Prólogo
1: Encontronazo
2: Llámame por tu nombre
3: La cita (parte 1)
4: La cita (parte 2)
5: Romeo y Julio
6: La conversación
7: Emociones confusas
8: Mal día
9: Tranquilidad y abrazos
10: Problemas en el paraíso
11: Vulnerable
12: Verdades confusas
13: Un día "tranquilo"
14: Sustos
15: Culpa
16: Pesadillas y caricias
17: Érebo
18: Save me
19: Nuevos amigos
20: Edén
21: Desconfianza
6: La conversación
Siguiente día, mismas dudas... Igual debería preguntarle a Ray, y así tendría alguna respuesta para mis muchas preguntas. Y hablando del rey de Roma... Abro la puerta de mi casa y me encuentro con él. No me lo esperaba, pero esta vez lo saludo antes de preguntar nada.

-Hola Ray.- le saludo, poniéndome a su lado para seguir el mismo camino de siempre.

-Buenos días Willy.- me contesta él, sonriéndome. Vale, toca preguntar. Vamos...

-Oye Rayan, ¿puedo hacerte una pregunta?- le digo al final, esperando ver su reacción.

-Ya la estás haciendo.- dice riéndose.

-Sí jajaj, esto... El otro día, cuando quedamos, ¿cómo sabías donde vivía?- Veo como su risa va apagándose poco a poco, como su sonrisa va desapareciendo y como la luz de sus ojos se vuelve oscura. El aparta la mirada, incómodo, y no me responde.

-¿Ray...?- digo, esperando una respuesta.

-No te lo puedo decir, un mago no revela sus trucos, ¿no?- dice, devolviendo la sonrisa a su rostro, aunque más bien parece una sonrisa amarga, como queriendo cambiar de tema.

-Ya... claro.- le digo, sin ganas de hablar más. Fantástico, ahora en vez de respuestas tengo más dudas y a un Rayan enfadado. No hablamos en lo que resta de camino y a la hora de comer nos sumergimos en la bandeja que tenemos delante, en el bullicio de la gente y en monosílabos sueltos volando por ahí.

Llegó la hora de mi clase preferida, aunque hoy no lo es tanto. Es la primera vez que no tengo ganas de sentarme al final, esperando la compañía de alguien en particular, desde que entré aquí. Se me han ido las ganas, lo único que quiero es tirarme a la cama, zambullirme en historias irreales, creando mis propias fantasías, para luego dejarme mecer por brazos imaginarios, con una risa sonando a lo lejos mientras mis parpados se cierran pesadamente, dejando la mente en blanco. Pero va a ser que no. Siento que Rayan esconde algo, algo que le duele mucho y por algún motivo no quiere compartir conmigo. Me preocupa y a la vez... me inquieta. Tan inquietante como sentir el peso de alguien cayendo a mi lado, mientras suelta un gran suspiro sin siquiera dirigirme la mirada. Sabéis de quién hablo, ¿no? La tensión se podría cortar con un cuchillo. Tengo tantas cosas que decirle, que preguntarle... pero todas se me quedan atascadas. Así que lo único que hago es suspirar, al igual que él, haciéndome notar, a la vez que le doy la espalda y sigo pensando en todas las incógnitas que me rondan por ahí. 

Igual no quiere abrirse por miedo, igual si lo hago yo primero, coge la confianza suficiente. ¿Debería contarle lo que les pasó a mis padres? ¿O era mejor dejarlo estar? Definitivamente no. Necesitábamos hablar, además, igual, al contárselo, también me ayudaba a mi. Vale, decidido. Cuando estoy abriendo la boca para preguntarle a Rayan si a la salida podría hablar, un estruendoso ruido me interrumpe, pegándome tal susto que pego un bote en la silla. Ray se gira, decidido a reírse, aun que a la par que va dándose la vuelta, se le va cayendo la sonrisa de la cara, dejando una tétrica línea recta. Yo le sonrío tímidamente y me lleno de valor para empezar a hablar.

-Ray... Siento lo de antes, pero, ¿a la salida podríamos hablar un momento? Quiero contarte algo.- Bien. Ya lo solté. El se limita a mirarme, y regalarme un quedo asentimiento, con una mirada que no expresaba más que la nada. Aun que me pareció ver un halo de sorpresa e intriga, por mucho que se esforzarse en esconderlo.

Le digo que vale, y sigo mi camino hacia la última clase, cabizbajo, pensando en como empezar la conversación más dura que tendré desde hace mucho.

Los segundos pasan, haciéndose pasar por minutos. El reloj cuenta minutos, pero yo siento horas. Horas y horas... hasta que después de una eternidad, suena el timbre. Salgo trotando de mi clase, directo a la puerta de salida, buscando con la mirada a Rayan. Cuando lo veo apoyado en un muro, empiezo a andar en su dirección, buscando sus ojos, intentando encontrar algo. Y lo hago. Hay una mirada de apoyo, que me brinda esperanzas y ánimos para empezar a soltar todo.

-¿Y bien?- me dice un tanto brusco, pero comprensivo a la vez. Un poco contradictorio pero... Rayan es contradictorio.

-Mis padres murieron cuando yo tenía 14, hace 4 años.- le dije, intentando relajar la respiración y seguir la conversación, sin que me temblara la voz. -Estábamos pasando un rato en el parque, intentando solucionar la burbuja de tensión y malestar que había a nuestro alrededor. Hace unos días les había dicho que era gay, y, por mucho que me dijeron que todo estaba bien, desde ese momento todo cambió. Casi no me hablaban, y si lo hacían era de forma escueta, sin alargarse más de la cuenta. Sus miradas eran de... ¿desprecio? ¿Desaprobación? La verdad no sabría decirte, pero si sé que eran frías. Ese día los llevé al parque, para hablar con ellos y solucionar las cosas. Cuando me animé a preguntarles, mi madre me dijo que no pasaba nada, mientras ellos se sonreían fríamente, y mi padre se levantaba, poniéndose en frente mío. Cuando empecé a levantar la mirada-

Paro un momento, tranquilizándome, mentalizándome para la parte más dura. Giré un momento para mirar a Rayan, y lo que vi me asustó más de lo que ya lo estaba. Rayan estaba poniéndose cada vez más pálido, no pestañeaba y tenía la boca abierta, boqueando, como queriendo decir algo. Le miré preocupado, levantando una ceja inquisitoriamente, lanzando una pregunta silenciosa al aire. Él cerró la boca de golpe y asintió, sacudiendo la cabeza. Yo, aun extrañado, suspiré y seguí mi historia.

-Cuando empecé a levantar la mirada, se oyó... se oyó un disparo y mi padre cayó al suelo, delante de mi, a la vez que mi madre caía encima suyo, mientras me susurraba un lo siento. Yo me quedé quieto como una estatua, escuchando solo los gritos de la gente y sus carreras para llegar a su casa, con ese lo siento taladrandome la cabeza.- Acabé diciendo, a la vez que giraba la cabeza y lo miraba fijamente. Rayan no reaccionaba, no sé que estaría pensando, pero necesitaba que me lo dijera.

-¿Rayan?- le llamé, probando su nombre, intentando que me hablara. Funcionó, ya que giró la cabeza, pillando mis ojos con los suyos y nombrándome, tan lentamente que parecía que estaba saboreando mi nombre.

-Willy...- dijo, buscando las palabras correctas. -Es... horrible.- acabó diciendo.

-¿No viste a nadie?- me preguntó, recuperando un poco la compostura.

-Vi... Vi una sombra, irse a lo lejos, mirándome, pero no le presté mucha atención.- Le contesté, intentando recordar algo más. Esperé la respuesta de Rayan, un suspiro, mirada, cualquier cosa... menos que empalideciera otra vez. Se le veía tan vulnerable...

-Yo... Quería contártelo, es la primera vez que se lo digo a alguien y quería que fueses el primero. Que supieses que confío en ti, y que tu puedes hacerlo también.- Le solté repentinamente, mordiéndome la uñas con nerviosismo. El me miró sorprendido, sonrió tristemente, mientras me contestaba.

-Gracias, pequeño, pero no puedo decírtelo.- me dijo, separando la mirada con incomodidad.

-¿Por qué?- le pregunté yo, con unas ganas terribles de abrazarlo y de mandarlo a freír espárragos. 

-Porque me gustas Will, me gustas y si te lo digo te irás, e igual es un poco egoísta por mi parte, pero no quiero que lo hagas.-
© ϐℓυє ,
книга «Caprichoso destino».
7: Emociones confusas
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