CAPÍTULO 11
ses no pude liberarme del fantasma del gato, y
en todo este tiempo nació en mi alma una espe-
cie de sentimiento que se parecía, aunque no lo
era, al remordimiento. Llegué incluso a lamen-
tar la pérdida del animal y a buscar en torno
mío, en los miserables tugurios que a la sazón
frecuentaba, otro favorito de la misma especie y
de facciones parecidas que pudiera sustituirle.
Hallábame sentado una noche, medio atur-
dido, en un bodegón infame, cuando atrajo
repentinamente mi atención un objeto negro
que yacía en lo alto de uno de los inmensos
barriles de ginebra o ron que componían el
mobiliario más importante de la sala. Hacía ya
algunos momentos que miraba a lo alto del
tonel, y me sorprendió no haber advertido el
objeto colocado encima. Me acerqué a él y lo
toqué. Era un gato negro, enorme, tan corpu-
lento como Plutón, al que se parecía en todo
menos en un pormenor: Plutón no tenía un solo
pelo blanco en todo el cuerpo, pero éste tenía
una señal ancha y blanca aunque de forma in...
en todo este tiempo nació en mi alma una espe-
cie de sentimiento que se parecía, aunque no lo
era, al remordimiento. Llegué incluso a lamen-
tar la pérdida del animal y a buscar en torno
mío, en los miserables tugurios que a la sazón
frecuentaba, otro favorito de la misma especie y
de facciones parecidas que pudiera sustituirle.
Hallábame sentado una noche, medio atur-
dido, en un bodegón infame, cuando atrajo
repentinamente mi atención un objeto negro
que yacía en lo alto de uno de los inmensos
barriles de ginebra o ron que componían el
mobiliario más importante de la sala. Hacía ya
algunos momentos que miraba a lo alto del
tonel, y me sorprendió no haber advertido el
objeto colocado encima. Me acerqué a él y lo
toqué. Era un gato negro, enorme, tan corpu-
lento como Plutón, al que se parecía en todo
menos en un pormenor: Plutón no tenía un solo
pelo blanco en todo el cuerpo, pero éste tenía
una señal ancha y blanca aunque de forma in...
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