capítulo 6
Cuando, al amanecer, hube recuperado la
razón, cuando se hubieron disipado los vapores
de mi crápula nocturna, experimenté un senti-
miento mitad horror, mitad remordimiento, por
el crimen que había cometido. Pero, todo lo
más, era un débil y equívoco sentimiento, y el
alma no sufrió sus acometidas. Volví a sumir-
me en los excesos, y no tardé en ahogar en el
vino todo recuerdo de mi acción.
Curó entre tanto el gato lentamente. La órbi-
ta del ojo perdido presentaba, es cierto, un as-
pecto espantoso. Pero después, con el tiempo,
no pareció que se daba cuenta de ello. Según su
costumbre, iba y venía por la casa; pero, como
debí suponerlo, en cuanto veía que me aproxi-
maba a él, huía aterrorizado. Me quedaba aún
lo bastante de mi antiguo corazón para que me
afligiera aquella manifiesta antipatía en una
criatura que tanto me había amado anterior-
mente. Pero este sentimiento no tardó en ser
desalojado por la irritación. Como para mi caí-
da final e irrevocable, brotó entonces el espíritu..
razón, cuando se hubieron disipado los vapores
de mi crápula nocturna, experimenté un senti-
miento mitad horror, mitad remordimiento, por
el crimen que había cometido. Pero, todo lo
más, era un débil y equívoco sentimiento, y el
alma no sufrió sus acometidas. Volví a sumir-
me en los excesos, y no tardé en ahogar en el
vino todo recuerdo de mi acción.
Curó entre tanto el gato lentamente. La órbi-
ta del ojo perdido presentaba, es cierto, un as-
pecto espantoso. Pero después, con el tiempo,
no pareció que se daba cuenta de ello. Según su
costumbre, iba y venía por la casa; pero, como
debí suponerlo, en cuanto veía que me aproxi-
maba a él, huía aterrorizado. Me quedaba aún
lo bastante de mi antiguo corazón para que me
afligiera aquella manifiesta antipatía en una
criatura que tanto me había amado anterior-
mente. Pero este sentimiento no tardó en ser
desalojado por la irritación. Como para mi caí-
da final e irrevocable, brotó entonces el espíritu..
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