Voy caminando hacia mi octavo piso, donde me espera la soledad de mi apartamento junto con un lienzo sin terminar que me espera allí inerte, cuidado de la emoción que me contagia al mirarle. Antes de ir a la gira estuve trabajando en una nueva pintura que muere de ganas por terminar. De camino observo si la chica que vi antes está cerca por allí, con suerte tengo otra música más para otra obra de arte pero sin resultado. Llego al apartamento y saludo a la recepcionista, sonreímos cuando nos vemos y recuerdo, salí con Melissa, amiga de John esa vez y ya que estuve de ánimos después, no hay nada que me atraiga más de una mujer que es esita pecar con la imaginación, no me contuve y todo mi cuerpo acabó embaucado en su pecado, y que decir de su precioso rostro, bautizado entre mis aguas mientras mis dedos parte aguas en el centro de su placer, buscando aplacar una sed insaciable. Subo al ascensor y presiono mipiso, al salir giro la perilla tan familiar ya la vez tan ajena para mí y dejo la mochila encima del mueble acercándome a la pintura de hace poco, trata sobre puntos negros sobre un blanco firmamento, lo nombraría inverso por eso de las estrellas se ven blancas y el cielo nocturno brilla con la oscuridad que a tantos nos encanta, apeo aquel lienzo sintético inspirado para algo más colorido, voy haciendo trazos de flores hasta que suena el móvil.
—Ha llamado en el mejor momento ¿Sabes?
No me digas que estableces pintando, sin mí no saldrías de esa madriguera haciendo eso todo el tiempo.
—Todos tenemos excentricidades, como lo energético que eres, tan diferentes como el día y la noche.
—Por eso es que nos llevamos tan bien.
—Si, aunque la mayoría del tiempo sea una molestia.
—Que cruel eres, también yo tengo que soportar —inquiere con la ternura de su voz— nos vamos para el Club Batofar a eso de las 19:00 hrs, así que te paso a buscar dentro de un rato ¿Vale?
—La gente ordinaria pregunta si hay algo más que hacer además de acompañarte, pero ya que puedo hacerlo iré, suena divertido.
—Tonto, ya nos vemos.
—A más tarde.
Al colgar el celular me doy cuenta de lo afortunado de tener a Brigitte Spears por allí preocupándose por mí, ya hace tiempo que vine hasta acá para estudiar arte y desde entonces en la universidad, nos ha tocado relacionarnos junto con paul y variose de mi círculo, historia que más tarde contaré.
Veo el atardecer desde el balcón, mi piso tiene una decoración muy minimalista, desde las blancas paredes hasta los muebles de cuero negro, pocas veces desfruto estos momentos aquí, pues a menudo viajo ya sea por trabajoí, plac trai Me dispongo de terminar el rosal de distintos tonos de rosa que me ha inspirado esa conversación con Paul hace tiempo, y termina siendo una preciosidad.
La pongo junto a las otras obras. Entro a ducharme para mi encuentro con Brigitte, ya hijo las 17:00 hrs y me gusta tomarme las cosas con calma. Usualmente los clubes que visitamos son informales y sociales de modo que no son estos sitios típicos donde pierdes con un montón de desconocidos, no tengo señal de navidad para socializar solamente es que no me inspiro, no lo hago, una diferencia de Brigitte que sin importar con quien, a los cinco minutos de conocer a alguien podrían haber compartido dos vidas juntos, no es por quitarle crédito a su atractiva personalidad pero es jodidamente hermosa, a veces ni sé por qué de tantos amigos que podrían tener muchas veces condo eloe , o cuando podamos decir porque al viajar con frecuencia nos perdemos pero nos mantenemos al tanto, a veces es odiosa pero la quiero como es.
Mientras divago entre mis pensamientos cierro la ducha y entro a la habitación, organicé miropa antes de entrar así que solo yo pongo una camiseta blanca, un chaleco sin mangas de líder negro y un jean negro con otros accesorios más, hay una pulsera y dije muy especiales para mí que siempre me pongo cada vez que puedo, y esta es una de esas ocasiones. Ya Brigitte tiene que estar por llegar y antes de que me pregunte porque ella me pasa a buscar, a ella le gusta hacerlo, no me pidan nada más porque cuando de obstinación hablamos encontramos la foto de Brigitte en el diccionario, y que me gusta que me consientan, es un extraño sentimiento que solo les permito evocar a varias personas que se lo han ganado, no es fácil confiar, y menos después de aquel suceso.
(Me fui de todo aquello para olvidar el pasado, pasado latente en mi e ignorado porque ya no pude hacer más, hay que ser muy valiente para dejarlo todo atrás, o quizás muy cobarde, prefiero la valentía para los remordimientos callares).
Luego de estar listo, le doy un vistazo a esta bella ciudad que me viola y esos primeros años antes de emigrar por razones que antes no entendía y ahora un poco más. Brigitte con su amiga Samantha Donovan y Paul saludándome, mientras Samantha busca dónde aparcar el escucho que dice: En lo que estoy en el balcón suena el móvil y aparecen en una videollamada
—Ya no quiero conducir, así que ven que me muero por tomarme unas copas, maldita sea la hora que el señor Martínez se retiró de la empresa, ahora hay una tirana que nos explota.
—Espera, ya me cuentas déjame bajar.
Mientras camino hacia la puerta le echo una mirada al rosal que terminé, a mi universo invertido y pienso que por eso me gustó el arte desde el inicio, a pesar de las arduas temporadas con él te expresas, y para mí expresarse es vivir. Cierro la puerta y me convenzo de que cada día de ahora en más, serán los mejores de mi vida.
Sin apenas notarlo lloro,
sin quererlo admitir ha encantado estas puertas,
para que nadie después de ti, dentro de mi quepa.
Tus espinas
salen lentamente
mi piel se vuelve acero.