Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 3
Sarah.

—Arruinaste una rinoplastia de cinco mil y unas extensiones de cabello de cuatrocientos dólares.—Pronunció Chloe mientras conducía. Apretó el volante, suspiró, y miró a su amiga de reojo. Después volvió a fijar toda su atención en la calle por donde transitaban.

Sarah se revolvió en el asiento, incómoda. Se distrajo mirando por la ventanilla los transeúntes que pasaban y guardó silencio.
Estaban por empezar las vacaciones de invierno. Y no tendrían más escuela a partir de ese día.
Se separaron en la entrada de Hodges. Chloe se dirigió a su clase de literatura y Sarah a su casillero por los libros de trigonometría.

—Aquí estás.—Pronunció una voz masculina detrás de ella, estaba tan cerca que podía sentir su aliento en la oreja.—Lo siento, Sarah. Lo siento tanto.

Sarah cerró el casillero con un golpe seco, puso los ojos en blanco. Ya había reconocido la voz, y se volvió para encontrarse a Charles Maxwell, de un metro noventa, haciendo un infantil mohín con la boca.

—¿Me perdonas?—Le dijo e hizo un puchero.

El perdón era algo que Sarah no lograba ejercer. Sabía que si cedía de alguna forma solo le daría más derechos de hacerle daño y lastimarla. Además, cuales fueran los sentimientos que pudo haber albergado por él, se habían evaporado totalmente.

—No tengo nada que perdonar. —Dijo tajante.—Hemos terminado.

—Soy un cretino, lo sé. De la peor calaña. Pero dame otra oportunidad.

Sarah apretó los libros que sostenía en su regazo. Lo miró impasible, completamente fría y sin ninguna emoción. Sin embargo, escucharlo la estaba impacientando.

De repente, otra chica, que no era Megan, delgada, alta y de cabello largo negro, apareció entre los dos, y con toda naturalidad y confianza, le plantó un beso en la boca a Charles a modo de saludo.
Sarah cerró los ojos con fuerza, conteniéndose, giró sobre sus talones y caminó a prisa por el pasillo despejado. Le hizo un gesto de despedida con el dorso de la mano.

—¡Menudo imbécil!

—¡Sarah!—Gritó él, separándose—No es lo que piensas.




Chloe detuvo el auto en la puerta de la casa de Sarah y se le quedó mirando esperando que ésta bajara, pero no lo hizo. La vio apretar la manilla de la puerta por lo que le pareció una eternidad, sin abrirla.

—¿Te acompaño?—Le preguntó Chloe

—Si, por favor.

Chloe suspiró y se bajó del auto, lo rodeó hasta que estuvo frente a Sarah ya en la acera.

—¿Quieres pasar?—Le preguntó Sarah señalando la casa con el pulgar.

—Claro.

La casa de dos pisos, olía a galletas recién horneadas. Era una estructura antigua, pero en perfectas condiciones. Su abuelo quien había sido un veterano de la guerra, conservaba en las paredes algunas piezas de colección donde era evidente el amor que profesaba a su patria y a su difunta esposa quien había sido enfermera.

Chloe nunca había estado en la casa, le echó un vistazo al vestíbulo, los pisos de madera, la chimenea, la sala de estar, los anchos sillones, los jarrones antiguos, las menorás de diferentes tipos que parecían ser la decoración principal de cada mesita alrededor. El tablero de ajedrez con las piezas alineadas y dos sillas. La amplia escalera de roble que llevaba al piso superior y el balcón del pasillo. Un arco redondo en un lateral de la pared en el piso inferior llevaba a una amplia cocina con encimeras y estantes de madera, los electrodomésticos no eran los más modernos pero funcionaban a la perfección. Y un comedor con una mesa de cuatro sillas. Era una casa bastante acogedora.

—Sarah—Saludó su abuelo.—He preparado galletas de mantequilla y jengibre. Tus favoritas.

—Gracias, abuelo.—Señaló a Chloe—¿Recuerdas a Chloe?

—Por supuesto.—Y la miró—No te veía desde que eras una niña. Has crecido mucho. ¿Como están tus padres y tu hermano?

—Muy bien, ahora tengo una hermana de cinco años. Y mamá está embarazada otra vez.—Tomó una bocanada de aire y añadió:— Y Tim está en la universidad. Le gusta la literatura.

—Vaya la familia está creciendo.

Sarah y Chloe rieron por lo bajo, con las manos en la boca. Finalmente Chloe siguió:

—Si, eso creo. Papá terminó su especialización en neurocirugía y mamá en cardiología. Han estado bastante ocupados.

—Igual que mi hijo Christian y Elizabeth.

—Si, lo siento mucho.

—Yo también.—Y siguió con nostalgia—Ellos adoraban servir a la gente y llevar sus conocimientos médicos a donde pudieran. Es una lastima que...

—Ya, abuelo—Cortó Sarah—Estaré con Chloe en mi habitación.

—Esta bien. Les subiré galletas y leche en un momento.

Chloe siguió a Sarah por las escaleras, deteniéndose para mirar los retratos de las paredes. Caminaron por el pasillo y Sarah abrió la puerta.

—Me gusta tu habitación—Dijo Chloe cuando entraron y avanzó hasta sentarse en la cama.—Es acogedora.

—Gracias, aún no me acostumbro.—Sarah se quitó el abrigo, la bufanda, el gorro y añadió sin entusiasmo—Vacaciones.

—Haremos algo divertido. Promesa.

—No hagas promesas.

—Bien.—Suspiró y preguntó:—¿Que ocurrió con Maxwell?

—Nada, es un cretino.

—Lo sé.—Soltó con simpleza—Me he enterado hoy de su modus operandi.

—También sale con Danna. Los ví. Es un cínico.

—Y con Emily. Además de Megan.

Ambas soltaron una carcajada en complicidad.

—Pensé que estabas enojada conmigo por pegarle a Megan.—Dijo Sarah secándose las lágrimas que habían brotado producto de la risa.

—No, para nada. Pero yo nunca te creí capaz de hacer tal cosa. Te ves tan debilucha y delicada.—Hizo una breve pausa y añadió con un poco de asombro en su voz:—¡Le rompiste la nariz!

—Yo tampoco sé cómo fui capaz de hacer eso.

La puerta se abrió. Era John, su abuelo, con una bandeja de plata en las manos. Sarah se levantó inmediatamente y tomó la bandeja con las galletas y la leche.

—Gracias, abuelo.

—De nada. Estaré en la cocina. Un gusto jovencita.

—El gusto es mío señor McConaughey.

La puerta se cerró. Sarah dejó la bandeja en la cama, entre las dos. Chloe le dedicó una mirada inquisitiva y compasiva.

—¿Aún le quieres? A Charles. Me refiero.

—No. ¿Que dices? Claro que no.—Sacudió la cabeza y luego sonrió—No sé como me dejé deslumbrar por sus encantos.

Chloe soltó una carcajada.

—Sin corazón roto entonces eh.—Siguió Chloe.

—Si, eso creo. Y soy afortunada de no estar con él.—Suspiró aliviada.

—¿Los extrañas? ¿A tus padres?

—No quiero hablar de eso, Chloe.—Cortó.

—Esta bien—Se levantó de la cama, tomó una galleta y miró su teléfono—Tengo que irme.

—Te acompaño.

La acompañó hasta el auto y se abrazaron.

—Mañana haremos algo divertido, lo prometo.

—No hagas promesas.—Resopló Sarah.

—Bien, te llamaré.

Vio desaparecer su auto calle abajo y entró a la casa.

—Sarah ven un momento. Encontré un par de folletos universitarios que podrías considerar.

Sarah miró a su abuelo con desinterés, ya sabía por donde venia la conversación.

—Tus padres estarían tan orgullosos si fueras a la misma universidad a la que ellos fueron. Tus padres querían que fueses médico como ellos.

La joven guardó silencio permitiendo que el anciano continuara.

—Tienes un fideicomiso, un fondo fiduciario, y un fondo universitario desde que eras una niña.

—Lo sé, abuelo.—Tomó una bocanada de aire, tomando valor para soltar lo que le producía un nudo en la garganta—No pienso estudiar medicina. En realidad no quiero ir a la universidad. Lo he decidido.

John abrió los ojos como platos. Nunca había notado en Sarah tanta altivez y para él fue un insulto que le contradijera.

—Eso es inconcebible jovencita. No lo permitiré.—Suavizó un poco el tono de su voz y después de una breve pausa añadió:—Puedes estudiar arte, literatura, ingeniería, música. Lo que tu quieras, Sarah.

Sarah percibió la súplica en su voz y no quería causarle ningún otro disgusto ni decepción, así que cediendo se disculpó:

—Lo siento, te aseguro que lo pensaré.

Y sin ver su reacción dio media vuelta y regresó al dormitorio.

Al cabo de un par de minutos escuchó unos nudillos tocando la puerta. Alzó la vista desde la cama para ver a su abuelo entrando a la habitación con una guitarra que le pareció familiar de inmediato.

—¡La guitarra de papá!.—Se sentó en la cama y extendió ambas manos.

John se acercó y se sentó al borde de la cama.

—¿La quieres?—Preguntó John.

Sarah tragó saliva, sabía cuanto amaba su padre esa guitarra. Las melodías que le escuchó miles de veces tocar, aún taladraban su cabeza y martillaban su corazón. Tal vez tenerla aumentara su dolor y tristeza.

—Si, la quiero.

John le extendió la guitarra y Sarah la tomó. La observó con delicadeza y tocó las cuerdas suavemente.

—No sé tocar, abuelo.—Admitió.

—Ya aprenderás. Tu padre nunca recibió clases y aprendió a dominarla en cuestión de días. Tu podrás hacer lo mismo.

Sonrió y dejó la guitarra a un lado y lo abrazó. Por primera vez permitió que las lágrima fluyeran por sus mejillas libremente, no contuvo el llanto y desahogó la tristeza que la colmaba.





—Cuando dijiste que haríamos algo divertido no me esperaba esto.

—Patinar en hielo en el Rockefeller Center le levanta el ánimo a cualquiera. Si no lo hace contigo es porque no eres humana, Sarah.—Puso los ojos en blanco y después miró en dirección de Hannah, su hermana, quien patinaba con Ian.

Sarah dio un par de pasos torpes sobre el hielo a punto de caer a trompicones.

—No sé patinar.

—Ven, yo te enseño.

Le tomó ambas manos, atrayéndola al centro de la pista. Sarah soltó un pequeño grito de terror y Chloe se echó a reír estridentemente sin poder contenerse. La soltó, ambas cayeron en el duro hielo aparatosamente y estallaron a reír al unísono. Ninguna de las dos podía controlar el ataque de risa. Chloe no había visto a Sarah reír así desde hacía mucho tiempo.

—Me alegro mucho de que estén divirtiéndose.—Sonrió Ian mirándolas. Y le extendió una mano a Chloe para ayudarla a levantarse.

—¿Donde está Hannah?—Preguntó Chloe mirando por encima de él.

—Con mi hermana. La llevó por chocolate caliente. ¿Quieren venir?

Sarah tomó la mano enguantada de Ian cuando se acercó a ella, se puso de pie y asintió.

—¡Chocolate caliente! ¡Yupi!—Exclamó Chloe.

Sarah meneó la cabeza y sonrió para ella misma.

Enseguida estuvieron con Samantha y Hannah acomodados en una mesa de una cafetería. Hannah devoraba su vaso de chocolate con caramelo y malvaviscos.

—Eso se ve delicioso, Hannah—Sonrió Ian.

—Lo está—Pronunció la niña con un bigote de chocolate en la cara.

—Dejame limpiarte—Chloe tomó una servilleta y se la pasó por la boca a su hermana.—Ya está.

—Ella ha pedido eso, no quería nada más—Se justificó Samantha—¿Que van a tomar ustedes?

—Cualquier cosa menos café. —Cortó Ian.

—Yo quiero una limonada—Soltó Sarah.

Una chica les tomó las órdenes y en unos minutos trajo los pedidos.

—Mi hermana quería conocerlas.—Señaló el pelirrojo.

Chloe y Sarah miraron hacia la pelirroja, era idéntica a Ian, tanto que parecían gemelos.

—¿Son gemelos?—Preguntó Sarah.

—No—Cortó Ian tosiendo—Es mi hermana menor.

—Apenas he cumplido quince— Sonrió Samantha—Mi hermano no para de hablar de ti Chloe, incluso lo hace dormido. 

—¡Sam!—Soltó el muchacho.

Sarah empezó a reír y Chloe se sonrojó.

—En serio, creo que le gustas. Mucho.—Siguió Sam.

Ian la miró enfadado. Tenía la mano en la frente se veía como si estuviese midiéndose la fiebre.

—¿Tienes fiebre hermano?—Le preguntó sonriendo maliciosamente.

—Ya, Samantha.

Todos empezaron a reír.

—Tú también te has sonrojado, Chloe.—Señaló Samantha mirándola y volviendo a tomar de su malteada.—Cuando se casen yo seré la dama de honor.

—Tu hermana es muy agradable, Ian.—Sonrió Sarah mirándolos a los tres paulatinamente—Es muy intuitiva y observadora.

—¿Que quieres decir?—Preguntó Chloe.

—Solo lo evidente.

Chloe miró a Ian y el ambiente se llenó de un incómodo silencio sepulcral.

Al cabo de unas dos horas, después de dejar a Ian y a Samantha en su casa. Sarah, Chloe y Hannah ya se preparaban para dormir.
© Luu Herrera ,
книга «Escogidos».
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