Capítulo 21
Transcurrieron el segundo y el tercer día. Mi
verdugo no vino, sin embargo. Como un hom-
bre libre, respiré una vez más. En su terror, el
monstruo había abandonado para siempre
aquellos lugares. Ya no volvería a verle nunca:
Mi dicha era infinita. Me inquietaba muy poco
la criminalidad de mi tenebrosa acción. Incoóse
una especie de sumario que apuró poco las
averiguaciones. También se dispuso un recono-
cimiento, pero, naturalmente, nada podía des-
cubrirse. Yo daba por asegurada mi felicidad
futura.
Al cuarto día después de haberse cometido
el asesinato, se presentó inopinadamente en mi
casa un grupo de agentes de Policía y procedió
de nuevo a una rigurosa investigación del local.
Sin embargo, confiado en lo impenetrable del
escondite, no experimenté ninguna turbación.
Los agentes quisieron que les acompañase
en sus pesquisas. Fue explorado hasta el último
rincón. Por tercera o cuarta vez bajaron por
último a la cueva. No me altere lo más mínimo.
verdugo no vino, sin embargo. Como un hom-
bre libre, respiré una vez más. En su terror, el
monstruo había abandonado para siempre
aquellos lugares. Ya no volvería a verle nunca:
Mi dicha era infinita. Me inquietaba muy poco
la criminalidad de mi tenebrosa acción. Incoóse
una especie de sumario que apuró poco las
averiguaciones. También se dispuso un recono-
cimiento, pero, naturalmente, nada podía des-
cubrirse. Yo daba por asegurada mi felicidad
futura.
Al cuarto día después de haberse cometido
el asesinato, se presentó inopinadamente en mi
casa un grupo de agentes de Policía y procedió
de nuevo a una rigurosa investigación del local.
Sin embargo, confiado en lo impenetrable del
escondite, no experimenté ninguna turbación.
Los agentes quisieron que les acompañase
en sus pesquisas. Fue explorado hasta el último
rincón. Por tercera o cuarta vez bajaron por
último a la cueva. No me altere lo más mínimo.
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