. Podría ser una maldición.
—Y al casarme no podría divorciarme en al menos cuatro años.—Interrumpí.
—Estamos hablando de una cuantiosa fortuna que se triplicó al fallecer su tercer esposo...—Siguió Bonnie con los ojos entornados y sacudiendo sus pestañas.
—Quien murió en extrañas condiciones.—Replicó papá
—Y siguió creciendo en los años venideros.—Volvió a replicar ella.
—¡Basta!—Corté, conteniendo mi desesperación —Voy a pensarlo. Necesito saber que está pasando con todo esto en realidad. ¿Quien en su sano juicio le hereda a una desconocida toda su fortuna? Tiene que haber algún truco o alguna broma detrás de todo esto.
—Es demasiado sospechoso.—Pronunció papá—Tienes que admitirlo, Bonnie.
—Pamplinas. Tu hija es una joven afortunada. Eso es todo.
—Necesito estar sola. —Tomé mi bolso y las llaves que había dejado sobre la mesa y me dirigí hacia la puerta.
—¡No te atrevas a dejar pasar esta oportunidad, Bella!—Gritó Bonnie desde el comedor.
Papá y mamá me siguieron hasta la puerta.
—Bella—Me llamó mamá—Cualquier decisión que tomes estará bien. No le hagas caso a Bonnie. No te preocupes por nosotros. Haz lo que sea mejor para ti. Seas rica o no, te amamos y siempre querremos tu bienestar.
—Yo también los amo. —Apreté el pomo de la puerta y suspiré— Estoy muy confundida ahora, necesito pensar en esto y estar sola.
—Llamanos si nos necesitas.—Dijo papá.
—Está bien—Besé sus mejillas y los abracé—Lo haré.
Verme envuelta en toda esta situación me resultaba agobiante. Como dije no éramos ricos pero vivíamos felices y cómodos, yo estaba planteándome ampliar un poco mi negocio y llevarlo al próximo nivel. Amo lo que hago. Francamente no me imaginaba rodeada de lujos o teniendo que dirigir una compañía de cosméticos, perfumes y productos de cuidado de la piel. Eso no era lo mío. Y aunque Bonnie era amiga íntima de la familia no confiaba mucho en ella, no quería que saliera corriendo a divulgar que Kelly Cromwelll había fallecido y le había dejado toda su fortuna a una desconocida sin ninguna razón y que esa desconocida era yo. Además de estar en la penosa situación de tener que contraer matrimonio por razones de conveniencia, era demasiado para mí. Por otra parte la herencia, que por más esplendorosa que fuera su fortuna no valía la pena si ponía en riesgo mi integridad o alguna otra cosa.
Cuando llegue a casa tenía al menos diez mensajes y varias llamadas perdidas de Eleonor. Quien al parecer seguía preocupada por como me estaba preparando para mi cita con Daniel. Cuando en realidad lo que yo necesitaba era una buena asesoría legal y un repaso logístico de este asunto de herederos y testadores.
Estaba nerviosa debo admitirlo. El punto es que Daniel y yo habíamos sido buenos amigos pero yo sabía que todo era diferente, que no era el mismo joven que coleccionaba objetos raros, tocaba el bajo y era un poco indie. Habíamos crecido, ahora eramos unos adultos, no estábamos en el instituto y yo tenia que comportarme como tal.
Tocó a mi puerta a las ocho en punto. Yo me había arreglado solo un poco pero me sentí cómoda en jeans y un suéter. El vestía casi igual, jeans, camisa a cuadros con una franela blanca debajo y botas. Era verano y aunque la lluvia es un asunto común y cotidiano durante todo el año decidimos dar un simple paseo por la calle. Paseo que al principio fue silencioso e incómodo. Estaba avergonzada por la actitud de Eleanor pero Daniel la conocía perfectamente casi tanto como yo.
—Bonita casa. —Me dijo luego de apartarnos caminando por la calzada.
—Era de mi abuela.
—La recuerdo.
—¿La recuerdas?
—A tu abuela. Galletas de jengibre y mermelada de arándano.—Me sonrió
—Claro.—Sonreí sin poder evitarlo.
—No has cambiado nada, Bella. Es decir, estás más hermosa pero no has cambiado nada.
—Tu sí que has cambiado—Volví a mirarlo—Ayer casi no te reconocí con esa barba de varios días.
—Es parte de mi nuevo estilo.
Volví a sonreír, guardé mi manos en los bolsillos del suéter e intenté seguir su paso al caminar.
—¿Aún tocas?—Le pregunté
—Muy poco, he dejado la música para enfocarme en el trabajo.
—Arquitectura eh. ¿Algún proyecto interesante?
—Un edificio de apartamentos. Es el proyecto por el cual he regresado.
—Supongo que al término te volverás a ir.
Se detuvo y me miró con detenimiento. Hizo que me sonrojara.
—¿Qué?—Pregunté encogiendo un poco los hombros.
Meneó un poco la cabeza, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y siguió caminando.
—Bien.—Pronuncié casi imperceptiblemente.
—Quiero quedarme—Dijo luego de unos segundos—No tengo intenciones de marcharme.
Sonreí, no pude evitarlo.
Luego de caminar un par de calles se detuvo y anunció:
—Ya llegamos.
Señaló la cafetería con el pulgar y me extendió la otra mano.
—Ah, caminábamos en dirección a alguna parte después de todo. —Pronuncié entre dientes, lo suficientemente alto para que me escuchara.
—Las tartas de naranja y manzana. ¿Las recuerdas?
—Por supuesto—Respondí—Vengo aquí varias veces a la semana.
—¿Entramos?
—Claro.
Tomé su mano y abrió la puerta dejándome pasar. La cafetería estaba repleta de gente. Pero nos acomodamos en una pequeña mesa en el centro del salón. Kenzie, la mesera se acercó a nosotros desplazándose entre la gente con su cartilla de notas en la mano.
—Bella, Daniel. Que gusto verlos juntos.—Nos saludó—¿Lo mismo de siempre?
Miré a Daniel antes de responder.
—Si, Kenzie gracias, lo mismo de siempre.
Kenzie tomó nuestras ordenes y se dirigió hacia el mostrador.
—¿Alguna relación?
—¿Como dices?—Pregunté
—Tú, alguna relación.
—¿Crees que estaría aquí, contigo, si estuviese en una relación?
Me dedicó una amplia y luminosa sonrisa
—Claro, olvida por favor que he preguntado eso.
No es como si me hubiese enojado la pregunta, en realidad no tenia nada que decir. No había salido con nadie después de terminar la carrera. Consideré hacerle la misma pregunta pero guardé silencio. Realmente los dos conocíamos nuestro estado sentimental y no valía la pena hablar al respecto. Me sentí incómoda, pero conocer los detalles de su antigua relación era algo que no quería saber.
—¿Como está tu padre?—Pregunté cambiando el tema.
—Muy bien, tuvo un problema de salud. Pero ya está en perfectas condiciones.
—¿Y tu hermana?
—Está estudiando en Londres. Quiere ser médico.
—Me alegro mucho, era casi una niña la ultima vez que la vi.
—Ha crecido y mucho. Creo que esta haciendo las cosas bien. Ya no es tan malcriada.
Solté una ligera carcajada, no recordaba que fuera malcriada. Bonita, meticulosa y muy lista. Pero no malcriada.
—¿Estás viviendo con tu padre?
—No, cuando volví de Edimburgo renté un lugar. Con este proyecto podré ampliar la casa de mi padre y tal vez remodelarla. Solo estoy haciendo planes.
—Soy buena en diseño de interiores.
—Lo tendré en cuenta—Me ofreció una sonrisa franca y se volvió para mirar a Kenzie servir nuestros té y las tartas en la mesa—Gracias Kenzie.
Tomé mi taza con ambas manos, aún humeaba, y le di un sorbo.
—¿Por qué me has invitado a salir?—Le pregunté.
Se encogió de hombros...
—¿Por qué no lo haría?
Sonreí involuntariamente e intenté tragar, no pude, sentí una pequeña chispa encenderse en mi rostro. ¿Que debía decir a continuación?
No dije nada.
Tomé el tenedor y le di un pinchazo a la tarta de manzana. Estaba deliciosa, como siempre. Mastiqué despacio y le permití a mis ojos estudiarlo una vez más. Vaya, que había cambiado.
—¿No te molestaría salir conmigo mañana otra vez, verdad?—Preguntó
Me sacó de mi ensimismamiento, tosí y asentí en afirmación.
—Claro—Limpié mi boca con la servilleta y volví a asentir— Me encantaría.
—Podríamos desayunar
—Seguro.
Era inevitable no sentirme incómoda. En el pasado habríamos fluido bastante bien en una cálida conversación, hablando sobre nuestros gustos, el trabajo, los amigos que teníamos en común, recordando anécdotas divertidas y riendo sin parar. Porque eso es lo que solíamos hacer, nunca lo había visto tan callado y pensativo al mismo tiempo. Esta atmósfera incómoda nos envolvía y yo no sabía que decir... Como si todos los sentimientos estuviesen siendo contenidos esperando solo un pinchazo para que estallaran.
Volvimos a cruzar un par de palabras más, pedimos la cuenta y nos marchamos.
Habíamos caminado una calle, cuando una ráfaga de viento nos envolvió y enseguida las suaves gotas de lluvia empezaron a caer sobre nosotros.
—Oh, rayos—Solté
El se echó a reír, lo miré un poco enfadada y tomó mi mano en silencio apretándola con la suya.
Cuando llegamos a mi puerta la lluvia había cesado.
—Me gustó verte—Me dijo
—A mí también.
Se acercó a mí cortando la distancia que nos separaba, acarició mi mejilla y me besó.
Mamá permaneció en silencio durante toda la reunión y eso me preocupó. Sin embargo, no la obligué a opinar. Bonnie nuestra regordeta e impertinente vecina si rompió el silencio y finalmente alguien habló.
—Pues si te ha heredado, tienes que respetar su buena voluntad. Tal vez nunca sepamos los verdaderos motivos que la han orillado a hacer este gesto tan noble de su parte, así que sé comedida Bella y acepta recatadamente lo que se te ha otorgado.
—Bonnie es que eso no es todo. —Me quejé— Me ha exigido que me case en una semana para recibir la herencia. Es la única condición.
—Pues hay aspectos que pueden ser hirientes para la dignidad de una mujer, pero que tiene que aceptar por el bienestar de otros y de sí misma.
—¡Bonnie...—Pronunció papá—No querrás orillar a nuestra hija a casarse y ser parte de este perverso juego!
—No considero que sea perverso.—Justificó Bonnie—Tal vez quiera indemnizar a nuestra sociedad por ser la causante del terror y las teorías conspirativas a las que nos sometieron durante tanto tiempo. Me parece justo.
—No estás consciente de a qué estaría expuesta nuestra hija después de recibir su fortuna. Podría ser una maldición.
—Y al casarme no podría divorciarme en al menos cuatro años.—Interrumpí.
—Estamos hablando de una cuantiosa fortuna que se triplicó al fallecer su tercer esposo...—Siguió Bonnie con los ojos entornados y sacudiendo sus pestañas.
—Quien murió en extrañas condiciones.—Replicó papá
—Y siguió creciendo en los años venideros.—Volvió a replicar ella.
—¡Basta!—Corté, conteniendo mi desesperación —Voy a pensarlo. Necesito saber que está pasando con todo esto en realidad. ¿Quien en su sano juicio le hereda a una desconocida toda su fortuna? Tiene que haber algún truco o alguna broma detrás de todo esto.
—Es demasiado sospechoso.—Pronunció papá—Tienes que admitirlo, Bonnie.
—Pamplinas. Tu hija es una joven afortunada. Eso es todo.
—Necesito estar sola. —Tomé mi bolso y las llaves que había dejado sobre la mesa y me dirigí hacia la puerta.
—¡No te atrevas a dejar pasar esta oportunidad, Bella!—Gritó Bonnie desde el comedor.
Papá y mamá me siguieron hasta la puerta.
—Bella—Me llamó mamá—Cualquier decisión que tomes estará bien. No le hagas caso a Bonnie. No te preocupes por nosotros. Haz lo que sea mejor para ti. Seas rica o no, te amamos y siempre querremos tu bienestar.
—Yo también los amo. —Apreté el pomo de la puerta y suspiré— Estoy muy confundida ahora, necesito pensar en esto y estar sola.
—Llamanos si nos necesitas.—Dijo papá.
—Está bien—Besé sus mejillas y los abracé—Lo haré.
Verme envuelta en toda esta situación me resultaba agobiante. Como dije no éramos ricos pero vivíamos felices y cómodos, yo estaba planteándome ampliar un poco mi negocio y llevarlo al próximo nivel. Amo lo que hago. Francamente no me imaginaba rodeada de lujos o teniendo que dirigir una compañía de cosméticos, perfumes y productos de cuidado de la piel. Eso no era lo mío. Y aunque Bonnie era amiga íntima de la familia no confiaba mucho en ella, no quería que saliera corriendo a divulgar que Kelly Cromwelll había fallecido y le había dejado toda su fortuna a una desconocida sin ninguna razón y que esa desconocida era yo. Además de estar en la penosa situación de tener que contraer matrimonio por razones de conveniencia, era demasiado para mí. Por otra parte la herencia, que por más esplendorosa que fuera su fortuna no valía la pena si ponía en riesgo mi integridad o alguna otra cosa.
Cuando llegue a casa tenía al menos diez mensajes y varias llamadas perdidas de Eleonor. Quien al parecer seguía preocupada por como me estaba preparando para mi cita con Daniel. Cuando en realidad lo que yo necesitaba era una buena asesoría legal y un repaso logístico de este asunto de herederos y testadores.
Estaba nerviosa debo admitirlo. El punto es que Daniel y yo habíamos sido buenos amigos pero yo sabía que todo era diferente, que no era el mismo joven que coleccionaba objetos raros, tocaba el bajo y era un poco indie. Habíamos crecido, ahora eramos unos adultos, no estábamos en el instituto y yo tenia que comportarme como tal.
Tocó a mi puerta a las ocho en punto. Yo me había arreglado solo un poco pero me sentí cómoda en jeans y un suéter. El vestía casi igual, jeans, camisa a cuadros con una franela blanca debajo y botas. Era verano y aunque la lluvia es un asunto común y cotidiano durante todo el año decidimos dar un simple paseo por la calle. Paseo que al principio fue silencioso e incómodo. Estaba avergonzada por la actitud de Eleanor pero Daniel la conocía perfectamente casi tanto como yo.
—Bonita casa. —Me dijo luego de apartarnos caminando por la calzada.
—Era de mi abuela.
—La recuerdo.
—¿La recuerdas?
—A tu abuela. Galletas de jengibre y mermelada de arándano.—Me sonrió
—Claro.—Sonreí sin poder evitarlo.
—No has cambiado nada, Bella. Es decir, estás más hermosa pero no has cambiado nada.
—Tu sí que has cambiado—Volví a mirarlo—Ayer casi no te reconocí con esa barba de varios días.
—Es parte de mi nuevo estilo.
Volví a sonreír, guardé mi manos en los bolsillos del suéter e intenté seguir su paso al caminar.
—¿Aún tocas?—Le pregunté
—Muy poco, he dejado la música para enfocarme en el trabajo.
—Arquitectura eh. ¿Algún proyecto interesante?
—Un edificio de apartamentos. Es el proyecto por el cual he regresado.
—Supongo que al término te volverás a ir.
Se detuvo y me miró con detenimiento. Hizo que me sonrojara.
—¿Qué?—Pregunté encogiendo un poco los hombros.
Meneó un poco la cabeza, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y siguió caminando.
—Bien.—Pronuncié casi imperceptiblemente.
—Quiero quedarme—Dijo luego de unos segundos—No tengo intenciones de marcharme.
Sonreí, no pude evitarlo.
Luego de caminar un par de calles se detuvo y anunció:
—Ya llegamos.
Señaló la cafetería con el pulgar y me extendió la otra mano.
—Ah, caminábamos en dirección a alguna parte después de todo. —Pronuncié entre dientes, lo suficientemente alto para que me escuchara.
—Las tartas de naranja y manzana. ¿Las recuerdas?
—Por supuesto—Respondí—Vengo aquí varias veces a la semana.
—¿Entramos?
—Claro.
Tomé su mano y abrió la puerta dejándome pasar. La cafetería estaba repleta de gente. Pero nos acomodamos en una pequeña mesa en el centro del salón. Kenzie, la mesera se acercó a nosotros desplazándose entre la gente con su cartilla de notas en la mano.
—Bella, Daniel. Que gusto verlos juntos.—Nos saludó—¿Lo mismo de siempre?
Miré a Daniel antes de responder.
—Si, Kenzie gracias, lo mismo de siempre.
Kenzie tomó nuestras ordenes y se dirigió hacia el mostrador.
—¿Alguna relación?
—¿Como dices?—Pregunté
—Tú, alguna relación.
—¿Crees que estaría aquí, contigo, si estuviese en una relación?
Me dedicó una amplia y luminosa sonrisa
—Claro, olvida por favor que he preguntado eso.
No es como si me hubiese enojado la pregunta, en realidad no tenia nada que decir. No había salido con nadie después de terminar la carrera. Consideré hacerle la misma pregunta pero guardé silencio. Realmente los dos conocíamos nuestro estado sentimental y no valía la pena hablar al respecto. Me sentí incómoda, pero conocer los detalles de su antigua relación era algo que no quería saber.
—¿Como está tu padre?—Pregunté cambiando el tema.
—Muy bien, tuvo un problema de salud. Pero ya está en perfectas condiciones.
—¿Y tu hermana?
—Está estudiando en Londres. Quiere ser médico.
—Me alegro mucho, era casi una niña la ultima vez que la vi.
—Ha crecido y mucho. Creo que esta haciendo las cosas bien. Ya no es tan malcriada.
Solté una ligera carcajada, no recordaba que fuera malcriada. Bonita, meticulosa y muy lista. Pero no malcriada.
—¿Estás viviendo con tu padre?
—No, cuando volví de Edimburgo renté un lugar. Con este proyecto podré ampliar la casa de mi padre y tal vez remodelarla. Solo estoy haciendo planes.
—Soy buena en diseño de interiores.
—Lo tendré en cuenta—Me ofreció una sonrisa franca y se volvió para mirar a Kenzie servir nuestros té y las tartas en la mesa—Gracias Kenzie.
Tomé mi taza con ambas manos, aún humeaba, y le di un sorbo.
—¿Por qué me has invitado a salir?—Le pregunté.
Se encogió de hombros...
—¿Por qué no lo haría?
Sonreí involuntariamente e intenté tragar, no pude, sentí una pequeña chispa encenderse en mi rostro. ¿Que debía decir a continuación?
No dije nada.
Tomé el tenedor y le di un pinchazo a la tarta de manzana. Estaba deliciosa, como siempre. Mastiqué despacio y le permití a mis ojos estudiarlo una vez más. Vaya, que había cambiado.
—¿No te molestaría salir conmigo mañana otra vez, verdad?—Preguntó
Me sacó de mi ensimismamiento, tosí y asentí en afirmación.
—Claro—Limpié mi boca con la servilleta y volví a asentir— Me encantaría.
—Podríamos desayunar
—Seguro.
Era inevitable no sentirme incómoda. En el pasado habríamos fluido bastante bien en una cálida conversación, hablando sobre nuestros gustos, el trabajo, los amigos que teníamos en común, recordando anécdotas divertidas y riendo sin parar. Porque eso es lo que solíamos hacer, nunca lo había visto tan callado y pensativo al mismo tiempo. Esta atmósfera incómoda nos envolvía y yo no sabía que decir... Como si todos los sentimientos estuviesen siendo contenidos esperando solo un pinchazo para que estallaran.
Volvimos a cruzar un par de palabras más, pedimos la cuenta y nos marchamos.
Habíamos caminado una calle, cuando una ráfaga de viento nos envolvió y enseguida las suaves gotas de lluvia empezaron a caer sobre nosotros.
—Oh, rayos—Solté
El se echó a reír, lo miré un poco enfadada y tomó mi mano en silencio apretándola con la suya.
Cuando llegamos a mi puerta la lluvia había cesado.
—Me gustó verte—Me dijo
—A mí también.
Se acercó a mí cortando la distancia que nos separaba, acarició mi mejilla y me besó.
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