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Cupones limitados
Se alejan.
Se van lejos.
Vuelan.
Se mudan.
Se cambian de casa
y consiguen otro huésped.
Se van
y no vuelven.
Te desgarran,
te escuecen,
te inyectan ponzoña imposible de sacar.
Ni siquiera los típicos besos de cuento
serían capaces de despertarte de esa pesadilla.
Se giran una última vez,
te sonríen sarcásticamente,
mientras se dan la vuelta para irse con tu para siempre en la mano.
Y entonces ves como estiran el brazo hacia la basura,
y pam.
Lo tiran.
Entonces tú vas a buscarlo,
pero ya no lo encuentras.
Era un cupón limitado con fecha de caducidad.
Resulta que esa fecha ya llegó,
pero no la tenías apuntada en el calendario.
Que pena.
Te la podrían haber escrito por ti.
Pero la distancia que se ha creado es mejor si es silenciosa.
Es mejor si el billete de avión lo compran a las doce de la noche.
En la hora de las brujas,
para que tú estés escondido bajo las sábanas y no veas cómo ellos se convierten en la bruja.
Es mejor si las horribles palabras que invocan la repentina huida se quedan hablando en silencio,
solas en la cabeza de la bruja.
Es mejor si un día te acuestas siendo la cucharita pequeña
y al día siguiente te levantas siendo un alma solitaria con demasiado espacio en la cama.
Es mejor todo eso
a que nos apunten la fecha en la frente.
Bien grande.
Que se vea,
para así estar preparados,
sin necesidad de hacer mucho ruido.
Es mejor todo eso
que agacharse un momento a por ese para siempre,
y en vez de tirarlo a la basura
que te lo den a tí.
Para que puedas reciclarlo y volver a usarlo.
Para que puedas probar suerte.
Otra vez.
Pero al menos no te desgastas,
ni tu corazón se queda sin recursos para fabricar más de esos cupones.
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Corazón de melón
-¿Dónde está tu corazón?
-No lo sé.
-¿No lo sabes?
-No. Ha bajado en demasiadas estaciones de tren como para acordarse.
-¿Y no puede estar en la última que se bajó?
-Quizás. Igual el viaje le dejó agotado y ahora está en una esquina lamentándose. O puede que esté en un banco, pidiendo abrazos con una pancarta gigante, esperando así reconstruirse. O igual sigue en el tren y no se ha bajado, con la esperanza de que ese tren sea el que lo lleve a su destino.
-¿Y no te apetece ir a buscarlo?
-¿Te digo la verdad? No. No me apetece.
Sus latidos acelerados y su repentino parar me han cansado. Sus gritos de euforia y sus lágrimas me rompen los tímpanos. Sus palabras alegres y sus insultos bajitos hacen que no sepa cómo estar.
Sus ir y venir me dejan agotado, y sus distintos destinos ni te cuento.
No. No me apetece ir a buscarlo. Esta vez dejaré que se busque la vida solo. Mis piernas fallan de ir corriendo a buscarlo siempre.
-¿No crees que eso es cruel?
-No. El se lo ha buscado.
- N.G
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"Estoy bien"
Qué triste que lo primero que nos venga a la cabeza cuando nos preguntan cómo estamos sea bien,
aunque no estemos así.
¿Es realmente triste, o solo son nuestras inmensas ganas de sentirnos bien?
No sé,
igual al decirlo
ocurre un bibidibabidibú y se hace realidad.
Siempre que me preguntan cómo estoy
digo que bien.
¿Pero realmente estoy bien siempre?
NO.
Aún así digo que sí.
A ver si me lo creo yo.
A ver si haciendo que alguien más se lo crea me lo creo yo.
De momento no me ha funcionado,
¿a tí?
Si es que sí,
por favor, dime tú truco.
Quiero saber qué se siente decir
"ESTOY BIEN"
sintiéndolo de verdad.
Igual a veces ni siquiera sabes cómo estás,
simplemente sientes un cúmulo de cosas,
que no te hacen estar mal,
pero tampoco bien.
Entonces dices que estás bien,
aunque por dentro grites,
"¡No! Necesito un abrazo."
Dices,
decimos estar bien
cuando es todo lo contrario.
Y al final nunca nos sinceramos con la pregunta,
con los que la preguntan,
y con nosotros y nuestra incógnita.
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