Capítulo 5
Era de madrugada; no supe qué hora era cuando recibí la llamada del agente Cooper. Al llegar a casa, después de darme una ducha, tomar un té caliente y apenas comer algo, me quedé dormida mientras aún analizaba el caso. No podía más; estaba agotada. Mi mente luchaba por continuar despierta; necesitaba mantenerme ocupada, pensar en un plan, pero mi cuerpo pedía a gritos un descanso. Un susurro lejano parecía advertirme de que no podía bajar la guardia, pero mis párpados pesaban como si estuvieran cargados de plomo. Y había sido demasiado tarde, me sumergí en un sueño profundo, consciente de que el caso en el que trabajábamos seguiría esperando a la luz del día.
Sin embargo, estaba acostumbrada; así era mi trabajo. Estaba demasiado ansiosa por resolver este caso, así que, cuando el agente Cooper me llamó, sacudiéndome la somnolencia, me vestí con prisa. En menos de dos minutos, ya estaba en marcha hacia donde me reclamaban con urgencia: la dirección que había encontrado en el bolsillo del cadáver de la sospechosa, la iglesia.
Mientras conducía hacia las afueras de Seattle, el paisaje se transformaba a medida que me alejaba del bullicio urbano. La carretera se extendía ante mí, serpenteando entre los árboles, cuyas ramas desnudas se mecían suavemente al compás del viento, dando paso a terrenos baldíos y caminos solitarios flanqueados por una vegetación marchita que aún mostraba vestigios de un otoño que se había ido.
El cielo estaba cubierto de nubes grises, amenazando con desatar una tormenta que podría paralizar la ciudad. Aceleré un poco, impulsada por una mezcla de urgencia y adrenalina. No solo estaba persiguiendo pistas, sino que también sentía la presión del tiempo, como si cada segundo que pasaba me alejara más de un desenlace inevitable. Con un suspiro, tomé la decisión de dejar atrás el cansancio y sumergirme de lleno en la investigación. Tenía que establecer un patrón con los casos anteriores en los que había trabajado. El aire gélido se apoderó de mí, pero también me dio la claridad necesaria para enfrentar lo que estaba por venir. Si la verdad estaba ahí, oculta en la penumbra de esa iglesia, estaba decidida a encontrarla.
En un desvío tome un camino de gravilla. La sensación de inquietud se intensificó cuando la iglesia apareció en la distancia alzándose imponente entre la bruma, su silueta oscura destacándose en medio de la niebla que se arremolinaba en el aire. Era un edificio antiguo con una torre, con paredes desgastadas de piedra gris, apenas visibles entre las sombras. Unas luces tenues brillaban a través de los vitrales, como si intentaran luchar contra la oscuridad que se oponía a la llegada del día, dándole un aspecto fantasmal a la estructura gótica. El viento soplaba sin piedad, agitando los árboles que rodeaban el lugar como sombras fantasmales en la penumbra de la noche.
Al llegar, vi al agente Cooper con Stevens y otros agentes. La urgencia en sus expresiones me hizo sentir que no había tiempo que perder.
Una brisa gélida me golpeó al salir del auto. El suelo estaba cubierto de hojas secas y ramas caídas, crujientes bajo mis pies. Cada paso resonaba mientras me dirigía hacia el agente Cooper. El aroma a tierra mojada y a pino me envolvió. Los árboles estaban cubiertos de una fina capa de escarcha que brillaba bajo la luz tenue de la luna.
—Hemos encontrado algo—dijo, a modo de saludo, su mirada fija en la entrada de la iglesia.
—Creemos que aquí es donde las cuatro se reunieron—dijo el agente Stevens, su voz reverberando suavemente en el silencio.
Me detuve un momento, contemplando el lugar. ¿Qué había traído a esas mujeres a este refugio abandonado en medio de la nada? ¿Qué estaban planeando? ¿Cuáles eran sus verdaderos objetivos?. Afortunadamente, las explosiones y el posterior derrumbe del edificio del restaurante no habían causado más estragos en los alrededores porque se encontraba en medio de un amplio estacionamiento y áreas verdes. Sin embargo, habían sacudido a toda la ciudad, y ahora, en este lugar olvidado, sentía que comenzábamos a desentrañar los paraderos de las figitivas y su relación con el culto.
Asentí, sintiendo una mezcla de anticipación y ansiedad. Este podía ser el primer paso para atrapar a estas criminales.
—¿Cuál es el plan?—pregunté, mirando a Stevens.
—Vamos a dividirnos en dos equipos—explicó, señalando el lugar—. El primer equipo, liderado por Cooper, tú y yo, entrará en la iglesia. Buscaremos cualquier evidencia que pueda conectarnos con el culto. El segundo equipo se quedará afuera, asegurando el perímetro y listo para intervenir si es necesario.
Cooper y yo intercambiamos una mirada de determinación. Ambos conocíamos los riesgos pero también sabíamos que era nuestra mejor oportunidad para obtener respuestas.
—Entendido—respondí, sintiendo la adrenalina comenzar a fluir.
Nos dirigimos a un vehículo con el equipamiento, donde nos preparamos con chalecos antibalas, radios y armas. Stevens nos entregó un pequeño dispositivo de rastreo y un micrófono oculto, por si necesitábamos comunicarnos discretamente.
—Recuerden, la prioridad es obtener información—nos recordó Stevens—. No tomen riesgos innecesarios. Si algo parece demasiado peligroso, retrocedan y esperen refuerzos. El equipo forense también está en camino para recolectar las evidencias.
El equipo de reconocimiento y vigilancia nos informó que ya habían revisado el área y los alrededores y no habían visto ni escuchado movimientos sospechosos, pero eso no significaba que estuviéramos seguros. Nos acercamos con cautela, Cooper y yo liderando el camino con el agente Stevens mientras el segundo equipo se dispersaba para cubrir el perímetro y esperar al equipo forense.
—Vamos a revisar todo—dijo Stevens, su voz firme, mientras comenzábamos a explorar el lugar
La bruma comenzaba a ascender, envolviendo todo en un velo casi irreal, como si el paisaje estuviera a punto de desvanecerse en la neblina.
Los vitrales estaban polvorientos, y la puerta de madera crujió al abrirse, revelando un interior sombrío, oscuro, silencioso y casi en ruinas. Las bancas de madera estaban cubiertas de polvo, el aire estaba impregnado de humedad, abandono y a un leve aroma al moho. El lugar parecía haber estado abandonado por años. La penumbra de la iglesia contrastaba con el brillo de las velas encendidas en el altar y con el tenue brillo de la luna que se filtraba a través de los vitrales polvorientos. El ambiente era opresivo, cargado de una energía densa y ominosa que me erizó la piel. En el silencio solo escuchábamos el eco de nuestros pasos resonando por el vestíbulo vacío.
La lluvia comenzó a caer, tamborileando contra el techo de la iglesia como un latido distante. El sonido era casi hipnótico. El frío de diciembre se filtraba por las grietas de las paredes, envolviéndonos a todos en una sensación de pesadez y anticipación.
Avanzamos lentamente, los corazones latiendo en un ritmo frenético. Al llegar al fondo, encontramos una escalera que llevaba hacia una puerta cerrada con candado. Parecía llevar a una cripta. Cooper sacó una pequeña herramienta y comenzó a trabajar en el candado, mientras yo mantenía mi arma lista, cubriéndolo.
El candado cedió con un chasquido y abrimos la puerta con cautela.
—Mantente alerta—murmuró Cooper, su voz apenas un susurro en la penumbra.
—Esto podría ser donde se escondían—susurró Stevens, su voz grave.
Cooper asintió, y sin pensarlo dos veces, empujó la puerta. Un chirrido resonó en el aire, y nos adentramos en la cripta. La oscuridad más allá era impenetrable, pero pronto la luz de nuestras linternas reveló un lugar desordenado.
Lo que encontramos al otro lado me hizo contener la respiración.
Un altar improvisado con símbolos ocupaba una esquina de la sala cubierto de objetos extraños. Además de fotografías, facturas, restos de alimentos y, en el centro, un maletín. En la pared, un tablero con un diagrama complejo que parecía relacionado con rituales, prácticas y lugares.
—Mira esto—dice Cooper, señalando una fotografía en particular.
Me acerco y veo una imagen de la joven que encontré en el sótano del restaurante. Estaba rodeada de varios individuos, todos con expresiones serias. No reconozco a ninguno de ellos; probablemente miembros del culto que hemos estado investigando.
—Parece que ella estaba más involucrada de lo que pensábamos—murmuro.
—Y no solo eso—añade Cooper, señalando el diagrama en el tablero—. Aquí hay varias ubicaciones marcadas. Podrían ser otros escondites o lugares de operaciones del culto.
Stevens, que había estado inspeccionando el altar, se agachó y recogió algo del suelo. Era un pequeño trozo de papel arrugado.
—¿Que hay en maletín?—Preguntó Stevens.
Mi corazón se detuvo por un instante. ¿Podría contener algo crucial para el caso? Cooper se acercó, y con manos temblorosas, abrió el maletín. Dentro, había documentos, un montón de fajos de billetes de cien dólares, un mapa de Seattle y del estado de Washington, marcado con varias ubicaciones, centros comerciales, hoteles y alojamientos.
—Esto es lo que buscábamos—dijo, su voz llena de determinación.—Si podemos seguir estas pistas, tal vez podamos encontrar a las figitivas antes de que sea demasiado tarde. No podemos perder tiempo.
Siento una mezcla de ansiedad y esperanza. Esta evidencia podría ser justo lo que necesitamos para atrapar a estas mujeres de una vez por todas.
—Debemos informar al agente Dawson de inmediato—digo, tomando fotografías de todo el tablero con mi teléfono—. Esto podría ser el avance que estábamos esperando.
Sin embargo, estaba acostumbrada; así era mi trabajo. Estaba demasiado ansiosa por resolver este caso, así que, cuando el agente Cooper me llamó, sacudiéndome la somnolencia, me vestí con prisa. En menos de dos minutos, ya estaba en marcha hacia donde me reclamaban con urgencia: la dirección que había encontrado en el bolsillo del cadáver de la sospechosa, la iglesia.
Mientras conducía hacia las afueras de Seattle, el paisaje se transformaba a medida que me alejaba del bullicio urbano. La carretera se extendía ante mí, serpenteando entre los árboles, cuyas ramas desnudas se mecían suavemente al compás del viento, dando paso a terrenos baldíos y caminos solitarios flanqueados por una vegetación marchita que aún mostraba vestigios de un otoño que se había ido.
El cielo estaba cubierto de nubes grises, amenazando con desatar una tormenta que podría paralizar la ciudad. Aceleré un poco, impulsada por una mezcla de urgencia y adrenalina. No solo estaba persiguiendo pistas, sino que también sentía la presión del tiempo, como si cada segundo que pasaba me alejara más de un desenlace inevitable. Con un suspiro, tomé la decisión de dejar atrás el cansancio y sumergirme de lleno en la investigación. Tenía que establecer un patrón con los casos anteriores en los que había trabajado. El aire gélido se apoderó de mí, pero también me dio la claridad necesaria para enfrentar lo que estaba por venir. Si la verdad estaba ahí, oculta en la penumbra de esa iglesia, estaba decidida a encontrarla.
En un desvío tome un camino de gravilla. La sensación de inquietud se intensificó cuando la iglesia apareció en la distancia alzándose imponente entre la bruma, su silueta oscura destacándose en medio de la niebla que se arremolinaba en el aire. Era un edificio antiguo con una torre, con paredes desgastadas de piedra gris, apenas visibles entre las sombras. Unas luces tenues brillaban a través de los vitrales, como si intentaran luchar contra la oscuridad que se oponía a la llegada del día, dándole un aspecto fantasmal a la estructura gótica. El viento soplaba sin piedad, agitando los árboles que rodeaban el lugar como sombras fantasmales en la penumbra de la noche.
Al llegar, vi al agente Cooper con Stevens y otros agentes. La urgencia en sus expresiones me hizo sentir que no había tiempo que perder.
Una brisa gélida me golpeó al salir del auto. El suelo estaba cubierto de hojas secas y ramas caídas, crujientes bajo mis pies. Cada paso resonaba mientras me dirigía hacia el agente Cooper. El aroma a tierra mojada y a pino me envolvió. Los árboles estaban cubiertos de una fina capa de escarcha que brillaba bajo la luz tenue de la luna.
—Hemos encontrado algo—dijo, a modo de saludo, su mirada fija en la entrada de la iglesia.
—Creemos que aquí es donde las cuatro se reunieron—dijo el agente Stevens, su voz reverberando suavemente en el silencio.
Me detuve un momento, contemplando el lugar. ¿Qué había traído a esas mujeres a este refugio abandonado en medio de la nada? ¿Qué estaban planeando? ¿Cuáles eran sus verdaderos objetivos?. Afortunadamente, las explosiones y el posterior derrumbe del edificio del restaurante no habían causado más estragos en los alrededores porque se encontraba en medio de un amplio estacionamiento y áreas verdes. Sin embargo, habían sacudido a toda la ciudad, y ahora, en este lugar olvidado, sentía que comenzábamos a desentrañar los paraderos de las figitivas y su relación con el culto.
Asentí, sintiendo una mezcla de anticipación y ansiedad. Este podía ser el primer paso para atrapar a estas criminales.
—¿Cuál es el plan?—pregunté, mirando a Stevens.
—Vamos a dividirnos en dos equipos—explicó, señalando el lugar—. El primer equipo, liderado por Cooper, tú y yo, entrará en la iglesia. Buscaremos cualquier evidencia que pueda conectarnos con el culto. El segundo equipo se quedará afuera, asegurando el perímetro y listo para intervenir si es necesario.
Cooper y yo intercambiamos una mirada de determinación. Ambos conocíamos los riesgos pero también sabíamos que era nuestra mejor oportunidad para obtener respuestas.
—Entendido—respondí, sintiendo la adrenalina comenzar a fluir.
Nos dirigimos a un vehículo con el equipamiento, donde nos preparamos con chalecos antibalas, radios y armas. Stevens nos entregó un pequeño dispositivo de rastreo y un micrófono oculto, por si necesitábamos comunicarnos discretamente.
—Recuerden, la prioridad es obtener información—nos recordó Stevens—. No tomen riesgos innecesarios. Si algo parece demasiado peligroso, retrocedan y esperen refuerzos. El equipo forense también está en camino para recolectar las evidencias.
El equipo de reconocimiento y vigilancia nos informó que ya habían revisado el área y los alrededores y no habían visto ni escuchado movimientos sospechosos, pero eso no significaba que estuviéramos seguros. Nos acercamos con cautela, Cooper y yo liderando el camino con el agente Stevens mientras el segundo equipo se dispersaba para cubrir el perímetro y esperar al equipo forense.
—Vamos a revisar todo—dijo Stevens, su voz firme, mientras comenzábamos a explorar el lugar
La bruma comenzaba a ascender, envolviendo todo en un velo casi irreal, como si el paisaje estuviera a punto de desvanecerse en la neblina.
Los vitrales estaban polvorientos, y la puerta de madera crujió al abrirse, revelando un interior sombrío, oscuro, silencioso y casi en ruinas. Las bancas de madera estaban cubiertas de polvo, el aire estaba impregnado de humedad, abandono y a un leve aroma al moho. El lugar parecía haber estado abandonado por años. La penumbra de la iglesia contrastaba con el brillo de las velas encendidas en el altar y con el tenue brillo de la luna que se filtraba a través de los vitrales polvorientos. El ambiente era opresivo, cargado de una energía densa y ominosa que me erizó la piel. En el silencio solo escuchábamos el eco de nuestros pasos resonando por el vestíbulo vacío.
La lluvia comenzó a caer, tamborileando contra el techo de la iglesia como un latido distante. El sonido era casi hipnótico. El frío de diciembre se filtraba por las grietas de las paredes, envolviéndonos a todos en una sensación de pesadez y anticipación.
Avanzamos lentamente, los corazones latiendo en un ritmo frenético. Al llegar al fondo, encontramos una escalera que llevaba hacia una puerta cerrada con candado. Parecía llevar a una cripta. Cooper sacó una pequeña herramienta y comenzó a trabajar en el candado, mientras yo mantenía mi arma lista, cubriéndolo.
El candado cedió con un chasquido y abrimos la puerta con cautela.
—Mantente alerta—murmuró Cooper, su voz apenas un susurro en la penumbra.
—Esto podría ser donde se escondían—susurró Stevens, su voz grave.
Cooper asintió, y sin pensarlo dos veces, empujó la puerta. Un chirrido resonó en el aire, y nos adentramos en la cripta. La oscuridad más allá era impenetrable, pero pronto la luz de nuestras linternas reveló un lugar desordenado.
Lo que encontramos al otro lado me hizo contener la respiración.
Un altar improvisado con símbolos ocupaba una esquina de la sala cubierto de objetos extraños. Además de fotografías, facturas, restos de alimentos y, en el centro, un maletín. En la pared, un tablero con un diagrama complejo que parecía relacionado con rituales, prácticas y lugares.
—Mira esto—dice Cooper, señalando una fotografía en particular.
Me acerco y veo una imagen de la joven que encontré en el sótano del restaurante. Estaba rodeada de varios individuos, todos con expresiones serias. No reconozco a ninguno de ellos; probablemente miembros del culto que hemos estado investigando.
—Parece que ella estaba más involucrada de lo que pensábamos—murmuro.
—Y no solo eso—añade Cooper, señalando el diagrama en el tablero—. Aquí hay varias ubicaciones marcadas. Podrían ser otros escondites o lugares de operaciones del culto.
Stevens, que había estado inspeccionando el altar, se agachó y recogió algo del suelo. Era un pequeño trozo de papel arrugado.
—¿Que hay en maletín?—Preguntó Stevens.
Mi corazón se detuvo por un instante. ¿Podría contener algo crucial para el caso? Cooper se acercó, y con manos temblorosas, abrió el maletín. Dentro, había documentos, un montón de fajos de billetes de cien dólares, un mapa de Seattle y del estado de Washington, marcado con varias ubicaciones, centros comerciales, hoteles y alojamientos.
—Esto es lo que buscábamos—dijo, su voz llena de determinación.—Si podemos seguir estas pistas, tal vez podamos encontrar a las figitivas antes de que sea demasiado tarde. No podemos perder tiempo.
Siento una mezcla de ansiedad y esperanza. Esta evidencia podría ser justo lo que necesitamos para atrapar a estas mujeres de una vez por todas.
—Debemos informar al agente Dawson de inmediato—digo, tomando fotografías de todo el tablero con mi teléfono—. Esto podría ser el avance que estábamos esperando.
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