Prefacio
Capítulo 1 - Estilo de vida
Capítulo 2 - Aventuras de bar
Capítulo 3 - Peligro
Capítulo 4 - Inesperado
Capítulo 5 - El encuentro
Capítulo 6 - Conocerte
Capítulo 7 - Partida de tennis
Capítulo 8 - Consecuencias
Capítulo 9 - Londres
Capítulo 10 - Nudos
Capítulo 11 - Sensaciones
Capítulo 12 - Comprender
Capítulo 13 - Parque acuático
Capítulo 14 - Reencuentro
Capítulo XV - Reencuentro (2)
Capítulo XXVI - Olvido
Capítulo 8 - Consecuencias

Hace 5 años

Vivía en Guatemala, pero me mudé a Carolina del norte, trabajé en un supermercado durante seis meses antes de poder obtener la experiencia que necesité como contable, para luego solicitar trabajo allá y que me aceptaran. Como dije fue algo que hice a hurtadillas, hice amigos por las redes sociales y con esos contactos al llegar allá no fue todo tan drástico. Con unos ahorros pude alquilar una habitación mientras trabajaba y decidí seguir mis estudios en las artes, me inscribí en University of North Carolina, School of the Arts y hubo uno que otro romance pero nada que resaltar, allá las chicas son tan superficiales como se ven y así es como terminé enfrascándome en mi trabajo y las clases de arte, allá digamos que hubieron buenas candidatas, hermosuras que te quitaban el aliento, pero yo estaba tan herido que no daba para más, ni siquiera por el simple gusto del sexo que podían proporcionar esas humanas con cuerpo de Diosas.

Después de cuatro años más estudiando pude graduarme, y ahí sí que me dediqué a dibujar como si no hubiese un mañana, mis amigos apoyaban mi trabajo y también los de Guatemala, pocos que mencionar porque pareciera que me hacen más caso ahora que estoy lejos, saben a pura hipocresía. Así es como pasé a dejar la contabilidad para trabajar como diseñador gráfico mientras vendía a un comerciante local alguna de mis obras, y también les hacía promoción por internet, no ganaba mucho pero sí que veía un futuro prometedor. No hablaba con mis padres, pero si que sabía algo de ellos a través de mis amigos, ya que todavía estuve dolido por muchas cosas, culpándoles de no dejarme soñar, cortar mis alas, ahogar mis pulmones en la realidad.


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Tardo un momento en pensar que decirle a Brigitte, suelo ser impulsivo de vez en cuando al expresarme, paso de la sorpresa a la comprensión.


—Tranquila, todo esto puede arreglarse. ¿Quién es el padre?

Brigitte tarda un momento en contestarme, se le humedecen los ojos y la abrazo.

—Con Tom es con el único que me he acostado en estos meses, los tríos y cuartetos junto a él no cuentan, supongo—me lo dice con una sonrisa en sus labios.

—¿Y qué es lo que quieres hacer? en verdad ya tienes 24 años así que no sería raro verte con uno.

—El asunto no es ese.

—¿Y entonces qué?

—Que su padre es un capullo —se incorpora y se acurruca sobre mí— aunque lo ame, hay cosas en las que todavía no puedo decidirme.

—¿A qué te refieres?

—Sabes que tengo sentimientos por ti, y ahora esto. No sé qué hacer con esto, me estaba sintiendo mareada cuando estaba en tu casa, así que he venido a casa para probar mis sospechas.

—Y eso que me dijiste que ibas donde una amiga, pero te entiendo, sabes que siempre estaré aquí, es una promesa —Se recuesta de mi pecho y nuestro calor se comparte, y me sorprendo de cuánto he llegado a quererla— supongo que necesitarás pensar que hacer —le lanzo una mirada y ella me corresponde.

—Algo así, pero quiero tenerte a mi lado, ya de todos modos hice las maletas para acompañarte a Londres —sostiene uno de mis risos en sus delgados y suaves dedos.

—Pues bien, podemos ver una de esas películas que tanto te gustan, de todos modos estoy molido —me zafo del agarre de Brigitte y me desperezo, suenan algunas articulaciones.

—Por cierto, ¿Cómo te fue con la "clienta"? —usa un tono algo sarcástico, pero finjo que no lo noto.

—Excelente, es tal mi fortuna que incluso me han invitado a una fiesta de negocios, ¿Puedes creerlo? los clientes están llegando a borbotones —vuelvo a abrazarla.

El celular de Brigitte suena, pero ella no está en los ánimos de contestar.

—Voy a traer las palomitas —me levanto y voy hacia el microondas.

Al rato vuelvo, ella sigue con los ánimos caídos, pero aun así enciende la tele, me siento a su lado y le pregunto.

—Necesitas decirme que fue lo que pasó con Tom, por favor, hay que arreglar esto.

Y así es como se cuenta una historia dentro de una historia...


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24 de marzo del año en curso

Brigitte

El sol de París es espectacular en esta tarde, un cielo sin pizca de nubes me ve caminar hacia el apartamento de mi querido Tom, dentro de unos minutos estoy en su puerta.

—Hola cariño, ¿Cómo te ha ido en el trabajo? —le pregunto a la vez que lo abrazo fuertemente— ¿De qué quieres hablar? —entro sin invitación a su apartamento, ya llevamos seis meses de relación así que hay bastante confianza.

—Hola amor, ¿Qué haces por acá? sabes que a veces trabajo en casa así que necesito concentrarme —dice de un modo algo nervioso que no llego ni a notar por mi nerviosismo.

—Es que necesito contarte algo muy importante —camino hacia su habitación para acostarme en la cama— necesito descansar un poco ¿Te importa?

Las ventanas estaban cerradas y el escritorio un tanto desordenado, pero también noté que la cama está desarreglada.

—¿Estabas durmiendo? —le pregunto.

—He estado un tanto inquieto, así que voy del escritorio a la cama para ver cómo se me ocurre guionizar una escena en la que trabajo —responde.

Y en ese justo momento suena un puto móvil, reviso mi cartera para ver si es el mío, pero nada, Tom se tantea los bolsillos para notar que tampoco es el suyo el que suena: el timbre viene desde el armario.

Sale una joven que deduzco debe tener unos veinte años, con labios carnosos, un vestido rosa ceñido a un cuerpo con más curvas que una autopista, senos generosos y largas pestañas. Tom luce los nervios sutiles de antes y como si no estuviese pasando nada, me la presenta, su nombre es Christine y yo sin decir nada más me voy del apartamento, sollozando de a ratos y con un corazón rasgado, porque hecho añicos ya estaba.


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...

Escucho los detalles sin opinar nada, mientras Brigitte desborda una que otra lágrima. Hemos pausado la película y poco a poco vemos a un sol que se desvanece.

—Como diría Samantha el tío es un capullo integral, pero creo que deberías verle y hablar el tema apropiadamente, de ser posible antes de irnos a Londres.

—¡De ninguna manera! Lo odio con todo mi corazón por hacerme algo así, y eso que soy muy flexible, además el imbécil quería ocultármelo, eso es lo que más me duele y eso que empezaba a enamorarme...

—De todos modos, hablar sería una buena terapia, para que no cargues con eso que quisieras decirle, esas palabras te perseguirán el resto de tu vida.

—Hablando de todo un poco, algún día tendrás que contarme quien fue capaz de dejarte tan mal cariño —acaricia mi mejilla.

—Entonces, ¿Irás a verlo?

—Quizás —me contesta.

Me quedo en su apartamento viendo películas, apoyando a una de las mejores personas que he conocido.


El sol se oculta

aunque siempre vuelve

el pasado y su conjuro

son enemigos del presente.


Si te rozan te lo juro

si pudiera te visitaría a ti pasado,

para darme a quien debo

y soltar los pensamientos tan pesados. 

© Austeen Clark,
книга «El Artista».
Capítulo 9 - Londres
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