Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 7
Me levanté y tomé mi toalla, apenas estaba empezando el invierno pero lo que parecía ser un día húmedo pero ligeramente soleado, se tornó frío y helado. Además de que era una locura estar en la piscina en ese momento. Sacudí mi cabello y sentí como la brisa gélida me envolvía, volví a mirar a Ana Paula que yacía acostada en la tumbona y se había puesto los lentes de sol, se veía tan ajena a lo que sucedía a su alrededor, como si simplemente se olvidara del mundo y se echará a dormir, exhausta de todo. El sol se había ocultado tras unas intensas nubes grises. La quisquillosa de Rebecca estaba hablando por teléfono y la pareja romántica estaba sumergida en la piscina entre cariños y mimos, y a Pedro lo había perdido de vista.

El frío me calaba los huesos y me estremecí, ¿Acaso era yo la única con aquella sensación?. Los demás jugaban, nadaban, conversaban, bebían y comían como si no les afectase nada.

Salí del área de la piscina por la puerta del jardín y me dirigí al spa debatiendo en mi mente cual era la mejor opción para mimar mi tembloroso y tensado cuerpo; masajes, sauna, mascarilla facial, un baño de algas y sales marinas o de barro rejuvenecedor.

Me decidí por el sauna, lo necesitaba. Una asistente del spa me atendió y en unos minutos estaba inmersa en el salón de vapor caliente, envuelta por una linda bata blanca.

Sentada en la ancha banca de madera fina recuperé el calor de mi cuerpo. No tenía compañía, el espacio era limitado, como para unas cuatro o cinco personas únicamente. Y tomando en cuenta lo concurrido del club en ese momento, era afortunada de estar sola.

Me desconecté, cerré los ojos y me relajé. Un remanso de paz recorrió mi cuerpo y deseé quedarme allí por siempre. Probablemente a mucha gente no le guste el sauna ni el vapor caliente pero a mí encanta. Estuve allí alrededor de un par de horas. Después subí a la habitación a tomar una ducha.

Salí al balcón del tercer piso donde me estaba hospedando a observar el hermoso paisaje del horizonte y despejar mi mente. El pasto verde cubría hasta donde alcazaba a ver y pocos árboles matizaban a alrededor. Centré mi atención en la multitud debajo de mi, los jardines perfectamente cuidados, el estilo colonial de una gran hacienda y a la vez moderno del club. Era notoria la reforma arquitectónica que le habían hecho con los años, pero conservaba ese estilismo de villa colonial. Un enorme mausoleo de unos acres de terreno que no me atrevo a calcular.

Estaba fresca enfundando un jump suit color crema y zapatos de cuña. Se acercaba la hora del almuerzo y mi estómago rugía impaciente. O mejor dicho la ansiedad hacia mella en mí. Rebusqué en mi bolso un par de chocolates y barras energéticas y las devoré mientras bajaba al Salón y luego al comedor. Esta vez no había bufet pero era notorio el ajetreo de los camareros y los comensales. El lugar estaba lleno y todas las mesas de manteles blancos ocupadas. En una mesa para cuatro personas divisé a Gonzalo, Vanessa y a Rebecca, todos frescos, guapos y en nuevas ropas.

—Ahí estás—Me dijo Rebecca al verme—Esperábamos por tí.

—Ya estoy aquí—Y me senté junto a ellos—¿Como lo están pasando?

—Divinamente—Respondió Rebecca.

—¿Y Ana Paula, donde se ha metido?

—Nos envió aquí y se marchó a ocuparse de sus modelos y del desfile—Respondió Gonzalo

—¿Que material tenemos?

—El suficiente para hacer de este evento el tema de moda por un par de semanas. Llamé a Felipe quién se ocupará de los deportes. Viene de camino.

—Muy bien.

Me gustaba el aire de profesionalismo y eficacia que reinaba entre nosotros como equipo. Cada uno era bueno en lo que hacía y eso nos complementaba mutuamente. Felipe añadiriría el toque que faltaba.

Amaba mi trabajo, con todas las ansias amaba lo que hacía, la espontaneidad de los temas que abarcaba en cada artículo y los diferentes senderos por los que me conducía al escribir. Y de no ser así no habría permanecido en el periódico ni un mes. Pero sí, yo era terriblemente obstinada y tenaz. Sin embargo, no extrañaría nada en absoluto, nada que no volvería a repetir en el futuro. Mi estadía en El Notidiario había llegado a su fin, y si, yo estaba feliz de marcharme. Cerraría el ciclo con broche de oro.

—Ya hemos ordenado la comida. Ana Paula lo ha dejado por cuenta de la casa. —Añadió Gonzalo—Hemos pedido champaña en lugar de vino, espero no te moleste.

—Por supuesto que no.—Hice pausa ansiosa—Estoy hambrienta.

—Pues que bueno—Cortó Rebecca—Gonzalo ha pedido demasiada comida para los cuatro.

El camarero llenó la mesa con las órdenes y las copas con champán, todos los platillos iguales, un filete de carne con verduras de campo y ensalada verde, y no ordenó postre. La observación de Rebecca era una exageración.

Felipe apareció delante de nosotros vigoroso, alto, atlético y gallardo mientras tomábamos café en el lobby. Un hombre apuesto a simple vista, tal vez yo no lo había notado antes y es que hasta ese momento nunca habíamos trabajado juntos. Tenía este aspecto de deportista nato y era evidente que era experto en lo que hacía en el periódico.

Los establos, los caballos, nuestra siguiente atracción. Debo decir que más allá de montar a caballo no sabía nada de Polo. Pero allí estaba Pedro cepillando el pelaje de una hermosa yegua blanca que no había visto antes, vistiendo un traje del deporte que le sentaba como un guante, y es que él era lo más llamativo del lugar, o bueno para mí. Y pues tenía que dejar de pensar en él sino quería que Ana Paula me estrangulara dado que..

—Que guapo está, ¿cierto?

Pegué un respingo de puro susto y me volví para mirar el semblante divertido de Rebecca. Me llevé una mano al pecho adoptando un gesto de sorpresa y ofensa.. Sintiéndome conmocionada. O al menos quería parecerlo.

—Tengo algunos trucos que te servirán—Me dijo

—¿Trucos?

—De conquista.

—Oh no, no me interesa.

—¡Como que no..

—No, es como esas piezas infalibles que aderezan el paisaje. ¿Me entiendes? Un bonito cuadro en un salón.. ¿Sabes?.. Que no puedes evitar observar.. O admirar..

—Oh, bien—Y rodó los ojos—Si tú lo dices.

Nos sentamos en nuestros asientos a observar el campo de polo, los caballos y a los jinetes. Felipe se dispuso a tomar fotos panorámicas de los jugadores para su artículo de deportes. Cada uno de nosotros tenía su estilo propio para hacer las cosas, e insisto eso era lo que más gustaba de ellos como equipo y colegas. No había competencia ni rivalidad, sino profesionalismo y compañerismo para lograr un fin común. Gonzalo desapareció con Vanessa a ver las caballerizas, a redactar su artículo y luego a descansar.

Mi teléfono comenzó a campanear con insistencia. Se me había antojado desactivar las notificaciones, cambiar de número, eliminar mis redes sociales y bloquear mi correo. Pero tenía que entender que de alguna manera era una figura pública y que era parte de mi trabajo atender y acoger al público en general, fanáticos y seguidores de mi trabajo. Humildemente por supuesto.

—¿Que miras?—Me preguntó Rebecca inclinándose hacía mí.

—Me han enviado un vídeo de un pastor alemán haciendo malabares con unos melocotones mientras suena una música tropical caribeña de fondo.

Ella soltó una carcajada.

—¿Es una broma? Déjame ver.

Me arrancó el teléfono de las manos y observó el vídeo con detenimiento sin dejar de reír.

—Al final se come los melocotones de un bocado.—Añadió entre risas.—Amo a ese perro.

—¿Leíste el mensaje adjunto? —Pregunté rodando los ojos.

—Mmm, no.

—"Cal, la próxima estrella perruna". —Subrayé, mis mejillas empezaban a calentarse del enojo —No entiendo como algunas personas creen que yo pueda hacer un artículo de esto y publicarlo en el periódico. No me sorprendería que en cualquier momento me enviasen la foto de un cadáver por un espacio en la columna.. Con el título.. "Soy el asesino en serie con el futuro más prometedor de todo el mundo.. Entrevistame". Y entonces yo debería responder: "¿Si? Muchísimas gracias por la sugerencia, claro que sí, haremos una exclusiva, por supuesto que lo llamaremos".

Ella río aún más. Incapaz de ahogar las carcajadas.

—Que exagerada, Lucía.. —Logró decir al fin, reponiéndose. Un par de lágrimas producto de risa pura se deslizaron de sus ojos.

—Hablo en serio. —Corté seria— En todo este tiempo he podido percatarme de eso. De las cosas descabelladas y disparatadas de las que son capaces las personas por cinco minutos de fama.

—Depende de la perspectiva con que lo veas. Si fueses inteligente y astuta le sacarías provecho.

—¡¿Que provecho podría sacarle a esto?! —Espeté— Además nunca lo haría, ni que me ofreciesen pagar mis facturas de por vida. No me prestaría para tantas insensateces. Mis artículos son muy culturales e intelectuales. Don Lorenzo jamás me daría autorización para publicar este tipo de cosas.

—Estas un poco agobiada y exasperada.. Hablas desde la rabia. —Me miró entornando los ojos, llenos de comprensión—Te entiendo. A mí me ha pasado un millón de veces, con el tiempo te acostumbrarás. Y no seas despectiva niña, el perro sí tiene talento, es adorable. Todo un conquistador.

—Jamás podría acostumbrarme. ¡¿A quien narices le importa eso?!—Escupí— Esto es acoso, Rebecca. Solo falta que me amenacen y me extorsionen. Que tal si han enviado un matón a perseguirme, secuestrarme para sacar mis órganos o saquear mi casa.. A este punto me esperaría cualquier cosa..

Rebecca soltó una aguda carcajada. Creo que ella prefería reírse a decirme que yo estaba pirada.

—Dios Santo, Lucía. Que dramática. —Hizo pausa y añadió en tono conciliador, tranquilizándome:—A mí me pasa todo el tiempo. Me envían chismes, rumores, suposiciones y mentiras de famosos a mi correo siempre, ellos creen que te están haciendo un favor o facilitando tu trabajo. Recuerda que escribo farándula. La gente cree que soy muy cotilla pero no es así. Ya estoy acostumbrada. Yo he puesto un filtro a este tipo de cosas. Estas permitiendo que cale en ti, no permitas que te robe la calma y la paz. Es descabellado, una completa locura, lo sé. Pero tú ten sentido común y sensatez. Un colega sufrió ataques de ansiedad y de pánico por esto, incluso depresión. Tuvo que abandonar su trabajo e ir a terapia. No es fácil sobrellevar esta carrera. La sociedad es asfixiante. Yo también he temido de un ataque terrorista cada vez que publico algo en mi columna de alguna celebridad que no agradaría a sus seguidores. Pero es mi trabajo. Cada día todos luchamos en contra o a favor de las opiniones, creencias y convicciones de los demás. Hay que aprender a ser tolerantes, pacientes y respetuosos.

..Y yo estaba molesta porque me habían enviado el vídeo de un simpático perro haciendo una cómica hazaña, aunque con demasiada y exagerada insistencia, tenía más de cien mensajes con el mismo archivo y era la gota que colmaba el vaso. Estaba harta de las incesantes y absurdas propagandas y promociones que me enviaban por un espacio en mi columna en el periódico. Ni siquiera sé por qué perdía mi tiempo dándole atención a esas cosas y si la intención era facilitar mi trabajo pues quedaban totalmente revocados de su asignación de ahora en adelante. Pero bien, Rebecca tenía razón podía ser algo muchísimo peor. Me propuse cambiar de número de teléfono, de correo y redes sociales. Proteger y cuidar más mi vida privada y mi trabajo. Cualquier consejero o terapeuta me habría recomendado hacer lo mismo por el bien de mi salud mental y emocional. Me sentía tan bien al ver que las cadenas de mi yugo laboral empezaban a romperse.. ¿Melodramática? Si, lo sé. Y por meses creí que había salido de un laberinto para perderme en otro, pero mentiría si dijera que no maduré, aprendí y crecí en el camino. Me quedé mirando a Pedro que había montado la yegua y seguía al trote al resto de los jinetes y se me olvidó toodo lo demás.

© Luu Herrera ,
книга «Un Paseo Por El Cielo».
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