Capítulo 6
El sábado por la mañana me levanté bastante temprano. Tomé una ducha fría, arreglé mi cabello, me maquillé, me vestí y desayuné un par de tostadas francesas con una taza de café. Todo casi de manera mecánica. Ahora por supuesto me sentía muchísimo mejor, mi ánimo había mejorado, ahora mi prioridad era la exclusiva que tendríamos para el periódico, ya que esto era muy importante para todos, sobretodo para Ana Paula y yo francamente quería hacerla feliz.
Tomé las llaves y bajé con mi maletín y con todo mi equipo periodístico hasta el estacionamiento donde tenía el auto, me encontré a un par de vecinos que me saludaron sonrientes. Debo reconocer que volver a ver a Pedro me turbaba, aún no lograba sacar de mi cabeza aquellos ojos azules misteriosos, silenciosos y penetrantes.
Don Lorenzo.. ¿Que cara pondría cuando le presentara mi renuncia? Después de un año batallando con el carácter intransigente de aquél señor, procurando su aprobación para afirmarme en mí trabajo, además de todo lo que había soportado.. Y ahora le presentaba en bandeja de plata lo que siempre quiso y esperó de mí.. Que me diera por vencida. Bueno eso no era exactamente lo que me estaba sucediendo.. Iba en ascenso, mejor salario.. ¿Oficina propia? Definitivamente tendría oficina propia claro que si. Me enderecé en el asiento, sacudí mí cabello y agarré el volante con firmeza. Me sentí segura, confiada y competente. Mis inseguridades desaparecieron.
El club estaba ubicado a hora y media de la ciudad, en medio de la nada. Había estado allí muchísimas veces y me conocía el camino de memoria. Me deleité con el hermoso paisaje, el clima soleado pero levemente frío.
Me adentré en la calzada de tierra cubierta por hojas secas y rodeada de enormes arboles, después de cruzar el enorme portón de piedra. Yo no era la única con intención de entrar al lugar, delante de mí pude divisar varios autos llegando y estacionándose en el enorme aparcamiento.
Caminé por el camino empedrado hasta las escalinatas también de piedra, para entrar al recibidor donde estaba lleno de personas de todo tipo, había un bufet donde la gente estaba sirviéndose desayuno y aún corrían trabajadores de un lado al otro haciendo los arreglos faltantes de las respectivas actividades del fin de semana.
Me senté en un ancho sillón y le marqué a Ana Paula.. Si decidía esperar a que apareciera por si sola o ir a buscarla nunca la encontraría. También le marqué a Gonzalo y a Rebecca que ya me habían notificado que estaban en el Club. Me levanté para servir me de un jugo de frutas de la mesa del bufet y volví a sentarme.
— Este lugar es asombroso —Exclamó Rebecca al verme y me dio un beso en la mejilla— Me encanta.
Vanessa me saludó también con un beso. Estaban todos bastante guapos. Vanessa llevaba su cabello castaño oscuro suelto perfectamente liso y vestía impecable como siempre. Gonzalo que a veces era un poco desaliñado pero con su prometida siempre estaba a la altura, se veía masculino y conservador. El estilo de Rebecca por otra parte era salvaje, su cabellera rubia, ondeante y abundante, y sus ojos verdes brillaban desafiantes, vestia un pequeño vestido amarillo que la hacia lucir bronceada y exótica, así era ella tan propia de una columnista de farándula, salseo, cotilleo o como se llame. Bueno no quiero parecer del tipo de persona que estereotipa a la gente por la apariencia, pero así eran mis compañeros de trabajo y amigos.
—Estamos impresionados—Añadió Gonzalo.
—¿Ya vieron las habitaciones? ¿Desayunaron? —Pregunté
—Si, Lucía. Gracias —Respondió Gonzalo sonriendo— Estamos bien.
—Voy a esperar a Ana Paula para subir mi equipaje a la habitación. Pueden adelantar el trabajo mientras tanto.
—Nos parece bien—Contestó Gonzalo mirando a Rebecca y sujetando a Vanessa junto a él.—Vamos a seguir recorriendo el lugar y familiarizandonos con las personas.
El artículo de la recepción de Ana Paula a su hermano, había aparecido en el periódico, en la columna de Rebecca ese mismo día. Con tantas cosas en mente no lo había mencionado. Le envié el artículo literalmente editado y ella le dio su toque cotillero. Estaba leyendo el artículo ya publicado en El Notidiario Digital en mi teléfono y me gustó el resultado. Rebecca sin duda era bastante buena en su trabajo.
Ana Paula apareció con Manolo su asistente y dos chicas más. Sonreía como siempre pero solo con verla era evidente que estaba tensa y estresada.
—Buenos días, mujer— Me saludó dándome un beso en la mejilla— Que bueno que llegaste.
—Intuyo que andas ocupada.
—Intuyes bien. No es fácil organizar un evento como este. Creo que voy a enloquecer antes de que termine el fin de semana.
—Tranquila, tienes que calmarte. —Y sugerí— ¿Por qué no te tomas un descanso? Delega algunas responsabilidades.
—Tienes razón.—Y se desplomó a mi lado suspirando resignada y agotada—Manolo, por favor comunícate con Daniela Ortiz y Helena Sandoval ponlas al tanto de todo, absolutamente todo y haz que se encarguen del club. —Y añadió mirando a las dos chicas— María, Sofia sigan a Manolo con el Protocolo y con lo planificado del desfile, la sesión de fotos y las modelos. Voy a ocuparme de mí, no puedo más.
Ellos asintieron sin pronunciar palabra y se marcharon.
—¿Por que estas tan agotada? —Pregunté Confundida — Apenas está comenzando la mañana.
—Es demasiado Lucía, simplemente demasiado. Y mi hermano anda por allí con sus amigos como si nada, relajado. Solo se ha ocupado de su caballo para el torneo, de jugar al golf y nadar en la piscina. Yo tengo que preparar mi desfile y supervisar todo el club.
— Pero tienes personas que se ocupen de eso. ¿A que hora es el desfile?
—En la noche y tengo otro programado para mañana también en la noche. ¿Donde están tus amigos?
—Andan por allí, recorriendo el club.
—¿Acomodaste tu equipaje?
—No, aún no.
—Pues vamos. —Y tiro de mi mano—Fred, ayúdanos por favor con el equipaje de Lucía.
El joven hombre dejó de hacer lo que estaba haciendo y nos siguió.
—No es para tanto, podría llevarlo yo misma.
—Ya, Lucia. Vamos a relajarnos un rato, enviale un mensaje a tus amigos para encontrarnos en la villa para cambiarnos e ir a la piscina.
—¿No tienes asuntos más importantes de los cuales ocuparte hoy antes de la diversión?.
—Dios Santo, Lucía. Tu misma acabas de decirme que delegara funciones y que me relajara— Masculló exasperada— Es lo que estoy intentando. No sé manejar el estrés, francamente.
—Esta bien, te entiendo perfectamente. —Atajé tranquilizandola— Pero no me refería a esto exactamente. Recuerda que nosotros estamos aquí por motivos de trabajo, no quiero desenfocar a mi equipo. Nuestro jefe es mordazmente exigente y..
—Ya, Lucía. Suficiente. —Me cortó ella— Solo iremos a la piscina y platicaremos un rato, además eso servirá para las columnas de cada uno ¿Cierto? Pedro seguramente está allí todavía.
Oh, Pedro.. No sé por qué pero me lo imaginé en la piscina con el torso desnudo, con un ligero bronceado y tomando el sol.. Inmediatamente apuré el paso y esa fue toda la motivación y el incentivo que necesitaba para buscar el equipaje lo más pronto posible y cambiarnos para ir al área de la piscina. Por supuesto que Ana Paula no lo notó. Decidimos cambiarnos en la habitación, sacó un par de trajes de baño, bañadores o que se llamen de un cajón, ambos de una sola pieza. Además de los accesorios por supuesto, lentes, sombreros, entre otras cosas. Me eché un rápido vistazo en el ancho espejo del tocador, acomodando mis atributos físicos y mi cabello que caía en ondas por mi espalda hasta la cintura. Durante aquel año había estado tomando clases de kickboxing, o era eso o formar parte de un grupo de ayuda para el control de la ira, lo había necesitado con urgencia para drenar, canalizar y vaciar todo lo que mi jefe me producía. Y gracias a eso había tonificado mi figura en algunos lugares.
Ana Paula estaba guapísima, el traje de baño acentuaba su curvilínea figura en los lugares correctos. Me sentí intimidada junto a ella, ambas teníamos la misma edad pero ella definitivamente era más guapa de todas las maneras posibles.
Salimos al pasillo y me dejé guiar por Ana Paula hasta el área de la piscina, que consistía en tres piscinas de diferentes tamaños, mesas y sillas metálicas alrededor, tumbonas y sombrillas playeras. Un vasto y perfecto pasto verde y palmeras envolvían el lugar haciéndolo más fresco y vistoso. Un restaurante situado a la derecha, poseedor de un inmenso y delicioso menú de cócteles, postres y comida vegana. Hacía un poco de frío pero las piscinas poseían un sistema de climatización.
Miré hacía los lados y pude ver a mi equipo de trabajo sentados en una mesa bebiendo cócteles, sonriendo y charlando amenamente. Vanessa y Rebecca llevaban bañadores de dos piezas de colores neón, ambas cubiertas por camisas abiertas de largas mangas y Gonzalo vestía unos shorts negros. Había muchísima gente nadando, conversando, tomando el sol, niños jugando, etc. Pero ningún rastro de Pedro por ninguna parte.
Ana Paula se acercó a los chicos y los saludó con besos y abrazos. Nos sentamos en la mesa con ellos y conversamos sobre el evento y otros detalles. Rebecca con su teléfono hizo una especie de vídeo, y Gonzalo y yo tomamos notas y fotografías. Ana Paula contestó las preguntas que le hicimos entre risas y bromas, como si se tratase de una plática de amigos cualquiera, rápidamente adoptamos una esfera amistosa y de confianza. Nos divertimos mucho mientras lo hacíamos. Finalmente nos tendimos en las tumbonas y unos camareros nos trajeron unos deliciosos cócteles mientras tomábamos el sol. Ana Paula se tendió entre Rebecca y yo y ellas empezaron a charlar de temas triviales.
Cerré los ojos por unos instantes y cuando los abrí Pedro estaba de pie delante de nosotras sonriendo levemente, el clima en ese momento me pareció más helado que nunca y más de lo que había podido percibir y que el sol no era suficiente para calentarnos. Vestía un short negro, traía el torso desnudo pero se veía muchísimo mejor a como yo lo había imaginado, definitivamente tenía una muy buena rutina en el gimnasio o cual fuese el deporte que practicara le sentaba de maravilla. Nos examinó, nos saludó con una mano y se tiró a la piscina de un chapuzón.
—Ni lo piensen. —Dijo Ana Paula en tono seco.
Me sacó de la órbita sideral en la que estaba inmersa, giré la cabeza y la miré. Rebecca hizo lo mismo interrogante. Al parecer había quedado en el mismo estado que yo, embelesada. Y ahora confundida.
— Están babeandose, mi hermano está fuera de su alcance, chicas. No se hagan ilusiones —Añadió en un tono amargo.
La conocía y eso indicaba una mezcla de enojo, celos, protección, amargura, amenaza, no sé. Quedé confundida ante su reacción, pero sin embargo la entendía, intentaba entenderla.
— Tranquila —Pronunció Rebecca relajada— Yo estoy saliendo con alguien actualmente. Pero dejame admitir que ustedes poseen unos genes estupendos.
—Gracias.—Respondió secamente, su humor se había tornado serio.
El tema sin duda sacaba lo peor de ella.. Parecía una leona protegiendo sus cachorros. Me pregunté la razón.
—¿Y tu, Lucía? —Y me miró expectante.
—¿Yo, qué? —Yo la miré aún confundida.
—Ni se te ocurra siquiera pensarlo. —Su voz sonó a demanda a orden, que se yo.
—No tienes nada de que preocuparte— Le aseguré sonriendo con confianza.
—¿Lo prometes?
¿Que sucedía con Ana Paula? Estábamos en un país libre donde cada quién podía salir con quien le pareciese la gana, no entendía aunque lo intentara la intensa sobreprotección que mostraba hacia su hermano. Ni que fuésemos a enamorarnos de él con solo mirarlo. Había visto mejores. No era para tanto. Volví a echarle una mirada rápida a Pedro y estaba saliendo de la piscina completamente empapado de pies a cabeza, los músculos de sus brazos y su torso se tensaron mientras estiraba su atlético y trabajado cuerpo. Reprimí y reprendí mis pensamientos y miré a mi amiga ofreciéndole una sonrisa.
—Lo prometo.
Yo había tenido cientos de amores platónicos, no me molestaba añadir a Pedro a la lista. Pero claro todas hemos conocido a alguien alguna vez que nos parece irresistible, recordando eso dudé de que fuese posible mantener mi promesa. Por lo menos podía darme el derecho de soñar por él por las noches.
Ana Paula tomó un sorbo de su cóctel de moras y me miró:
—¿En que piensas?
—En nada. Está helando aquí afuera.
—Ve al sauna.
—¿Segura?
—Si claro. Conversaré con Rebecca cuando deje el teléfono, tus amigos están ocupados disfrutando de la piscina. Yo estaré bien, necesito relajarme.
Tomé las llaves y bajé con mi maletín y con todo mi equipo periodístico hasta el estacionamiento donde tenía el auto, me encontré a un par de vecinos que me saludaron sonrientes. Debo reconocer que volver a ver a Pedro me turbaba, aún no lograba sacar de mi cabeza aquellos ojos azules misteriosos, silenciosos y penetrantes.
Don Lorenzo.. ¿Que cara pondría cuando le presentara mi renuncia? Después de un año batallando con el carácter intransigente de aquél señor, procurando su aprobación para afirmarme en mí trabajo, además de todo lo que había soportado.. Y ahora le presentaba en bandeja de plata lo que siempre quiso y esperó de mí.. Que me diera por vencida. Bueno eso no era exactamente lo que me estaba sucediendo.. Iba en ascenso, mejor salario.. ¿Oficina propia? Definitivamente tendría oficina propia claro que si. Me enderecé en el asiento, sacudí mí cabello y agarré el volante con firmeza. Me sentí segura, confiada y competente. Mis inseguridades desaparecieron.
El club estaba ubicado a hora y media de la ciudad, en medio de la nada. Había estado allí muchísimas veces y me conocía el camino de memoria. Me deleité con el hermoso paisaje, el clima soleado pero levemente frío.
Me adentré en la calzada de tierra cubierta por hojas secas y rodeada de enormes arboles, después de cruzar el enorme portón de piedra. Yo no era la única con intención de entrar al lugar, delante de mí pude divisar varios autos llegando y estacionándose en el enorme aparcamiento.
Caminé por el camino empedrado hasta las escalinatas también de piedra, para entrar al recibidor donde estaba lleno de personas de todo tipo, había un bufet donde la gente estaba sirviéndose desayuno y aún corrían trabajadores de un lado al otro haciendo los arreglos faltantes de las respectivas actividades del fin de semana.
Me senté en un ancho sillón y le marqué a Ana Paula.. Si decidía esperar a que apareciera por si sola o ir a buscarla nunca la encontraría. También le marqué a Gonzalo y a Rebecca que ya me habían notificado que estaban en el Club. Me levanté para servir me de un jugo de frutas de la mesa del bufet y volví a sentarme.
— Este lugar es asombroso —Exclamó Rebecca al verme y me dio un beso en la mejilla— Me encanta.
Vanessa me saludó también con un beso. Estaban todos bastante guapos. Vanessa llevaba su cabello castaño oscuro suelto perfectamente liso y vestía impecable como siempre. Gonzalo que a veces era un poco desaliñado pero con su prometida siempre estaba a la altura, se veía masculino y conservador. El estilo de Rebecca por otra parte era salvaje, su cabellera rubia, ondeante y abundante, y sus ojos verdes brillaban desafiantes, vestia un pequeño vestido amarillo que la hacia lucir bronceada y exótica, así era ella tan propia de una columnista de farándula, salseo, cotilleo o como se llame. Bueno no quiero parecer del tipo de persona que estereotipa a la gente por la apariencia, pero así eran mis compañeros de trabajo y amigos.
—Estamos impresionados—Añadió Gonzalo.
—¿Ya vieron las habitaciones? ¿Desayunaron? —Pregunté
—Si, Lucía. Gracias —Respondió Gonzalo sonriendo— Estamos bien.
—Voy a esperar a Ana Paula para subir mi equipaje a la habitación. Pueden adelantar el trabajo mientras tanto.
—Nos parece bien—Contestó Gonzalo mirando a Rebecca y sujetando a Vanessa junto a él.—Vamos a seguir recorriendo el lugar y familiarizandonos con las personas.
El artículo de la recepción de Ana Paula a su hermano, había aparecido en el periódico, en la columna de Rebecca ese mismo día. Con tantas cosas en mente no lo había mencionado. Le envié el artículo literalmente editado y ella le dio su toque cotillero. Estaba leyendo el artículo ya publicado en El Notidiario Digital en mi teléfono y me gustó el resultado. Rebecca sin duda era bastante buena en su trabajo.
Ana Paula apareció con Manolo su asistente y dos chicas más. Sonreía como siempre pero solo con verla era evidente que estaba tensa y estresada.
—Buenos días, mujer— Me saludó dándome un beso en la mejilla— Que bueno que llegaste.
—Intuyo que andas ocupada.
—Intuyes bien. No es fácil organizar un evento como este. Creo que voy a enloquecer antes de que termine el fin de semana.
—Tranquila, tienes que calmarte. —Y sugerí— ¿Por qué no te tomas un descanso? Delega algunas responsabilidades.
—Tienes razón.—Y se desplomó a mi lado suspirando resignada y agotada—Manolo, por favor comunícate con Daniela Ortiz y Helena Sandoval ponlas al tanto de todo, absolutamente todo y haz que se encarguen del club. —Y añadió mirando a las dos chicas— María, Sofia sigan a Manolo con el Protocolo y con lo planificado del desfile, la sesión de fotos y las modelos. Voy a ocuparme de mí, no puedo más.
Ellos asintieron sin pronunciar palabra y se marcharon.
—¿Por que estas tan agotada? —Pregunté Confundida — Apenas está comenzando la mañana.
—Es demasiado Lucía, simplemente demasiado. Y mi hermano anda por allí con sus amigos como si nada, relajado. Solo se ha ocupado de su caballo para el torneo, de jugar al golf y nadar en la piscina. Yo tengo que preparar mi desfile y supervisar todo el club.
— Pero tienes personas que se ocupen de eso. ¿A que hora es el desfile?
—En la noche y tengo otro programado para mañana también en la noche. ¿Donde están tus amigos?
—Andan por allí, recorriendo el club.
—¿Acomodaste tu equipaje?
—No, aún no.
—Pues vamos. —Y tiro de mi mano—Fred, ayúdanos por favor con el equipaje de Lucía.
El joven hombre dejó de hacer lo que estaba haciendo y nos siguió.
—No es para tanto, podría llevarlo yo misma.
—Ya, Lucia. Vamos a relajarnos un rato, enviale un mensaje a tus amigos para encontrarnos en la villa para cambiarnos e ir a la piscina.
—¿No tienes asuntos más importantes de los cuales ocuparte hoy antes de la diversión?.
—Dios Santo, Lucía. Tu misma acabas de decirme que delegara funciones y que me relajara— Masculló exasperada— Es lo que estoy intentando. No sé manejar el estrés, francamente.
—Esta bien, te entiendo perfectamente. —Atajé tranquilizandola— Pero no me refería a esto exactamente. Recuerda que nosotros estamos aquí por motivos de trabajo, no quiero desenfocar a mi equipo. Nuestro jefe es mordazmente exigente y..
—Ya, Lucía. Suficiente. —Me cortó ella— Solo iremos a la piscina y platicaremos un rato, además eso servirá para las columnas de cada uno ¿Cierto? Pedro seguramente está allí todavía.
Oh, Pedro.. No sé por qué pero me lo imaginé en la piscina con el torso desnudo, con un ligero bronceado y tomando el sol.. Inmediatamente apuré el paso y esa fue toda la motivación y el incentivo que necesitaba para buscar el equipaje lo más pronto posible y cambiarnos para ir al área de la piscina. Por supuesto que Ana Paula no lo notó. Decidimos cambiarnos en la habitación, sacó un par de trajes de baño, bañadores o que se llamen de un cajón, ambos de una sola pieza. Además de los accesorios por supuesto, lentes, sombreros, entre otras cosas. Me eché un rápido vistazo en el ancho espejo del tocador, acomodando mis atributos físicos y mi cabello que caía en ondas por mi espalda hasta la cintura. Durante aquel año había estado tomando clases de kickboxing, o era eso o formar parte de un grupo de ayuda para el control de la ira, lo había necesitado con urgencia para drenar, canalizar y vaciar todo lo que mi jefe me producía. Y gracias a eso había tonificado mi figura en algunos lugares.
Ana Paula estaba guapísima, el traje de baño acentuaba su curvilínea figura en los lugares correctos. Me sentí intimidada junto a ella, ambas teníamos la misma edad pero ella definitivamente era más guapa de todas las maneras posibles.
Salimos al pasillo y me dejé guiar por Ana Paula hasta el área de la piscina, que consistía en tres piscinas de diferentes tamaños, mesas y sillas metálicas alrededor, tumbonas y sombrillas playeras. Un vasto y perfecto pasto verde y palmeras envolvían el lugar haciéndolo más fresco y vistoso. Un restaurante situado a la derecha, poseedor de un inmenso y delicioso menú de cócteles, postres y comida vegana. Hacía un poco de frío pero las piscinas poseían un sistema de climatización.
Miré hacía los lados y pude ver a mi equipo de trabajo sentados en una mesa bebiendo cócteles, sonriendo y charlando amenamente. Vanessa y Rebecca llevaban bañadores de dos piezas de colores neón, ambas cubiertas por camisas abiertas de largas mangas y Gonzalo vestía unos shorts negros. Había muchísima gente nadando, conversando, tomando el sol, niños jugando, etc. Pero ningún rastro de Pedro por ninguna parte.
Ana Paula se acercó a los chicos y los saludó con besos y abrazos. Nos sentamos en la mesa con ellos y conversamos sobre el evento y otros detalles. Rebecca con su teléfono hizo una especie de vídeo, y Gonzalo y yo tomamos notas y fotografías. Ana Paula contestó las preguntas que le hicimos entre risas y bromas, como si se tratase de una plática de amigos cualquiera, rápidamente adoptamos una esfera amistosa y de confianza. Nos divertimos mucho mientras lo hacíamos. Finalmente nos tendimos en las tumbonas y unos camareros nos trajeron unos deliciosos cócteles mientras tomábamos el sol. Ana Paula se tendió entre Rebecca y yo y ellas empezaron a charlar de temas triviales.
Cerré los ojos por unos instantes y cuando los abrí Pedro estaba de pie delante de nosotras sonriendo levemente, el clima en ese momento me pareció más helado que nunca y más de lo que había podido percibir y que el sol no era suficiente para calentarnos. Vestía un short negro, traía el torso desnudo pero se veía muchísimo mejor a como yo lo había imaginado, definitivamente tenía una muy buena rutina en el gimnasio o cual fuese el deporte que practicara le sentaba de maravilla. Nos examinó, nos saludó con una mano y se tiró a la piscina de un chapuzón.
—Ni lo piensen. —Dijo Ana Paula en tono seco.
Me sacó de la órbita sideral en la que estaba inmersa, giré la cabeza y la miré. Rebecca hizo lo mismo interrogante. Al parecer había quedado en el mismo estado que yo, embelesada. Y ahora confundida.
— Están babeandose, mi hermano está fuera de su alcance, chicas. No se hagan ilusiones —Añadió en un tono amargo.
La conocía y eso indicaba una mezcla de enojo, celos, protección, amargura, amenaza, no sé. Quedé confundida ante su reacción, pero sin embargo la entendía, intentaba entenderla.
— Tranquila —Pronunció Rebecca relajada— Yo estoy saliendo con alguien actualmente. Pero dejame admitir que ustedes poseen unos genes estupendos.
—Gracias.—Respondió secamente, su humor se había tornado serio.
El tema sin duda sacaba lo peor de ella.. Parecía una leona protegiendo sus cachorros. Me pregunté la razón.
—¿Y tu, Lucía? —Y me miró expectante.
—¿Yo, qué? —Yo la miré aún confundida.
—Ni se te ocurra siquiera pensarlo. —Su voz sonó a demanda a orden, que se yo.
—No tienes nada de que preocuparte— Le aseguré sonriendo con confianza.
—¿Lo prometes?
¿Que sucedía con Ana Paula? Estábamos en un país libre donde cada quién podía salir con quien le pareciese la gana, no entendía aunque lo intentara la intensa sobreprotección que mostraba hacia su hermano. Ni que fuésemos a enamorarnos de él con solo mirarlo. Había visto mejores. No era para tanto. Volví a echarle una mirada rápida a Pedro y estaba saliendo de la piscina completamente empapado de pies a cabeza, los músculos de sus brazos y su torso se tensaron mientras estiraba su atlético y trabajado cuerpo. Reprimí y reprendí mis pensamientos y miré a mi amiga ofreciéndole una sonrisa.
—Lo prometo.
Yo había tenido cientos de amores platónicos, no me molestaba añadir a Pedro a la lista. Pero claro todas hemos conocido a alguien alguna vez que nos parece irresistible, recordando eso dudé de que fuese posible mantener mi promesa. Por lo menos podía darme el derecho de soñar por él por las noches.
Ana Paula tomó un sorbo de su cóctel de moras y me miró:
—¿En que piensas?
—En nada. Está helando aquí afuera.
—Ve al sauna.
—¿Segura?
—Si claro. Conversaré con Rebecca cuando deje el teléfono, tus amigos están ocupados disfrutando de la piscina. Yo estaré bien, necesito relajarme.
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