Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 3
Entramos a la sala de reuniones y todos los ojos se posan en nosotros. El ambiente está cargado de seriedad, y la luz tenue del fluorescente resalta las ojeras de mis colegas, reflejo de noches sin dormir dedicadas a este caso. El agente Cooper y yo tomamos asiento en la mesa, uno al lado del otro, aunque mantenemos cierta distancia.

El agente Dawson se aclara la garganta y comienza a hablar.

—Bien, ahora que estamos todos aquí, vamos a analizar la información que tenemos sobre este culto terrorista.—Hace una breve pausa y me mira—Agente McDowell, ¿podría compartir con nosotros lo que sabe?

Tomo una bocanada de aire y me pongo de pie. Me dirijo a la pizarra blanca, donde se despliegan las fotografías de las víctimas, los lugares de los crímenes y los mapas de los suburbios afectados.

—Como ustedes saben, he sido asignada a este caso debido a mi experiencia previa con organizaciones criminales violentas.—Comienzo sintiendo el peso de sus miradas en mí—Cada 11 de diciembre, desde hace siete años, recibo un ramo de flores negras y una tarjeta con la misma frase: "Un buen día para morir". El agente forense ha encontrado una sustancia que se usa para hacer explosivos en las que recibí esta mañana.

Hago una pausa y miro a mis colegas, quienes me escuchan con atención.

—Como saben también, estamos lidiando con un culto que ha dejado un rastro de horror en su camino. He revisado los informes y parece que sus actividades se han intensificado en las últimas semanas. Necesitamos actuar rápido—digo, con la voz más firme que puedo reunir—. Si esto está relacionado con el caso, significa que el perpetrador está más cerca de lo que pensamos.

El agente Cooper se coloca a mi lado, y juntos comenzamos a explicar lo que hemos descubierto. Hablo sobre los secuestros, las denuncias de desapariciones, y los testimonios de aquellos que han logrado escapar. Los murmullos de preocupación se apoderan de la sala mientras cada uno procesa lo que estamos explicando.

—He revisado los informes de incidentes. Hay patrones en los secuestros—dice el agente Cooper, mientras señala los mapas de la pizarra.

Mi corazón late con fuerza.

—Cada marca representa una víctima. Necesitamos conectar todo esto—Explica serio.

—Lo que más me inquieta—Interviene un agente con un rostro preocupado—Es que parece que están un paso por delante de nosotros. Cada vez que intentamos seguir una pista, desaparece como si nunca hubiera existido.

—¿Alguna pista sobre su líder o la estructura de la organización?— pregunto.

El agente Dawson interviene.

—Desafortunadamente, no. Hemos intentado seguir algunos de sus miembros, pero siempre logran despistar a nuestros agentes. Es como si tuvieran ojos y oídos en todas partes. Tienen una estructura jerárquica y son extremadamente cautelosos.

—Tienen conexiones profundas, eso es evidente—Responde Cooper—. Debemos ser más astutos. Necesitamos infiltrarnos en su círculo, entender cómo operan desde adentro.

Sigo su mirada y asiento. La idea de infiltrarse en un culto peligroso no me gusta, pero sé que es la única forma de obtener información valiosa.

—Podría ser arriesgado, pero quizás podamos crear una operación encubierta—Sugiere el agente Cooper—. Necesitamos a alguien que pueda hacerse pasar por uno de ellos.

La sala se sumerge en un silencio contemplativo. Las miradas se cruzan, y la tensión se siente aún más palpable. Finalmente, un agente mayor, con años de experiencia, alza la mano.

—Yo puedo hacerlo. Tengo el perfil adecuado y he tratado con estas organizaciones antes. Puedo acercarme sin levantar sospechas.

La propuesta resuena en mí, pero al mismo tiempo, la preocupación me invade. La seguridad de cada uno de nosotros es primordial, y la idea de que alguien se infiltre en un entorno tan peligroso es aterradora.

—Es una decisión arriesgada—Digo—. Necesitamos un plan sólido y respaldo. No podemos permitirnos un error.

—Lo sé—Responde el agente con firmeza—. Pero si queremos detenerlos, debemos actuar. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

La sala se llena de murmullos de acuerdo, y siento que la presión aumenta. Es una sensación extraña, la adrenalina corriendo por mi ser.

—Está bien—Finalmente digo—. Si todos están de acuerdo, comenzaremos a elaborar un plan de acción. Cooper, tú y yo debemos reunir más información sobre sus actividades y sus miembros.

El agente Cooper asiente, su expresión se torna más seria.

—De acuerdo. Trabajaremos juntos para averiguar quiénes son y cuáles son sus puntos débiles.

Todos empiezan a discutir estrategias, pero mientras los escucho, mi mente se dispersa. Me pregunto si esta vez las flores negras y la nota son parte de algo más grande. ¿Realmente hay alguien detrás de todo esto, alguien que quiere atraparme en sus redes de venganza? ¿Cambiaría el patrón después de siete años? ¿Y por qué ahora?

No puedo dejar que la paranoia me consuma. Debo enfocarme en el caso. Debo ser fuerte, por mí y por aquellos a quienes he jurado proteger.

La reunión continua, pero una sombra de inquietud se cierne sobre mí. Sé que el camino que hemos elegido está lleno de peligros, y que cada paso que demos puede acercarnos a una realidad aterradora.

El agente Dawson vuelve intervenir

—Bien, entonces tenemos que idear un plan para infiltrarnos en ese culto y desmantelarlo desde adentro. Agente McDowell, agente Cooper, quiero que trabajen juntos en esto. Necesitamos toda la información que puedan obtener.

Miro al agente Cooper de reojo.

—Entendido, señor. Haremos todo lo posible por desmantelar esta organización—Responde Cooper.

El agente Dawson asiente satisfecho.

—Bien, entonces a trabajar. Manténganme informado de cualquier avance.

Todos nos ponemos de pie y nos disponemos a salir de la sala. Un nuevo golpe en la puerta nos interrumpe. Es un agente del equipo de inteligencia.

—Tenemos un nuevo informe sobre actividades sospechosas en el área suburbana—Anuncia, y mi corazón se acelera.

—¿Cuándo?—Pregunta el agente Dawson.

—Esta mañana. Se reportaron luces y ruidos extraños en un restaurante en remodelación.

—Vamos

Juntos, nos dirigimos a la sala de operaciones, donde las pantallas parpadean con información crucial. La red de contactos que han estado siguiendo se despliega ante nosotros, y cada nombre, cada rostro, se siente más amenazante ahora que sabemos que están conectados con algo tan destructivo.

—Necesitamos rastrear cualquier actividad sospechosa relacionada con las sustancias que encontramos en las flores y en la tarjeta. Esto podría ser una pista clave.—Sugiere el agente Cooper.

La idea de que alguien esté jugando con fuego me llena de un oscuro sentido de urgencia. No puedo evitar pensar en las personas inocentes que podrían verse afectadas si no logramos detener esto a tiempo.

—Si podemos relacionar eso con este caso, tal vez podamos anticiparnos a todas sus actividades y operaciones.—Añade

La urgencia en el aire se vuelve palpable. Mientras el agente de inteligencia inicia la búsqueda en la base de datos, mi mente trabaja a toda velocidad. Las flores, la tarjeta, la sustancia química...

De repente, el sonido de un pitido interrumpe el silencio. El agente levanta la vista, su expresión cambia de concentración a alarma.

—Detectamos un aumento en la actividad de un sospechoso—dice—. Se está desplazando hacia el sótano del restaurante.

La adrenalina se dispara en mi sistema.

Escuchamos una ensordecedora explosión y la conexión con las cámaras de seguridad se interrumpe. Las pantallas que estábamos viendo se nublan.

—Necesitamos un equipo listo para intervenir—digo con urgencia.

El agente Dawson asiente con determinación.

—Agente Stevens. Reúna a un equipo de élite y prepárense para moverse. Agente McDowell, agente Cooper los quiero allí ahora.

—Entendido, señor—respondo, dirigiéndome hacia la puerta junto con el agente Cooper.

Mientras corremos hacia nuestros vehículos, el agente Cooper me mira y dice:

—Necesitamos todo el apoyo que podamos obtener.

Asiento en silencio, rezando para que esta intervención salga bien. Demasiadas vidas podrían estar en juego para fallar. Mientras todos nos dirigimos a toda velocidad hacia el restaurante, estoy nerviosa. Años de experiencia no me habían preparado para la tensión de una situación así. Cada segundo cuenta.

Al llegar, el equipo de élite ya está listo. Nos equipamos con chalecos antibalas y armas. Puedo sentir la adrenalina y la expectación.

—Recuerden, necesitamos capturar a los sospechosos con vida si es posible—les digo a los agentes—. Pero su seguridad es la prioridad.

Todos asienten en silencio. Nos dividimos en grupos y nos disponemos a entrar sigilosamente al restaurante. El sonido de nuestros pasos es lo único que rompe el inquietante silencio.

Corro hacia la puerta del restaurante, el agente Cooper y varios agentes y oficiales a mi lado. Nuestras armas en mano, listos para enfrentar lo que sea que nos espere dentro.

Nos encontramos con una escena de caos. Mesas volcadas, equipos de cocina esparcidos por el suelo. Pero ningún rastro de los sospechosos.

El humo se eleva desde el sótano, mezclándose con el polvo de los escombros. Avanzo con cautela, iluminando el camino con mi linterna. Algo cruje bajo mis pies, pero no puedo distinguir qué es en la oscuridad.

—Revisen cada rincón—ordeno—. Deben estar por aquí.

Nos separamos aún más, buscando pistas. Llego a la entrada del sótano y me detengo en seco. Allí, entre los restos de lo que parece haber sido una explosión, yace el cuerpo inerte de una mujer joven. Me acerco con cuidado, buscando signos de vida, pero es demasiado tarde.

Escucho un ruido a mi izquierda y me giro, apuntando mi arma. Una figura se mueve entre las sombras. Disparo un par de veces, pero la figura es escurridiza, desapareciendo por un pasillo lateral.

—¡Vayan tras él!—Grito a los agentes y a los oficiales.

Ellos salen corriendo, mientras yo me quedo atrás, examinando el cuerpo. Busco en sus bolsillos, esperando encontrar algo que pueda identificarla o darnos una pista sobre lo que estaba haciendo aquí.

Mis dedos se cierran sobre un trozo de papel arrugado. Lo despliego con cuidado, revelando una dirección escrita con prisa. Sin duda, una pista valiosa.

—¡Agente McDowell! —La voz del agente Cooper resuena desde el pasillo—. Venga a ver esto.

Me apresuro a seguirlo, dejando a la joven atrás. Mis pensamientos se arremolinan, intentando conectar los puntos. ¿Quién era esta mujer? ¿Qué hacía aquí? ¿Estaba relacionada con el culto?

Llego a una habitación al final del pasillo. El agente Cooper está de pie junto a una pared, señalando algo.

—Mire esto —dice, su voz grave.

En la pared, escrito con pintura, hay una frase. Siento un escalofrío recorrer mi espalda mientras leo las palabras:

"Un buen día para morir"

Esto no es una coincidencia. Alguien está jugando con nosotros, dejando pistas a propósito. Pero ¿por qué? ¿Qué quiere conseguir?

Miro al agente Cooper, su rostro reflejando la misma perplejidad que siento dentro de mí.

—Vamos a atrapar a estos bastardos, cueste lo que cueste.—digo, apretando los puños

Él asiente, y juntos salimos de la habitación. De repente, escuchamos un ruido proveniente de una puerta al fondo. Levanto mi arma y me acerco con cuidado.
La abro de una patada y entro. Allí, en medio de una habitación llena de químicos y equipos de laboratorio, están las sospechosas. Son tres mujeres, una de ellas sostiene un detonador en la mano.

—¡Alto!—ordena el agente Cooper, apuntando su arma.

La figura se gira, y en sus ojos veo el horror y la locura.

—¡Suelta el detonador y pon las manos donde pueda verlas!—grito.
Pero la mujer solo esboza una sonrisa perversa y maliciosa.

—Es demasiado tarde—dice, y presiona el botón.

Una explosión sacude el edificio. Me tiro al suelo, cubriendo mi cabeza y el agente Cooper se lanza sobre mí cubriendo mi cuerpo con el suyo.

Cuando el polvo se asienta, miro a mi alrededor. Las sospechosas han desaparecido. Pero lo peor es que también han activado una secuencia de explosivos en todo el lugar.

Corremos hacia la salida, alertando a los otros agentes y a los oficiales. Logramos evacuar el edificio justo a tiempo antes de que una tercera explosión sacudiera todo otra vez.

Mientras veo las llamas consumir el lugar, me pregunto qué demonios acaba de pasar. Habíamos estado tan cerca. Tenía que atraparlas. Detenerlas antes de que pudieran causar más daño. Por el bien de todos. Y ahora, quién sabe cuántas vidas se han perdido y cuántas están aún en peligro.

Siento la mano del agente Cooper posarse en mi hombro.

—Vaya primer día.—Dice con ironía—Debemos enfocarnos, no podemos permitirnos ningún error. Hay que atrapar a estos malditos.

Asiento en silencio, sabiendo que tiene razón. No puedo permitirme el lujo de la duda o el miedo. Debo mantener la cabeza fría y enfocarme en la misión que tenemos por delante.

Nos reunimos con el agente Dawson, quien nos informa que no se han encontrado víctimas en el edificio. Una pequeña victoria en medio de tanto caos.

—Necesitamos saber qué estaban haciendo aquí esas mujeres y a dónde fueron—dice Dawson, su rostro sombrío—. Revisen cada centímetro de este lugar, busquen pistas, lo que sea.

Nos ponemos manos a la obra, escarbando entre los escombros y las cenizas. Cada trozo de papel, cada fragmento de equipo, puede ser la clave que necesitamos para descifrar este rompecabezas.

—Que se desplieguen los agentes forenses, aseguren el área. Rastreen la secuencia de los explosivos para determinar la estabilidad del lugar.—Escuchamos a Dawson gritar órdenes.

Mientras trabajo, no puedo evitar pensar en la joven que encontré en el sótano. ¿Quién era ella y cómo terminó involucrada en todo esto? ¿Será una víctima o una sospechosa más de este culto despiadado? ¿El resultado de algo que salió mal? ¿Un error de cálculo en la secuencia de las explosiones?

Una cuarta explosión vuelve a sacudir el edificio del restaurante casi en ruinas y las llamas se vuelven incontrolables mientras consumen todo lo que queda del lugar. Mientras observo cómo toda la estructura de cinco pisos colapsa y se derrumba en una pila humeante de escombros, siento una mezcla de frustración e impotencia.


© Luu Herrera ,
книга «DECEMBER 11».
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