Capítulo 5
- Sarah.
Aunque las pesadillas cesaron, otras cosas extrañas empezaron a suceder alrededor de Sarah. Un sábado en la mañana cuando salió a recoger el correo, un hombre de una apariencia fuera de lo común la detuvo y la llamó por su nombre.
—¿Sarah?—Le preguntó
Ella alzó la vista todo lo que pudo para mirarle la cara, pues el hombre era increíblemente alto, bastante rubio y tenía los ojos de un gris muy claro. Vestía un traje blanco con mancuernillas doradas y a Sarah le pareció que su ropa de alguna extraña manera, brillaba.
—¿Si?
—Esto es para usted.
Le entregó un enorme paquete bastante pesado que Sarah miró interrogante y confundida.
—No he...—Levantó la mirada del paquete y lo buscó por los alrededores. Ya no estaba.—...ordenado nada.
Sarah tragó saliva y por un par de segundos se quedó allí paralizada digiriendo lo que acababa de pasar. Finalmente entró a la casa.
—¿Abuelo tu has ordenado algo?—Preguntó lo suficientemente alto para que su abuelo que estaba en la cocina la escuchara.
—No.—Gritó en respuesta.
—¿Seguro?
—Si, seguro.
Volvió a mirar el paquete en sus manos dubitativa, no sabía si era correcto abrirlo o no. Decidió hacerlo en su habitación. Subió las escaleras lo más rápido que pudo y cuando estuvo en ella, cerró la puerta con llave. Un montón de cosas pasaron por su cabeza antes de sentarse en la cama y quitarle con cuidado el hermoso envoltorio dorado que lo cubría.
—¿Un libro?—Preguntó para sí misma cuando lo vio.
No era cualquier libro. Sarah no se atrevió a considerar el material del que le parecía que estaba hecho.
—¿Es de oro?.—Volvió a preguntar para sí misma.
Nunca había visto un libro igual. Estaba hecho de oro. Al abrirlo encontró tres lenguajes distintos, no reconoció los dos primeros pero el tercero le parecía que era griego.
—Esto no puede ser, que extraño.
Se levantó de la cama y se sentó frente a la computadora. Al principio no sabía que buscar, que preguntar o investigar. Se le ocurrió teclear la palabra "jeroglíficos" primero y después "extraños dialectos" seguido de "lenguajes y idiomas". Estuvo un par de horas sentada allí hasta que tuvo una idea.
—¡Lo tengo!—Exclamó. Y acto seguido se golpeó la frente con la palma de la mano—Que tonta. Es hebreo. Y este debe ser... Arameo.
Recordó los objetos que tenía su abuelo por toda la casa. Y acababan de celebrar hanukka. Sarah sabía que sus padres y sus abuelos eran judíos pero por alguna razón ella siempre estuvo apartada de ello. Seguía considerando extraño que un desconocido le diera algo de tanto valor como un libro de oro. Intentó traducir algunos símbolos y alfabetos hasta que descubrió que era una biblia.
—¿Por qué alguien me daría una biblia?
Escuchó los pasos de su abuelo por el pasillo y rápidamente escondió el libro en el estante más alto de su armario.
—Sarah ven a almorzar. —Le escuchó cerca de la puerta.
—Voy abuelo.
Se recogió el cabello y bajó a comer. Ya tendría tiempo de investigar lo que sucedía, por el momento procuró guardar el secreto.
John su abuelo había puesto la mesa cuando llegó al comedor. Se sentó y luego él se sentó frente a ella.
—Te daré esta tarjeta de crédito.—Le dijo—Te servirá para cualquier cosa que necesites. Además tienes tu fondo fiduciario.
La deslizó por la superficie de la mesa hasta ella. Sarah alzó la vista del plato y lo miró a la cara, buscando algún indicio de broma o error en sus palabras.
—Sé que eres lo suficientemente responsable.
—Gracias abuelo.
—¿Te has replanteado lo de la universidad, verdad? No quiero volver a discutir por ello.
—Si, te aseguro que lo he considerado.
John suspiró aliviado.
—Me alegra saberlo. —Hizo pausa y añadió —Tienes toda la libertad para elegir cualquier carrera Sarah. Cualquier cosa que te guste. Es tu decisión.
—Está bien, gracias abuelo—Repitió y sonrió.
—Ahora come.
Cuando volvió a su habitación un montón de ideas empezaron a llenar su cabeza. Y cuando logró despejar la culpa, el nerviosismo y el sobresalto tecleó en su computadora alguna aerolínea que pudiera ofrecerle el servicio que estaba buscando. Sabía el disgusto que le ocasionaría a su abuelo, pero el deseo de una oportunidad de ver si tan siquiera la tumba de sus padres le ganó a todo. Llenó el formulario e hizo la transacción del boleto hacia Cape Town.
Sarah se quedó paralizada por algunos segundos mirando la pantalla y aunque no se creía capaz de hacer lo que estaba haciendo, lo necesitaba, necesitaba explicaciones, necesitaba ver sus tumbas, necesitaba darles un último adiós.
Tomó la maleta y se dispuso a empacar las cosas básicas. El vuelo saldría al día siguiente y aunque solo esperaba ausentarse pocos días, tendría al menos dos semanas libres antes de tener que volver al instituto. Le pareció tiempo suficiente para hacer lo que tendría que hacer y reponerse después de ello.
También necesitaba una coartada así que decidió textear a Chloe.
Sarah: Vas a enloquecer, pero tengo que contártelo, además necesito un favor.
Tardó un minuto en recibir la respuesta:
Chloe: Escúpelo.
Sarah: Voy a estar contigo de picnic o de vacaciones de invierno por los próximos cinco días.
Chloe: ¿Qué?
Sarah: Solo mientras hago algunas cosas.
Chloe: ¿Como qué? ¿Y donde vas a estar en realidad?
Sarah: Solo algo de viaje.
Chloe: ¿Que tan..."algo"? ¿Y a donde?.
Sarah: Solo serán unos días, necesito que me ayudes, de verdad lo necesito.
Chloe: Sarah... sino me cuentas. No te ayudaré. ¿Donde vas a estar y con quién? Y RESPONDE las preguntas.
Sarah: Será un viaje... de pocos días. Lo haré sola. Nadie me acompañará.
Chloe: Bien. ¿A donde?
Sarah: Solo...
Chloe: Sarah...
Sarah: No te puedo decir.
Chloe: Entonces olvidalo. No te ayudaré. Buenas noches.
Chloe envió el texto, tiró el teléfono sobre la cama y se cruzó de brazos disgustada.
Sarah tecleó con rapidez su próximo mensaje y el teléfono de Chloe volvió a sonar.
Sarah: Chloe, por favor. Solo... Cape town.
Chloe: ¿Cape town? ¿Dónde es eso?
Sarah: South Africa.
Chloe: ¿Es que te has vuelto loca? NO PUEDES IR. NI HABLAR. ¡OLVIDALO!
Sarah: Chloe por favor. Necesito tu ayuda y... ¿Por qué escribes en mayúsculas y con tantas exclamaciones?
Chloe: Es que no lo ves tonta, te estoy gritando.
Sarah: Umm ok. ¿Me ayudaras?
Chloe: No. Si tu abuelo se entera se disgustará un montón y mis padres se pondrán furiosos.
Sarah: Serán solo cinco días.
Chloe: Sarah no es como si te fueras al central park de picnic o a un campamento por vacaciones de invierno. ¡Es South África!. Al otro extremo del mundo.
Sarah: Es por mis padres. Realmente necesito esto Chloe. Lo necesito.
Chloe soltó el teléfono sobre la cama y recordó todos los episodios de tristeza y depresión por los que había estado atravesando Sarah y sintió pena por ella. Aunque sabía que era una locura volvió a tomar el teléfono y le envió otro mensaje.
Chloe: ¿Cuando piensas mancharte?
Sarah: El boleto tiene fecha de mañana a las once de la mañana.
Chloe: ¿Qué?
Sarah: Ya estaba decidido.
Chloe: ¿Como lo has pagado?
Sarah iba a responderle cuando recibió otro texto de Chloe.
Chloe: No me lo digas. Te ayudaré. Pero vas a deberme uno grande, Sarah. Serás mi esclava de por vida.
Sarah: Si, lo que tu digas. De verdad te lo agradezco, Chloe. Eres la mejor amiga que una chica podría tener.
Chloe: Ya, ya, sé que me amas y más te vale que lo hagas.
Sarah: Hahahah. Si, te amo.
Sarah escuchó pasos resonando por la madera del piso del pasillo y dejó el teléfono sobre la mesita de noche al lado de su cama... Enseguida unos golpes suaves en su puerta y la voz de su abuelo hicieron que se espabilara y se pusiera de pie de un salto, estaba nerviosa.
—Has estado encerrada en tu habitación todo el día. ¿Tienes hambre Sarah?
Abrió la puerta y lo dejó pasar.
—Si, un poco—Le respondió.
—Te prepararé un sándwich.
John dio un vistazo por la habitación y notó la maleta aun abierta sobre la cama.
—No te preocupes yo misma lo prepararé.—Atajó
—¿Y eso?—Señaló John con un dedo.
—Chloe y yo tenemos planes. Espero que no te moleste.
—No, no me molesta. ¿Cuáles planes?
—Un pequeño viaje, campamento, picnic. Algo divertido antes de que terminen las vacaciones de invierno. Vendrá por mí en la mañana.
—Está bien. Que se diviertan. Te hará bien estar fuera de casa un rato.
—Gracias abuelo.
—Voy a descansar.
—Buenas noches.
Lo vió darse vuelta y perderse por el pasillo. Enseguida escuchó el portazo de la puerta de su habitación al cerrarse. Suspiró aliviada y cerró la puerta. Recordó el libro que había recibido en la mañana y volvió a estudiar su aspecto, aunque era pesado, decidió meterlo en la maleta, junto con las otras cosas.
Sarah estaba demasiado nerviosa para dormir esa noche.
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