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Ayudo a Brigitte a colocarse el vestido, no ha dicho nada desde que dije, es algo que quise decirle desde mucho antes, solo que suelo pensar mucho las cosas, y las emociones por dos. La miro desde el mueble como se arregla el cabello en el espejo que está cerca del armario, mientras se maquilla y se pone un brillo de labios para humedecerlos. Lanzo una foto con el móvil donde me ve sentado mientras su reflejo hace que salgan ambas partes en la foto, su hermoso rostro e irresistible trasero y, antes de decir nada ella se aproxima con una mirada indescifrable, se sienta sobre mí y me besa . Este beso es más elaborado, nada parecido a mi demostración de afecto de esta mañana, su lengua excava en mí como quien busca un tesoro, yo la sostengo y me dejo llevar,
—Se nos va a enfriar los panqueques, así que si serías tan amable de acompañarme. Además de si seguimos necesitarás energía para lo que venga después - la sostengo en mis brazos.
—Casi lo olvidaba, perdón, es que me dejó besando como tonta a un chico y siento como si se me fue el alma.
—Si lo sé, hasta se me olvidaría el nombre si él me besara también —sonrío y ella me da un pequeño golpe en el hombro— pero como sabrás hice tu desayuno favorito, así que quiero que lo disfrutes.
—Que amable, pero prefiero esto —se acerca a mí y reanuda el beso.
Este es más suave, percibo su aroma a rosas, a ella le fascinan, una vez me dijo la razón, "las rosas se marchitan, me recuerdan que debo tener algo más que una cara bonita, aunque a muchas personas les basta con eso para mí no es suficiente" musitó aquella vez. La energía que flota por aquí bien bastaría para no salir de casa todo el día, ella se queda en mis brazos unos minutos siendo devorada y devorando, hasta que tocan el timbre.
La bajo suavemente de mi regazo y sujeto su mano hasta caminar a la mesa donde está el desayuno.
—¿Esperas a alguien? —expresa con duda en su voz.
—Tiene que ser mi agente, dijo que vendría.
Brigitte se queda devorando su desayuno y observando alguno de los cuadros que guardo para mi colección personal mientras me voy a abrirle a Marcus.
Observo por la mirilla de todos modos antes de abrir.
—Hey Richie, buenos días.
—Buenos días Marcus. —luego de un caluroso abrazo dice—. Vengo a avisarte que tu vuelo a Inglaterra parte en tres días. — se autoinvita y entra al apartamento—. Aquí tienes, este es tu vuelo, un mapa, y la dirección en donde te hospedarás, ya contacté a la galería y están movilizando los cuadros para llevarlos antes.
—¿Entonces unos cuadros se van primero que yo? ¡Qué desconsiderado de tu parte! —digo en broma.
—Hey que onda Marcus —se nos acerca Brigitte mientras Marcus pasa a la sala— ¿Qué hay de nuevo?
—Bueno pues más trabajo que antes, este hombre ya casi se vuelve tan famoso como Picasso, puede que estemos ocupados una buena temporada.
—¿Y pudiste resolver las cosas con Laureen?
—Si, cambió de trabajo hace poco por un trabajo móvil como redactora de una famosa editorial, así que ahora pasamos mucho tiempo juntos, de no ser por esos cambios no creo que hayamos durado ni un poco más —expresa él con algo de tristeza en su voz—. Pero ya todo está en orden —asegura.
—Gracias al cielo.
—Si, gracias por preguntar, siempre tan atenta.
Marcus me mira fijamente como quien tiene que decir algo.
—Por cierto Richie hay algo de lo que debemos hablar, ¿Puedes darnos un momento? —dice refiriéndose a Brigitte.
—Lo que tengas que decir puedes hacerlo. —abrazo a Brigitte.
—Mira, sé que no quieres tener nada que ver, pero tus padres están buscándote, me dejan llamadas constantemente y te dejaron este mensaje; por favor, danos la oportunidad de explicártelo.
—¿Ya terminaste? te he dicho que no me des esos mensajes, por favor, que sea la última vez o no lo tomaré tan bien —espeto con enojo en mi voz.
—Está bien Richie, solo creí querías saberlo. Brigitte, es un placer verte dulzura —la abraza por un breve instante—. Nos vemos en unos días Rich, ¿Recuerdas el Guildhall Art cierto?
—Si, y ahora que recuerdo resérvale una entrada a Brigitte, ella vendrá.
Anota algo en su bloc de notas.
—Que bien, pues nos vemos.
—Hasta luego. —decimos Brigitte y yo al unísono.
Se escuchan sus pasos por el pasillo.
Unos segundos de silencio, y aquí va inevitablemente la pregunta:
—Entonces... sé que no te gusta hablar del tema, pero... podrías hacer el intento.
—En otra vida querida mía —la acaricio y me siento al comedor.
Terminamos el desayuno sin inconvenientes, Bruno Mars nos acompaña con that's what I like para animar el ambiente que se tensó de repente. Siempre me pongo a pensar en estos momentos que hay cosas que no terminan por encajar en este puzle, por más que trate, el pasado encuentra una manera de acariciar mi memoria, por más tiempo que pase no deja de doler hasta que curas ese dolor.
Suena mi reloj inteligente y me señala algunos recordatorios que configuré ayer, tengo socios estratégicos que me ayudan a impulsar mi carrera y otras son amistades que he ido conociendo con el tiempo, y cuando paso por algún país en particular o algo por el estilo quedamos de vernos. Recojo los platos sin fijarme en Brigitte que aparenta desconcierto, supongo que tendré que hablar de ese tema con ella en algún momento.
—¿Sabes qué? yo te quiero de todas formas, y tú ya has dicho que me amas, deberías dejar de ser tan cabezadura y dejar que te quieran para variar.
—Los amigos también se aman.
—Pero sabes que no es a eso a lo que me refiero.
—Créeme cielo, yo sí sé dejarme querer. Sabes tan bien como yo porqué nos debemos detener, pero no soportaría el hecho de perderte y, los amigos son más algo para siempre en mi experiencia.
Se acerca lentamente hacia mí y me susurra "Ya no me quiero detener".
Suena mi móvil, es Natasha. Contesto.
—Richie, buenos días. Es algo inesperado, pero quiero presentarte a alguien, conoce tus obras y quiere comprar algunas, tengo que alcanzar un vuelo dentro de media hora, pero quiero verte y así le conoces, si te parece, en este mismo instante.
—Está bien, lo haré como un favor para ti —le digo mientras camino hacia la puerta.
—Súper guapo, ya te espero.
Brigitte espeta:
—¿Y ahora te vas? debes estar bromeando.
—Lo siento Brigitte, vendré dentro de poco, se trata de una clienta. —la abrazo y ella me corresponde de mala gana—. descuida, serás toda para mí cuando regrese.
—Eso espero. —me besa fugazmente—. tenemos que hablar de esto.
—No sé cómo explicártelo mejor, pero haré mi mejor intento.
—Será que tú tienes cosas por entender.
No alcanzo a responder por las prisas, pero escucho sus últimas palabras.
Cierro la puerta detrás de mí, cuando bajo al estacionamiento saco las llaves para abrir las puertas de la mini Cúper y pongo en el GPS la casa de Natasha. Al conducir percibo olor a pan recién horneado en el aire, mientras pongo a Sam Smith en aleatorio y suena I'm not the only one, canto a todo volumen hasta que en unos minutos ya he llegado. Parqueo el auto unas esquinas antes de donde vive y me dirijo a su apartamento.
Ella se hospeda en el Marriott Rive Gauche Hotel, el lobby está decorado con mármol, detalles en madera y a pesar de la modernidad mezcla el minimalismo. Le he avisado que he llegado y el recepcionista me deja subir, en unos segundos ya estoy en la puerta, al tocar el timbre me abre la chica que vi en la cafetería hace unos pocos días.
Si cargas con el pasado
no podrás sostener el presente y mucho menos
vivir el futuro.