007
- Buenos días - Me tensé al escuchar a Tom a mi lado.
- Mira, Tom... - Cerré la taquilla y lo miré de frente con seriedad - Sé que tu intención no es mala, pero las chicas me odian y más cuando me hablas, así que por favor, ignórame - Le pedí en un susurro.
- Ayer hablé con Samantha por lo que te hizo - Se cruzó de brazos - Tiene poca capacidad, - Dijo suavemente. Yo la llamaría otras cosas... - no sé porqué salí con ella - Se dio un pequeño golpe en la sien, haciéndome sonreír ligeramente - Hace menos de dos meses que estoy aquí y me gustaría que fuéramos amigos... - Se rascó la nuca nervioso.
No oculté mi sorpresa al escucharlo. Tom era un chico guapo y popular en la universidad, claro que no me extraña; era el capitán de fútbol, responsable y bastante amigable con todo el mundo. Su pelo era rubio, ojos azul celeste, alto y con un cuerpo de infarto. Es normal que las chicas se peleen por hablar con él.
- Ya... Lo que pasa, es que no quiero morir en manos de las chicas de la Universidad - "Ni de nadie" Pensé para mí.
- ¿Y si prometo protegerte de ellas? - Puso la mano derecha en su pecho, dónde se encontraba el corazón y la izquierda la levantó - Yo, como que me llamo Tom Foster, prometo de corazón luchar por nuestra amistad - Me reí por su drama, me sonrió y me guiñó el ojo - Un intento al menos - Me pidió; me lo pensé durante unos segundos.
- Vale, vale, pero lo has jurado - Sonreí.
Aún así, también me harían la vida imposible, al menos que sea por algo.
- Por fin una chica normal con la que hablar sin que se te tire al pantalón - Lo miré con una ceja levantada - Desde que he entrado a esta universidad todas las chicas van detrás mío, menos tú, que siempre estás pensativa o en tu mundo - Me encogí de hombros.
- Gracias... Supongo - Caminé a su lado.
- No tienes muchos amigos, ¿no? - Preguntó con cautela.
- No, pero estoy bien - Miré el suelo algo incómoda.
- ¡Tom! - Paré en seco al escuchar a Samantha.
- Sam... - Contestó este serio.
- ¿Qué haces con la huérfana? - Me apuntó; agaché la cabeza y apreté la correa de mi mochila con fuerza.
- ¿A ti tu madre te enseñó la palabra "Respeto" antes de abandonarte? - Abrí los ojos como platos y los miré.
Las amigas de Sam y los de alrededor empezaron a murmurar sobre ella; lo que la puso nerviosa. Sus ojos mostraron miedo por los comentarios.
- No sé de qué me estás hablando... - Se rió con nerviosismo, mientras miraba a su alrededor.
- Ah, puedo mostrar los mensajes que me enviaste contándomelo si quieres - La amenazó - ,no me parece muy lógico que alguien que ha sido abandonada se meta con alguien que ha estado en un orfanato, ¿no te parece?
- ¡Juraste no contárselo a nadie! - Gritó antes de estrellar su mano en la mejilla de Tom y marcharse corriendo.
¿La madre de Sam la abandonó? Eso era aún peor a que mis padres murieran...
Sentí un poco de pena por ella, pero enseguida se me pasó al recordar todo lo que me había hecho a lo largo del año. Miré de reojo a Tom, quien no parecía muy dolido por el tortazo que le acababan de dar. Los dos fuimos a clase sin decir ni una palabra de lo sucedido.
(...)
El resto de la mañana se pasó bastante rápido; sin burlas, sin insultos, simplemente alguien ignorada y tranquila... Aproveché para hacer dos de los tres trabajos que tenía pendientes. Cuando terminé y vi la hora, empecé a recoger todos los folios y libros que tenía sobre la mesa de la biblioteca, cuando noté que alguien se ponía a mi lado.
- ¿Te apetece ir a comer algo? - Sonreí por su propuesta, pero negué con la cabeza.
- Lo siento, no puedo - Guardé todo en mi mochila cuidadosamente para que no se doblaran los folios escritos - Ya tengo algo pendiente - Hizo una mueca de disgusto, pero enseguida sonrió.
- ¿Mañana? - Miré mi pulsera, viendo que los símbolos aún estaban dorados, por lo que Luzbel no había venido todavía.
- Si te digo la verdad... ,no sé si voy a poder - Depende de las clases de defensa personal.
- Vaya... Al parecer, tienes una vida muy liada - "Si tú supieras..." Los dos salimos al pasillo y paré en mi taquilla para recoger un libro y dejar los que no necesitaba - ¿Quieres que te lleve a casa? - Me llevé una mano al pelo y me eché el pelo hacia atrás, haciendo que de pronto se pusiera serio; lo miré sin entender.
- ¿Estás bien? - Pregunté cerrando la taquilla.
- Eh... ,sí - Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos - Me acabo de acordar de que tenía que hablar con un amigo y se me ha pasado completamente - Se rió.
- Oh, igual puedes encontrarlo, yo me tengo que marchar ya - Asintió y se fue por el pasillo, mirando a su alrededor.
Salí al exterior, viendo el coche de Luzbel a lo lejos, el cual estaba apoyado en el capó con los brazos cruzados; parecía estar pensativo. Me acerqué a él, haciendo que sonriera —de nuevo, estaba siendo forzado— me empezaba a sentir algo incómoda y culpable por lo que sea que le esté pasando. Los dos subimos en completo silencio y enseguida se puso serio, mientras conducía hacia su apartamento. ¿Le pregunto? ¿Hago como que no lo noto y lo dejo como está? ¿Qué debería hacer? A lo mejor, si le pregunto se enfada y tal vez soy yo que lo estoy malentendiendo.
- ¿De verdad quieres enseñarme defensa personal? - Pregunté, rompiendo el silencio.
Mi pregunta le tomó por sorpresa, pero enseguida volvió a estar serio, creando una fachada que me impedía ver sus emociones. Se quedó unos segundos en silencio y me miró de reojo para después sonreír de medio lado.
- Te lo dije ayer, ¿no? - Miré por mí ventanilla.
- Sí, solo quería estar segura... - Susurré.
Definitivamente algo está pasando...
Al llegar, subimos a su departamento; dejé mi mochila sobre la isleta negra y lo miré. Luzbel miró a su alrededor, mientras se quitaba su cazadora de cuero, supongo que comprobando el espacio, pero había de sobra; no tenía casi nada. Desde la puerta de la entrada hasta el sofá, había un espacio bastante amplio.
- ¿Lista? - Asentí no muy convencida y me puse junto a él - ¿Qué tal te manejas con una navaja automática? - Sacó una negra de su pantalón.
- Pero...
- Solo puede herirme un arma creada por los ángeles, así que no te preocupes - Me la tendió y la cogí con desconfianza.
- Vamos, que no te haré nada si te lo clavo - Soltó una carcajada real, lo que me sorprendió.
- Eso si lo logras - Me retó con una amplia sonrisa.
Metí la navaja cerrada en el bolsillo trasero de mi pantalón, fui a mi mochila y cogí una goma del pelo. Luzbel metió las manos en los bolsillos de su pantalón, mientras miraba cómo me hacía una coleta alta. Saqué la navaja y pulsé el botón, haciendo que la hoja negra y plateada saliera al instante. Sonrió al verme preparada; me abalancé sobre él, intentando clavarle la navaja en el estómago, pero giró sobre sí mismo y me propinó una patada en la pierna, haciendo que quedara de rodillas.
- Muy lenta - Dijo a mi espalda. Lo miré de reojo, dándome cuenta de que ni siquiera había sacado las manos de sus bolsillos.
- Eres un ángel, ¿qué esperabas de una humana? - Frunció el ceño.
- No me insultes - Me levanté con una ceja elevada - Ex-ángel - Concretó - No me compares con esa raza de pusilánimes - Fruncí el ceño.
- ¿Y con quién quieres que te compare? - En un movimiento rápido, cogió mi brazo y me lo puso de tal manera que la navaja estaba a milímetros de mi cuello - ¿Con un demonio? - Fruncí el ceño. Su rostro estaba a centímetros del mío y sus ojos grises me atravesaban como si fuera un libro abierto para él.
- Estás tentando a la suerte - Dijo serio apretando la navaja contra mi cuello; sonreí levemente.
- ¿De verdad te crees un demonio sólo porque tu padre y hermanos lo decidieron? - Me miró con curiosidad - Caído o no, eres un ángel - Suavice mi mirada - Luzbel... Digan lo que digan, eres el mejor Arcángel creado, como decía tú padre. Y con que lo sepas tú el resto sobra - Dije con sinceridad.
Me soltó la muñeca lentamente, sin dejar de mirarme con seriedad. Me llevé una mano a mi cuello, comprobando que tenía un poco de sangre, pero sería un corte sin importancia, ya que no me dolía. Luzbel me devolvió la navaja y volvió a meter sus manos en los bolsillos del pantalón, relajando su cuerpo.
- Otra vez - Ordenó.
- Mira, Tom... - Cerré la taquilla y lo miré de frente con seriedad - Sé que tu intención no es mala, pero las chicas me odian y más cuando me hablas, así que por favor, ignórame - Le pedí en un susurro.
- Ayer hablé con Samantha por lo que te hizo - Se cruzó de brazos - Tiene poca capacidad, - Dijo suavemente. Yo la llamaría otras cosas... - no sé porqué salí con ella - Se dio un pequeño golpe en la sien, haciéndome sonreír ligeramente - Hace menos de dos meses que estoy aquí y me gustaría que fuéramos amigos... - Se rascó la nuca nervioso.
No oculté mi sorpresa al escucharlo. Tom era un chico guapo y popular en la universidad, claro que no me extraña; era el capitán de fútbol, responsable y bastante amigable con todo el mundo. Su pelo era rubio, ojos azul celeste, alto y con un cuerpo de infarto. Es normal que las chicas se peleen por hablar con él.
- Ya... Lo que pasa, es que no quiero morir en manos de las chicas de la Universidad - "Ni de nadie" Pensé para mí.
- ¿Y si prometo protegerte de ellas? - Puso la mano derecha en su pecho, dónde se encontraba el corazón y la izquierda la levantó - Yo, como que me llamo Tom Foster, prometo de corazón luchar por nuestra amistad - Me reí por su drama, me sonrió y me guiñó el ojo - Un intento al menos - Me pidió; me lo pensé durante unos segundos.
- Vale, vale, pero lo has jurado - Sonreí.
Aún así, también me harían la vida imposible, al menos que sea por algo.
- Por fin una chica normal con la que hablar sin que se te tire al pantalón - Lo miré con una ceja levantada - Desde que he entrado a esta universidad todas las chicas van detrás mío, menos tú, que siempre estás pensativa o en tu mundo - Me encogí de hombros.
- Gracias... Supongo - Caminé a su lado.
- No tienes muchos amigos, ¿no? - Preguntó con cautela.
- No, pero estoy bien - Miré el suelo algo incómoda.
- ¡Tom! - Paré en seco al escuchar a Samantha.
- Sam... - Contestó este serio.
- ¿Qué haces con la huérfana? - Me apuntó; agaché la cabeza y apreté la correa de mi mochila con fuerza.
- ¿A ti tu madre te enseñó la palabra "Respeto" antes de abandonarte? - Abrí los ojos como platos y los miré.
Las amigas de Sam y los de alrededor empezaron a murmurar sobre ella; lo que la puso nerviosa. Sus ojos mostraron miedo por los comentarios.
- No sé de qué me estás hablando... - Se rió con nerviosismo, mientras miraba a su alrededor.
- Ah, puedo mostrar los mensajes que me enviaste contándomelo si quieres - La amenazó - ,no me parece muy lógico que alguien que ha sido abandonada se meta con alguien que ha estado en un orfanato, ¿no te parece?
- ¡Juraste no contárselo a nadie! - Gritó antes de estrellar su mano en la mejilla de Tom y marcharse corriendo.
¿La madre de Sam la abandonó? Eso era aún peor a que mis padres murieran...
Sentí un poco de pena por ella, pero enseguida se me pasó al recordar todo lo que me había hecho a lo largo del año. Miré de reojo a Tom, quien no parecía muy dolido por el tortazo que le acababan de dar. Los dos fuimos a clase sin decir ni una palabra de lo sucedido.
(...)
El resto de la mañana se pasó bastante rápido; sin burlas, sin insultos, simplemente alguien ignorada y tranquila... Aproveché para hacer dos de los tres trabajos que tenía pendientes. Cuando terminé y vi la hora, empecé a recoger todos los folios y libros que tenía sobre la mesa de la biblioteca, cuando noté que alguien se ponía a mi lado.
- ¿Te apetece ir a comer algo? - Sonreí por su propuesta, pero negué con la cabeza.
- Lo siento, no puedo - Guardé todo en mi mochila cuidadosamente para que no se doblaran los folios escritos - Ya tengo algo pendiente - Hizo una mueca de disgusto, pero enseguida sonrió.
- ¿Mañana? - Miré mi pulsera, viendo que los símbolos aún estaban dorados, por lo que Luzbel no había venido todavía.
- Si te digo la verdad... ,no sé si voy a poder - Depende de las clases de defensa personal.
- Vaya... Al parecer, tienes una vida muy liada - "Si tú supieras..." Los dos salimos al pasillo y paré en mi taquilla para recoger un libro y dejar los que no necesitaba - ¿Quieres que te lleve a casa? - Me llevé una mano al pelo y me eché el pelo hacia atrás, haciendo que de pronto se pusiera serio; lo miré sin entender.
- ¿Estás bien? - Pregunté cerrando la taquilla.
- Eh... ,sí - Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos - Me acabo de acordar de que tenía que hablar con un amigo y se me ha pasado completamente - Se rió.
- Oh, igual puedes encontrarlo, yo me tengo que marchar ya - Asintió y se fue por el pasillo, mirando a su alrededor.
Salí al exterior, viendo el coche de Luzbel a lo lejos, el cual estaba apoyado en el capó con los brazos cruzados; parecía estar pensativo. Me acerqué a él, haciendo que sonriera —de nuevo, estaba siendo forzado— me empezaba a sentir algo incómoda y culpable por lo que sea que le esté pasando. Los dos subimos en completo silencio y enseguida se puso serio, mientras conducía hacia su apartamento. ¿Le pregunto? ¿Hago como que no lo noto y lo dejo como está? ¿Qué debería hacer? A lo mejor, si le pregunto se enfada y tal vez soy yo que lo estoy malentendiendo.
- ¿De verdad quieres enseñarme defensa personal? - Pregunté, rompiendo el silencio.
Mi pregunta le tomó por sorpresa, pero enseguida volvió a estar serio, creando una fachada que me impedía ver sus emociones. Se quedó unos segundos en silencio y me miró de reojo para después sonreír de medio lado.
- Te lo dije ayer, ¿no? - Miré por mí ventanilla.
- Sí, solo quería estar segura... - Susurré.
Definitivamente algo está pasando...
Al llegar, subimos a su departamento; dejé mi mochila sobre la isleta negra y lo miré. Luzbel miró a su alrededor, mientras se quitaba su cazadora de cuero, supongo que comprobando el espacio, pero había de sobra; no tenía casi nada. Desde la puerta de la entrada hasta el sofá, había un espacio bastante amplio.
- ¿Lista? - Asentí no muy convencida y me puse junto a él - ¿Qué tal te manejas con una navaja automática? - Sacó una negra de su pantalón.
- Pero...
- Solo puede herirme un arma creada por los ángeles, así que no te preocupes - Me la tendió y la cogí con desconfianza.
- Vamos, que no te haré nada si te lo clavo - Soltó una carcajada real, lo que me sorprendió.
- Eso si lo logras - Me retó con una amplia sonrisa.
Metí la navaja cerrada en el bolsillo trasero de mi pantalón, fui a mi mochila y cogí una goma del pelo. Luzbel metió las manos en los bolsillos de su pantalón, mientras miraba cómo me hacía una coleta alta. Saqué la navaja y pulsé el botón, haciendo que la hoja negra y plateada saliera al instante. Sonrió al verme preparada; me abalancé sobre él, intentando clavarle la navaja en el estómago, pero giró sobre sí mismo y me propinó una patada en la pierna, haciendo que quedara de rodillas.
- Muy lenta - Dijo a mi espalda. Lo miré de reojo, dándome cuenta de que ni siquiera había sacado las manos de sus bolsillos.
- Eres un ángel, ¿qué esperabas de una humana? - Frunció el ceño.
- No me insultes - Me levanté con una ceja elevada - Ex-ángel - Concretó - No me compares con esa raza de pusilánimes - Fruncí el ceño.
- ¿Y con quién quieres que te compare? - En un movimiento rápido, cogió mi brazo y me lo puso de tal manera que la navaja estaba a milímetros de mi cuello - ¿Con un demonio? - Fruncí el ceño. Su rostro estaba a centímetros del mío y sus ojos grises me atravesaban como si fuera un libro abierto para él.
- Estás tentando a la suerte - Dijo serio apretando la navaja contra mi cuello; sonreí levemente.
- ¿De verdad te crees un demonio sólo porque tu padre y hermanos lo decidieron? - Me miró con curiosidad - Caído o no, eres un ángel - Suavice mi mirada - Luzbel... Digan lo que digan, eres el mejor Arcángel creado, como decía tú padre. Y con que lo sepas tú el resto sobra - Dije con sinceridad.
Me soltó la muñeca lentamente, sin dejar de mirarme con seriedad. Me llevé una mano a mi cuello, comprobando que tenía un poco de sangre, pero sería un corte sin importancia, ya que no me dolía. Luzbel me devolvió la navaja y volvió a meter sus manos en los bolsillos del pantalón, relajando su cuerpo.
- Otra vez - Ordenó.
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