Prólogo
1: Encontronazo
2: Llámame por tu nombre
3: La cita (parte 1)
4: La cita (parte 2)
5: Romeo y Julio
6: La conversación
7: Emociones confusas
8: Mal día
9: Tranquilidad y abrazos
10: Problemas en el paraíso
11: Vulnerable
12: Verdades confusas
13: Un día "tranquilo"
14: Sustos
15: Culpa
16: Pesadillas y caricias
17: Érebo
18: Save me
19: Nuevos amigos
20: Edén
21: Desconfianza
20: Edén
Subí las escaleras hasta el cuarto piso -donde vivía- y saqué las llaves para poder abrir la puerta. Entré al pequeño piso despacio, cerrando con cuidado de no hacer mucho ruido, en este edificio se escuchaba de todo. Me quedé un rato apoyado en la puerta, observando el poco espacio en el que vivía. Había una cocina con lo mínimo necesario, un microondas, una nevera y una mesa pequeña. Pegado a la pared de la cocina estaba el salón, una salita pequeña con un sillón pequeño, una mesa de estar delante y una tele también pequeña pegada a la pared. Yendo recto estaba mi cuarto, con una cama con un colchón en mal estado. Al lado de la cama había colocado una mesita de noche, y encima de esta había una lámpara. La ventana daba hacia unos árboles que había fuera, haciendo que la habitación cogiese otro tono. El baño solo tenía un váter, un lavabo y la ducha. Y las paredes de toda la casa eran de un gris clarito, exceptuando mi habitación, que era de color azul. Fui directo a mi habitación y me tiré a la cama, suspirando cansado. Los ojos se me cerraban, así que cogí el móvil para que sonara dentro de una hora y así despertarme sobre las doce. Puse la alarma y Morfeo me recogió amablemente en sus brazos, pudiendo descansar por fin.

La alarma empezó a sonar con un ruido constante. Me desperté de mala gana y la apagué, mientras remoloneaba en la cama. Que pereza levantarse ahora. Enderecé la espalda y me senté en el borde de la cama para poder ponerme los zapatos de estar por casa. Fui a la cocina a hacerme un café y volví a mi cuarto para empezar a estudiar y a hacer los deberes que nos habían mandado. Menos mal que pude hacer algo en la biblioteca, ahora tengo menos trabajo. Me dio tiempo a acabar todo a las cinco, por lo que recogí los libros y todo lo que estaba fuera de su sitio y fui a ducharme. Cogí una toalla y la ropa, me despojé de la ropa que tenía puesta ahora y me metí a la ducha, dejando que la lluvia artificial me empapara todo el cuerpo, haciéndome olvidar por unos minutos todo lo que me rodeaba, alejándome de la realidad, escuchando a Arctic Monkeys de fondo. Acabé de ducharme así que salí del plato para poder secarme. Después me puse la ropa interior y me fui a mi cuarto a cambiarme. Miré el reloj. 17:30. Iba bien de tiempo por lo que empecé a meter en una mochila pequeña lo que necesitaba. Metí el delantal que me dieron en el bar, las llaves, el móvil y una chaqueta por si refrescaba mucho. El telefonillo sonó avisándome de que Ray me estaba esperando abajo, así que salí de casa y cerré la puerta con llave. Ray me estaba esperando en el portal con una sonrisa, la cual yo correspondí. Nos saludamos con un beso y empezamos a caminar en dirección al Jungle Bar de la mano. Llegamos cinco minutos antes de las seis y por eso Ray se tomó su tiempo para despedirse.

-¿Preparado?- Me preguntó con una sonrisa surcando su preciosa cara. Me sonrojé por el pensamiento y el sonrió aun más grande si se podía, como si supiese en lo que estaba pensando.

-Preparado.

-Seguro que te va genial.

Fue lo último que dijo antes de darme un corto abrazo y desaparecer entre la gente que pasaba por la calle. Suspiré fuerte, cogiendo el valor necesario para entrar por la puerta del bar. Le pregunté a un chico que estaba en la barra donde estaba el encargado para poder hablar con él. Me indicó señalando con el dedo una puerta, a la que fui con una mezcla de temor, nervios y emoción. Toqué tres veces y oí una voz indicando que pasara. Me saludó y se levantó para acercarse.

-Buenas tardes Will.

-Buenas tardes señor.- Respondí con respeto, bajando un poco la cabeza.

-No hace falta que me llames señor Will, ya te dije que podías llamarme por mi nombre.

-Es verdad, perdona David.- Me disculpé, rascándome la nuca con nerviosismo.

-No te disculpes, no pasa nada. Bueno, ¿estás listo? Si necesitas cambiarte ya sabes dónde están las taquillas. El resto te lo expliqué el otro día, ¿recuerdas? Tienes un descanso de 15 minutos a las ocho. Solo tienes que ser eficaz y recibir a los clientes con una sonrisa, ¿de acuerdo?

-Sí, entendido.

David asintió y me abrió la puerta dándome una palmadita en la espalda, alentándome a salir. Fui directo a las taquillas a dejar la mochila, me puse el delantal y cogí el móvil para metérmelo en el bolsillo trasero del pantalón. Cerré la taquilla y salí, cogiendo una bocanada de aire antes de ponerme a andar. La gente llegaba rápidamente aunque no había mucha ya que era martes. Enseguida me puse a atender los pedidos de la gente, apuntando lo más rápido posible en mi libreta y llevando los pedidos a las mesas correspondientes con cuidado de no tirar nada. Fui de mesa en mesa hasta que dieron las ocho. Respiré relajado y salí fuera para poder sentir la brisa fresca que corría en la calle. Estuve así en silencio unos cinco minutos hasta que la campanita de la puerta trasera sonó y salió un chico que no conocía. Tenía el pelo castaño, al igual que sus ojos, que eran de color avellana. Era de estatura media y un poco flacucho, aunque parecía agradable.

-Hey. ¿Eres el nuevo verdad?- Escuché que me saludaba.

-H-hola. Sí, soy Will.- Contesté ofreciéndole una pequeña sonrisa.

-Yo me llamo Caín.

-Encantado.- Le dije, mientras él me sonreía de vuelta.

-¿Qué tal el primer día?

-Uh, bastante bien, no hay mucha gente, aunque sigue resultando un poquito estresante.

-Bueno, es normal, te acostumbrarás, ya verás.

-Eso espero.

Dimos la conversación por terminada cuando dije eso, y él sacó un paquete de cigarrillos. Abrió la cajetilla, sacando un cigarro junto con un mechero. Se lo metió a la boca y lo encendió, notó mi mirada fija así que giró la cabeza con una ceja levantada y habló.

-¿Quieres uno?

-No, no, gracias.

Caín solo asintió encogiéndose de hombros y yo le sonreí de forma medio forzosa. No tenía pinta de fumar. En ese momento me llegó un mensaje al móvil, era de Ray. Entré al chat para ver que ponía.

-¿Qué tal va pequeño? Espero que genial ;)

Va bien Ray, gracias por preguntar :3-

-No hay de que Willy, nos vemos luego.

¿Luego?-

-Ah, sorpresa ;)

:( -

Sonreí al móvil tontamente, cerré el chat y aproveché para mirar la hora. Ya había acabado el tiempo de descanso así que me despedí de Caín avisándole también de que era hora de entrar a trabajar otra vez. Asintió agradeciéndome por el aviso y me dijo que entraría después de mí, por lo que abrí la puerta y me metí al bar de nuevo. Caín entró detrás de mí y pasó por mi lado, sonriéndome y dirigiéndose a la barra a atender. Yo fui directo a una mesa que llamaba a algún camarero para poder coger nota de lo que querían. Las dos horas restantes las pasé de mesa en mesa y cruzando alguna que otra palabra con Caín cuando no había mucho que hacer. Llegaron las diez más rápido de lo que pensé. Me encaminé hacia las taquillas para guardar en la mía el delantal y coger mi mochila, metiendo en ella de nuevo el móvil. Me despedí de Caín y salí del bar, chocándome con alguien. Iba a disculparme pero al levantar la vista me di cuenta de que era Ray el que estaba bloqueándome el paso. Lo miré sorprendido, después puse una cara de entendimiento al comprender el mensaje que me había mandado y luego mi expresión fue de alegría al verlo delante de mí. Rayan se carcajeó por el cambio rápido de mis expresiones y yo me sonrojé, abrazándolo fuertemente.

-Estás aquí.- Dije aún sonrojado, con la cabeza apoyada en su pecho.

-Sip, aquí estoy pequeño.- Me contestó él, devolviéndome el abrazo, hablando sobre mi hombro con rastros de risa por lo de antes. Sonreí tan grande que toda mi cara se iluminó de la ilusión. Acabamos el abrazo y empezamos a andar. Pensé que estábamos yendo hacia mi casa pero Ray de repente me cogió de la mano y giró hacia otro camino, tirando de mí.

-¿A dónde vamos Ray? ¿No íbamos a mi casa?

-Íbamos.- Me contestó sonriendo traviesamente, dejándome aun más confundido. Ray no me soltó en todo el camino, andaba tan rápido que no me dejaba fijarme bien por dónde estábamos yendo, no sé si esa sería la intención, pero si lo era lo estaba consiguiendo.

-¡Ray, va, dime a donde vamos!

-No, es una sorpresa.

-Jooo, Rayyy.- Protesté con un puchero. Con eso solo conseguí que parara un momento para darme un corto beso mientras sonreía y me decía:

-Ya verás, impaciente.

Volví a poner un puchero pero no me quejé más, siguiéndole el rollo hasta ver donde acabábamos. Entramos a un parque que me sonaba bastante, y Ray empezó a bajar un poco el ritmo de la caminata, andando más despacio, disfrutando de caminar juntos cogidos de la mano por debajo del manto de estrellas que nos cubría las cabezas, creando una noche mágica y misteriosa, con la luna brillando como si fuese la reina de la noche. Llegamos a un rinconcito del parque en el que no había nadie, y ahí caí en la cuenta de donde estábamos.

-Ray...

Me miró sonriendo y se sentó en la hierba, tirando de mi brazo y sentándome encima de él. Me sorprendí por la acción y le devolví la sonrisa, quedándome en donde él me había dejado caer. Rodeó mi cintura, atrayéndome hacia atrás, apoyando mi espalda en su pecho y su barbilla en mi hombro, haciéndome sentir su respiración en el cuello. Escalofríos me recorrían el cuerpo, poniéndome los vellos de punta. Apoyé mi cabeza en su hombro, quedando así medio tumbado encima suyo, los dos mirando hacia el cielo, observando las estrellas que nos vigilaban.

-Pequeño.

-Dime.

-He escuchado una canción y me ha recordado a ti.

-¿De verdad?

-Ajá. ¿Puedo ponértela?

-Claro.

Ray cogió el móvil y lo encendió, buscando la canción. Vi que escribía This side of Paradise en el buscador de YouTube, dándole al primer vídeo que salió. La canción empezó con un ritmo lento para después dar paso a la letra. Escuché la canción con atención mientras sentía la mirada de Ray en mí nunca, como si no quisiera perderse ninguna de mis reacciones. Cuando se acabó yo no sabía que decir, en mi cabeza no dejaba de sonar la canción, intentando procesar lo que significaba.

"Ask me why my heart's inside my throat
I've never been in love, I've been alone
Feel like I've been living life asleep
Love so strong it makes me feel so weak

Our fingers dancing when they meet
You seem so lonely
(Are you lonely?)
I'll be the only dream you seek
So if you're lonely, no need to show me
If you're lonely come be lonely with me."

-Ray... Esto...

-Te quiero pequeño. Nunca había sentido por nadie lo que siento por ti. He salido con gente pero nunca nadie me ha llenado el corazón de la forma en la que tú lo has hecho. Nunca nadie se había preocupado por mí como tú lo haces ni habían pensado en un nosotros en vez de solo en ellos. Contigo me siento yo Willy. Siento que puedo ser lo que me apetezca ser porque tú vas a estar a mi lado pase lo que pase.
Te has convertido en alguien tan importante que hasta el cielo con todas sus estrellas me parecen poco para comparar la grandeza de mis sentimientos. El Sol puede reinar el día y la Luna puede reinar la noche, pero tú Willy, tú reinas en mi corazón desde que chocaste conmigo.

-No sé qué decir Ray...

-No tienes porque decir nad-

Lo callé lanzándome a sus labios para darle un beso profundo, lleno de sentimiento, intentando hacerle sentir lo mismo que él me había hecho sentir con sus palabras. Nunca pensé que nadie podría llegar a sentirse así por mí, pero Ray... Me separé un momento, cogiendo aire y aprovechando para hablar.

-Ray... Desde que te conocí me has abierto los brazos y las puertas de tu corazón, dejándome entrar de buena gana, con una gran sonrisa en el rostro. Es de tontos pensar que yo no sienta lo mismo. Yo también te quiero Ray.

-Dilo. Dilo otra vez, por favor.

-Te quiero Ray, te quiero mucho.

Ray empezó a reírse de la felicidad mientras sonreía tanto que parecía que le dolía la mandíbula. De repente se levantó conmigo en brazos y empezó a hacernos girar en círculos, mientras gritaba de felicidad y júbilo. Yo giré con él, sonriendo tantísimo que incluso parecía imposible. Paramos los dos de girar y se tiró a la hierba, cayendo yo encima suyo, amortiguando así la caída. Ray hizo una mueca de dolor que duró poco porque fue sustituida por otra sonrisita más. Nunca me cansaría de verle sonreír. Y así nos quedamos, en nuestro propio Edén, sonriéndole a las estrellas y susurrándonos de vez en cuando varios te quiero.
© ϐℓυє ,
книга «Caprichoso destino».
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