Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 4
Estaba reclinada en el living de mi ático de Vancouver, ubicado en el exclusivo barrio de Coal Harbour, contemplando cómo el océano Pacífico se extendía hacia el horizonte, reflejando el color acerado del cielo, mientras las montañas nevadas parecían custodios silenciosos de la ciudad. El sol se elevaba majestuoso sobre la bahía, tiñendo de oro las aguas y los yates lujosos en la marina, visibles a través de mis ventanales de piso a techo. El mármol italiano del salón reflejaba la luz matinal, y el silencio era tan lujoso como el propio espacio: techos altos, tecnología de última generación, arte contemporáneo y un mobiliario minimalista pero opulento, que reflejaba un gusto impecable. Lujoso, sí, pero con la promesa y también con la calma previa a otro día lleno de decisiones, contratos y negocios multimillonarios.

Rachel, impecable en un traje de Max Mara, zapatos de Jimmy Choo y con un collar de perlas de Tiffany & Co., entró con la eficiencia de siempre, la agenda digital y una bandeja de desayuno: salmón ahumado, croissants franceses calientes, café etíope y té chino tradicional, fuerte y aromático.

—Su agenda, señora Abrahams —dijo, depositando el iPad junto a mi copa de zumo de naranjas Tarocco sobre la mesa de ónix.— El informe de la planta solar en Malasia está en su correo. Y el grupo energético de tu filial europea ya están llegando para la reunión de esta tarde.

—Perfecto. —Tomé mi té, observando la ciudad—. ¿La reunión con los japoneses?

—A las 12:30, almuerzo en Hawksworth—Rachel sonríe.

—Perfecto.

Me recuesto en la butaca de terciopelo mientras reviso gráficos: flujos de energía, proyecciones de demanda, curvas de precios. El sol se refleja en los diamantes de mis anillos, recordándome que el verdadero poder es invisible, pero siempre presente.

—Vancouver tiene un aire distinto al de Singapur —comento—. Aquí, la conversación sobre energías limpias es más pragmática, menos teatral.

Rachel sonríe y asiente.

—Así es.

—¿Los informes energéticos de Canadá?

—Aquí están. —Rachel deslizó los documentos, gráficos de barras y mapas de calor—. Canadá avanza fuerte en renovables, como la energía hidroeléctrica y la eólica, pero todavía dependen demasiado del gas y del petróleo. Los fósiles, aunque contaminantes y con sus precios volátiles, siguen dominando por su infraestructura establecida y coste inmediato.

—¿Y el debate nuclear?—Pregunté, hojeando las cifras— ¿Qué sabes de la postura de los inversores sobre la energía nuclear?

—He estado revisando sus informes. Sigue siendo polémico. La mayoría de ellos son escépticos sobre la energía nuclear. Argumentan que es peligrosa y que los costos de desmantelamiento son exorbitantes. —Rachel miró su iPad—. Los escenarios más sólidos para 2025 excluyen tanto el carbón como la nuclear. Prefieren inversiones en tecnologías de energía solar y eólica. El respaldo lo dan gas, hidráulica, eólica, solar y biomasa. La clave es la flexibilidad: ciclos combinados de gas, almacenamiento y redes inteligentes.

Asentí, saboreando el té.

—La energía nuclear es un callejón sin salida. Costos astronómicos, gestión de residuos radiactivos sin solución real, y una flexibilidad nula ante la demanda variable. Un reactor no se apaga ni se enciende como una turbina de gas. Además, la opinión pública es volátil; basta un accidente para que se detenga todo el sector durante décadas. Poco confiable y casi sin ninguna credibilidad.

Rachel asintió.

—Los fósiles tampoco son la solución. El gas, aunque más limpio que el carbón, sigue siendo finito y sujeto a la volatilidad geopolítica. Y el petróleo… —Hizo una mueca—. Según la ONU, sigue cubriendo el 80% de la demanda primaria mundial, pero su tiempo se acaba.

—El futuro es renovable, pero con sabiduría. —Apoyé la taza—. Hidráulica, eólica, solar, biomasa y almacenamiento flexible. Nada de nuclear. Nada de carbón. El gas solo como respaldo, y preferiblemente biogás o hidrógeno verde. La clave está en la gestión dinámica de la demanda y la oferta, redes inteligentes y contratos de flexibilidad. La combinación energética global debe ser limpia, adaptable y rentable.

Rachel sonrió.

—¿Y qué opina de los países que insisten en la nuclear como “energía de transición”?

—Es un espejismo. Los plazos de construcción son eternos, los sobrecostos inevitables y la dependencia tecnológica, absoluta. Además, la nuclear no responde a los picos de demanda ni a la intermitencia renovable. Es una tecnología del siglo XX, no del XXI. Es tan anticuado. ¿En qué siglo creen que estamos?

—¿Y los argumentos sobre la seguridad energética?

—La verdadera seguridad está en la diversificación y la descentralización. Paneles solares en cada tejado, parques eólicos, hidráulica de bombeo, baterías, y contratos de demanda flexible. Eso es resiliencia y, para mí, es dinero.

A las 12:30, la zona VIP de Hawksworth estaba llena de ejecutivos japoneses. Entre ellos, el científico Haruto Nakamura, experto en energía nuclear, y la ingeniera Natsuki Sato, defensora de las renovables. Necesitaba entender mejor el panorama energético no para competir, sino para complementar mi visión de un mundo impulsado por energía limpia. "El mundo no será 100% solar", pensé. "Hay que aprovechar todo lo que ofrece." 

El camarero sirvió Château Margaux que sabía perfecto con un toque de los negocios que llevábamos. Mientras, esperábamos las especialidades de alta gama como el caviar, ostras, foie gras y platillos con mariscos selectos, además de cortes premium de carne como el solomillo o veal striploin.

—Señora Abrahams —Empieza Nakamura, cortés—, la energía nuclear sigue siendo la opción más eficiente para grandes urbes. Provee electricidad 24/7, con bajas emisiones de carbono y sin depender del clima.

—Sin duda, doctor. Pero los residuos radiactivos siguen siendo el talón de Aquiles: difíciles de gestionar, peligrosos por milenios y con un coste de almacenamiento astronómico. ¿Qué opina, Sato?

—La energía solar y eólica son el futuro. Renovables, limpias y cada vez más competitivas. La combinación energética ideal debe priorizar fuentes renovables, complementadas por hidráulica en casos estratégicos.

—¿Y los combustibles fósiles? —pregunto, mirando a Nakamura.

—Inevitables, por ahora. Su densidad energética es insustituible en transporte y ciertas industrias. Pero el coste ambiental es insostenible: emisiones, calentamiento global, dependencia de recursos finitos.

—Por eso, la transición debe ser pragmática —respondo—. Una combinación inteligente: renovables para generación base, hidráulica como respaldo en grandes ciudades, fósiles solo donde no haya alternativa. Y siempre, innovación en almacenamiento y redes inteligentes.

—Coincido —añade Sato—. El futuro energético mundial es híbrido, flexible y descentralizado.

Nakamura sonríe y asiente.

La conversación fluyó entre todos los inversionistas y socios, técnica pero elegante, como una partida de ajedrez entre iguales. Aquí, el lujo es el tiempo que nos damos para compartir ideas, hacer negocios y pensar en grande.

Unas horas más tarde de vuelta en casa, el timbre sonó: el grupo energético de mi filial europea llegaban para la reunión.

La sala de juntas, con vistas al puerto y arte de Ai Weiwei en la pared, se llenó de voces expertas.

—Señora Abrahams, ¿qué opina del ejemplo español? —preguntó la directora técnica, señalando un gráfico—. En 2025, han demostrado que es posible operar sin carbón ni nuclear, solo con renovables, gas de respaldo y gestión inteligente de la demanda.

—Es lo lógico. La hidráulica y la eólica cubren la base, la solar y la biomasa aportan flexibilidad, y el gas —preferiblemente renovable— solo entra en picos. Las redes inteligentes permiten ajustar la demanda en tiempo real. El almacenamiento, tanto en baterías como en hidráulica reversible, es la clave para la estabilidad.

—¿Y los riesgos de apagones? —preguntó el jefe de operaciones.

—Se mitigan con contratos de flexibilidad, incentivos económicos para desplazar la demanda, y una oferta diversificada. La nuclear no puede competir en flexibilidad ni en costes de oportunidad. Además, los residuos nucleares son una hipoteca a mil años vista.

—¿Qué combinación energética recomendaría para un país emergente?

—Hidráulica, eólica y solar como base. Biomasa y biogás para respaldo. Gas solo como último recurso. Nada de nuclear. Invertir en almacenamiento y redes inteligentes. Y, sobre todo, adaptar la demanda a la oferta, no al revés.

—El consenso es claro. El futuro energético es renovable, flexible y sin ataduras nucleares.—Dijo mi director ejecutivo.

—Precisamente por eso quiero que nuestra empresa lidere la integración de tecnologías híbridas —Dije—. Paneles solares, eólica, y quizás, en un futuro, hidráulica.

—Un enfoque audaz —comentó alguien—. Pero la clave será la logística y la aceptación política. Aquí en Canadá, la comunidad es muy activa y crítica.

—Lo sé—Asentí—. Por eso planeo una campaña de transparencia. El poder no solo está en la innovación, sino en la confianza.

Rachel deslizó un gráfico en la pantalla.

—Miren estos números: la eficiencia de los paneles ha subido un 22% en los últimos dos años, y los costos bajan constantemente. Mientras tanto, la nuclear enfrenta retrasos y sobrecostos.

—Entonces, ¿la apuesta es por la diversificación? —preguntó un ingeniero—. No poner todo el foco en una sola fuente energética, en este caso los fósiles.

—Exactamente.—Dijo Rachel—Y en esto, la innovación financiera también juega un rol crucial. Fondos de inversión, bonos sostenibles, alianzas estratégicas.

Me levanté, caminando hacia la ventana.

—Canadá es un escenario ideal para demostrar que la transición energética es posible sin sacrificar el lujo ni la eficiencia.

Rachel me siguió.

—Y con tu imperio, tienes la influencia para cambiar paradigmas.

—No se trata solo de negocios —susurré—. Es un legado.

Todos asintieron; sabíamos que teníamos trabajo que hacer.

Un silencio cómodo llenó la sala de conferencias mientras la ciudad vibraba, un recordatorio de que el futuro se construye con decisiones presentes, audaces y calculadas.

Más tarde cuando estaba en la terraza sosteniendo una copa de vino Cabernet Franc, Rachel entró con el teléfono en la mano.

—Señora, llamada urgente—Me pasa el teléfono—. Es Monsieur Diop, presidente de un importante consorcio inversor de Senegal.

La voz al otro lado era grave, cálida y segura.

—Señorita Abrahams, queremos invitarla a ser parte de la inversión más ambiciosa del continente: la construcción del estadio de fútbol más grande y lujoso de África, junto a un resort hotelero de ultra lujo en la costa de Dakar. Hablamos de un coloso estadio para más de 150.000 espectadores, con tecnología de eficiencia energética, suites VIP, un museo interactivo y un centro comercial anexo. El resort será un epicentro mundial de élite, con villas privadas, restaurantes, piscinas, marina, helipuerto y campo de golf. El primer estadio más grande del mundo.

Me apoyé en el respaldo, intrigada

—Interesante. ¿Y el retorno?

—Astronómico. El fútbol es el mayor imán de capital mundial: derechos televisivos, naming rights, turismo, conciertos, eventos corporativos. Esperamos un ROI superior al 20% anual, sin contar con el efecto multiplicador en toda la región atrayendo billones en ganancias e inversión. Queremos que toda la región africana sea el foco principal de todos los fanáticos del fútbol y eventos deportivos y de entretenimiento a nivel mundial durante décadas.

—¿Y el resort hotelero?

—Un complejo cinco estrellas, 800 habitaciones, villas privadas, spa, campo de golf y marina exclusiva. Con impacto directo en empleo y desarrollo local y nacional.

—¿Quiénes más están en la mesa?

—Fondos soberanos de Asia, poderosos inversionistas estadounidenses, bancos europeos, y los principales grupos hoteleros del mundo. Pero queremos que usted lidere la parte de energía renovable y gestión inteligente: paneles solares, sistemas de agua reciclada, movilidad eléctrica.

—¿Qué cifras manejan?

—La inversión inicial supera los 550 millones de dólares solo para el estadio. El resort hotelero sumará otros 400 millones. Esperamos un retorno anual superior al 20%, con proyecciones de ingresos astronómicos por turismo, eventos deportivos y derechos de transmisión. Senegal será la capital mundial del fútbol y el lujo en África. Imaginamos la final de la Copa Mundial de Fútbol, conciertos internacionales, y una nueva meca para el turismo premium.

—-¿Y la sostenibilidad?

—El estadio será un icono ecológico: paneles solares, sistemas de reciclaje de agua, eficiencia energética del 60% sobre la media, y alianzas con marcas mundiales. El resort contará con certificaciones LEED y experiencias exclusivas para el público más exigente.

Rachel me miró, expectante.

—¿Cuál es el rol que quieren que cumpla?

—Su experiencia en energía solar y su red de contactos son claves. Compartirá la participación con el consorcio y recibirá un paquete de acciones preferentes y un porcentaje de los ingresos netos.

Sonreí, sintiendo la adrenalina de hacer negocios multimillonarios.

—Envíenme el borrador del acuerdo y los estudios de viabilidad. Si las cifras cuadran, estaré en Dakar la próxima semana.

—Será un honor, señora Abrahams. Le enviaremos el jet privado. África está lista para el lujo… y para la innovación.

Cuelgo sonriendo, mirando a Rachel.

—Prepárate para Senegal. Y asegúrate de que el proyecto sea tan rentable como prometen. Quiero informes de riesgo, análisis de mercado y un plan de marketing global.

—¿Lo haremos? También tienes acciones y un gran porcentaje de participación en el fútbol americano.

—Lo sé. Pero en este caso no hay nada más lucrativo que el fútbol soccer… salvo la pomposidad que lo rodea. Prepara el grupo legal y técnico. Quiero todos los detalles: contratos, permisos, proyecciones financieras, impacto social. Y reserva la suite presidencial del Hotel Terrou-Bi.

—¿Y el equipo de energía?

—Que diseñen un sistema híbrido: solar, eólica, almacenamiento inteligente. Quiero que ese estadio de África sea un modelo mundial de innovación y rentabilidad. También quiero que revises los márgenes de ganancia, inversión y demanda de nuestros modelos de automóviles eléctricos.

Rachel asiente, diligente y eficiente como siempre, ya tecleando órdenes.

—El mundo no duerme, señora.

—Y yo tampoco. Pero cuando la opulencia y la energía solar se encuentran, el resultado es… poder.

Me levanté, contemplando el perfil de Vancouver. El porvenir era ardiente, como el sol y, sobre todo, mío. Desde mi terraza, las luces de la ciudad canadiense competían con las estrellas, un tablero de ajedrez donde cada movimiento era parte de una estrategia. Pensé en la diferencia entre el poder visible —estadios, hoteles, autos, diamantes— y el invisible: la energía que mueve el mundo, las ideas que lo transforman.

En mi copa, el reflejo de la ciudad y el futuro: limpio, ambicioso, y siempre, siempre, bajo mi control.

—Rachel, ¿sabes qué es lo más valioso del lujo?

—¿El dinero?

—No. La libertad de elegir el mundo que quiero construir.

Y en ese instante mirando el paisaje canadiense, supe hacia donde se extendería mi próximo imperio: renovable y esplendoroso como la luz ardiente del sol sobre el Atlántico.





© Luu Herrera ,
книга «Skybound».
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