Capítulo 1 (Pía)
Pía.
He estado planificando este verano desde hace meses. A veces Helena no sabe donde tiene la cabeza y si no fuese por mí, no tendríamos noche de chicas los fines de semana. Además, es mi cumpleaños. Así que reservé cinco vuelos en primera clase a Budapest y luego pasaremos algunos días en Viena, Praga y finalizaremos en Londres. Que me ha costado mucho dinero, pero unas vacaciones de verano y mi cumpleaños, sin ellas no serían lo mismo. Deseo que pasemos un tiempo de calidad valioso que fortalezca nuestros lazos fraternales. Además de festejar mi cumpleaños número veintiuno a lo grande.
Guardo el teléfono en el bolso y me deslizo del ascensor a nuestras oficinas. Mis padres tienen muchas empresas en España. Y yo dirijo la empresa de embotelladores de agua mineral natural. La empresa era muy pequeña, pero ha crecido y prosperado asombrosamente en los últimos años. Estamos por aprobar un proyecto para lanzar al mercado nuestra línea de agua con gas saborizada. Lo que me entusiasma mucho. Emilia se dirige hacia mí con una carpeta en el regazo, se agita al verme y apresura el paso. Cuando finalmente la tengo enfrente jadea como si hubiese corrido un maratón. ¿Pero qué pasa? ¿Cuál es la prisa? La miro impaciente, esperando que hable...
—Tengo algunos papeles que debes firmar.
—Déjalos en mi oficina.—Le digo indiferente.
Desde que tengo diecisiete años he estado involucrada en los negocios. He aprendido de administración, publicidad, marketing, contaduría, entre otras cosas. Por cierto, yo soy la imagen de la compañía. Mis padres son unos nómadas por excelencia y no me molesta decir que somos presuntuosos, porque lo somos. Nos encantan el éxito y los lujos. Yo preguntaría... ¿A quién no le gusta?
—Debes firmar ahora. Es urgente. Estas son las patentes de la nueva agua gasificada con sabores cítricos. Estamos haciendo muestras para aprobar otros sabores... Pero debe firmar ahora para lanzar éstas al mercado a la brevedad posible.
—Traélos.—Suelto rodando los ojos y quitándome los lentes de sol.
Me pavoneo hasta mi oficina, giro la manilla de la puerta, entro dejando mi bolso en el sofá y rodeo mi escritorio. Me siento en mi ancho sillón y dejo las palmas en la superficie en señal de espera.
—Venga, déjame ver.
Los coloca frente a mí y mientras los ojeo enciende la televisión en el canal de noticias. Tomo mi bolígrafo, un hermoso bolígrafo de plata rosada, que uso para firmar papeles importantes. Apuñalo el escritorio con el, mientras termino de leer y de repente escucho una voz familiar y un bullicio agudo...
—¿No es esa su amiga Ximena?—Pregunta Emilia señalando hacia la televisión.
Levanto la cabeza para mirar la pantalla de la televisión y me doy cuenta de que transmiten otra protesta. No veo a Ximena en la multitud.
—Es una protesta en contra de la caza indiscriminada del leopardo nebuloso... y de la tala de árboles.—Señala
Yo realmente ni siquiera estoy segura de que esa especie exista en España. Me detengo un poco a mirar y que la veo atada a un enorme árbol.
—¿Ximena...? Madre mía pero es que está loca. ¿Qué hace ahí?
—Es la serie de árboles que están a las afueras de la ciudad, tienen setecientos años de antigüedad. Van a talarlos para construir un conglomerado de casas. Los activistas ambientales están furiosos e indignados.
—Por supuesto, y mi amiga como buena defensora de los derechos de quienes no pueden hablar, ha decidido amarrarse al árbol. ¿Porqué, qué importa? Que talen los árboles con ella atada a ellos.
—Esa es la idea de la protesta, señorita. Impedir que los talen. Todos los medios de comunicación están respaldando ésta iniciativa, incluso la prensa escrita. La organización de la que es parte su amiga son un hueso duro de roer.
—Que mi amiga ha perdido la cabeza, definitivamente, Emilia.
—¿Ya firmó? Solo falta su firma y ya podremos empezar a embotellar inmediatamente.
—Claro—Tracé mi hermosa caligrafía en la hoja de papel y los deslice por la superficie de madera hacia ella.
Volví a mirar la pantalla con detenimiento. Los carteles y los coros de protesta. Pero que el árbol tenía hasta nombre. Perdónenme, pero qué estupidez. Esto era peor que lo que tuvimos que hacer por Camila cuando debutó para Piratas del Caribe en el teatro. Ninguna de nosotras era capaz de decirle que apestaba como actriz, pero que la chica era terrible. Sin embargo, todas sonreímos y le dijimos que fue la mejor de todo el elenco. Pero esta vez sentí en mi estómago o en mi corazón que no podía permitir que mi amiga Ximena siguiera haciendo el ridículo. Tomé mi bolso y me decidí ir a allí, a desamarrarla del árbol yo misma si era necesario.
—¿A donde va?
—Voy a salvar a Ximena.
Emilia se me quedó mirando desconcertada, pero no le hice caso.
Mi mercedes benz descapotable estaba reluciente, acababa de traerlo del taller. Me acomodé los lentes de sol, mirándome en el retrovisor, y dejé el bolso en el asiento del copiloto. Me dirigí hacia la protesta y que todavía estaba en pleno auge. Ximena seguía amarrada al árbol y aunque parecía ser algo pacífico, era ensordecedor el bullicio que causaban.
—¡Ximenaaaaa!—Grité a todo pulmón. La chica loca seguía gritando improperios, animando a los asistentes, y no me veía, ni escuchaba—¿Pero qué haces?
Me acerqué hasta ella, desplazándome con cuidado entre la gente y cuando me vió se soltó de las cuerdas...
—¡Pía...!—Gritó sonriendo sorprendida y se acercó a abrazarme—No sabía que amabas estas cosas
—He venido a detenerte de hacer una locura.
Me miró confundida y se rascó la cabeza, desconcertada. Su piel se veía tostada por el sol.
—¿De qué hablas?
—Vas a hacer que te maten
—A esto me dedico, Pía. Somos activistas ambientales. No podemos permitir que lo corten.
—Oh, por supuesto. Es una lucha lógica—Solté sarcásticamente.
—La arquitecta que creó el proyecto, está equivocada.—Cortó
Entrecerré los ojos y la miré con detenimiento, incisiva e interrogante.
—Piensa en las familias que serán beneficiadas Ximena y en todos los indigentes y las personas pobres que tendrán un hogar— Suspiré y añadí pacientemente, incitada por el enojo y la incómoda situación—Y en todos aquellos que serán beneficiados. Serán las casas más bonitas de toda la ciudad.
—No serán casas ecológicas.
Rodé los ojos, suspiré y miré al cielo suplicando por no sé, un milagro, paciencia, amor, por la paz global y por el dominio propio que necesitaba para no abofetear a mi amiga allí mismo.
—Sabemos que van a cortar a Saúl. Ya nos hemos resignado.—Soltó de repente.
—¿Pero qué dices?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a gimotear. Me acerqué a ella y la abracé.
—Ya, ya. Venga, dame un abrazo—Y le palmee la espalda—No llores. Todo va a estar bien.
—¡Esto es horrible!—Estalló de repente en un agudo sollozo y se deshizo en lágrimas en mi hombro—Hay hiedra venenosa en sus ramas. También térmitas por todas partes. Además, el terreno es pantanoso. Todos están deteriorándose.
Su llanto se hizo ensordecedor.
—Entiendo, cariño.—Y seguí palmeandola —Ya, no llores.
—Es tan difícil... —Sollozó—Es un gran árbol. Ha sido refugio de aves y otros animales durante siglos.
Exhalé y cogí aire.
—Es como si estuviera embrujado.—Solté pensativa, intentando ser gráfica—Ningún animal podrá cobijarse en él, nunca más.
Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y suspiró.
—Ya lo sé, Pía. Todos lo sabemos. Pero es difícil aceptarlo. Tenemos mucha gente que cree en esto. Incluso han invertido dinero. ¿Que les vamos a decir? ¿Que va a decir la gente?
—Pues... Colocarse en el lado correcto... —Dije reflexivamente— Saúl ya es un caso perdido. Tienen que dejarlo ir para que lo nuevo pueda venir. No veo el sentido lógico de esta lucha, Ximena. Es como pelear contra la corriente, batallar contra lo inevitable.
Negó con la cabeza.
—Vale la pena luchar por él y por los otros árboles que lo rodean. Los otros son Adonis y Apolo.—Y señaló con el dedo por encima de mi hombro—El otro árbol de allá atrás le llamamos Pandora. Algunos aún no tienen nombres.
¡Dios mío, AYUDAME!
—¿Te vienes a casa conmigo?—Pregunté conteniéndome, ya había perdido toda la paciencia.
—Estoy con Pablo, Catalina y Tatiana.—Dijo mirando alrededor, buscándolos— ¿Cenamos?
—No me iré de aquí sin ti.—Repliqué con firmeza.
—Aprecio tu preocupación, pero estoy bien. Tal vez no podamos salvar a Saúl pero hemos hecho una gran tarea educativa sobre la tala de árboles, así que nuestra lucha no ha sido en vano. Además, no es cualquier árbol. Saúl tiene setecientos años, debería ser patrimonio mundial de la humanidad. Deberían internacionalizarlo. Debemos educar sobre él con fundamentos científicos.
—Oh, por supuesto.—Rodé los ojos, totalmente convencida de que mi amiga había perdido el juicio.—Te vienes conmigo.
La escuché resoplar de puro fastidio pero me siguió en mi camino de vuelta al auto. Se subió al coche por el lado del copiloto y se cruzó de brazos a regañadientes.
Me había informado un poco antes de llegar y ya conocía las características del innovador proyecto que tenía más de seis años retrasado por causa de las constantes oposiciones que causaban los inconformes, los manifestantes y los ignorantes. Lamentablemente mi amiga Ximena era una más. Jamás en mi vida me había importado nadie más que mi misma y mi familia. Pero incluso yo, con mi arraigado egoísmo e individualismo. Entendía que esta podía ser la oportunidad que muchas familias, comunidades, sociedad en general, personas sin hogar y sin refugio necesitaban. El árbol, como defendía mi amiga encarecidamente, solía ser un ejemplar asombroso de más de setecientos años. Pero era mucho más el caos que estaba causando que el bienestar. Quiero decir, el árbol con sus raíces retorcidas había dividido la carretera, estaba ubicado en un lugar pantanoso, el sitio favorito de asquerosos anfibios y serpientes... tenía térmitas y sus ramas estaban cubiertas por hiedra venenosa. Se veía tétrico, parecía embrujado, deteriorado y presa de un maleficio. Ningún animal en su sano juicio se habría acercado a eso buscando "refugio". Además el estúpido árbol estaba siendo causa de conflicto y controversia en toda España. Y ni hablar por la violencia y el odio que incitaban los manifestantes. Era algo sumamente ridículo. Por supuesto a Ximena, quien había sido mi amiga desde el jardín de infancia, seguramente le importaba un rábano mi opinión. Pero todo esto me hacía reflexionar y preguntarme... ¿A favor de qué luchaban ellos? De un caso totalmente perdido y que si no era talado, de igual manera el árbol acabaría pudriéndose, como ya estaba sucediendo. Y privando a gente necesitada de favor y hogares dignos. Era algo absurdo por donde lo miraras. Estaban dando más relevancia a troncos y ramas podridas que a la gente, incluso más que a la misma causa que decían defender. ¿Donde estaba la verdadera justicia entonces?
Desde que conozco a Ximena ha amado a los animales y tiene su casa llena de ellos, pero esto era otro nivel. No quería imaginarme que esas personas llegaran un poco más allá de la violencia, y es que casi no faltaba nada para que se matasen unos a otros. En una posición ofensiva a favor de una causa sin razón ni sentido, habían pisoteado ya todas las leyes existentes y las que no existían también. Y yo ya empezaba a imaginarme con horror, lo peor. Y lo que pudo haber sido algo pacífico y fructífero, si hubiesen conocido y aceptado sus verdaderos derechos y deberes, se hacía cada vez más atroz, perverso y despreciable.
Necesito una bebida energética.
Miré a Ximena de reojo un par de veces mientras conducía. Se había perdido mirando por la carretera, la brisa cálida de verano le golpeaba el rostro y desordenaba su cabello.
Eran las once de la mañana, la cafetería donde trabajaba Helena no estaba tan abarrotada como solía estarlo habitualmente, estaba vacío en realidad. Así que ese fue un punto positivo cuando entramos y la encontramos desocupada. Vestía su uniforme de siempre, llevaba el cabello rubio con mechones claros en una coleta alta y poco maquillaje.
Nos sonrió cálidamente al vernos y se acercó rápidamente a nuestra mesa.
—Que gusto verlas—Nos besó a ambas y se sentó.
—No te darán algún regaño por sentarte con nosotras —Soltó Ximena, que al fin decía algo lógico en toda la mañana.
—De eso nada. Estoy en mi hora de descanso—Nos miró a ambas paulatinamente y volvió a dirigirse a Ximena—¿Como va lo de Saúl y los troncosaurios?
Los ojos de Ximena volvieron a llenarse de lágrimas y volvió a gimotear. Todo su diafragma conmoviéndose, dramáticamente.
—¡Van a talarlos!—Solté, si, soné implacable, fría, toda una…
—¡Insensible! Eres cruel, Pía—Me acusó Helena, que empezó a palmear la espalda de Ximena y en consiguiente la escuchamos sollozar con más fuerza. Estaba chillando ensordecedoramente.
Me levanté de la mesa, harta, sin duda yo era la única con sentido común en esa conversación.
Me acerqué al mostrador y le pedí a Cinthia mi bebida energética de siempre y dos té helado para Helena y Ximena.
—Podrías llevárselos a la mesa, Cinthia.—Le pedí—Hay demasiado drama allí, más del que puedo soportar. Ximena ha fallado en su intento de impedir que talaran un árbol y tiene que ser un acontecimiento nacional.
Ella parpadeó un par de veces, perpleja, asintió y tomó las bebidas, se acercó a la mesa y se las sirvió.
Por cierto, odio el drama. La última vez que quise hacer uno mis padres me pidieron que lo programara con su asistente y lo marcara en su agenda.
Teníamos un sentido práctico de la vida y ningún tiempo disponible para... no sé, chorradas.
A partir de entonces encontré otras maneras de drenar mis frustraciones; como viajar, comprar zapatos compulsivamente, ir al spa, hacer rutinas implacables en el gimnasio, bueno más bien yoga y pilates, porque odio la sudoración y me resulta muy poco femenino una mujer con los músculos marcados.
He estado planificando este verano desde hace meses. A veces Helena no sabe donde tiene la cabeza y si no fuese por mí, no tendríamos noche de chicas los fines de semana. Además, es mi cumpleaños. Así que reservé cinco vuelos en primera clase a Budapest y luego pasaremos algunos días en Viena, Praga y finalizaremos en Londres. Que me ha costado mucho dinero, pero unas vacaciones de verano y mi cumpleaños, sin ellas no serían lo mismo. Deseo que pasemos un tiempo de calidad valioso que fortalezca nuestros lazos fraternales. Además de festejar mi cumpleaños número veintiuno a lo grande.
Guardo el teléfono en el bolso y me deslizo del ascensor a nuestras oficinas. Mis padres tienen muchas empresas en España. Y yo dirijo la empresa de embotelladores de agua mineral natural. La empresa era muy pequeña, pero ha crecido y prosperado asombrosamente en los últimos años. Estamos por aprobar un proyecto para lanzar al mercado nuestra línea de agua con gas saborizada. Lo que me entusiasma mucho. Emilia se dirige hacia mí con una carpeta en el regazo, se agita al verme y apresura el paso. Cuando finalmente la tengo enfrente jadea como si hubiese corrido un maratón. ¿Pero qué pasa? ¿Cuál es la prisa? La miro impaciente, esperando que hable...
—Tengo algunos papeles que debes firmar.
—Déjalos en mi oficina.—Le digo indiferente.
Desde que tengo diecisiete años he estado involucrada en los negocios. He aprendido de administración, publicidad, marketing, contaduría, entre otras cosas. Por cierto, yo soy la imagen de la compañía. Mis padres son unos nómadas por excelencia y no me molesta decir que somos presuntuosos, porque lo somos. Nos encantan el éxito y los lujos. Yo preguntaría... ¿A quién no le gusta?
—Debes firmar ahora. Es urgente. Estas son las patentes de la nueva agua gasificada con sabores cítricos. Estamos haciendo muestras para aprobar otros sabores... Pero debe firmar ahora para lanzar éstas al mercado a la brevedad posible.
—Traélos.—Suelto rodando los ojos y quitándome los lentes de sol.
Me pavoneo hasta mi oficina, giro la manilla de la puerta, entro dejando mi bolso en el sofá y rodeo mi escritorio. Me siento en mi ancho sillón y dejo las palmas en la superficie en señal de espera.
—Venga, déjame ver.
Los coloca frente a mí y mientras los ojeo enciende la televisión en el canal de noticias. Tomo mi bolígrafo, un hermoso bolígrafo de plata rosada, que uso para firmar papeles importantes. Apuñalo el escritorio con el, mientras termino de leer y de repente escucho una voz familiar y un bullicio agudo...
—¿No es esa su amiga Ximena?—Pregunta Emilia señalando hacia la televisión.
Levanto la cabeza para mirar la pantalla de la televisión y me doy cuenta de que transmiten otra protesta. No veo a Ximena en la multitud.
—Es una protesta en contra de la caza indiscriminada del leopardo nebuloso... y de la tala de árboles.—Señala
Yo realmente ni siquiera estoy segura de que esa especie exista en España. Me detengo un poco a mirar y que la veo atada a un enorme árbol.
—¿Ximena...? Madre mía pero es que está loca. ¿Qué hace ahí?
—Es la serie de árboles que están a las afueras de la ciudad, tienen setecientos años de antigüedad. Van a talarlos para construir un conglomerado de casas. Los activistas ambientales están furiosos e indignados.
—Por supuesto, y mi amiga como buena defensora de los derechos de quienes no pueden hablar, ha decidido amarrarse al árbol. ¿Porqué, qué importa? Que talen los árboles con ella atada a ellos.
—Esa es la idea de la protesta, señorita. Impedir que los talen. Todos los medios de comunicación están respaldando ésta iniciativa, incluso la prensa escrita. La organización de la que es parte su amiga son un hueso duro de roer.
—Que mi amiga ha perdido la cabeza, definitivamente, Emilia.
—¿Ya firmó? Solo falta su firma y ya podremos empezar a embotellar inmediatamente.
—Claro—Tracé mi hermosa caligrafía en la hoja de papel y los deslice por la superficie de madera hacia ella.
Volví a mirar la pantalla con detenimiento. Los carteles y los coros de protesta. Pero que el árbol tenía hasta nombre. Perdónenme, pero qué estupidez. Esto era peor que lo que tuvimos que hacer por Camila cuando debutó para Piratas del Caribe en el teatro. Ninguna de nosotras era capaz de decirle que apestaba como actriz, pero que la chica era terrible. Sin embargo, todas sonreímos y le dijimos que fue la mejor de todo el elenco. Pero esta vez sentí en mi estómago o en mi corazón que no podía permitir que mi amiga Ximena siguiera haciendo el ridículo. Tomé mi bolso y me decidí ir a allí, a desamarrarla del árbol yo misma si era necesario.
—¿A donde va?
—Voy a salvar a Ximena.
Emilia se me quedó mirando desconcertada, pero no le hice caso.
Mi mercedes benz descapotable estaba reluciente, acababa de traerlo del taller. Me acomodé los lentes de sol, mirándome en el retrovisor, y dejé el bolso en el asiento del copiloto. Me dirigí hacia la protesta y que todavía estaba en pleno auge. Ximena seguía amarrada al árbol y aunque parecía ser algo pacífico, era ensordecedor el bullicio que causaban.
—¡Ximenaaaaa!—Grité a todo pulmón. La chica loca seguía gritando improperios, animando a los asistentes, y no me veía, ni escuchaba—¿Pero qué haces?
Me acerqué hasta ella, desplazándome con cuidado entre la gente y cuando me vió se soltó de las cuerdas...
—¡Pía...!—Gritó sonriendo sorprendida y se acercó a abrazarme—No sabía que amabas estas cosas
—He venido a detenerte de hacer una locura.
Me miró confundida y se rascó la cabeza, desconcertada. Su piel se veía tostada por el sol.
—¿De qué hablas?
—Vas a hacer que te maten
—A esto me dedico, Pía. Somos activistas ambientales. No podemos permitir que lo corten.
—Oh, por supuesto. Es una lucha lógica—Solté sarcásticamente.
—La arquitecta que creó el proyecto, está equivocada.—Cortó
Entrecerré los ojos y la miré con detenimiento, incisiva e interrogante.
—Piensa en las familias que serán beneficiadas Ximena y en todos los indigentes y las personas pobres que tendrán un hogar— Suspiré y añadí pacientemente, incitada por el enojo y la incómoda situación—Y en todos aquellos que serán beneficiados. Serán las casas más bonitas de toda la ciudad.
—No serán casas ecológicas.
Rodé los ojos, suspiré y miré al cielo suplicando por no sé, un milagro, paciencia, amor, por la paz global y por el dominio propio que necesitaba para no abofetear a mi amiga allí mismo.
—Sabemos que van a cortar a Saúl. Ya nos hemos resignado.—Soltó de repente.
—¿Pero qué dices?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a gimotear. Me acerqué a ella y la abracé.
—Ya, ya. Venga, dame un abrazo—Y le palmee la espalda—No llores. Todo va a estar bien.
—¡Esto es horrible!—Estalló de repente en un agudo sollozo y se deshizo en lágrimas en mi hombro—Hay hiedra venenosa en sus ramas. También térmitas por todas partes. Además, el terreno es pantanoso. Todos están deteriorándose.
Su llanto se hizo ensordecedor.
—Entiendo, cariño.—Y seguí palmeandola —Ya, no llores.
—Es tan difícil... —Sollozó—Es un gran árbol. Ha sido refugio de aves y otros animales durante siglos.
Exhalé y cogí aire.
—Es como si estuviera embrujado.—Solté pensativa, intentando ser gráfica—Ningún animal podrá cobijarse en él, nunca más.
Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y suspiró.
—Ya lo sé, Pía. Todos lo sabemos. Pero es difícil aceptarlo. Tenemos mucha gente que cree en esto. Incluso han invertido dinero. ¿Que les vamos a decir? ¿Que va a decir la gente?
—Pues... Colocarse en el lado correcto... —Dije reflexivamente— Saúl ya es un caso perdido. Tienen que dejarlo ir para que lo nuevo pueda venir. No veo el sentido lógico de esta lucha, Ximena. Es como pelear contra la corriente, batallar contra lo inevitable.
Negó con la cabeza.
—Vale la pena luchar por él y por los otros árboles que lo rodean. Los otros son Adonis y Apolo.—Y señaló con el dedo por encima de mi hombro—El otro árbol de allá atrás le llamamos Pandora. Algunos aún no tienen nombres.
¡Dios mío, AYUDAME!
—¿Te vienes a casa conmigo?—Pregunté conteniéndome, ya había perdido toda la paciencia.
—Estoy con Pablo, Catalina y Tatiana.—Dijo mirando alrededor, buscándolos— ¿Cenamos?
—No me iré de aquí sin ti.—Repliqué con firmeza.
—Aprecio tu preocupación, pero estoy bien. Tal vez no podamos salvar a Saúl pero hemos hecho una gran tarea educativa sobre la tala de árboles, así que nuestra lucha no ha sido en vano. Además, no es cualquier árbol. Saúl tiene setecientos años, debería ser patrimonio mundial de la humanidad. Deberían internacionalizarlo. Debemos educar sobre él con fundamentos científicos.
—Oh, por supuesto.—Rodé los ojos, totalmente convencida de que mi amiga había perdido el juicio.—Te vienes conmigo.
La escuché resoplar de puro fastidio pero me siguió en mi camino de vuelta al auto. Se subió al coche por el lado del copiloto y se cruzó de brazos a regañadientes.
Me había informado un poco antes de llegar y ya conocía las características del innovador proyecto que tenía más de seis años retrasado por causa de las constantes oposiciones que causaban los inconformes, los manifestantes y los ignorantes. Lamentablemente mi amiga Ximena era una más. Jamás en mi vida me había importado nadie más que mi misma y mi familia. Pero incluso yo, con mi arraigado egoísmo e individualismo. Entendía que esta podía ser la oportunidad que muchas familias, comunidades, sociedad en general, personas sin hogar y sin refugio necesitaban. El árbol, como defendía mi amiga encarecidamente, solía ser un ejemplar asombroso de más de setecientos años. Pero era mucho más el caos que estaba causando que el bienestar. Quiero decir, el árbol con sus raíces retorcidas había dividido la carretera, estaba ubicado en un lugar pantanoso, el sitio favorito de asquerosos anfibios y serpientes... tenía térmitas y sus ramas estaban cubiertas por hiedra venenosa. Se veía tétrico, parecía embrujado, deteriorado y presa de un maleficio. Ningún animal en su sano juicio se habría acercado a eso buscando "refugio". Además el estúpido árbol estaba siendo causa de conflicto y controversia en toda España. Y ni hablar por la violencia y el odio que incitaban los manifestantes. Era algo sumamente ridículo. Por supuesto a Ximena, quien había sido mi amiga desde el jardín de infancia, seguramente le importaba un rábano mi opinión. Pero todo esto me hacía reflexionar y preguntarme... ¿A favor de qué luchaban ellos? De un caso totalmente perdido y que si no era talado, de igual manera el árbol acabaría pudriéndose, como ya estaba sucediendo. Y privando a gente necesitada de favor y hogares dignos. Era algo absurdo por donde lo miraras. Estaban dando más relevancia a troncos y ramas podridas que a la gente, incluso más que a la misma causa que decían defender. ¿Donde estaba la verdadera justicia entonces?
Desde que conozco a Ximena ha amado a los animales y tiene su casa llena de ellos, pero esto era otro nivel. No quería imaginarme que esas personas llegaran un poco más allá de la violencia, y es que casi no faltaba nada para que se matasen unos a otros. En una posición ofensiva a favor de una causa sin razón ni sentido, habían pisoteado ya todas las leyes existentes y las que no existían también. Y yo ya empezaba a imaginarme con horror, lo peor. Y lo que pudo haber sido algo pacífico y fructífero, si hubiesen conocido y aceptado sus verdaderos derechos y deberes, se hacía cada vez más atroz, perverso y despreciable.
Necesito una bebida energética.
Miré a Ximena de reojo un par de veces mientras conducía. Se había perdido mirando por la carretera, la brisa cálida de verano le golpeaba el rostro y desordenaba su cabello.
Eran las once de la mañana, la cafetería donde trabajaba Helena no estaba tan abarrotada como solía estarlo habitualmente, estaba vacío en realidad. Así que ese fue un punto positivo cuando entramos y la encontramos desocupada. Vestía su uniforme de siempre, llevaba el cabello rubio con mechones claros en una coleta alta y poco maquillaje.
Nos sonrió cálidamente al vernos y se acercó rápidamente a nuestra mesa.
—Que gusto verlas—Nos besó a ambas y se sentó.
—No te darán algún regaño por sentarte con nosotras —Soltó Ximena, que al fin decía algo lógico en toda la mañana.
—De eso nada. Estoy en mi hora de descanso—Nos miró a ambas paulatinamente y volvió a dirigirse a Ximena—¿Como va lo de Saúl y los troncosaurios?
Los ojos de Ximena volvieron a llenarse de lágrimas y volvió a gimotear. Todo su diafragma conmoviéndose, dramáticamente.
—¡Van a talarlos!—Solté, si, soné implacable, fría, toda una…
—¡Insensible! Eres cruel, Pía—Me acusó Helena, que empezó a palmear la espalda de Ximena y en consiguiente la escuchamos sollozar con más fuerza. Estaba chillando ensordecedoramente.
Me levanté de la mesa, harta, sin duda yo era la única con sentido común en esa conversación.
Me acerqué al mostrador y le pedí a Cinthia mi bebida energética de siempre y dos té helado para Helena y Ximena.
—Podrías llevárselos a la mesa, Cinthia.—Le pedí—Hay demasiado drama allí, más del que puedo soportar. Ximena ha fallado en su intento de impedir que talaran un árbol y tiene que ser un acontecimiento nacional.
Ella parpadeó un par de veces, perpleja, asintió y tomó las bebidas, se acercó a la mesa y se las sirvió.
Por cierto, odio el drama. La última vez que quise hacer uno mis padres me pidieron que lo programara con su asistente y lo marcara en su agenda.
Teníamos un sentido práctico de la vida y ningún tiempo disponible para... no sé, chorradas.
A partir de entonces encontré otras maneras de drenar mis frustraciones; como viajar, comprar zapatos compulsivamente, ir al spa, hacer rutinas implacables en el gimnasio, bueno más bien yoga y pilates, porque odio la sudoración y me resulta muy poco femenino una mujer con los músculos marcados.
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