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Buenos días - Me tensé al escuchar a Tom a mi lado.

Mira, Tom... - Cerré la taquilla y lo miré de frente con seriedad - Sé que tu intención no es mala, pero las chicas me odian y más cuando me hablas, así que por favor, ignórame - Le pedí en un susurro.

Ayer hablé con Samantha por lo que te hizo - Se cruzó de brazos - Tiene poca capacidad, - Dijo suavemente. Yo la llamaría otras cosas... - no sé porqué salí con ella - Se dio un pequeño golpe en la sien, haciéndome sonreír ligeramente - Hace menos de dos meses que estoy aquí y me gustaría que fuéramos amigos... - Se rascó la nuca nervioso.

No oculté mi sorpresa al escucharlo. Tom era un chico guapo y popular en la universidad, claro que no me extraña; era el capitán de fútbol, responsable y bastante amigable con todo el mundo. Su pelo era rubio, ojos azul celeste, alto y con un cuerpo de infarto. Es normal que las chicas se peleen por hablar con él.

Ya... Lo que pasa, es que no quiero morir en manos de las chicas de la Universidad - "Ni de nadie" Pensé para mí.

¿Y si prometo protegerte de ellas? - Puso la mano derecha en su pecho, dónde se encontraba el corazón y la izquierda la levantó - Yo, como que me llamo Tom Foster, prometo de corazón luchar por nuestra amistad - Me reí por su drama, me sonrió y me guiñó el ojo - Un intento al menos - Me pidió; me lo pensé durante unos segundos.

Vale, vale, pero lo has jurado - Sonreí. 

Aún así, también me harían la vida imposible, al menos que sea por algo.

Por fin una chica normal con la que hablar sin que se te tire al pantalón - Lo miré con una ceja levantada - Desde que he entrado a esta universidad todas las chicas van detrás mío, menos tú, que siempre estás pensativa o en tu mundo - Me encogí de hombros.

Gracias... Supongo - Caminé a su lado.

- No tienes muchos amigos, ¿no? - Preguntó con cautela.

No, pero estoy bien - Miré el suelo algo incómoda.

¡Tom! - Paré en seco al escuchar a Samantha.

Sam... - Contestó este serio.

¿Qué haces con la huérfana? - Me apuntó; agaché la cabeza y apreté la correa de mi mochila con fuerza.

¿A ti tu madre te enseñó la palabra "Respeto" antes de abandonarte? - Abrí los ojos como platos y los miré.

Las amigas de Sam y los de alrededor empezaron a murmurar sobre ella; lo que la puso nerviosa. Sus ojos mostraron miedo por los comentarios.

- No sé de qué me estás hablando... - Se rió con nerviosismo, mientras miraba a su alrededor.

Ah, puedo mostrar los mensajes que me enviaste contándomelo si quieres - La amenazó - ,no me parece muy lógico que alguien que ha sido abandonada se meta con alguien que ha estado en un orfanato, ¿no te parece?

¡Juraste no contárselo a nadie! - Gritó antes de estrellar su mano en la mejilla de Tom y marcharse corriendo.

¿La madre de Sam la abandonó? Eso era aún peor a que mis padres murieran...

Sentí un poco de pena por ella, pero enseguida se me pasó al recordar todo lo que me había hecho a lo largo del año. Miré de reojo a Tom, quien no parecía muy dolido por el tortazo que le acababan de dar. Los dos fuimos a clase sin decir ni una palabra de lo sucedido.

(...)

El resto de la mañana se pasó bastante rápido; sin burlas, sin insultos, simplemente alguien ignorada y tranquila... Aproveché para hacer dos de los tres trabajos que tenía pendientes. Cuando terminé y vi la hora, empecé a recoger todos los folios y libros que tenía sobre la mesa de la biblioteca, cuando noté que alguien se ponía a mi lado.

¿Te apetece ir a comer algo? - Sonreí por su propuesta, pero negué con la cabeza.

Lo siento, no puedo - Guardé todo en mi mochila cuidadosamente para que no se doblaran los folios escritos - Ya tengo algo pendiente - Hizo una mueca de disgusto, pero enseguida sonrió.

¿Mañana? - Miré mi pulsera, viendo que los símbolos aún estaban dorados, por lo que Luzbel no había venido todavía.

Si te digo la verdad... ,no sé si voy a poder - Depende de las clases de defensa personal.

Vaya... Al parecer, tienes una vida muy liada - "Si tú supieras..." Los dos salimos al pasillo y paré en mi taquilla para recoger un libro y dejar los que no necesitaba - ¿Quieres que te lleve a casa? - Me llevé una mano al pelo y me eché el pelo hacia atrás, haciendo que de pronto se pusiera serio; lo miré sin entender.

¿Estás bien? - Pregunté cerrando la taquilla.

Eh... ,sí - Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos - Me acabo de acordar de que tenía que hablar con un amigo y se me ha pasado completamente - Se rió.

Oh, igual puedes encontrarlo, yo me tengo que marchar ya - Asintió y se fue por el pasillo, mirando a su alrededor.

Salí al exterior, viendo el coche de Luzbel a lo lejos, el cual estaba apoyado en el capó con los brazos cruzados; parecía estar pensativo. Me acerqué a él, haciendo que sonriera —de nuevo, estaba siendo forzado— me empezaba a sentir algo incómoda y culpable por lo que sea que le esté pasando. Los dos subimos en completo silencio y enseguida se puso serio, mientras conducía hacia su apartamento. ¿Le pregunto? ¿Hago como que no lo noto y lo dejo como está? ¿Qué debería hacer? A lo mejor, si le pregunto se enfada y tal vez soy yo que lo estoy malentendiendo.

¿De verdad quieres enseñarme defensa personal? - Pregunté, rompiendo el silencio.

Mi pregunta le tomó por sorpresa, pero enseguida volvió a estar serio, creando una fachada que me impedía ver sus emociones. Se quedó unos segundos en silencio y me miró de reojo para después sonreír de medio lado.

Te lo dije ayer, ¿no? - Miré por mí ventanilla.

Sí, solo quería estar segura... - Susurré.

Definitivamente algo está pasando...

Al llegar, subimos a su departamento; dejé mi mochila sobre la isleta negra y lo miré. Luzbel miró a su alrededor, mientras se quitaba su cazadora de cuero, supongo que comprobando el espacio, pero había de sobra; no tenía casi nada. Desde la puerta de la entrada hasta el sofá, había un espacio bastante amplio.

¿Lista? - Asentí no muy convencida y me puse junto a él - ¿Qué tal te manejas con una navaja automática? - Sacó una negra de su pantalón.

Pero...

- Solo puede herirme un arma creada por los ángeles, así que no te preocupes - Me la tendió y la cogí con desconfianza.

Vamos, que no te haré nada si te lo clavo - Soltó una carcajada real, lo que me sorprendió.

Eso si lo logras - Me retó con una amplia sonrisa.

Metí la navaja cerrada en el bolsillo trasero de mi pantalón, fui a mi mochila y cogí una goma del pelo. Luzbel metió las manos en los bolsillos de su pantalón, mientras miraba cómo me hacía una coleta alta. Saqué la navaja y pulsé el botón, haciendo que la hoja negra y plateada saliera al instante. Sonrió al verme preparada; me abalancé sobre él, intentando clavarle la navaja en el estómago, pero giró sobre sí mismo y me propinó una patada en la pierna, haciendo que quedara de rodillas.

Muy lenta - Dijo a mi espalda. Lo miré de reojo, dándome cuenta de que ni siquiera había sacado las manos de sus bolsillos.

Eres un ángel, ¿qué esperabas de una humana? - Frunció el ceño.

No me insultes - Me levanté con una ceja elevada - Ex-ángel - Concretó - No me compares con esa raza de pusilánimes - Fruncí el ceño.

¿Y con quién quieres que te compare? - En un movimiento rápido, cogió mi brazo y me lo puso de tal manera que la navaja estaba a milímetros de mi cuello - ¿Con un demonio? - Fruncí el ceño. Su rostro estaba a centímetros del mío y sus ojos grises me atravesaban como si fuera un libro abierto para él.

Estás tentando a la suerte - Dijo serio apretando la navaja contra mi cuello; sonreí levemente.

¿De verdad te crees un demonio sólo porque tu padre y hermanos lo decidieron? - Me miró con curiosidad - Caído o no, eres un ángel - Suavice mi mirada - Luzbel... Digan lo que digan, eres el mejor Arcángel creado, como decía tú padre. Y con que lo sepas tú el resto sobra - Dije con sinceridad.

Me soltó la muñeca lentamente, sin dejar de mirarme con seriedad. Me llevé una mano a mi cuello, comprobando que tenía un poco de sangre, pero sería un corte sin importancia, ya que no me dolía. Luzbel me devolvió la navaja y volvió a meter sus manos en los bolsillos del pantalón, relajando su cuerpo.

Otra vez - Ordenó.

© Carla Gaona,
книга «Lucifer».
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