Capítulo 2
En la mañana luego de tomar una ducha rápida y desayunar tomé un pequeño maletín y lo llené de todo lo que necesitaría ese día: El teléfono inteligente, ipad, laptop, sus respectivos cargadores, libreta de notas, cámara fotográfica y lápices. Vestí jeans azul marino y una franela blanca de algodón, chaqueta de cuero, una bufanda negra y zapatos cómodos para caminar por la calle o correr si era necesario y claro mis anteojos, aún no había logrado superar la miopía. Además de artículos de higiene personal, chocolates y chicle para calmar los nervios y la ansiedad. Las palabras de mi jefe no me habían logrado quitar la emoción que tenía de asistir a esa Convención de Literatura. No le daría el gusto de doblegarme y hacerme renunciar, muy al contrario de intimidarme por sus palabras fieras e impetuosas me motivaba a sacar todo mi potencial. Y si lo que quería era un trabajo excelente eso le daría.
El lugar estaba desbordándose de personas, autores, escritores, poetas, fanáticos, periodistas, comunicadores, curiosos, etc. Tomé todas las fotos y notas que pude y finalmente como una luz apareció mi entrevistado bastante amable y dispuesto a darme la exclusiva. Tenía todos los aires que debe tener un escritor famoso y aunque me sentí ansiosa e intimidada por unos instantes, la cortesía que me ofrecía su disponibilidad lo disipaba todo.
— Iñaki Del Toro, un placer.
— Lucía Santamaría, Gracias por darme su tiempo.
— Siempre es un honor colaborar con El Notidiario.
Su libro poético era enternecedor, había conseguido terminar de leerlo y conversar sobre él fue bastante fácil. Obtuve todo lo que le pedí durante la entrevista. Me sentí satisfecha, solo me faltaba editarlo y entregarlo para su aparición en el periódico al día siguiente.
Revisaba distraída y concentrada las fotografías de mi Cámara mientras me dirigía a un pequeño restaurante del lugar. No sé de donde salió la chica pelirroja de ojos azules que tropezó conmigo, dejando caer al suelo todos los libros que llevaba en su regazo.
—Lo lamento tanto— Me dijo
—Descuida— Le dije guardando la cámara en mi bolso y colocándome en cuclillas para ayudarla a levantar los libros.
—Me llamo Ana Paula Válverde, mucho gusto. — Dijo sonriente extendiéndome su mano.
—Lucía Santamaría, un placer. — Estreché su mano sonriendo involuntariamente.
—Te invito a comer algo.—Soltó de repente— La Convención de Novelas Rosas me ha dejado muchísimo apetito.
—Aceptaría encantada pero tengo poco tiempo y mucho trabajo.
—Vamos será solo un rato, además supongo que tu también te dirigías hacia allí. — Repitió con amigable y suave insistencia.
La chica pelirroja sin más me tomó de una mano y me asió detrás de ella hacia una mesa solitaria con dos sillas, ella ocupó una y yo la otra.
Hablamos mucho, su optimismo y alegría me contagió, tenía una personalidad fresca, risueña, amigable, jovial y cálida. Me despedí de Ana Paula dos horas y dos postres después. Prometí reunirnos el fin de semana.
Llegué a la oficina editando todo lo que había conseguido en la Convención, tenía tanta información valiosa, que dejar escapar algo habría sido un gran crimen, pero no podía incluirlo todo. Traté de revalorizar los datos más trascendentales y plasmarlos de forma creativa y didáctica en las dos hojas tamaño oficio de mi computadora, quedé satisfecha con el resultado. Y después de leerlo unas diez veces se lo envié al jefe. Quien apareció en mi cubículo a los cinco minutos.
— No esta mal, señorita Santamaría. Pero podría mejorar para su próximo artículo. En la hoja que se le ha entregado aparece la dirección del Congreso de Nano Tecnología que se realiza en Madrid anualmente, es mañana.
—Gracias, señor Uzcategui por recordármelo.
Dio media vuelta y regresó a su oficina
Un pequeño hilo de satisfacción recorrió mi interior, pero no lo suficiente para que durara más de 30 segundos. Me había esforzado y aunque el resultado me satisfacía no era suficiente. Me propuse hacerlo mejor para el próximo.
—¿Que tal te fue?— Apareció Gonzalo de repente pegándome un susto.
—Que susto me has dado, hombre.
—Perdona. He estado en el ordenador editando los artículos toda la tarde y por fin he terminado. ¿Que tal te fue? Cuentame.
—Muy bien, obtuve un "No esta mal" del jefe —Presumí Sarcástica.
Se echó a reir
—Eso es gran logro, es mucho para ser tu primer artículo. — Bromeó condescendientemente.
—¿Eso crees? ¿Que tal te fue a ti?
—Pues a mí me ha ido muy bien ya tengo dos artículos adelantados. Podría acompañarte mañana al Congreso de Nano Tecnología, aunque es un poco aburrido.
—Me caería de perlas tener un poco de apoyo. De esos temas no he sabido mucho.
—Te va a gustar.
—¿Como es que adelantaste tu trabajo de los próximos dos días?
—Fácil, fui a los puntos claves y a las personas indicadas. Trabajo aquí desde hace unos cinco años.
—Entiendo.
Mi celular sonó y miré la pantalla, tenía un mensaje de texto era Ana Paula.
"Me encantó conocerte Lucía, espero que podamos ser amigas. Te veo el sábado."
Respondí simplemente: "Igualmente, cuenta con eso"
El congreso de Nano Tecnologia me pareció innovador, moderno y sumamente futurista. Básicamente otro mundo para mí, que provenía de una ciudad pequeña muy tradicional. Gonzalo fue de gran ayuda, además de que conocía Madrid como la palma de su mano, también era conocido en los medios sociales y de comunicación. Me introdujo a su círculo íntimo y me presentó a sus amigos. Después de pasar todo el día tomando notas, fotos y probando artículos tecnológicos de muestra, nos fuimos a un pub modesto con sus cuatro amigos.
Ocupamos una gran mesa, ellos tomaron cerveza y yo una copa de vino. Miré a las dos chicas que nos acompañaban con indiferencia y que acababan de llegar, una llevaba el pelo atado en lo alto de cabeza en una coleta, vestía discretamente y su semblante reflejaba calidez y naturalidad; la otra sin embargo era un agresivo contraste, además de que vestía indiscretamente estaba sumamente maquillada, tomaba sorbos largos de su vaso de cerveza y se movía con amplia coquetería dándole demasiada importancia a sus atributos físicos.
Esta reunión estaba fuera de mi itinerario, pero ya me estaba acostumbrando a salir de mi zona de comodidad y a socializar. Una camarera colocó una taza de frutos secos en la mesa y la atraje hacia mí. Uno de los chicos sacó a la muy maquillada a bailar y los otros tres se levantaron y se perdieron en la multitud seguramente buscando chicas con quienes bailar.
Gonzalo miró a la chica a mi lado con interés y le tomó la mano por encima de la mesa.
—Lucía, ella es Vanessa hemos salido por unas semanas, es productora de un conocido programa de televisión.
—Mucho gusto— Le dije sonriendo
—Lucía es la nueva columnista del periódico.
—Un placer.
—¿Que programa produces?— Pregunté sin interés
—Uno de variedades. Nos ha ido muy bien.
Vanessa me agradó mucho, era muy dulce. Ella y Gonzalo hacían una pareja maravillosa. Me sentí feliz por ellos. Tomé otras dos copas de vino y me despedí de mis nuevos amigos.
Me gustó mi nueva vida en Madrid todo era calma y paz. Cada nuevo tema de mi columna en el periódico mi jefe me lo hacía ver como un reto. Él intentaba intimidarme y yo me sentía retada y desafiada a mejorar, no permití que me subestimara o menospreciara. Empecé a sentir amplia satisfacción cuando en las semanas próximas después de leer mis artículos sonreía sutilmente y me miraba silencioso con admiración y aprobación.
Las reuniones con mis compañeros de trabajo se volvieron habituales y de la misma manera mis encuentros con Ana Paula Válverde y hallé en ella una gran amiga.
El lugar estaba desbordándose de personas, autores, escritores, poetas, fanáticos, periodistas, comunicadores, curiosos, etc. Tomé todas las fotos y notas que pude y finalmente como una luz apareció mi entrevistado bastante amable y dispuesto a darme la exclusiva. Tenía todos los aires que debe tener un escritor famoso y aunque me sentí ansiosa e intimidada por unos instantes, la cortesía que me ofrecía su disponibilidad lo disipaba todo.
— Iñaki Del Toro, un placer.
— Lucía Santamaría, Gracias por darme su tiempo.
— Siempre es un honor colaborar con El Notidiario.
Su libro poético era enternecedor, había conseguido terminar de leerlo y conversar sobre él fue bastante fácil. Obtuve todo lo que le pedí durante la entrevista. Me sentí satisfecha, solo me faltaba editarlo y entregarlo para su aparición en el periódico al día siguiente.
Revisaba distraída y concentrada las fotografías de mi Cámara mientras me dirigía a un pequeño restaurante del lugar. No sé de donde salió la chica pelirroja de ojos azules que tropezó conmigo, dejando caer al suelo todos los libros que llevaba en su regazo.
—Lo lamento tanto— Me dijo
—Descuida— Le dije guardando la cámara en mi bolso y colocándome en cuclillas para ayudarla a levantar los libros.
—Me llamo Ana Paula Válverde, mucho gusto. — Dijo sonriente extendiéndome su mano.
—Lucía Santamaría, un placer. — Estreché su mano sonriendo involuntariamente.
—Te invito a comer algo.—Soltó de repente— La Convención de Novelas Rosas me ha dejado muchísimo apetito.
—Aceptaría encantada pero tengo poco tiempo y mucho trabajo.
—Vamos será solo un rato, además supongo que tu también te dirigías hacia allí. — Repitió con amigable y suave insistencia.
La chica pelirroja sin más me tomó de una mano y me asió detrás de ella hacia una mesa solitaria con dos sillas, ella ocupó una y yo la otra.
Hablamos mucho, su optimismo y alegría me contagió, tenía una personalidad fresca, risueña, amigable, jovial y cálida. Me despedí de Ana Paula dos horas y dos postres después. Prometí reunirnos el fin de semana.
Llegué a la oficina editando todo lo que había conseguido en la Convención, tenía tanta información valiosa, que dejar escapar algo habría sido un gran crimen, pero no podía incluirlo todo. Traté de revalorizar los datos más trascendentales y plasmarlos de forma creativa y didáctica en las dos hojas tamaño oficio de mi computadora, quedé satisfecha con el resultado. Y después de leerlo unas diez veces se lo envié al jefe. Quien apareció en mi cubículo a los cinco minutos.
— No esta mal, señorita Santamaría. Pero podría mejorar para su próximo artículo. En la hoja que se le ha entregado aparece la dirección del Congreso de Nano Tecnología que se realiza en Madrid anualmente, es mañana.
—Gracias, señor Uzcategui por recordármelo.
Dio media vuelta y regresó a su oficina
Un pequeño hilo de satisfacción recorrió mi interior, pero no lo suficiente para que durara más de 30 segundos. Me había esforzado y aunque el resultado me satisfacía no era suficiente. Me propuse hacerlo mejor para el próximo.
—¿Que tal te fue?— Apareció Gonzalo de repente pegándome un susto.
—Que susto me has dado, hombre.
—Perdona. He estado en el ordenador editando los artículos toda la tarde y por fin he terminado. ¿Que tal te fue? Cuentame.
—Muy bien, obtuve un "No esta mal" del jefe —Presumí Sarcástica.
Se echó a reir
—Eso es gran logro, es mucho para ser tu primer artículo. — Bromeó condescendientemente.
—¿Eso crees? ¿Que tal te fue a ti?
—Pues a mí me ha ido muy bien ya tengo dos artículos adelantados. Podría acompañarte mañana al Congreso de Nano Tecnología, aunque es un poco aburrido.
—Me caería de perlas tener un poco de apoyo. De esos temas no he sabido mucho.
—Te va a gustar.
—¿Como es que adelantaste tu trabajo de los próximos dos días?
—Fácil, fui a los puntos claves y a las personas indicadas. Trabajo aquí desde hace unos cinco años.
—Entiendo.
Mi celular sonó y miré la pantalla, tenía un mensaje de texto era Ana Paula.
"Me encantó conocerte Lucía, espero que podamos ser amigas. Te veo el sábado."
Respondí simplemente: "Igualmente, cuenta con eso"
El congreso de Nano Tecnologia me pareció innovador, moderno y sumamente futurista. Básicamente otro mundo para mí, que provenía de una ciudad pequeña muy tradicional. Gonzalo fue de gran ayuda, además de que conocía Madrid como la palma de su mano, también era conocido en los medios sociales y de comunicación. Me introdujo a su círculo íntimo y me presentó a sus amigos. Después de pasar todo el día tomando notas, fotos y probando artículos tecnológicos de muestra, nos fuimos a un pub modesto con sus cuatro amigos.
Ocupamos una gran mesa, ellos tomaron cerveza y yo una copa de vino. Miré a las dos chicas que nos acompañaban con indiferencia y que acababan de llegar, una llevaba el pelo atado en lo alto de cabeza en una coleta, vestía discretamente y su semblante reflejaba calidez y naturalidad; la otra sin embargo era un agresivo contraste, además de que vestía indiscretamente estaba sumamente maquillada, tomaba sorbos largos de su vaso de cerveza y se movía con amplia coquetería dándole demasiada importancia a sus atributos físicos.
Esta reunión estaba fuera de mi itinerario, pero ya me estaba acostumbrando a salir de mi zona de comodidad y a socializar. Una camarera colocó una taza de frutos secos en la mesa y la atraje hacia mí. Uno de los chicos sacó a la muy maquillada a bailar y los otros tres se levantaron y se perdieron en la multitud seguramente buscando chicas con quienes bailar.
Gonzalo miró a la chica a mi lado con interés y le tomó la mano por encima de la mesa.
—Lucía, ella es Vanessa hemos salido por unas semanas, es productora de un conocido programa de televisión.
—Mucho gusto— Le dije sonriendo
—Lucía es la nueva columnista del periódico.
—Un placer.
—¿Que programa produces?— Pregunté sin interés
—Uno de variedades. Nos ha ido muy bien.
Vanessa me agradó mucho, era muy dulce. Ella y Gonzalo hacían una pareja maravillosa. Me sentí feliz por ellos. Tomé otras dos copas de vino y me despedí de mis nuevos amigos.
Me gustó mi nueva vida en Madrid todo era calma y paz. Cada nuevo tema de mi columna en el periódico mi jefe me lo hacía ver como un reto. Él intentaba intimidarme y yo me sentía retada y desafiada a mejorar, no permití que me subestimara o menospreciara. Empecé a sentir amplia satisfacción cuando en las semanas próximas después de leer mis artículos sonreía sutilmente y me miraba silencioso con admiración y aprobación.
Las reuniones con mis compañeros de trabajo se volvieron habituales y de la misma manera mis encuentros con Ana Paula Válverde y hallé en ella una gran amiga.
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