CAPÍTULO 13
paulatinamente, estos sentimientos de disgusto y fas-
tidio acrecentaron hasta convertirse en la amar-
gura del odio. Yo evitaba su presencia. Una
especie de vergüenza, y el recuerdo de mi pri-
mera crueldad, me impidieron que lo maltrata-
ra. Durante algunas semanas me abstuve de
pegarle o de tratarle con violencia; pero gra-
dual, insensiblemente, llegué a sentir por él un
horror indecible, y a eludir en silencio, como si
huyera de la peste, su odiosa presencia.
Sin duda, lo que aumentó mi odio por el
animal fue el descubrimiento que hice a la ma-
ñana del siguiente día de haberlo llevado a ca-
sa. Como Plutón, también él había sido privado
de uno de sus ojos. Sin embargo, esta circuns-
tancia contribuyó a hacerle más grato a mi mu-
jer, que, como he dicho ya, poseía grandemente
la ternura de sentimientos que fue en otro
tiempo mi rasgo característico y el frecuente
manantial de mis placeres más sencillos y pu-
ros.
tidio acrecentaron hasta convertirse en la amar-
gura del odio. Yo evitaba su presencia. Una
especie de vergüenza, y el recuerdo de mi pri-
mera crueldad, me impidieron que lo maltrata-
ra. Durante algunas semanas me abstuve de
pegarle o de tratarle con violencia; pero gra-
dual, insensiblemente, llegué a sentir por él un
horror indecible, y a eludir en silencio, como si
huyera de la peste, su odiosa presencia.
Sin duda, lo que aumentó mi odio por el
animal fue el descubrimiento que hice a la ma-
ñana del siguiente día de haberlo llevado a ca-
sa. Como Plutón, también él había sido privado
de uno de sus ojos. Sin embargo, esta circuns-
tancia contribuyó a hacerle más grato a mi mu-
jer, que, como he dicho ya, poseía grandemente
la ternura de sentimientos que fue en otro
tiempo mi rasgo característico y el frecuente
manantial de mis placeres más sencillos y pu-
ros.
Коментарі