Prólogo
1: Encontronazo
2: Llámame por tu nombre
3: La cita (parte 1)
4: La cita (parte 2)
5: Romeo y Julio
6: La conversación
7: Emociones confusas
8: Mal día
9: Tranquilidad y abrazos
10: Problemas en el paraíso
11: Vulnerable
12: Verdades confusas
13: Un día "tranquilo"
14: Sustos
15: Culpa
16: Pesadillas y caricias
17: Érebo
18: Save me
19: Nuevos amigos
20: Edén
21: Desconfianza
17: Érebo
Me desperezo sentándome en la cama, moviendo a un Ray ya despierto. Me mira fijamente con una sonrisa bien grande en la cara, haciendo que sus pequeños hoyuelos brillen más de lo normal.

-¿Cómo has dormido? ¿Las pastillas hicieron ya su trabajo?- Le miro sonriendo también, para después asentir, confirmando su segunda pregunta.

-Dormí bien, no hubo ninguna pesadilla esta vez.- Respondo a su primera pregunta, con un deje de tranquilidad y alivio en la voz por poder contestar con esa respuesta. -¿Tú que tal dormiste?-

-Bien, bien. Contigo a mi lado se duerme bien en cualquier momento.- Su contestación hizo que me ruborizara, escondiendo la cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello, sonriendo levemente. A veces creo que lo hace a propósito porque le gusta verme así.

Nos quedamos en silencio un rato, disfrutando de la compañía mutua, hasta que yo rompo el silencio con recuerdos de la pesadilla del viernes inundándome la mente.

-¿Sabes? La persona que vi riéndose en mi pesadilla se parecía a ti. Era alto y tenía el pelo del mismo color, y su cara era igualita a la tuya, aunque la suya creo que era más... ruda. No estoy seguro, no lo recuerdo muy bien.- Rayan me mira sorprendido por el repentino cambio de tema y por mi declaración. Su cara me dice que no se lo esperaba y sus ojos... que no le ha gustado. Ahora su expresión es una mezcla de molestia, tristeza y preocupación, lo cual me desconcierta bastante. No logro entender lo que cruza por su cabeza, lo que me deja bastante desconcertado. Empieza a mover la pierna arriba y abajo, arriba y abajo, como si tuviese un tic nervioso, y de repente se levanta y empieza a caminar recorriendo todo el espacio de la habitación en la que estamos, poniéndome a mí también nervioso. Lo único que hace es dar vueltas y vueltas como un loco que no puede sentarse en una silla. Se muerde las uñas y para de forma repentina, girándose para mirarme. Su negra mirada es tan intensa que me cala en los huesos y me taladra el cerebro, transmitiéndome su preocupación.

-¿Ray...? ¿Es-estás bien? P-perdón si te molesté, puedes volver a tumbarte y lo dejamos pasar...-

-Willy... tengo que contarte algo.- Su contestación me deja desconcertado. No me esperaba esa respuesta.

-Claro... puedes contarme lo que quieras.- Le acabo respondiendo después de salir de mi estupor, esperando a que él pueda contestarme. Coge aire y lo suelta despacio, haciendo subir y bajar su pecho, intentando disminuir el ritmo de sus pulsaciones.

-Está bien...- vuelve a tomar aire. -¿Te acuerdas cuando te conté que tenía un hermano? Nos adoptaron a la vez. Somos hermanos biológicos Will. Él nació unos días antes que yo, por lo tanto es mi hermano mayor. Aunque no lo considere así, pero eso es lo de menos, al final la sangre nos une y de eso no puedo escapar.-

-¿Y por qué querrías escapar? ¿Qué es tan malo Ray?-

-Él es increíblemente diferente a mí Will. A veces pienso que nacimos de personas completamente distintas. Érebo es tan... tan Érebo que es imposible de explicar, mucho menos de entender. Su propio nombre lo dice todo Willy. ¿Sabes de dónde viene su nombre? En la mitología griega Érebo era el dios principal de la oscuridad, las sombras y las tinieblas. Érebo, junto con su esposa Nix, que también era su hermana, llevaba las sombras a todos los rincones del mundo, tapando la luz de Éter. Se decía que sus densas nieblas de oscuridad rodeaban los bordes del mundo y llenaban los sombríos lugares subterráneos . Era tan horrible que se le solía relacionar con el Inframundo, haciendo de su nombre un sinónimo del Infierno. Según leyendas posteriores Érebo era por donde los muertos tenían que pasar inmediatamente después de morir, aunque también era la residencia de Cerbero, el perro de tres cabezas que custodiaba el Infierno.- Después de contarme aquella historia se sentó por fin, apoyándose en sus rodillas, mientras yo seguía con los ojos todos sus movimientos, absorbido en lo que me estaba contando.

-Mis padres se tomaron la molestia de buscar un nombre que encajase con él. Uno que tuviese un significado lo suficientemente feo para que lo describiese a la perfección. Y vaya que dieron en el clavo...- lo último lo dijo susurrando, como si no quisiera que yo lo escuchara.

-¿De verdad es tan horrible? Érebo.-

-Sí que lo es pequeño. Es... nació para estar con mis padres, son la familia perfecta. Pero siempre hay una oveja negra. Me tocó a mí ser esa oveja. Ellos están metidos en... en algo que no va conmigo. Por eso me alejé de ellos, no podía seguir viviendo bajo el mismo techo. Intentaron convencerme de ser como ellos querían que fuera, pero llegó un día en el que se cansaron de intentarlo, tratándome como el bicho raro de la familia, cuando al final era el único ser humano que había allí.- Cuando acabó de decir eso le cogí la mano, empezando a acariciar sus nudillos, intentando mostrarle mi apoyo. Sus ojos están tan tristes, pero a la vez transmiten una rabia increíble que me hace tener escalofríos. Guarda demasiado rencor y odio hacia su familia, es fácil de notar tan solo con ver como aprieta los dientes, hasta el punto de hacer que rechinen.

-A lo que quería llegar con esto Will, es que puede ser que al que viste en tu pesadilla fuera él, a Érebo.-

-Pero... pero si no lo he visto en mi vida Ray, ¿cómo va a ser él?-

-En... en el sueño no le veías la cara muy nítidamente ¿verdad?-

-No, es verdad, pero sigo sin verle sentido. Pero era tan parecido a ti... tanto que daba miedo.-

-Entonces no lo recuerdas...- Eso último que dijo no conseguí escucharlo porque lo dijo demasiado bajito. Fruncí las cejas, mirándolo extrañado. Él me devolvió la mirada y abrió la boca queriendo decir algo pero le corté antes de que dijera nada.

-¿Qué dijiste? No te escuché.- Le pregunté rascándome la nuca, queriendo disolver la duda de mi cabeza. Ray solo cerró la boca y negó varias veces rápidamente, pareciendo un perro al sacudirse el agua de encima.

-Nada, nada... no dije nada.- Contestó al fin, después de unos segundos de silencio.

-Oh, vale, me pareció que habías dicho algo.- Le sonreí levemente de forma forzosa, con la intención de disolver un poco la tensión que había en el ambiente. Él me devolvió la sonrisa y todo volvió a quedarse en silencio. Un silencio cómodo y extraño que fue interrumpido por una torpe entrada por parte de Sandra con dos bandejas encima de un carrito de color plata. Nos sonrió al vernos mientras se acercaba a la cama y nos saludaba con la mano.

-¡Hola chicos! ¿Qué tal estáis? ¿Cómo te encuentras Will?- 

-Hola Sandra, bien, bien, me encuentro mejor, las pastillas que me diste funcionaron.- Sandra sonríe levemente y me dice que se alegra, a la vez que deja la bandeja de comida encima de mis piernas estiradas en la cama. Hace lo mismo con Rayan y se da la vuelta, saliendo por la puerta con un gracias por nuestra parte en su espalda.

Miré a Ray una última vez, palmeando el hueco que quedaba a mi lado en la camilla, invitándolo a que se tumbara conmigo. Volvió a sonreír mientras asentía, así que me acomodé mejor en la cama, dejándole todo el espacio posible para que cupiésemos los dos. Nos pusimos a comer en silencio, escuchándose solo el sonido de los cubiertos al chocar contra los platos y el ruido de la comida al ser masticada. Acabamos enseguida así que dejamos las bandejas vacías en la mesita que había al lado de la cama, una encima de la otra, y después Rayan se acostó a mi lado, haciendo cucharita conmigo, cubriéndome con su cuerpo, como si quisiera protegerme de todo lo malo que hay en el mundo. Sonrío por ese pensamiento, y con eso empiezo a cerrar los ojos, sustituyendo esta vez a Morfeo por Rayan... y por Érebo.

Despierto agitado y exaltado, notando inmediatamente el tacto suave y firme de alguien a mi lado. Me asusto aún más hasta que me giro y veo que es Ray el que está a mi lado. Él empieza a abrir los ojos despacio, acostumbrándose a la poca luz que entra por la ventana y mirándome de vuelta enseguida, con la preocupación reinando en las facciones de su cara. Todo su rostro tiene un gran interrogante pintado en su cara, haciéndole fruncir el ceño.

-¿Qué pasa Willy? ¿Va todo bien?- Empiezo a asentir pero mi cabeza me traiciona y lo niega, respondiéndole a Ray lo que ya sabía. Un hipido sale de mi boca sin quererlo y mis hombros empiezan a temblar de la rabia y la frustración, haciendo que mis ojos se llenen de lágrimas. Rayan me coge de la barbilla delicadamente, subiéndome la cabeza para que lo mire. Apoya sus manos en mis mejillas, limpiando el rastro de mis lágrimas con sus pulgares y acercando su cara a la mía muy despacito para dejar un beso en cada uno de mis mofletes, con toda la suavidad que es capaz de reunir. Después de eso me acoge en un abrazo fuerte, haciéndome llorar más aun pero consiguiendo que me sienta arropado y a salvo con él, algo que hace mucho que no sentía. Dejo escapar todo el miedo y dolor que siento en estos momentos y Ray lo recoge por mí, guardándolo a buen recaudo, sin dejar que escape. Todo a mí alrededor es extraño e irreconocible, mi cabeza no deja de dar vueltas a una velocidad increíble, intentando verle el sentido a todo. Lo único reconocible en estos momentos es Ray, el que me está abrazando ahora mismo como si fuese la única persona en el mundo y como si este se fuese a acabar en dos horas. 
© ϐℓυє ,
книга «Caprichoso destino».
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