CAPÍTULO 15
que es posible imaginar. Mi mujer, no pocas
veces, había llamado mi atención con respecto
al carácter de la mancha blanca de que he
hablado y que constituía la única diferencia
perceptible entre el animal extraño y aquel que
había matado yo. Recordará, sin duda, el lector
que esta señal, aunque grande, tuvo primitiva-
mente una forma indefinida. Pero lenta, gra-
dualmente, por fases imperceptibles y que mi
razón se esforzó durante largo tiempo en con-
siderar como imaginaria, había concluido ad-
quiriendo una nitidez rigurosa de contornos.
En ese momento era la imagen de un objeto
que me hace temblar nombrarlo. Era, sobre
todo, lo que me hacía mirarle como a un mons-
truo de horror y repugnancia, y lo que, si me
hubiera atrevido, me hubiese impulsado a li-
brarme de él. Era ahora, digo, ta imagen de una
cosa abominable y siniestra: la imagen ¡de la
horca! ¡Oh lúgubre y terrible máquina, máquina
de espanto y crimen, de muerte y agonía!
veces, había llamado mi atención con respecto
al carácter de la mancha blanca de que he
hablado y que constituía la única diferencia
perceptible entre el animal extraño y aquel que
había matado yo. Recordará, sin duda, el lector
que esta señal, aunque grande, tuvo primitiva-
mente una forma indefinida. Pero lenta, gra-
dualmente, por fases imperceptibles y que mi
razón se esforzó durante largo tiempo en con-
siderar como imaginaria, había concluido ad-
quiriendo una nitidez rigurosa de contornos.
En ese momento era la imagen de un objeto
que me hace temblar nombrarlo. Era, sobre
todo, lo que me hacía mirarle como a un mons-
truo de horror y repugnancia, y lo que, si me
hubiera atrevido, me hubiese impulsado a li-
brarme de él. Era ahora, digo, ta imagen de una
cosa abominable y siniestra: la imagen ¡de la
horca! ¡Oh lúgubre y terrible máquina, máquina
de espanto y crimen, de muerte y agonía!
Коментарі