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Corazones Náufragos
Y así comenzó, en un mar en tormenta, una historia sin principio ni final.
Los supervivientes de un barco náufrago soñaban despiertos a las orillas de una roca azotada por las olas. Sus suspiros eran la incertidumbre del siempre precavido raciocinio. Y el brillo de sus ojos era la locura provocada por el deseo.
El frío hacia temblar sus cuerpos, más no sus corazones que latían al compás de los truenos del cielo. No se sabía si era día o noche, la crueldad de la tempestad era tal que la oscuridad se ceñía en todos los rincones.
Silenciosos eran sus quejidos, al igual que el asombro por sus heridas compartidas. Ahí estaban solo esperando un aliento de vida. Un paso nada más. Pero no existen finales felices en un mundo en tinieblas. Necio sería quien lo creyese.
Estuvieron ahí tirados durante días. Sin un sueño por el cual levantarse. La salinidad del agua provocaba estragos en su piel desgarrada y sus corazones perdidos no tenían más remedio que aminorar la marcha.
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Quizá era yo...
Las notas de aquella sonata invernal se balanceaban en mi corazón bailando aquel vals interminable. Los susurros casi imperceptibles del aire que se filtraba por la pequeña abertura de alguno de los ventanales del palacio me hacian estremecer contando me sueños de una primavera olvidada.
Todo parecía normal, quizá era yo la extraña, aquella a la que se le aceleraba el pulso al levantar la cabeza y mirar su reflejo. Quizá era yo la rara que se dejaba llevar por una melodía solamente existente en su cabeza. Quizá era yo la intrépida que deseaba volar.
Quizá era yo la soñadora que teniendo un príncipe a sus pies, quería al dragón.
Aquella a la que le dijiste loca, quizá era yo.
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Un Paisaje con Rostro
Un infinito se pinta en mis sueños, una rosa blanca se balancea en mi pelo.
Las suaves caricias de una cálida brisa estremecen mi cuerpo haciendo que una sonrisa se deslice por mis labios.
Arriba, el cielo comienza a trazar sus primeras atrevidas e oscuras pinceladas.
Abajo, el sol besa al mar prometiendo le otro amanecer.
Un paisaje que bien podría definir como perfecto, un melodioso cuadro hecho a la medida.
Un paisaje que no es un paisaje. Un cuadro con rostro.
Tú.
Tú eres mi atardecer perfecto. La antirima de mis versos sin sentido y lo único que clama mi corazón a gritos.
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