FIN
Sería una locura expresaros mis sentimien-
tos. Me sentí desfallecer y, tambaleándome, caí
contra la pared opuesta. Durante un instante
detuviéronse en los escalones los gentes. El
terror los había dejado atónitos. Un momento
después, doce brazos robustos atacaron la pa-
red, que cayó a tierra de un golpe. El cadáver,
muy desfigurado ya y cubierto de sangre coa-
gulada, apareció, rígido, a los ojos de los cir-
cundantes.
Sobre su cabeza, con las rojas fauces dilata-
das y llameando el único ojo, se posaba el odio-
so animal cuya astucia me llevó al asesinato y
cuya reveladora voz me entregaba al verdugo.
Yo había emparedado al monstruo en la tumba.
tos. Me sentí desfallecer y, tambaleándome, caí
contra la pared opuesta. Durante un instante
detuviéronse en los escalones los gentes. El
terror los había dejado atónitos. Un momento
después, doce brazos robustos atacaron la pa-
red, que cayó a tierra de un golpe. El cadáver,
muy desfigurado ya y cubierto de sangre coa-
gulada, apareció, rígido, a los ojos de los cir-
cundantes.
Sobre su cabeza, con las rojas fauces dilata-
das y llameando el único ojo, se posaba el odio-
so animal cuya astucia me llevó al asesinato y
cuya reveladora voz me entregaba al verdugo.
Yo había emparedado al monstruo en la tumba.
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