Prólogo
1: Encontronazo
2: Llámame por tu nombre
3: La cita (parte 1)
4: La cita (parte 2)
5: Romeo y Julio
6: La conversación
7: Emociones confusas
8: Mal día
9: Tranquilidad y abrazos
10: Problemas en el paraíso
11: Vulnerable
12: Verdades confusas
13: Un día "tranquilo"
14: Sustos
15: Culpa
16: Pesadillas y caricias
17: Érebo
18: Save me
19: Nuevos amigos
20: Edén
21: Desconfianza
14: Sustos
Me despierto sudando, con la cara empapada por mis lágrimas. He vuelto a soñar con ellos. ¿Por qué? Todo iba tan bien... no me quiero mover de la cama. Mi pecho sube y baja a una velocidad tremenda, siguiendo el ritmo de mi respiración. "Venga, ya lo has hecho otras veces, solo respira."

Intento hacerle caso a la voz que me habla, pero no puedo. Me vienen a la cabeza pequeños fragmentos de la pesadilla. Es peor que la que tuve antes de empezar la universidad, antes de conocer a Rayan. Pensé que no las volvería a tener nunca. Pensé que igual podría olvidarme de mis gritos a mitad de la noche por despertarme acelerado. Pero creo que eso va a ser difícil, por no decir imposible.

¿Quién era ese chico que se reía a lo lejos? ¿Por qué se reía? No entiendo como a alguien le puede hacer gracia una situación así. Lo peor es que no me acuerdo de haber visto a aquel chico ese día, ni de si vi su rostro. No lo vi... no lo vi, ¿verdad? Ahora dudo de hasta lo que recuerdo. La cabeza me da vueltas. ¿Por qué no consigo verlo? No entiendo qué hacía allí, no entiendo porque no consigo olvidarlo. ¿Por qué no puedo simplemente levantarme de la cama y alejarme de esa pesadilla? No debería ser tan difícil, así que lo intento. Me apoyo sobre el cabecero, echando la cabeza hacia atrás. No veo nada. Solo motas de color rojo, que me persiguen mire a donde mire. Giro la cabeza a la izquierda. Siguen ahí. A la derecha. El color se intensifica. Parpadeo lleno de rabia, esperando hacerlas desaparecer. No se van.

Me levanto como un resorte, furioso. ¡Qué se vayan ya! Estoy respirando mucho más rápido que antes, así que intento relajarme. Inspira, expira, inspira, expira... no funciona, no funciona. Siento el corazón a mil. Me está golpeando demasiado fuerte en el pecho. Está intentando salir sin mi permiso.

Apoyo un pie en el suelo, a la vez que miro en esa dirección. Tranquilo... no pienses más. Apoyo el otro pie y me sujeto del colchón para poder levantarme. Le habitación gira. La habitación gira mucho, ¿o igual estoy girando yo?

"¡Ayuda!" ¿Por qué no me ayudó? ¿Por qué se fue riéndose? "¡Ayuda!" ¿Por qué me dejaron? ¿Por qué mis padres me abandonaron? ¿Por qué no fui yo?

Caigo de rodillas al suelo. Siento un dolor inmenso en las piernas pero no le presto atención, solo me fijo en el boxeador que quiere salir de su jaula. Miro hacia el techo, con los ojos inundados otra vez. Inspira... expira... No puedo. No puedo.

Me agacho y apoyo los brazos en el suelo, quedándome casi tumbado. Los ojos se me están cerrando, ¿tan rápido se han cansado? Siento como golpeo el suelo, a la vez que veo la luz de mi cuarto parpadeando y oigo a lo lejos el tono de llamada de mi móvil.

No puedo... no puedo...

Solo veo un mar negro que siento que me está mirando intensamente. Tengo los ojos cerrados, los brazos cansados y el corazón un poco más relajado. Pip, pip. Se escucha un pitido molesto y lejano, ojalá dejase de sonar. Quiero mover mis párpados pero ellos se niegan a ver la luz, así que les obligo a intentarlo. Pestañeo seguidas veces y voy abriéndolos poquito a poco, hasta cegarme por la luz. Los vuelvo a cerrar rápidamente y suspiro, moviéndome un poco.

  • "Ey... ¿estás despierto?" oigo un susurro, dándome a entender que hay alguien conmigo. Siento como me cogen de la mano y la acarician despacio. Quiero saber quién es así que intento incorporarme, lo cual no es buena idea. Emito una especie de sonido extraño junto con una mueca por el dolor que siento en el cuerpo. Alguien me ayuda a volver a tumbarme, a la vez que me acaricia el pelo con delicadeza.
Esta vez abro los ojos e intento mantenerlos abiertos un buen rato. Lo consigo, por lo tanto empiezo a girar lentamente la cabeza para poder ver donde me encuentro.

Estoy rodeado de unas paredes amarillentas, aunque algo me dice que antes eran blancas. Las ventanas están cerradas y huele a médico. Ya sabéis, ese olor característico de los hospitales, entre una mezcla de rancio y agradable. Saco la conclusión de que estoy en un hospital, ¿pero por qué?

Sigo moviendo la vista por la habitación. Hay un armario de color madera con unas pocas batas, y una puerta que supongo que dará a un baño. Un gran ventanal tapado por una pegatina llena de puntitos ocupa la mayor parte de la pared que da hacía el pasillo. Vuelvo la cabeza y veo una especie de carrito con un palo de hierro y una bolsita con líquido dentro, de la cual sale un tubito que llega hasta mi antebrazo. Justo al lado está la maquinita causante del molesto ruido.

Mis ojos hacen una última parada en un Rayan con cara bastante preocupada. Tiene el entrecejo hacia abajo, casi tocándole el inicio de la nariz, sus labios están fruncidos, su pelo revuelto y sus ojos brillan igual de negros que siempre.

¿Pero qué hace Rayan aquí? ¿Y yo?

-Hola dormilón.- dice, con una voz más relajada de lo que él aparenta estar.

-H-hola.- me cuesta un poco saludarlo, y casi no puedo alzar la voz, pero a él parece valerle, porque sonríe enormemente, alejando su rara mueca.

-¿Qué tal estás? ¿Te duele algo?- me aturden las preguntas, pero intento contestarle.

-Mmmm, no sabría decirte, me duele t-todo.- mientras lo digo me enderezo, apoyando las manos en el colchón. -Auch.- me quejo, sobándome la espalda. No debería haber hecho eso.

- Ey, oye, tranquilo, no te fuerces mucho.- Apoya su mano en mi pecho, echándome hacia atrás hasta que toco la almohada con la espalda y la cabeza. Asiento despacio para no marearme más y le sonrío levemente.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí?- no puedo más con la incertidumbre, necesito saber algo.

-¿No te acuerdas?-

-No me acuerdo Ray.-

-Mierda.- maldice en voz baja y suspira, bajando lentamente los hombros, como si le costase empezar a hablar. -Realmente no me es agradable volver a recordarlo.- Vuelve a suspirar, esta vez más rato y lento que antes. -Me he despertado con ganas de verte- dice, sonriendo levemente. – así que se me había ocurrido ir a visitarte a tu casa para salir un rato juntos.- A la vez que yo me sonrojo el continúa la historia. – Estaba llamando al timbre pero no me abrías. Supuse que estarías en el baño o que seguirías durmiendo, así que esperé un poco y luego te llamé al teléfono. Y como tampoco cogías el móvil estaba a punto de irme, pero una señora me vio y me preguntó que si quería entrar, mientras me abría la puerta del edificio. Subí corriendo las escaleras y toqué en tu puerta varias veces. No se oía nada, hasta que de repente escuché un golpe seco contra el suelo. Tienes unas paredes muy finas.- añadió, haciéndome reír levemente, aunque la historia pintase muy mal. -Me asusté mucho y bajé corriendo a ver si había alguien que me pudiese abrir. Encontré al conserje del edificio, le conté lo que pasaba y me dejó las llaves. Volví a tu piso para abrir la puerta y cuando conseguí entrar te llamé como loco. No contestabas, así que fui a tu habitación a ver si estabas allí, y te encontré tirado en el suelo.- Se calla repentinamente y coge aire, carraspeando y frotándose el puente de la nariz al mismo tiempo. -Me acerqué despacio a tí. Tenías la cara llena de lágrimas y respirabas pesadamente. Cogí el móvil y llame de forma inmediata a la ambulancia. Llegaron, te trajeron al hospital y aquí estamos.- Ray acabó de hablar, echándose hacia atrás en la silla en la que estaba. Yo estaba sorprendido y a la vez me sentía culpable por haber preocupado de esa manera a Rayan. No sé como reaccionar, lo único que hago es mimetizarme con las sábanas y suspirar, con los ojos brillantes.

- L-lo siento Ray.- no sé si es lo que debería decir ahora, pero es lo único que se me ocurre.

-¿Por qué?-

-Por haberte asustado de esa manera y por haber...-

-Calla Will. No me pidas perdón por eso, no fue culpa tuya.-

-Pero...-

-Ni pero ni nada. No acepto tus disculpas porque no hay nada que disculpar.-

-Está bien Ray.- acabo accediendo, a la vez que le sonrío. Sigo sin estar del todo de acuerdo, pero supongo que tiene razón.

-Y... ¿Aceptas un beso como disculpa?- le pregunto, girando la cabeza para evitar su mirada, a la vez que me sonrojo como un tomate.

-Bueno... eso sí te lo compro.- giro la cabeza para mirarlo, y lo que veo me hipnotiza. Tiene una sonrisa pícara en la cara y está riéndose suavemente, mientras se echa hacia delante y apoya la barbilla en su mano.
© ϐℓυє ,
книга «Caprichoso destino».
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