Prólogo
Capítulo 1 (Pía)
Capítulo 2 (Raquel)
Capítulo 3 (Helena)
Capítulo 4 (Pía)
Capítulo 5 (Ximena)
Capítulo 6 (Pía)
Capítulo 7 (Raquel)
Capítulo 8 (Pía)
Capítulo 9 (Raquel)
Capítulo 10 (Camila)
Capítulo 10 (Camila)
Camila.


Todo es más fácil cuando tienes un gimnasio en casa. O algo que se le parezca. Por ejemplo, en este salón de la casa, tenemos anchos espejos que cubren las paredes y varias máquinas de ejercicio. Papá lo acondicionó cuando empecé a ganar los torneos de gimnasia y ballet. Después introdujo lo demás para que Santiago y él se ejercitaran. Claro que, dejar de pagar las membresias de un costoso gimnasio era una mejor excusa para invertir en uno propio. Y lo mismo dijo de la piscina.

Siempre me esfuerzo por dar lo mejor de mí. Y este papel en el musical, además de exigente, es una oportunidad por la que estuve trabajando por mucho tiempo. Y es que si algo sale mal, me muero.

Hago mis ejercicios habituales. Un poco de estiramiento, ejercito mis músculos, las caderas y practico mis pasos de baile sintiendo la música en mi cabeza. Luego voy a los pasos más complicados de la coreografía. Tengo que dominarlos a la perfección. Estoy en buena forma física, en realidad lo he estado toda la vida. Al menos desde que práctico gimnasia y ballet. Y eso es desde que tengo memoria.

—Cami—Me dice mi mamá sacándome de mi concentración.—He estado mucho tiempo pegando gritos desde la cocina. Vamos a cenar.

La miré a través del espejo y le sonreí.

—Voy mami.

—¿Donde está tu hermano?

—No lo sé—Respondí y me encogí de hombros—Estuvo aquí en la máquina de correr, hizo pesas y se fue.

Mi madre suspiró e hizo un ademán llamándome con la mano.

—Tu padre está cansado, vamos a comer.

La seguí hasta el comedor donde estaba mi padre sentado a la mesa hablando por teléfono. Me acerqué a él sin interrumpir su llamada y le besé la mejilla, él me sonrió. Rodeé la mesa y me senté en mi sitio de siempre.

—¿Donde está Santiago?—Preguntó papá cuando dejó el teléfono.

—Estuvo en el gimnasio haciendo su rutina y desapareció.—Le respondí.

—Aquí estoy—Anunció él bajando las escalinatas hacia el comedor. Estaba descalzo y solo vestía un pantalón chándal, y aún su cabello mojado escurría agua por sus hombros.

—Deberías vestirte—Le dije amablemente

—Estoy bien.—Respondió secamente.

Papá y mamá se miraron.

—Déjalo.—Dijo mamá—Coman. Después vas a ducharte, Cami.

Terminé mi cena en silencio, escuchando a mis padres hablar sobre los planes para el fin de semana. Papá mencionó que quería que Santiago y yo lo acompañáramos a jugar golf, pero mi hermano parecía más interesado en quedarse en casa y entrenar y mamá parecía un poco tensa por eso. De postre preparó su especialidad coreana: Gyeongdan (경단) y mientras volvía de la cocina para ponerlos en la mesa soltó como si nada:

—Santiago está enamorado o tiene el corazón roto. Estos los he preparado pensando en ti, cariño.

Sirvió un par en el plato frente a él y los puso en la mesa.

—Que suerte tiene Santiago—Sonrió mi padre socarronamente comiéndo uno de un bocado—¿Y quién es la chica?

—¿Estás enamorado?—Solté abruptamente.

No es que no me imaginara que mi hermano de 24 años saliera con chicas, y es que probablemente saliera con muchas chicas, pero es que es tan reservado, tan enigmático y misterioso con sus asuntos personales, que a veces incluso creo que no lo conozco. Además nunca nos ha presentado a nadie, nunca ha traído una chica a casa. Sin embargo, hoy definitivamente confirmé que algo andaba mal. ¿Enamorado? ¿Santiago? ¡Qué sorpresa!

—Encontré algunas cosas en su habitación.—Dijo mi madre.

—Mamá no es eso.—Replicó él—Pero gracias por la comida, todo ha estado delicioso. Estaré en mi habitación.—Y se levantó de la mesa sin probar el postre y sin dar explicaciones sobre nada.

Me quedé mirando a mi madre con una ceja alzada.

—¿En serio, mamá? ¿Hiciste eso?

Ella solo sonrió con complicidad y asintió.

—Tu hermano necesita entender que no puede mantener secretos en esta casa.

Mi padre solo se rió y siguió comiendo sus Gyeongdan.

Mi madre le lanzó una mirada reprobatoria.

—Déjalo tranquilo, Sophia. Si quiere hablar, hablará.—Dijo él en respuesta.

Mi mente empezó a divagar mientras mis padres continuaban con la conversación como si nada hubiera pasado. Pero yo no podía dejarlo pasar así como así.

—Cami, vamos a preparar palomitas para ver una película en un rato. Te toca a ti elegir la película.—Me dijo mi madre sacándome de mis cavilaciones.

—Está bien, mami.

—Dile a Santiago.—Pidió mi padre.

Me dirigí hacia su habitación, golpeé la puerta y esperé su respuesta. Al no obtener ninguna, entré sin esperar invitación. Santiago estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia afuera. 

—¿Qué está pasando, Santiago?—Le pregunté directamente.

Él suspiró y se giró hacia mí, con una mirada confundida en su rostro.

—¿De qué hablas?—Preguntó serio sentándose en la cama.

—¿Estás enamorado, hermanito?—Pregunté bromeando.

Santiago levantó la vista y me lanzó una mirada mortífera.

—No quiero hablar de eso, Cami. Es complicado. Además no es asunto tuyo.

—Pero somos hermanos, ¿no deberías poder confiar en mí?—Insistí.—Oh, vaya, ¿quién es la afortunada? ¿Por qué no nos la presentas?

Santiago suspiró y me miró con una sonrisa nerviosa.

—Es complicado, Cami. No es el momento adecuado.

—¡Ah, vamos! No me digas que te has vuelto romántico de repente. ¿Qué te pasó, hermanito?

Santiago se levantó de la cama y se acercó a mí, poniendo una mano en mi hombro.

—Solo déjame llevar las cosas como quiera, ¿vale? No necesito tu consejo esta vez.

Me quedé sorprendida por la seriedad en su voz. Santiago nunca había sido tan directo conmigo. Aunque estábamos acostumbrados a bromear y pelearnos como hermanos, esta conversación parecía diferente.

—Está bien, hermano. Haré como si no hubiera dicho nada. Bueno, si alguna vez necesitas consejos sobre el amor, aquí estoy—bromeé finalmente.

Santiago rodó los ojos y me empujó suavemente.

—No quiero tus consejos, Cami. No estás capacitada para aconsejar a nadie sobre ese tema. Solo céntrate en tu papel en el musical y déjame a mí lidiar con mis propios problemas.

—Vale—Me rendí decidiendo no discutir.—Por cierto en un rato vamos a ver una película, es mi turno de elegir.

—No, gracias. Tengo cosas que hacer.

—Pasemos un rato en familia, Santiago. ¿Que pasa contigo? Tan atolondrado estás ahora.

Me lanzó una mirada furibunda y después cerró la puerta de su habitación en mi cara.

Después de esa peculiar discusión, decidí dejar a Santiago en paz y concentrarme en mi propia vida. Subí a mi habitación para ducharme y cambiarme. Mientras el agua caliente relajaba mis músculos, pensé en la presentación del musical, en cómo me estaba esforzando y en que no podía darme el lujo de descuidar ni un solo ensayo. Después de la ducha, me vestí con una camiseta suelta y unos pantalones cortos, y bajé a la sala de estar donde estaban mis padres.

—¿Qué vamos a ver, Cami?—preguntó papá.

—¡Una comedia, por supuesto! Necesitamos reírnos y relajarnos un poco—respondí emocionada.

Mientras buscaba en la colección de películas de Netflix, escuché a mis padres conversando animadamente en la cocina.

Finalmente, encontré una comedia de acción que sabía que a todos les gustaría. En pocos minutos, mi madre se unió a mí en la sala de estar con palomitas y golosinas mientras mi padre continuaba en la cocina preparando algunas bebidas para todos.

—¿Qué película elegiste, Cami?—preguntó mi madre mientras se acomodaba en el sofá.

—Una comedia que creo que les va a gustar a todos—respondí emocionada por pasar un momento agradable en familia.

En ese momento, Santiago apareció en la sala de estar, todavía con una expresión seria en su rostro. Se sentó en el sofá y se sirvió un vaso de agua, manteniendo la distancia de todos nosotros.

—¿Te unes a ver la película, Santiago?—pregunté intentando romper el hielo.

—No, gracias. Tengo cosas que hacer en mi habitación—respondió evasivo y se levantó para marcharse a su habitación.

Mi madre me lanzó una mirada de complicidad y luego me dio un codazo con una sonrisa traviesa en su rostro. Sabía que mi madre estaba de mi lado en esta pequeña confrontación con mi hermano.

La película empezó y pronto estábamos todos sumergidos en la trama divertida. Mi madre no paraba de reírse en las escenas cómicas, mi padre estaba disfrutando de su bebida, y yo me sentía feliz de compartir este momento con ellos.

De repente, Santiago apareció en la sala de estar y se sentó al lado de mi madre, pareciendo interesado en la película a pesar de su expresión seria. Me sorprendió verlo unirse a nosotros, pero decidí no hacer comentarios al respecto.

—¿Te unes al resto de la película, Santiago?—preguntó mi padre con una sonrisa.

Santiago asintió y se acomodó en el sofá, mostrando una leve sonrisa en su rostro. Parecía relajado y más abierto, lo cual me alegró profundamente. Quizás este momento en familia estaba ayudando a mi hermano a superar sus problemas personales. Que bueno que había elegido una película divertida. Nos acomodamos en el sofá con nuestras palomitas y la risa no paró de inundar la sala, pronto todos estábamos disfrutando de la película juntos. Sobretodo Santiago  que estaba más feliz y se unió a las risas.

La noche pasó entre risas y palomitas, y cuando la película llegó a su fin, todos nos retiramos a nuestras habitaciones más contentos.

A veces, la vida nos sorprende con situaciones inesperadas, pero al final del día, lo importante es disfrutar de los momentos felices en compañía de aquellos que amamos. Y aunque Santiago siga siendo un enigma para mí, sé que siempre estaré ahí para él, al igual que él lo estará para mí.


© Luu Herrera ,
книга «Mucho Más Que Un Verano».
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