Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 8
El mundo exterior seguía su ritmo habitual, ignorando que nosotros trabajábamos día a día hasta altas horas de la noche y que llevábamos, además, una vida solitaria para asegurar que los demás pudieran vivir en un entorno más seguro, con menos delincuentes y criminales sueltos.

Después de intensas horas de interrogatorio y de análisis, me retiré a la pequeña sala de descanso, buscando unos minutos de respiro. La tensión acumulada en mi cuerpo era palpable, y sentía cómo el estrés amenazaba con abrumarme.

Mientras me dejaba caer en uno de los incómodos sillones, el agente Cooper se acercó y se sentó a mi lado, su rostro reflejando un cansancio similar al mío.

—Ha sido una jornada agotadora —dijo, pasándose la mano por el cabello—. Pero creo que hemos conseguido avances importantes.

Asentí, dejando escapar un largo suspiro.

—Sí, pero aún tenemos más preguntas que respuestas. Esas mujeres no han soltado todo lo que saben, estoy segura.

Cooper asintió, su mirada perdida en algún punto del frente.

—Necesitamos un descanso. Hemos estado al límite durante horas, y no podremos mantener este ritmo por mucho más tiempo.

Lo miré con detenimiento, notando las sombras bajo sus ojos y la tensión en su mandíbula. Sabía que él, como yo, era un experto en este tipo de casos, pero incluso los más experimentados necesitaban de vez en cuando un respiro.

—Tienes razón —admití—. Vamos a tomarnos un breve receso. Necesitamos recargar energías si queremos seguir avanzando en esta investigación.

Me puse de pie y le hice un gesto para que me siguiera. Caminamos en silencio hasta la pequeña cocina, donde serví dos tazas de café bien cargado. Entregué una a Cooper y me senté frente a él, observándolo dar un sorbo.

—Gracias—dijo, esbozando una leve sonrisa—. Creo que lo necesitaba.

Asentí, dando un trago a mi propia taza.

—Todos lo necesitamos. Esto ha sido agotador, pero tenemos que mantenernos firmes. Esas mujeres esconden algo más, y vamos a descubrirlo.

Cooper asintió, su mirada adquiriendo de nuevo ese brillo de determinación que lo caracterizaba.

—Tienes razón. No podemos bajar la guardia ahora. Pero un pequeño descanso nos vendrá bien para recargar baterías. ¿Tienes hambre? Voy a pedir comida china.

Asentí simplemente y el sacó su teléfono del bolsillo. Después permanecimos en silencio por unos minutos, disfrutando del café y dejando que nuestras mentes se relajaran un poco mientras esperábamos la comida. Sabía que pronto tendríamos que volver a la batalla, pero este momento de calma era crucial para mantener la concentración y la lucidez.

Finalmente, después de comer Cooper se puso de pie, depositando la taza vacía en el fregadero y tirando los envases vacíos de la comida china a la basura.

—Bien, creo que ya es hora de volver a la acción —dijo, con determinación—. Vamos a ver qué más pueden revelar esas mujeres

—Las evidencias de la iglesia claramente demuestran que estaban en constante contacto con alguien y que iban a fugarse. Quiero esos perfiles e identidades.

—Voy a intentarlo —respondió Cooper, dirigiéndose de nuevo a la sala de interrogatorios.

Mientras él se alejaba, decidí revisar el material que teníamos sobre el culto. A medida que miraba los documentos, un patrón comenzó a formarse en mi mente. Las mujeres habían estado involucradas en un número significativo de actividades delictivas, pero había algo más profundo.

Decidí salir y dirigirme a la sala de operaciones. Al entrar, el lugar aún seguía en plena actividad, aunque ya era de noche. Equipos forenses revisaban la evidencia recolectada, mientras otros analizaban las grabaciones de las cámaras de seguridad del hotel donde fueron capturadas. La urgencia del momento era palpable, y la presión se sentía en cada rincón.

—¿Qué tenemos hasta ahora? —pregunté, acercándome a un grupo de analistas.

Uno de ellos, el agente Smith, giró su silla hacia mí, su rostro iluminado por la luz de múltiples pantallas.

—Hemos logrado recuperar algunas grabaciones de las cámaras de seguridad del hotel. Las imágenes son ininterrumpidas desde la llegada de las detenidas hasta su captura. Sin embargo, hay un par de momentos donde la señal se interrumpe brevemente. Es sospechoso.

—¿Sospechoso en qué sentido? —inquirí, sintiendo que eso podía ser crucial.

—Parece que hubo una manipulación en el sistema de seguridad justo antes de que se llevara a cabo la operación. Podría ser un intento de encubrimiento. Además, he analizado los registros de llamadas de los teléfonos que les encontramos. Aunque estaban apagados en el momento de la captura, hemos detectado ciertas conexiones que pueden ser relevantes.

Me incliné hacia la pantalla donde se mostraban las gráficas de las llamadas.

—¿A quiénes están conectados? —pregunté, mi interés creciendo.

—La mayoría son números desconocidos, pero hay dos contactos que parecen repetirse. Uno pertenece a un número no registrado, mientras que el otro pertenece a una línea de un viejo amigo de Clara. Al parecer, ese número ha estado en contacto con varias mujeres que han trabajado con Clara, Catalina, Fátima e Isabel en los clubes nocturnos. Ya he enviado a varios agentes a investigar. Si las evidencias coinciden con las del sótano de la iglesia. Tendremos dos o tres sospechosos.

—Necesitamos rastrear esos números y ver a quién más están llamando. Además, quiero que trabajen en la línea de tiempo de sus actividades —ordené, sintiendo la adrenalina recorrerme.

Mientras continuábamos analizando la información, el agente Cooper entró, con un aire de urgencia en su rostro. Su mirada reflejaba una mezcla de frustración y determinación.

—Isabel está siendo difícil, pero parece que está al borde de decir algo más —dijo Cooper mientras pasaba las páginas de un informe—. Fátima, por el contrario, sigue negando cualquier implicación y se muestra bastante desafiante.

—Y Catalina, ¿qué dice? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Catalina también está resistiendo. Pero hay algo en su actitud que me hace pensar que se siente atrapada. Quizás podríamos usar eso a nuestro favor.

Asentí. Sabía que el tiempo jugaba en nuestra contra. Mientras más tiempo pasaba, más posibilidades había de que alguien del culto se diera cuenta de que sus cómplices estaban bajo nuestra custodia. Si es que ya no lo sabían.

De repente, el teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Era el agente Von Strangle que había estado dirigiendo los interrogatorios.

—Tenemos un problema. Necesitamos que vengan aquí de inmediato.

Un escalofrío recorrió mi espalda.

Cuando llegamos al área de detención temporal, el caos reinaba. Los gritos y el sonido de pasos resonaban en los pasillos. Y un grupo de agentes se movía rápidamente, tratando de controlar el lugar.

—¿Cuál es la situación? —pregunté, con voz firme.

El agente que había llamado se volvió hacia mí, su rostro pálido y sudoroso.

—Catalina García… se ha suicidado —dijo, su voz temblorosa—. La encontraron en su celda. Se ha ahorcado. Aparentemente, utilizó un collar de acero que había conseguido conservar como parte de su vestimenta. A pesar de la vigilancia y las cámaras de seguridad, no logramos prevenirlo. Todo ocurrió demasiado rápido.

La incredulidad se apoderó de mí. Catalina era una de las más reticentes, pero había algo en ella que me hacía pensar que aún había esperanza de que hablara.

—¿Cómo es posible? No deberían tener acceso a nada que pudieran usar para hacer esto. ¿Cómo pudo suceder?—Exigí saber, sintiendo la frustración y la impotencia apoderarse de mí.

—No lo sabemos. La celda estaba equipada con medidas de seguridad, pero parece que encontró una forma de hacerse daño. La situación es crítica; necesitamos asegurar el área y llamar a forenses inmediatamente

—Esto lo cambia todo—Dijo Cooper apareciendo detrás de mí. Mientras organizaba a los agentes para reforzar la seguridad y discutían cómo proceder tras la noticia del suicidio.

Mientras observaba cómo los forenses trabajaban meticulosamente, no podía evitar pensar en las implicaciones de esta tragedia. La muerte de Catalina podría ser un golpe devastador para nuestra investigación. No solo habíamos perdido una posible fuente de información, sino que también debíamos enfrentar los contratiempos que causaría.

—¿Qué haremos con el cadáver? —pregunté al forense mientras observaba cómo lo preparaban para ser trasladado.

—Procederemos con los protocolos habituales. Una vez realizada la autopsia, se informará a los familiares y se gestionará el entierro según corresponda —respondió.

Salí del área de detención sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros. La muerte de Catalina no solo complicaba nuestra investigación; también significaba que había algo más grande en juego. ¿Qué había llevado a Catalina a tomar esa decisión? ¿Había alguna información que no habíamos podido obtener?

Mientras caminaba hacia la sala de operaciones, me di cuenta de que teníamos que actuar rápido. No podíamos permitir que este incidente nos detuviera ni nos desanimara. Las mujeres restantes aún tenían información valiosa, y debíamos encontrar la manera de obtenerla antes de que fuera demasiado tarde. El culto no podía seguir operando impunemente.


© Luu Herrera ,
книга «DECEMBER 11».
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