Capítulo 5
Al dia siguiente al llegar al periódico, recostarme en mi silla y saborear mi latte matutino, me percaté de que tenía un correo electrónico. Tomando un bocado de mi sándwich de Jamón de Pavo, lo abrí con desgana e indiferencia, estaba muy enfocada en mi delicioso desayuno, lo leí distraídamente entre bocado y bocado hasta las líneas transcendentales donde me paralicé. Era de un directivo de Madrid, propietario de una agencia editorial de revistas. Estaba haciéndome una invitación y una propuesta, y pidiéndome algunas sugerencias personales y por supuesto preguntándome si podía contar con mi presencia para un almuerzo de negocios esa misma tarde. Había recibido multitudes de ofertas a lo largo de todo ese año que había trabajado en El Notidiario pero ninguno de esta magnitud. Me sentí intimidada por tal ofrecimiento. A medida que fui leyendo y volviendo a releer me di cuenta en que se basaba su proposición.. "Estoy interesado en usted como editora de una revista que esta pronto a ser lanzada al mercado... " No sabía que responder o que pensar, mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¡Gonzalo!
Gonzalo tenía el escritorio lleno de migas de pan, una taza de café y un gran sándwich a medio comer. Estaba tan concentrado en el ordenador que al escuchar mi voz dió un salto de susto, no pude evitar soltar una carcajada, pues al fin le había dado una cucharada de su propio chocolate.
Vestía como siempre camisa blanca y corbata y yo tenía lágrimas en los ojos.
—¿Que sucede?— Preguntó al verme— ¿Que tienes?
—Abre mi correo electrónico en tu ordenador.
Eso hizo y leyó.
— Es Benjamín Valladolid. —Agregó— Posee la editorial más importante y prestigiosa del país. ¿A qué le temes? A simple vista puedo ver que es una propuesta de mucha seriedad.
—Gonzalo, no se qué decir, qué pensar o hacer.
—Acepta. —Me dijo tranquilo— Ve a la entrevista, si llegan a un acuerdo tendrás en tus manos la oportunidad que siempre soñaste.
—¿Y que hay de mí.. Aquí? ¿La columna? ¿El periódico? ¿Que dirá el señor Uzcategui?
—Por quien menos tienes que preocuparte es por él. Haz trabajado muy duro para ganarte tu puesto en este lugar. Te he visto llorar muchísimas veces y sé lo que has sufrido. Has sido muy perseverante para demostrar tus capacidades. Pero el señor Uzcategui no es digno de tu lealtad. Sé perfectamente que es él y su carácter exigente e intransigente que mantienen el prestigio de El Notidiario, pero tú no te detengas por él.
—No puedo simplemente marcharme así como si nada.
—No te afanes, mantén la calma. Un paso a la vez.
—Estoy ansiosa.
—Voy a prepararte un té de manzanilla.
—Gracias Gonzalo.
Él se me acercó y me abrazó.
—Tranquila, todo estará bien. Ya sabrás que hacer.
Él fue a la cocina y yo me senté, era como un hermano para mí, cuanto apreciaba su atención y su amistad. El té de manzanilla relajó mi cuerpo y mis emociones. Escribí mi respuesta afirmativa y di click en enviar.
Me miré en el espejo del tocador de mujeres largo rato, miré mi rostro y después mi cuerpo; tez blanca, ojos grises, cejas finas pero bien delineadas, cabello color caramelo bastante largo y ondeante, no muy alta y de silueta esbelta. De jovencita nunca me había considerado bonita, pero ahora veía en el espejo una mujer de dignidad. Una voz dentro de mí fuertemente y de manera dura y contundente me gritó: "Tú Puedes" Y salí de ese tocador segura y determinada.
Conduje hacía el sur de la ciudad, donde estaba ubicada la editorial, me encontré con un edificio contemporáneo bastante elegante y sofisticado. El ambiente del vestíbulo era tenue y cálido, me recibió una jovencita rubia bastante joven y de voz cantarina, me indicó la oficina de Benjamín Valladolid y me ofreció una taza de café, la cual acepté modestamente.
Las oficinas de la Editorial Valladolid tenían una atmósfera distinta a la que yo estaba habituada en El notidiario y eso me agradaba. Creí que me encontraría con algún señor mayor obstinado y amargado pero para mi sorpresa cuando la joven rubia giró el pomo de la puerta de madera fina dejó al descubierto a un hombre joven bastante apuesto, rubio, de grandes ojos verdes y eso sí sobrio y elegante. Vestía un traje azul marino y camisa blanca sin corbata. Me sentí intimidada de inmediato.
— Benjamín, ella es Lucia. — Dijo la joven con naturalidad
—Lucía bienvenida, esperábamos por ti. Siéntate por favor —Dijo él poniéndose de pie, señalándome una butaca y volviendo a sentarse en su sillón de cuero blanco — Gracias Camila.
Camila cerró la puerta y nos dejó solos.
— Soy Benjamin Valladolid. —Empezó él— He seguido tu trabajo periodístico desde hace varios meses y estoy muy impresionado, bueno toda mi directiva lo está. Gracias por responder mi E-mail y aceptar mi invitación. Todo Madrid es seguidor fiel de El Notidiario y le tiene un amplio respeto al Señor Lorenzo Uzcategui. Mi padre y mi abuelo fueron socios de él en algún momento. Mi abuelo fundó esta editorial que pasó por manos de mi padre y ahora por mí.
Camila entró nuevamente con dos tazas de café en una pequeña bandeja plateada. Nos sirvió y nos dejo solos otra vez.
Tomé un sorbo de la taza y lo miré:
— Confieso que me tomo por sorpresa tu invitación. Recibo ofertas de todo tipo a diario. Tengo poco más de un año viviendo en Madrid y hay muchos directivos importantes de la ciudad que no he conocido aún. Entrar a formar parte de El Notidiario no fue fácil y permanecer allí no lo ha sido en lo absoluto. Yo te preguntaría Benjamin ¿Por qué debería aceptar tu propuesta?
—Vamos a almorzar y contestaré tu pregunta.
Así, tan natural, franco y cordial.
Con gesto amable y galante a la vez me abrió la portezuela del mercedes benz color negro del aquel año que él conducía, era un hombre atractivo, bien educado, de modales y ademanes finos. Atribuí su educación a los mejores institutos y universidades de Europa.
Me llevó a un lujoso restaurante. Uno que nunca había visitado por lo costoso que era. Un sitio cálido, sobrio, de luces tenues y muy elegante. Me sentí fuera de lugar por mi apariencia, pero dada la hora y el motivo del almuerzo era justificable que vistiera ropa ejecutiva de trabajo.
—Sirvanos por favor lo que el chef nos recomiende. —Le dijo al camarero— Y dos copas de su mejor vino.
Me miró con atención, como analizandome, como si quisiera conocer y adivinar mis pensamientos. Yo me quedé en silencio haciendo lo mismo, pero sin que se percatara de eso.
—Estoy por lanzar al mercado..—Empezó él—Una revista femenina. Y quien podría entender mejor a las mujeres que otra mujer. Es por eso que estas aquí, Lucía.
—Sin embargo, Benjamín..—Seguí—No respondes mi pregunta.. ¿Por qué debería aceptar tu propuesta?
—Entiendo que le tienes lealtad a Don Lorenzo, pero estoy dándote una gran oportunidad. Aprecio tu talento, tu estilo, tu carácter y tu forma de escribir. Haces de cualquier tema algo entretenido, que merece atención y vale la pena leer, aunque sean dos páginas o una.
—Aprecio tus halagos, Benjamin. Pero tal vez estás sobre estimándome un poco.
— Creeme que no lo hago, estoy siendo totalmente honesto contigo. Y he seguido tu trabajo el tiempo suficiente como para tomar una decisión hasta ahora y finalmente hacerte la propuesta de que trabajes conmigo. He planificado esto con detenimiento, Lucía. No estarías aquí si no tuviese la seguridad de que aceptarás.
Me había analizado bien, perfectamente bien. En cambio yo, había fallado totalmente. Me había vencido con su argumento. Casi no podía contener la emoción que sentía ante la idea de trabajar para él y aunque nunca se me había pasado por la cabeza ser editora de una revista para mujeres, era más allá de lo que había podido soñar. Que contraste tan grande tenia Benjamín con Don Lorenzo, que siempre me hizo sentir que no era capaz de nada y que yo nunca sería lo suficientemente buena para trabajar en su periódico. Sin embargo, los halagos excesivos era algo que tampoco consideraba saludable, porque a veces hacían nuestros defectos o desventajas imperceptibles para nosotros mismos y eso era demasiado peligroso.
—Tengo que pensarlo, Benjamín.
—Esta bien, te daré todo el tiempo que necesites.
El viernes por la noche mi cabeza seguía hecha un lío, aún no había anunciado mi renuncia y no entendía que me detenía. No sé si era por prudencia, discreción o lealtad. Lo más lógico era que me tomara el tiempo para asimilarlo y tomar finalmente una decisión. A fin de cuentas tenía muchos amigos y compañeros de trabajo en el periódico a los que le tenía muchísimo aprecio. Recordar cada esfuerzo que había hecho para obtener la aprobación de los demás, los desafíos que había afrontado para demostrar, sobre todo a mí misma que era competente. Pero ninguna cosa que pudiera hacer sería suficiente, nunca lo sería. Ni para los demás ni para mí, y yo tenía que entenderlo y aprender a vivir con eso. A la única que debía importarme hacer feliz y complacer era a mí. Me sentía tan desgastada emocionalmente, tan vacía y absurdamente avergonzada y humillada. Había permitido que me pisotearan para mantener mi puesto de trabajo. Por supuesto los frutos del éxito llegaron y habían apaciguado muchas cosas, no quiero sonar ingrata o desagradecida, simplemente permití cosas que no debía. Ahora sólo debía perdonarme y reivindicarme conmigo misma y empezar de nuevo. Eso sería lo que haría. Esa era mi decisión.
—Estas hecha un desastre, Lucía. — Me dijo Ana Paula en el umbral de mi puerta algo sorprendida, traía un par de paquetes.
— Lo estoy — Admití y me abrí camino para dejarla pasar— Pasa adelante.
—¿Que es lo te ocurre?
—Siéntate— Y cerré la puerta y me dirigí hacia la cocina— ¿Quieres algo de tomar?
—Una copa de vino. —Y se levantó de un Respingo del sofá— Dejamelo a mí, yo lo sirvo. Ambas lo necesitamos y será la única manera de que te relajes y puedas contarme que te pasa.
Suspiré con resignación y me senté en el sofá, vestía pijama de algodón con pantaloncillos cortos, estaba descalza y totalmente despeinada y con el maquillaje corrido, probablemente me veía como una indigente. Ella se sentó junto a mi, dejó la botella encima de la mesita de centro, me dio la copa y tomó dos sorbos de la suya.
—Hacerte hablar es algo difícil. ¿Debo esperar a que te tomes toda la botella para conversar, y saber que te pasa?
—Sabes que eso no va a pasar, jamás me tomaría una botella completa, dos o tres copas como mucho.
—El vino es solo una excusa para hacerte hablar.
—Otro tipo de persona habría sugerido café, té o algún smothie de frutas.
—¿Que insinúas? —Y me miró sería, se estaba enojando.
—Nada, solo olvidalo—Y seguí, influenciada por un ataque de franqueza y sinceridad, y sonando dramática—Estoy entre la espada y la pared, a punto de tomar una decisión que cambiará mi vida..
—Continúa—Y me miró con atención.
—He recibido una propuesta— Y seguí pausadamente — De ser editora de una revista para mujeres.
Ana Paula saltó del sofá y me abrazó.
—Eso es fantástico, te felicito Lucía. —Y me miró nuevamente— No entiendo por que tú no estas feliz.
—Estoy confundida. He trabajado muy duro para mantener mi lugar en El Notidiario, irme es como tirar por la borda todo mi esfuerzo.
—No, claro que no.—Y agregó— Es crecer, avanzar, progresar, subir de nivel, yo que sé. Pero no un fracaso, nunca un fracaso, Lucía.
Sonreí, no pude evitarlo y la abracé.
—Gracias Ana Paula, de verdad necesitaba escuchar estas palabras. Y sentir que no estoy siendo desagradecida al marcharme.
—Claro que no. No deberías pensar eso.
—Lo sé.
Y se levantó tomando uno de los paquetes que había traído.
— Pues bien, ya que te sientes mejor te mostraré lo que te traje, este es el vestido que te pondrás mañana durante el día, o al menos durante la mañana—Y me lo enseñó, era blanco con estampado de flores azules y un poco largo. Y abrió el otro paquete—Aquí están los zapatos. Puedes usar alguna chaqueta o abrigo si quieres. De todas maneras aunque estamos en invierno, tal vez haga un poco de calor mañana y esté soleado.
—Son hermosos. —Y los miré con detenimiento—Me encanta la combinación.
—Que bueno, me hace feliz saber eso. —Hizo una breve pausa y añadió—Te hice otros outfits para mañana y el domingo. Que consisten en un traje de noche y un Jump Suit para mañana. Y pantalones de pana y un blusón, shorts y un suéter, y un vestido de noche para el domingo. Podrás combinar los zapatos como quieras. Le pedí a Manolo que te preparara una habitación en una de nuestras mejores cabañas, y otras para tus amigos. Los cambios de ropa los tendrás allí. Por supuesto tus amigos tendrán que llevar equipaje para los dos días y para los respectivos eventos.
—Tranquila, te agradezco todo esto. Es demasiado de tu parte.
—Sabes que siempre te pago los favores que me haces con mis diseños, no me lo agradezcas. —Y siguió—Además, ya que este será tu último reportaje para El Notidiario, tiene que ser el mejor articulo de tu carrera, Lucía.
—Tranquila—Dije con confianza—Lo será.
—¡Gonzalo!
Gonzalo tenía el escritorio lleno de migas de pan, una taza de café y un gran sándwich a medio comer. Estaba tan concentrado en el ordenador que al escuchar mi voz dió un salto de susto, no pude evitar soltar una carcajada, pues al fin le había dado una cucharada de su propio chocolate.
Vestía como siempre camisa blanca y corbata y yo tenía lágrimas en los ojos.
—¿Que sucede?— Preguntó al verme— ¿Que tienes?
—Abre mi correo electrónico en tu ordenador.
Eso hizo y leyó.
— Es Benjamín Valladolid. —Agregó— Posee la editorial más importante y prestigiosa del país. ¿A qué le temes? A simple vista puedo ver que es una propuesta de mucha seriedad.
—Gonzalo, no se qué decir, qué pensar o hacer.
—Acepta. —Me dijo tranquilo— Ve a la entrevista, si llegan a un acuerdo tendrás en tus manos la oportunidad que siempre soñaste.
—¿Y que hay de mí.. Aquí? ¿La columna? ¿El periódico? ¿Que dirá el señor Uzcategui?
—Por quien menos tienes que preocuparte es por él. Haz trabajado muy duro para ganarte tu puesto en este lugar. Te he visto llorar muchísimas veces y sé lo que has sufrido. Has sido muy perseverante para demostrar tus capacidades. Pero el señor Uzcategui no es digno de tu lealtad. Sé perfectamente que es él y su carácter exigente e intransigente que mantienen el prestigio de El Notidiario, pero tú no te detengas por él.
—No puedo simplemente marcharme así como si nada.
—No te afanes, mantén la calma. Un paso a la vez.
—Estoy ansiosa.
—Voy a prepararte un té de manzanilla.
—Gracias Gonzalo.
Él se me acercó y me abrazó.
—Tranquila, todo estará bien. Ya sabrás que hacer.
Él fue a la cocina y yo me senté, era como un hermano para mí, cuanto apreciaba su atención y su amistad. El té de manzanilla relajó mi cuerpo y mis emociones. Escribí mi respuesta afirmativa y di click en enviar.
Me miré en el espejo del tocador de mujeres largo rato, miré mi rostro y después mi cuerpo; tez blanca, ojos grises, cejas finas pero bien delineadas, cabello color caramelo bastante largo y ondeante, no muy alta y de silueta esbelta. De jovencita nunca me había considerado bonita, pero ahora veía en el espejo una mujer de dignidad. Una voz dentro de mí fuertemente y de manera dura y contundente me gritó: "Tú Puedes" Y salí de ese tocador segura y determinada.
Conduje hacía el sur de la ciudad, donde estaba ubicada la editorial, me encontré con un edificio contemporáneo bastante elegante y sofisticado. El ambiente del vestíbulo era tenue y cálido, me recibió una jovencita rubia bastante joven y de voz cantarina, me indicó la oficina de Benjamín Valladolid y me ofreció una taza de café, la cual acepté modestamente.
Las oficinas de la Editorial Valladolid tenían una atmósfera distinta a la que yo estaba habituada en El notidiario y eso me agradaba. Creí que me encontraría con algún señor mayor obstinado y amargado pero para mi sorpresa cuando la joven rubia giró el pomo de la puerta de madera fina dejó al descubierto a un hombre joven bastante apuesto, rubio, de grandes ojos verdes y eso sí sobrio y elegante. Vestía un traje azul marino y camisa blanca sin corbata. Me sentí intimidada de inmediato.
— Benjamín, ella es Lucia. — Dijo la joven con naturalidad
—Lucía bienvenida, esperábamos por ti. Siéntate por favor —Dijo él poniéndose de pie, señalándome una butaca y volviendo a sentarse en su sillón de cuero blanco — Gracias Camila.
Camila cerró la puerta y nos dejó solos.
— Soy Benjamin Valladolid. —Empezó él— He seguido tu trabajo periodístico desde hace varios meses y estoy muy impresionado, bueno toda mi directiva lo está. Gracias por responder mi E-mail y aceptar mi invitación. Todo Madrid es seguidor fiel de El Notidiario y le tiene un amplio respeto al Señor Lorenzo Uzcategui. Mi padre y mi abuelo fueron socios de él en algún momento. Mi abuelo fundó esta editorial que pasó por manos de mi padre y ahora por mí.
Camila entró nuevamente con dos tazas de café en una pequeña bandeja plateada. Nos sirvió y nos dejo solos otra vez.
Tomé un sorbo de la taza y lo miré:
— Confieso que me tomo por sorpresa tu invitación. Recibo ofertas de todo tipo a diario. Tengo poco más de un año viviendo en Madrid y hay muchos directivos importantes de la ciudad que no he conocido aún. Entrar a formar parte de El Notidiario no fue fácil y permanecer allí no lo ha sido en lo absoluto. Yo te preguntaría Benjamin ¿Por qué debería aceptar tu propuesta?
—Vamos a almorzar y contestaré tu pregunta.
Así, tan natural, franco y cordial.
Con gesto amable y galante a la vez me abrió la portezuela del mercedes benz color negro del aquel año que él conducía, era un hombre atractivo, bien educado, de modales y ademanes finos. Atribuí su educación a los mejores institutos y universidades de Europa.
Me llevó a un lujoso restaurante. Uno que nunca había visitado por lo costoso que era. Un sitio cálido, sobrio, de luces tenues y muy elegante. Me sentí fuera de lugar por mi apariencia, pero dada la hora y el motivo del almuerzo era justificable que vistiera ropa ejecutiva de trabajo.
—Sirvanos por favor lo que el chef nos recomiende. —Le dijo al camarero— Y dos copas de su mejor vino.
Me miró con atención, como analizandome, como si quisiera conocer y adivinar mis pensamientos. Yo me quedé en silencio haciendo lo mismo, pero sin que se percatara de eso.
—Estoy por lanzar al mercado..—Empezó él—Una revista femenina. Y quien podría entender mejor a las mujeres que otra mujer. Es por eso que estas aquí, Lucía.
—Sin embargo, Benjamín..—Seguí—No respondes mi pregunta.. ¿Por qué debería aceptar tu propuesta?
—Entiendo que le tienes lealtad a Don Lorenzo, pero estoy dándote una gran oportunidad. Aprecio tu talento, tu estilo, tu carácter y tu forma de escribir. Haces de cualquier tema algo entretenido, que merece atención y vale la pena leer, aunque sean dos páginas o una.
—Aprecio tus halagos, Benjamin. Pero tal vez estás sobre estimándome un poco.
— Creeme que no lo hago, estoy siendo totalmente honesto contigo. Y he seguido tu trabajo el tiempo suficiente como para tomar una decisión hasta ahora y finalmente hacerte la propuesta de que trabajes conmigo. He planificado esto con detenimiento, Lucía. No estarías aquí si no tuviese la seguridad de que aceptarás.
Me había analizado bien, perfectamente bien. En cambio yo, había fallado totalmente. Me había vencido con su argumento. Casi no podía contener la emoción que sentía ante la idea de trabajar para él y aunque nunca se me había pasado por la cabeza ser editora de una revista para mujeres, era más allá de lo que había podido soñar. Que contraste tan grande tenia Benjamín con Don Lorenzo, que siempre me hizo sentir que no era capaz de nada y que yo nunca sería lo suficientemente buena para trabajar en su periódico. Sin embargo, los halagos excesivos era algo que tampoco consideraba saludable, porque a veces hacían nuestros defectos o desventajas imperceptibles para nosotros mismos y eso era demasiado peligroso.
—Tengo que pensarlo, Benjamín.
—Esta bien, te daré todo el tiempo que necesites.
El viernes por la noche mi cabeza seguía hecha un lío, aún no había anunciado mi renuncia y no entendía que me detenía. No sé si era por prudencia, discreción o lealtad. Lo más lógico era que me tomara el tiempo para asimilarlo y tomar finalmente una decisión. A fin de cuentas tenía muchos amigos y compañeros de trabajo en el periódico a los que le tenía muchísimo aprecio. Recordar cada esfuerzo que había hecho para obtener la aprobación de los demás, los desafíos que había afrontado para demostrar, sobre todo a mí misma que era competente. Pero ninguna cosa que pudiera hacer sería suficiente, nunca lo sería. Ni para los demás ni para mí, y yo tenía que entenderlo y aprender a vivir con eso. A la única que debía importarme hacer feliz y complacer era a mí. Me sentía tan desgastada emocionalmente, tan vacía y absurdamente avergonzada y humillada. Había permitido que me pisotearan para mantener mi puesto de trabajo. Por supuesto los frutos del éxito llegaron y habían apaciguado muchas cosas, no quiero sonar ingrata o desagradecida, simplemente permití cosas que no debía. Ahora sólo debía perdonarme y reivindicarme conmigo misma y empezar de nuevo. Eso sería lo que haría. Esa era mi decisión.
—Estas hecha un desastre, Lucía. — Me dijo Ana Paula en el umbral de mi puerta algo sorprendida, traía un par de paquetes.
— Lo estoy — Admití y me abrí camino para dejarla pasar— Pasa adelante.
—¿Que es lo te ocurre?
—Siéntate— Y cerré la puerta y me dirigí hacia la cocina— ¿Quieres algo de tomar?
—Una copa de vino. —Y se levantó de un Respingo del sofá— Dejamelo a mí, yo lo sirvo. Ambas lo necesitamos y será la única manera de que te relajes y puedas contarme que te pasa.
Suspiré con resignación y me senté en el sofá, vestía pijama de algodón con pantaloncillos cortos, estaba descalza y totalmente despeinada y con el maquillaje corrido, probablemente me veía como una indigente. Ella se sentó junto a mi, dejó la botella encima de la mesita de centro, me dio la copa y tomó dos sorbos de la suya.
—Hacerte hablar es algo difícil. ¿Debo esperar a que te tomes toda la botella para conversar, y saber que te pasa?
—Sabes que eso no va a pasar, jamás me tomaría una botella completa, dos o tres copas como mucho.
—El vino es solo una excusa para hacerte hablar.
—Otro tipo de persona habría sugerido café, té o algún smothie de frutas.
—¿Que insinúas? —Y me miró sería, se estaba enojando.
—Nada, solo olvidalo—Y seguí, influenciada por un ataque de franqueza y sinceridad, y sonando dramática—Estoy entre la espada y la pared, a punto de tomar una decisión que cambiará mi vida..
—Continúa—Y me miró con atención.
—He recibido una propuesta— Y seguí pausadamente — De ser editora de una revista para mujeres.
Ana Paula saltó del sofá y me abrazó.
—Eso es fantástico, te felicito Lucía. —Y me miró nuevamente— No entiendo por que tú no estas feliz.
—Estoy confundida. He trabajado muy duro para mantener mi lugar en El Notidiario, irme es como tirar por la borda todo mi esfuerzo.
—No, claro que no.—Y agregó— Es crecer, avanzar, progresar, subir de nivel, yo que sé. Pero no un fracaso, nunca un fracaso, Lucía.
Sonreí, no pude evitarlo y la abracé.
—Gracias Ana Paula, de verdad necesitaba escuchar estas palabras. Y sentir que no estoy siendo desagradecida al marcharme.
—Claro que no. No deberías pensar eso.
—Lo sé.
Y se levantó tomando uno de los paquetes que había traído.
— Pues bien, ya que te sientes mejor te mostraré lo que te traje, este es el vestido que te pondrás mañana durante el día, o al menos durante la mañana—Y me lo enseñó, era blanco con estampado de flores azules y un poco largo. Y abrió el otro paquete—Aquí están los zapatos. Puedes usar alguna chaqueta o abrigo si quieres. De todas maneras aunque estamos en invierno, tal vez haga un poco de calor mañana y esté soleado.
—Son hermosos. —Y los miré con detenimiento—Me encanta la combinación.
—Que bueno, me hace feliz saber eso. —Hizo una breve pausa y añadió—Te hice otros outfits para mañana y el domingo. Que consisten en un traje de noche y un Jump Suit para mañana. Y pantalones de pana y un blusón, shorts y un suéter, y un vestido de noche para el domingo. Podrás combinar los zapatos como quieras. Le pedí a Manolo que te preparara una habitación en una de nuestras mejores cabañas, y otras para tus amigos. Los cambios de ropa los tendrás allí. Por supuesto tus amigos tendrán que llevar equipaje para los dos días y para los respectivos eventos.
—Tranquila, te agradezco todo esto. Es demasiado de tu parte.
—Sabes que siempre te pago los favores que me haces con mis diseños, no me lo agradezcas. —Y siguió—Además, ya que este será tu último reportaje para El Notidiario, tiene que ser el mejor articulo de tu carrera, Lucía.
—Tranquila—Dije con confianza—Lo será.
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