Prólogo
1: Encontronazo
2: Llámame por tu nombre
3: La cita (parte 1)
4: La cita (parte 2)
5: Romeo y Julio
6: La conversación
7: Emociones confusas
8: Mal día
9: Tranquilidad y abrazos
10: Problemas en el paraíso
11: Vulnerable
12: Verdades confusas
13: Un día "tranquilo"
14: Sustos
15: Culpa
16: Pesadillas y caricias
17: Érebo
18: Save me
19: Nuevos amigos
20: Edén
21: Desconfianza
21: Desconfianza
Una semana fue arrancada del calendario. Diciembre se acercaba y con él el cumpleaños de Ray. Y el mío también. Tengo una semana y media para encontrar el regalo perfecto para Ray, ya sé que no tiene que ser algo increíblemente grande ni nada por el estilo, pero Ray se lo merece y a mí me apetece dárselo. La pregunta es, ¿el qué? Podría escribirle algo... ¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido? Le escribiré un poema y le llevaré a nuestro Edén para leérselo allí. Podía dárselo con una pulserita... ¿No será demasiado ñoño? Espero que no. Ahora solo falta encontrar la pulsera perfecta, tiene que encajar con él. Y luego la parte más fácil, tenía que ponerme manos a la obra con el poema.

-Will, ¡Will!- Salí de mi ensoñación cuando oí como la profesora de cultura clásica chascaba los dedos delante de mi cara, devolviéndome al mundo real. Ni siquiera me acordaba de que estaba en clase. Me había perdido en que era viernes, en su regalo, en que dentro de una hora lo vería... Sacudí la cabeza sacando cualquier pensamiento lejos de mí, murmurando un silencioso lo siento a la profesora, mientras ella chascaba la lengua y seguía con su explicación. El resto de clase se pasó rápido entre apuntes, y llegó mi asignatura preferida. Literatura. Me levanté y caminé por los pasillos de la universidad, encontrándome a mitad de camino con Alex, sonriéndole como saludo.

-¡Hola Will! ¿Regresaste al mundo de los vivos?- Me preguntó desconcertándome. Mi ceño fruncido debió dárselo a entender porque se rio suavemente para después aclararse la garganta, lista para volver a hablar.

-En clase, estabas en la inopia. Te llamé varias veces pero ni caso. ¿En qué pensabas?

-E-en n-nada.- Mentí rascándome la nuca, sonrojándome violentamente, intentando esconderme.

-¿O en nadie? Seguro que pensabas en mí, ¿a que sí pequeño?

Pegué un rebote por el susto y me giré hacia Ray, dándole un golpe suave en el hombro.

-Tienes que dejar de aparecer de la nada Ray, me asustas.- Dije con un puchero y con los mofletes aún rojos. Él se agachó para darme un beso en la frente y luego otro en los mofletes, para después susurrarme en el oído.

-Perdón, pero ya sabes que me gusta molestarte pequeño.- Acabó diciendo, bajando la mano que estaba apoyada en mi espalda hacia mi cintura, y luego un poco más abajo, hasta llegar a mi trasero, apretando un poco una de mis nalgas.

-¡Ray! ¿Qué haces? Estamos en medio del pasillo.- Le pegué en el pecho, el rojo volviendo a mis mejillas a una velocidad increíble, dejándome una sensación de calor en todo el cuerpo. Empujé a Ray todo lo lejos que pude, que no fueron más que unos pasitos, pero eran los suficientes para poder respirar otra vez. Cogí una bocanada de aire grande, llenando mis pulmones y mi cerebro de algo que no fuese Ray, o su aliento, sus ojos, sus labios, su cara... ¡Vale! Él solo se rio, sonriéndome bien grande, dándome un pico en los labios y abrazándome, esta vez dejando las manos en su sitio. Mis mofletes no podían estar más rojos y a mi cara le faltaba poco para fundirse con el cuerpo de Ray.

-Ejem chicos, sigo aquí.

De repente escuché la voz de Alex, haciendo que me separara más rápido de lo que pretendía de Ray, volviendo –otra vez- al mundo real. Me giré mirándola con un perdón vergonzoso en los ojos, sin poder abrir la boca para hablar. Ella solo me sonrió y negó con la cabeza, diciéndome que no importaba. A diferencia de Ray, yo correspondí el gesto, mientras que él solo fruncía el ceño en desconfianza.

-¿Vamos ya a clase?

Los dos asentimos y de la mano nos encaminamos a clase, con Alex a nuestro lado. Cada uno fue a sentarse a su sitio, llegando justo antes de que la profesora entrara por la puerta, cortando cualquier intención de empezar una pequeña conversación. Empezó a escribir en la pizarra la página por la que teníamos que abrir el libro. Ray, aprovechando que nadie miraba bajó su mano y la escondió debajo de la mesa, apoyándola encima de mi muslo, apretando un poco, como un simple gesto de cariño. Yo también bajé la mano y la puse encima de la suya, cogiéndole los dedos, dándole la mano de una forma un poco rara. Los dos sonreímos cómplices y dirigimos nuestra mirada hacia el pizarrón, el cual cada vez tenía más y más frases escritas en él.

Después de una hora el timbre sonó indicando el fin del día. Ray y yo recogimos tranquilos, cuidándonos de no olvidar nada. Alex acabó de recoger a la vez que nosotros así que los tres salimos juntos de clase, dirigiéndonos a la salida del recinto. Ya en el patio Ray y yo seguimos nuestro camino, pensando que Alex se iba hacia el lado contrario, pero vino por detrás corriendo para alcanzarnos, poniéndose en medio después de conseguirlo. Yo la miré extrañada y Ray soltó una especie quejido, viéndose obligado a soltarme la mano.

-Tengo que ir a hacer algunos recados así que pensé en acompañaros ya que me pilla de camino.

-Oh, está bien.- Asentí, sonriéndole un poco forzosamente, sin entender aún porque se había puesto, literalmente, en medio de nosotros.

-¿Vivís cerca?- Preguntó Alex, intentando romper el hielo.

-Mmmm, esto, sí, Ray vive unas tres calles más arriba que yo, pero sí, estamos cerca.- Acabé sonriendo, mirando a Ray de reojo.

-Pero siempre le acompaño a su casa.- Añadió Ray, con un tono de voz se podría decir que casi agresivo, como si estuviera alerta.

-Uh, que bien que viváis tan cerca, así podéis ayudaros si hay algún problema.

Los dos asentimos, Ray con su ceño fruncido y yo con una expresión incómoda, sin saber a qué venía esta vuelta a casa tan extraña. Después de eso Alex no dijo nada más y el resto del camino a mi casa los tres nos fundimos en un silencio ensordecedor. Me daba miedo romperlo, como si una bomba estuviera a punto de estallar. Cuando llegamos al portal del edificio en el que vivía vi a Alex mirándolo con detenimiento, como si quisiera absorber todos los detalles. Sacudí la cabeza sacando cualquier pensamiento y me despedí de ella con un pequeño y corto abrazo, para después girarme hacia Ray y abrazarlo, intentando disolver toda la tensión que se le notaba en los hombros, rectos e inmóviles. Se relajó un poco cuando sintió mis brazos rodeándole, así que él también me rodeó con los suyos, apoyando la barbilla en el hueco que había entre mi hombro y mi cuello, haciéndome cosquillas con su aliento. Me reí débilmente por ello, provocando en Ray una pequeña sonrisa. Pequeña, pero una. Los dos nos soltamos sin querer soltarnos, si es que eso tenía sentido. Giré mis talones y caminé hacia mi portal, despidiéndome de los dos y entrando en el edificio con un suspiro cansado.

RAY

Solté a Willy del abrazo, dejándolo entrar en su edificio, quedándome a solas con Alex. Esa chica no me daba ninguna buena espina. Su mirada inocentona de ojos azules y ese pelo rubio que le tapaba las gafas que llevaba no me engañaban. Sabía que algo escondía, algo no me acababa de encajar en ella. Era maja, sí. A Willy le agradaba, también, y por eso mismo he intentando olvidarme de mis preocupaciones acerca de ella, pero con lo de hoy han vuelto. Ha sido un camino muy... raro. Tenía un mal presentimiento, algo iba mal. Algo no estaba bien.

-Ray, ¿está todo bien?- Salí de mi ensoñación cuando habló, como si se hubiese materializado delante de mí. Por un momento me había olvidado de su presencia.

-¿Qué pretendes?

-¿Perdona? No sé a qué te refieres.

-Que qué pretendes Alex. Puede que a Will consigas engañarlo pero conmigo no cuela.

-No sé de qué estás hablando Ray. ¿Es por lo de antes? Perdona si te ha moles-

-Ya sabes de lo que estoy hablando.

-No, Rayan, no lo sé.- Apreté la mandíbula intentando tranquilizarme. Cuanto más lo negaba más hacía que mis sospechas crecieran, pero por esta vez lo dejé estar. Suspiré fuerte, cogiendo aire suficiente para relajarme. "Piensa en Willy, en Willy, en tu pequeño" Cerré los ojos unos segundos y los volví a abrir para poder hablar.

-Lo que tú digas Alex.

Zanjé la conversación, empezando a andar hacia mi casa, dejando a Alex detrás. Necesitaba darle a algo, pegarle a algo, sacar la furia que estaba sintiendo en estos momentos. Llegué enseguida a mi casa. Entré dejando las cosas en la esquina de la entrada y subí corriendo la pequeña escalera que daba a mi habitación, tirándome a la cama, mi cara cayendo sobre un cojín, el cual amortiguó el grito de frustración que salió de mi garganta. Sentía una impotencia muy grande. Tenía el corazón oprimido, todo por culpa de Alex. Ni siquiera me fiaba de que se llamara así de verdad. ¿Qué narices pretendía? ¿Qué más le daba si vivíamos cerca o lejos? No entendía nada. La cabeza me iba a explotar. Otro grito acalló el sonido del móvil, indicando una llamada. Lo cogí molesto sin mirar siquiera quien era, contestando bruscamente.

-Que quieres.

-¿Ray? ¿Qué pasa? ¿Te has enfadado?

-¿Willy?

-Presente.

-Perdona pequeño, no quería contestar así. ¿Qué pasa?

-Nada, solo quería saber si habías llegado a casa.

Eso último me derritió por completo, relajando al instante todos mis músculos, haciendo desparecer por unos momentos toda la tensión que sentía hace nada. Escuchar su voz me relajó de una manera increíble, como si se hubiesen llevado todo sentimiento malo y lo hubiesen destruido, sustituyéndolo por un pequeño con sonrisa tímida y mejillas sonrojadas.

-¿Ray?

-Sí, sí, aquí estoy. Llegué sano y salvo.

-Está bien.

Una pequeña risa salió de sus labios. Me lo imaginé con un leve rubor cubriendo su cara y una sonrisa enorme que opacaba cualquier otra cosa.

-¿Ray?

-Dime.

-Te quiero.

Fue un pequeño susurro que se escuchó igual de alto o incluso más que si lo hubiese gritado a los cuatro vientos. Esas dos palabras me sedaron el corazón y la mente, dejando todo en blanco, menos su imagen, que llenaba todo el espacio existente.

-Yo también te quiero pequeño.

Después de esa inocente declaración los dos colgamos, suspirando al micrófono, cada uno por un motivo diferente. No podía quitarle la ilusión a Willy. No podía decirle nada sobre Alex, era su primera amiga desde la muerte de sus padres y ellos dos se llevan realmente bien, no quiero ser yo el que lo estropeé. Iré con cuidado, intentando vigilarla lo más posible, pero no puedo hacer mucho más. Solo espero que mis presentimientos no se cumplan.

Después de la llamada conseguí relajarme lo suficiente como para dormir un poco. Fue una siesta verdaderamente corta, pero por lo menos pude olvidarme un rato de todo. Bajé a hacerme un café, enchufando la cafetera. Uno solo, bien amargo. Necesitaba despejar la mente. No era mi amiga y tampoco tenía porque relacionarme con ella, aunque eso se me dificultaba un poco al ser amiga de Willy. Volví a suspirar, pasándome la mano por la cara, lleno de frustración. Necesitaba saber qué pasaba. Tenía que estar seguro al cien por cien de que Alex era realmente Alex. Necesito saber con certeza que no le puede pasar nada a Will. Me fui a sentar al sillón mientras pensaba en ello, pero antes de poder dejar a mi trasero caer contra los cojines el timbre sonó, desconcertándome. Dejé la taza humeante de café y fui a abrir la puerta. Fruncí el ceño extrañado al no ver a nadie. Salí un momento, girando la cabeza, buscando a alguien, pero no había absolutamente nadie. Con incertidumbre me adentré otra vez en mi casa, pisando por el camino algo. Bajé la mirada encontrándome con un sobre. Me agaché con todos los sentidos alerta, temiendo cualquier cosa que pudiese tener dentro. Cerré la puerta detrás de mí, echando un último vistazo a la calle. Me senté en el sillón y me fijé en el sobre. No tenía remitente, ni siquiera el destinatario. Abrí el sobre con miedo, lo más despacio que pude. Saqué el contenido, quedándome sin aliento. No podía ser. Debía ser alguna especie de jodida broma. Era imposible. Sabía que algo estaba yendo mal, sabía que había algo que no encajaba. Bajé la mirada al sobre, aun procesando lo que tenía en sus manos. Fotos. ¿Por qué mierda había fotos de Will dentro de ese sobre? ¿Por qué me las daban a mí? Con miedo empecé pasar de fotografía en fotografía. Había varias. De Willy yendo a la universidad, volviendo a casa, conmigo; Fruncí el ceño a la siguiente foto, la ira y la frustración creciendo en mi interior a una velocidad increíble. Era Will en el hospital. Nadie sabía que habíamos estado allí menos los evidentes. Sandra, el director y poco más. Alguien lo ha estado siguiendo. Alguien quería... quería hacerle daño. Me levanté del sillón rápidamente y subí corriendo a mi cuarto, llamando a Will con las manos temblorosas.

Bip, bip, bip. Vamos, Will, cógelo, cógelo.

-¿Sí? ¿Pasa algo Ray?

-¡Will! ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

-Estoy... estoy bien, salí un momento fuera. ¿Por qué? ¿Pasa algo Ray?

Suspiré por millonésima vez hoy, pero esta vez de alivio, sacándome un peso de encima al saber que él estaba bien. Estaba bien, no le había pasado nada. "Aún" Callé a la vocecita que intentaba sabotearme y respiré, intentando buscar alguna respuesta con sentido. No podía decirle la verdad. No podía preocuparlo a él también.

-N-no pequeño, está todo bien.

-¿Y por qué parece que no Ray?

Su inocente pregunta hizo que casi, casi le dijese todo.

-Emmm, tuve... tuve una pesadilla. Sí, una pesadilla. No te encontraba y me desperté asustado, es todo.

-Vale... estoy aquí Ray.

-Lo sé.

Colgué sin poder contestar otra cosa. Lancé el móvil a la cama, tirando de mis pelos, como si eso fuese a sacar alguna respuesta de mi cerebro. No quería pensar más. Quería estar con Willy. Necesitaba verle, así que cogí mi chaqueta y fui trotando hasta su piso. Dijo que había salido así que me senté en el escalón que había delante de la puerta de cristal y esperé hasta que llegara, y solo cuando lo vi viniendo hacia mí fue cuando pude respirar, como si todo este rato hubiese estado conteniendo la respiración, con miedo de lo que pudiese encontrarme. Me levanté rápido y fui corriendo hacia él, fundiéndome en un abrazo cálido y agradable que relajó los latidos de mi corazón, bajándolos a un ritmo constante y normal. Si llega a pasarle algo... no sé lo que haría. Will se ha convertido en mi todo. No puedo dejar que le pase nada malo.

© ϐℓυє ,
книга «Caprichoso destino».
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