9: Tranquilidad y abrazos
Se sienta conmigo en el sillón, lo suficientemente cerca como para sentir su respiración sobre la mía. Yo me acomodo mejor a su lado, y cuando estoy a punto de relajarme del todo, me levanto como un resorte, mirándolo nerviosamente mientras recuerdo algo.
-Esto... Rayan, ¿Quieres algo? ¿De comer o de beber?- el me mira, subiendo las cejas, luego ladeando la cabeza, a la vez que la hecha hacia atrás, soltando una carcajada.
-No te preocupes Willy. Es más, soy yo el que tendría que ofrecerlo, me quedé para cuidarte.- me contesta, sorprendiéndome de una manera bastante grata. -Siéntate, anda.- me sugiere, palmeando el sitio libre a su lado.
-G-gracias Ray.-
-¿Tú quieres algo Willy?- me pregunta está vez el, mirándome fijamente.
-No, no, estoy bien.-
-Venga pequeño, no pasa nada. ¿Un vaso de agua?- insiste, sonriendo mínimamente.
-Bueno, eso estaría bien.- le digo, rindiéndome y coincidiendo con el. Rayan asiente y empieza a caminar, pero a mitad se para y se gira, con un leve toque rojizo en sus mofletes.
-¿Dónde decías que estaba la cocina?- pregunta. Yo le miro y empiezo a reírme por su torpeza y la mía.
-Sigue andando, a la derecha.- le indico, aun riendo mientras me sujetaba la tripa.
-Okey.- contesta el, mientras retoma su camino. A los segundos vuelve con dos vasos de agua y una manta. Uno me lo da a mí y el otro se lo queda el. La manta me la pone por encima, con una gran sonrisa reinando en su cara mientras un gran sonrojo se instalaba en la mía. Se sienta finalmente a mi lado y yo, tímidamente, me recoloco y apoyo la cabeza en sus piernas, quedándome así tumbado. Ray baja la mirada, me regala el cielo con sus ojos y reposa su mano sobre mi pelo, empezando a acariciarme lentamente.
-¿Puedo encender la tele?- pregunta, rompiendo el silencio en el que nos habíamos sumido.
-Claro. El mando está en la mesita.- el se limita a asentir y se estira un poco, intentando llegar al mando. Una vez lo consigue, enciende la tele y empieza a pasar por todos los canales, haciendo zapping.
-¿Tienes Netflix?- pregunta, mientras mira aburrido lo que sale en un canal aleatorio.
-Sí que tengo. Trae, déjame un momento el mando.- cojo dicho objeto, y pongo la aplicación.
-¿Alguna peli en concreto?- pregunto, subiendo un poco la cabeza para poder mirarle mientras me responde.
-Mmmm, no sé, ahora mismo no se me ocurre ninguna.- dice. Yo asiento y empiezo a buscar alguna interesante. Me paro en una llamada Con amor, Simon y empiezo a leer el resumen en voz alta.
-"Un adolescente homosexual se enamora a través de Internet de un compañero de clase cuya identidad desconoce. Averiguar de quién se trata resultará una experiencia divertida, ardua y trascendental."- acabo de leer, y lo miro interrogadoramente.
-Deja esa.- dice Ray, confirmando mi muda pregunta. Yo asiento y le doy a reproducir, dejando el mando otra vez en la mesita y volviendo a acomodarme en las piernas de Ray. El sonríe tiernamente, mientras apoya un brazo en el sillón y su mano sigue acariciándome.
La película empieza y nosotros miramos la tele, sin apartar la mirada. La hora y cincuenta minutos que dura nos la pasamos entre caricias, en silencio, atentos a lo que pasa. En la última media hora o así estoy tan relajado que se me empiezan a cerrar los ojos. Yo lucho contra el sueño, intentando mantener a mis parpados quietos para poder seguir disfrutando de este momento tan mágico y reconfortante, pero Morfeo gana la batalla, y me lleva consigo a los confines del mundo, para adentrarme en otro.
Me despierto sobresaltado, girándome para mirar a Rayan y comprobar si seguía ahí. Cuando me giro lo veo dormido, respirando tranquilamente, con una expresión tan pacífica que no me gustaría despertarlo. Giro la cabeza y miro la televisión, viendo los últimos minutos de la película, leyendo los créditos. Aunque a la rapidez a la que iban era un poco difícil. Al final me canso, y cambio la cabeza de las piernas de Ray a su tripa, para poder acompasar mi respiración con la suya, para poder sentirme más cerca de él. Se me vuelven a cerrar los ojos, y esta vez no me resisto, cayendo de nuevo en la comodidad de estar con él.
-Ey pequeño.- oigo que me llaman, sacudiéndome un poco. Abro los ojos, restregando los puños sobre ellos para poder enfocar mejor la vista. Levanto la cabeza y miro al dueño de mis sonrisas, dándole una de las tantas que tengo guardadas para él. Bajo la cabeza y me fijo en mi mano, agarrando su brazo, rojo por haber dormido sujetado a él. Lo vuelvo a mirar, sonrojándome y dándole una tímida mirada con un perdón reflejado en ella. Ray solo sonríe y ríe suavemente, negando con la cabeza, como queriendo decirme que no pasaba nada.
-Hola dormilón.- me saluda, codeándome un poco. Dios, tiene la voz ronca de recién despertado. "Que delicia escucharle así." Pienso, deleitándome con el sonido, viéndolo fijamente a los ojos.
-Hola.- contesto yo, sacudiendo la cabeza, intentando despejar cualquier pensamiento que rompa la inocencia del momento. Vuelvo a sentir los calores subirme a la cara, y bajo la mirada, avergonzándome. Ray solo expresa su alegría, y, sorprendiéndome, me abraza tiernamente. Un abrazo fuerte, soltando cualquier preocupación, haciéndome olvidar por unos segundos en donde estoy. Todo dando vueltas, solo nosotros dos flotando en el aire, con una abrazo rodeándonos. Es el primer abrazo que nos damos, y no puede ser mejor. No creo que haya una sensación mejor que sentir sus brazos rodearme, sujetándome para no soltarme jamás. Yo se lo devuelvo, echando los brazos detrás de su espalda, intentando tocarme las manos, pero mis brazos son más pequeñitos que los suyos, y su espalda es ancha y fuerte, así que no llego a cerrar el abrazo del todo, pero me conformo con sentir su cuerpo cerca del mío.
Después de un rato, que ojalá no hubiese acabado, nos separamos, con sonrisas gigantes iluminándonos la cara. El se levanta y camina en dirección a la cocina, y yo le copio y lo sigo, intrigado.
-¿Quieres café?- me pregunta, cogiendo la cafetera y dos tazas, girándose para mirarme. Yo asiento y me quedo en la entrada de la habitación, mirándolo moverse embobado. Tiene una gracia al andar tan natural, que es imposible no fijarse en él. Es imposible no querer estar cerca de él, imposible no querer abrazarlo eternamente, imposible no querer protegerlo, imposible no querer su atención y confianza.
-¡Will!- escucho, una exclamación, llamando mi atención. Yo salgo de mi ensoñación, mirándolo con confusión e interrogación.
-¿Eh?- digo, aun sin enterarme de nada.
-Preguntaba si querías azúcar en el café.-
-Ah, sí, sí, dos cucharadas.- respondo, acercándome a el lentamente, cogiendo la taza cuando me la ofrece. Nos sentamos en unas sillas que había en la cocina, uno enfrente del otro, en silencio, disfrutando de la compañía ajena.
El resto del tiempo lo pasamos entre charlas y risas, mirándonos intensamente cada tanto, con abrazos bailando por la habitación. Por la noche, a la hora de la cena, nos despedimos en la puerta con un achuchón, una sonrisa bien grande y una pena enorme instalándose en nuestros corazones, por tener que despedirnos y esperar hasta el día siguiente para poder vernos.
Cierro la puerta, apoyándome en ella, soltando un suspiro de felicidad y agotamiento. Me preparo unos cereales, me doy una ducha corta y me tiro a la cama, tapándome hasta las orejas y cayendo en el sueño acumulado.
-Esto... Rayan, ¿Quieres algo? ¿De comer o de beber?- el me mira, subiendo las cejas, luego ladeando la cabeza, a la vez que la hecha hacia atrás, soltando una carcajada.
-No te preocupes Willy. Es más, soy yo el que tendría que ofrecerlo, me quedé para cuidarte.- me contesta, sorprendiéndome de una manera bastante grata. -Siéntate, anda.- me sugiere, palmeando el sitio libre a su lado.
-G-gracias Ray.-
-¿Tú quieres algo Willy?- me pregunta está vez el, mirándome fijamente.
-No, no, estoy bien.-
-Venga pequeño, no pasa nada. ¿Un vaso de agua?- insiste, sonriendo mínimamente.
-Bueno, eso estaría bien.- le digo, rindiéndome y coincidiendo con el. Rayan asiente y empieza a caminar, pero a mitad se para y se gira, con un leve toque rojizo en sus mofletes.
-¿Dónde decías que estaba la cocina?- pregunta. Yo le miro y empiezo a reírme por su torpeza y la mía.
-Sigue andando, a la derecha.- le indico, aun riendo mientras me sujetaba la tripa.
-Okey.- contesta el, mientras retoma su camino. A los segundos vuelve con dos vasos de agua y una manta. Uno me lo da a mí y el otro se lo queda el. La manta me la pone por encima, con una gran sonrisa reinando en su cara mientras un gran sonrojo se instalaba en la mía. Se sienta finalmente a mi lado y yo, tímidamente, me recoloco y apoyo la cabeza en sus piernas, quedándome así tumbado. Ray baja la mirada, me regala el cielo con sus ojos y reposa su mano sobre mi pelo, empezando a acariciarme lentamente.
-¿Puedo encender la tele?- pregunta, rompiendo el silencio en el que nos habíamos sumido.
-Claro. El mando está en la mesita.- el se limita a asentir y se estira un poco, intentando llegar al mando. Una vez lo consigue, enciende la tele y empieza a pasar por todos los canales, haciendo zapping.
-¿Tienes Netflix?- pregunta, mientras mira aburrido lo que sale en un canal aleatorio.
-Sí que tengo. Trae, déjame un momento el mando.- cojo dicho objeto, y pongo la aplicación.
-¿Alguna peli en concreto?- pregunto, subiendo un poco la cabeza para poder mirarle mientras me responde.
-Mmmm, no sé, ahora mismo no se me ocurre ninguna.- dice. Yo asiento y empiezo a buscar alguna interesante. Me paro en una llamada Con amor, Simon y empiezo a leer el resumen en voz alta.
-"Un adolescente homosexual se enamora a través de Internet de un compañero de clase cuya identidad desconoce. Averiguar de quién se trata resultará una experiencia divertida, ardua y trascendental."- acabo de leer, y lo miro interrogadoramente.
-Deja esa.- dice Ray, confirmando mi muda pregunta. Yo asiento y le doy a reproducir, dejando el mando otra vez en la mesita y volviendo a acomodarme en las piernas de Ray. El sonríe tiernamente, mientras apoya un brazo en el sillón y su mano sigue acariciándome.
La película empieza y nosotros miramos la tele, sin apartar la mirada. La hora y cincuenta minutos que dura nos la pasamos entre caricias, en silencio, atentos a lo que pasa. En la última media hora o así estoy tan relajado que se me empiezan a cerrar los ojos. Yo lucho contra el sueño, intentando mantener a mis parpados quietos para poder seguir disfrutando de este momento tan mágico y reconfortante, pero Morfeo gana la batalla, y me lleva consigo a los confines del mundo, para adentrarme en otro.
Me despierto sobresaltado, girándome para mirar a Rayan y comprobar si seguía ahí. Cuando me giro lo veo dormido, respirando tranquilamente, con una expresión tan pacífica que no me gustaría despertarlo. Giro la cabeza y miro la televisión, viendo los últimos minutos de la película, leyendo los créditos. Aunque a la rapidez a la que iban era un poco difícil. Al final me canso, y cambio la cabeza de las piernas de Ray a su tripa, para poder acompasar mi respiración con la suya, para poder sentirme más cerca de él. Se me vuelven a cerrar los ojos, y esta vez no me resisto, cayendo de nuevo en la comodidad de estar con él.
-Ey pequeño.- oigo que me llaman, sacudiéndome un poco. Abro los ojos, restregando los puños sobre ellos para poder enfocar mejor la vista. Levanto la cabeza y miro al dueño de mis sonrisas, dándole una de las tantas que tengo guardadas para él. Bajo la cabeza y me fijo en mi mano, agarrando su brazo, rojo por haber dormido sujetado a él. Lo vuelvo a mirar, sonrojándome y dándole una tímida mirada con un perdón reflejado en ella. Ray solo sonríe y ríe suavemente, negando con la cabeza, como queriendo decirme que no pasaba nada.
-Hola dormilón.- me saluda, codeándome un poco. Dios, tiene la voz ronca de recién despertado. "Que delicia escucharle así." Pienso, deleitándome con el sonido, viéndolo fijamente a los ojos.
-Hola.- contesto yo, sacudiendo la cabeza, intentando despejar cualquier pensamiento que rompa la inocencia del momento. Vuelvo a sentir los calores subirme a la cara, y bajo la mirada, avergonzándome. Ray solo expresa su alegría, y, sorprendiéndome, me abraza tiernamente. Un abrazo fuerte, soltando cualquier preocupación, haciéndome olvidar por unos segundos en donde estoy. Todo dando vueltas, solo nosotros dos flotando en el aire, con una abrazo rodeándonos. Es el primer abrazo que nos damos, y no puede ser mejor. No creo que haya una sensación mejor que sentir sus brazos rodearme, sujetándome para no soltarme jamás. Yo se lo devuelvo, echando los brazos detrás de su espalda, intentando tocarme las manos, pero mis brazos son más pequeñitos que los suyos, y su espalda es ancha y fuerte, así que no llego a cerrar el abrazo del todo, pero me conformo con sentir su cuerpo cerca del mío.
Después de un rato, que ojalá no hubiese acabado, nos separamos, con sonrisas gigantes iluminándonos la cara. El se levanta y camina en dirección a la cocina, y yo le copio y lo sigo, intrigado.
-¿Quieres café?- me pregunta, cogiendo la cafetera y dos tazas, girándose para mirarme. Yo asiento y me quedo en la entrada de la habitación, mirándolo moverse embobado. Tiene una gracia al andar tan natural, que es imposible no fijarse en él. Es imposible no querer estar cerca de él, imposible no querer abrazarlo eternamente, imposible no querer protegerlo, imposible no querer su atención y confianza.
-¡Will!- escucho, una exclamación, llamando mi atención. Yo salgo de mi ensoñación, mirándolo con confusión e interrogación.
-¿Eh?- digo, aun sin enterarme de nada.
-Preguntaba si querías azúcar en el café.-
-Ah, sí, sí, dos cucharadas.- respondo, acercándome a el lentamente, cogiendo la taza cuando me la ofrece. Nos sentamos en unas sillas que había en la cocina, uno enfrente del otro, en silencio, disfrutando de la compañía ajena.
El resto del tiempo lo pasamos entre charlas y risas, mirándonos intensamente cada tanto, con abrazos bailando por la habitación. Por la noche, a la hora de la cena, nos despedimos en la puerta con un achuchón, una sonrisa bien grande y una pena enorme instalándose en nuestros corazones, por tener que despedirnos y esperar hasta el día siguiente para poder vernos.
Cierro la puerta, apoyándome en ella, soltando un suspiro de felicidad y agotamiento. Me preparo unos cereales, me doy una ducha corta y me tiro a la cama, tapándome hasta las orejas y cayendo en el sueño acumulado.
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