CAPÍTULO 5
una comparación con el alcohol? Andando el
tiempo, el mismo Plutón, que envejecía y, natu-
ralmente se hacía un poco huraño, comenzó a
conocer los efectos de mi perverso carácter.
Una noche, en ocasión de regresar a casa
completamente ebrio, de vuelta de uno de mis
frecuentes escondrijos del barrio, me pareció
que el gato evitaba mi presencia. Lo cogí, pero
él, horrorizado por mi violenta actitud, me hizo
en la mano, con los dientes, una leve herida. De
mí se apoderó repentinamente un furor demon-
íaco. En aquel instante dejé de conocerme. Pa-
reció como si, de pronto, mi alma original
hubiese abandonado mi cuerpo, y una ruindad
superdemoníaca, saturada de ginebra, se filtró
en cada una de las fibras de mi ser. Del bolsillo
de mi chaleco saqué un cortaplumas, lo abrí,
cogí al pobre animal por la garganta y, delibe-
radamente, le vacié un ojo... Me cubre el rubor,
me abrasa, me estremezco al escribir esta abo-
minable atrocidad.
tiempo, el mismo Plutón, que envejecía y, natu-
ralmente se hacía un poco huraño, comenzó a
conocer los efectos de mi perverso carácter.
Una noche, en ocasión de regresar a casa
completamente ebrio, de vuelta de uno de mis
frecuentes escondrijos del barrio, me pareció
que el gato evitaba mi presencia. Lo cogí, pero
él, horrorizado por mi violenta actitud, me hizo
en la mano, con los dientes, una leve herida. De
mí se apoderó repentinamente un furor demon-
íaco. En aquel instante dejé de conocerme. Pa-
reció como si, de pronto, mi alma original
hubiese abandonado mi cuerpo, y una ruindad
superdemoníaca, saturada de ginebra, se filtró
en cada una de las fibras de mi ser. Del bolsillo
de mi chaleco saqué un cortaplumas, lo abrí,
cogí al pobre animal por la garganta y, delibe-
radamente, le vacié un ojo... Me cubre el rubor,
me abrasa, me estremezco al escribir esta abo-
minable atrocidad.
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