001
002
003
004
005
006
007
008
008
- Otra vez - Repitió por... Ya había perdido hasta la cuenta.

Llevamos cinco horas haciendo esto... - Me costó decir, apoyando las manos en mis rodillas - ,y todavía tengo que terminar un trabajo - Lo miré.

Se encontraba relajado, apoyando todo su peso sobre una pierna. En ningún momento he logrado que sacara ni una mano de los bolsillos para que se defendiera. Me cabreaba verme tan inútil.

No hasta que logres apuñalarme una vez al menos - Se encogió de hombros, mirándome serio.

¿Los ángeles no descansan o qué? - Me incorporé aún hiperventilando un poco.

Si te refieres a dormir, no, no lo hacemos - Elevé una ceja.

Pero cuando vine la última vez... me dijiste que estabas durmiendo - Sonrió de medio lado.

Intentaba deshacerme de ti, pero no dio resultado - Cuando fui a contestar, preferí quedarme callada.

¿Puedo beber agua al menos? - Pregunté apuntando la cocina que se encontraba a mi derecha.

Tan lejos y a la vez tan cerca...

No - Dijo firme - Cuanto antes lo hagas, antes beberás y harás el trabajo, aunque no entiendo para qué te esfuerzas si podrías acabar muerta - Puse los ojos en blanco.

- Tú lo has dicho "Podría" - Puso los ojos en blanco.

Vamos - Entrecerré los ojos.

Ven tú - Frunció el ceño al ver que había cambiado de táctica.

Luzbel se acercó con paso lento, cuando se puso donde quería me abalancé sobre él, y antes de que girará sobre sí mismo para esquivarme, me adelanté, girando yo sobre mí misma —copiando sus últimos movimientos— ,pero antes de que llegara a apuñalarle, cogió mi muñeca, impidiéndomelo.

Sigues siendo muy lenta - Me fijé que la hoja de la navaja estaba a centímetros de su costado, pero me fijé más en su mano, haciéndome sonreír orgullosa.

Por fin lo conseguí - Susurré cansada, apartándome de él.

No me has hecho ni un rasguño - Levantó su camiseta negra mostrándome sus perfectos abdominales.

Mi objetivo era que sacarás una de tus manos de los bolsillos para defenderte - Sonreí ampliamente - Y lo conseguí por fin - Bajó su camiseta y me miró con una sonrisa divertida.

Bueno, has hecho un avance, bebe agua - Corrí a la cocina, dejé la navaja cerrada sobre la isleta y cogí un vaso para llenarlo - Puedes descansar un rato, tengo que ir a un sitio, cuando vuelva continuaremos - Se puso la cazadora de cuero; puse los ojos en blanco mientras bebía desesperadamente.

¿No lo podemos dejar para mañana? Tengo que... - Se marchó, dejándome con la palabra en la boca. De repente, escuché como cerraba con llave; corrí hacia la puerta para abrirla, pero fue inútil - ¡Luzbel! - Grité - ¡Luzbel, abre la puerta! - Di un par de golpes, pero no respondió.

Miré el apartamento sin saber qué hacer, me acerqué a mi mochila, donde guardaba mi móvil, pero... ¿a quién llamo? No tenía a nadie. Me llevé las manos al rostro desesperada.

¡Maldito Luzbel!

¿Qué hago? - Me susurré a mí misma. Miré de nuevo mi mochila y saqué el trabajo, dejándolo sobre la isleta - Si tengo una posibilidad de salir viva que al menos lo tenga todo aprobado - Me senté en una de las sillas y abrí el libro.

El tiempo se me pasó volando, hasta que poco a poco me empecé a sentir muy cansada, crucé los brazos sobre la isleta y apoyé la cabeza. 

El trabajo estaba finalizado, pero debía revisarlo.

(...)

Empecé a escuchar un ruido metálico junto a mí cada pocos segundos, al levantar la cabeza de mis brazos, vi a Luzbel abriendo y cerrando la navaja mientras leía mi libro de Derecho Procesal. Lo miré extrañada y me incorporé, llamando su atención.

Vaya siesta - Cerró la navaja y la dejó sobre la isleta - Me ha dado tiempo a memorizarlo - Dijo cerrando el libro.

¿El tema entero? - Dije sorprendida.

El libro - Me miró con una ceja elevada, como si lo que acababa de preguntarle fuera raro.

¿Cuánto he dormido? - Pregunté sorprendida.

No sé, yo cuando he venido ya lo estabas... - Se encogió de hombros preparándose un café; puso una taza negra en la cafetera y se apoyó en la encimera con los brazos cruzados a la espera.

¿Los ángeles necesitan comer y beber?

No.

- ¿Y... por qué lo haces?

- Simplemente porque me gusta el sabor del café y la comida, pero no hace ninguna acción en mí - Lo miré sin entender - La comida no me engorda, ni me da energía como a vosotros. Puedo vivir perfectamente sin comer ni beber - Me explicó, volviendo a mirar la cafetera roja - Al igual que el alcohol y la droga tampoco me afecta en nada... Ni follar me satisface completamente.

- ¿Entonces solo bebes café? - Sonrió al ver que ignoraba su último comentario recogiendo su taza.

Depende de lo que me apetezca... - Bebió.

Curioso... - Susurré para mí - Creo que debería irme a mi casa - Empecé a recoger los folios y el libro.

Me aseguré de no dejarme nada y me encaminé a la puerta. Antes de salir, me paré en seco y miré a Luzbel, el cual estaba pensativo mirando a lo lejos.

¿Mañana habrá clases? - Me miró y se quedó en silencio; asintió con seriedad, después de pensar en algo durante unos segundos - Pues hasta mañana entonces... - Me despedí con una sonrisa y fui a la parada del autobús.

Era bastante tarde...

(...)

Para mí sorpresa, en lo que llevo de mañana en la facultad, nadie me ha insultado ni ha pasado nada malo. Lo que me hacía sentir muy insegura, ya que seguramente pasaría algo peor.

¿Entonces puedes quedar? - Tom me alcanzó por el pasillo con una sonrisa amplia.

No, lo siento, pero podemos almorzar juntos si quieres - Le propuse.

Sí, claro - Forzó una sonrisa.

Algo en su mirada me puso incómoda por un segundo, pero... ¿por qué? Me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera hasta la cafetería y aunque algo me decía que no; lo seguí. Nos sentamos en una de las mesas conversando de cosas sin sentido y riéndonos de algunos comentarios estúpidos.

¿Eres religiosa? - Su pregunta me pilló por sorpresa, tensándome.

Ni sí ni no - Me encogí de hombros - ,¿por? - Apuntó a mi mochila entreabierta.

Tienes una biblia y dos libros de... ¿ángeles? - Los cogió y revisó uno de ellos con curiosidad - ¿Te crees estas chorradas? - Preguntó divertido - Es todo una ficción - Me devolvió los libros.

Lo sé - Me reí falsamente. "Si tú supieras..." - Simplemente me pareció curioso este tema y me los llevé para leerlos, que por cierto, hoy era el último día para devolverlos y casi se me olvida - Cerré la mochila - Ahora me toca ir a Escritura Jurídica y Legal al otro lado del edificio, así que los llevaré de paso - Hizo una mueca de disgusto.

Yo tengo Derecho de Obligaciones.

- ¿Suerte?

- La necesitaré con Harrison de profesor - Los dos nos levantamos y fuimos por el pasillo.

No es tan malo... - Me miró con una ceja elevada, haciéndome reír - Es peor.

- Ahí te he visto, Wells - Sonrió - Luego nos vemos - Se despidió, antes de marcharse a su clase. Pasé por la biblioteca para dejar los libros y después, a mi taquilla a dejar algunos, para que me pesara menos la mochila.

Me encontré con algunas chicas por el camino, pero ninguna me dijo nada; ni siquiera estaba Samantha, pero si sus amigas, las cuales me miraron durante unos segundos y se marcharon sin hacer ningún comentario ofensivo. Antes de darme cuenta, me había quedado sola en el pasillo, así que salí al exterior, dando un pequeño paseo hasta el otro edificio, ya que tenía tiempo de sobra.

Me sorprende que sigas viva - Mi sangre se heló, congelándome en el sitio.

Mi mirada se dirigió al tejado de la primera planta, se encontraba sentado con una pierna por fuera, columpiándola hacia delante y hacia atrás, mientras me miraba desde lo alto con curiosidad.

¿Vienes a matarme? - Pregunté sin tapujos.

Oh, no. Simplemente soy un mero espectador en todo esto - Dijo apoyando su codo en su rodilla, para así poder inclinarse un poco más - Prefiero dejar a mis hermanos ese trabajo...

- ¿Entonces a qué has venido?

- Simplemente a comprobar si seguías viva - Miró a lo lejos durante un segundo y volvió a centrar su mirada dorada en mí - Me resulta raro que Lucifer no te haya matado - Fruncí el ceño.

Él no es como vosotros - Echó una pequeña carcajada.

Él es el diablo.

- ¿Estás seguro que no sois vosotros peor? - De repente, saltó y me cogió del cuello, asfixiándome poco a poco; me retorcí, pero no sirvió de nada.

No te atrevas a insultarme - Su mirada dorada se volvió fría.

Él... no intenta... matarme - Me costó decir. Me soltó como un acto reflejo y sonrió ampliamente.

Tal vez... - Unas risas a mi espalda me hicieron girarme, viendo algunos chicos venir hacia mí.

Cuando me volví para encarar a Gabriel, había desaparecido. Instintivamente, me llevé una mano a mi cuello, masajeándolo e intentando controlar mi respiración acelerada y relajar la tensión de mi cuerpo. Miré por última vez a mi alrededor, antes de encaminarme a mi siguiente clase.

© Carla Gaona,
книга «Lucifer».
Коментарі