Capítulo 4
La noche se cernía sobre Seattle como un manto oscuro que ocultaba el caos en el que nos encontrábamos. El humo se arremolinaba en el aire, y el olor a quemado, a polvo y a escombros era abrumador. El frío de diciembre se colaba a través de mi abrigo y el viento invernal azotaba mi rostro mientras me acercaba al perímetro.
Veo al agente Cooper hablando con varios agentes, su aliento formando pequeñas nubes de vapor. Me acerco a él, mi mente trabajando a mil por hora, conectando puntos y formulando teorías en torno a las conexiones que aún no entendía. ¿Quiénes eran realmente los del culto? ¿Quiénes eran estas mujeres? ¿Qué querían de mí? La sensación de ser un objetivo en un juego mayor me inquietaba.
—¿Encontraste algo? —pregunto, con la esperanza de que al menos hayamos podido recuperar alguna pista valiosa.
Él niega con la cabeza, frustrado.
—Nada concluyente aún. Pero el equipo forense está procesando todo. Quizás encuentren algo que nosotros hayamos pasado por alto.
Asiento, sabiendo que es lo mejor que podemos hacer por ahora.
—Voy a ver si puedo ayudar a los forenses. Quizás entre los escombros haya algo que se haya salvado.
Lo veo alejarse, hundiéndose entre los montones de concreto y metal retorcido. Suspiro, mi aliento formando una nube blanca. Siento el frío calar hasta los huesos, pero no es solo por la temperatura. La frustración y la impotencia me consumen. Tan cerca, y aun así, se nos escaparon. Ahora, con toda la evidencia bajo los escombros, será más difícil seguir su rastro. Podrían estar en cualquier parte de la ciudad.
Camino entre las ruinas del edificio, mis ojos escudriñando cada rincón en busca de algo, cualquier cosa que pueda darnos una pista. Pero todo lo que veo es destrucción y desolación.
Un movimiento en la periferia de mi visión capta mi atención. Me giro, mi mano instintivamente yendo hacia mi arma. Pero son solo unos gatos callejeros, buscando refugio entre los escombros. Los observo mientras se mueven con cautela, sus ojos brillando en la penumbra. Decido enfocarme en mi trabajo, buscando desesperadamente una señal, un indicio que nos guíe hacia el culto.
Escucho pasos y me giro para ver al agente Cooper acercándose.
—¿Alguna novedad?—pregunto, mi voz apenas audible, ansiosa por obtener más información.
Él niega con la cabeza, su expresión derrotada.
—Nada. El lugar es un infierno. Los forenses están haciendo lo posible por encontrar pistas entre las cenizas, pero con la lluvia va a ser difícil.
Miro hacia arriba, observando las gotas de lluvia que comienzan a caer. La tenue luz de la luna, como un testigo solitario, apenas ilumina la escena, dándole un aire fantasmagórico al desastre.
—Increíble—murmuro frustrada, mi aliento visible en el aire frío—. Necesitamos encontrar algo que nos dé una pista sobre a dónde fueron.
Cooper asiente, sus ojos escaneando los restos humeantes.
—Todo está hecho añicos. Será un milagro si los forenses encuentran algo útil.
Cooper pone una mano en mi hombro, su agarre firme, consciente de mi frustración.
—Tranquila, McDowell. No es tu culpa. Eran rápidas y estaban bien preparadas.
Sé que tiene razón. Pero eso no hace que sea más fácil de aceptar. Solo teníamos que atraparlas y fallamos.
—¿Qué piensas que estaban haciendo en el restaurante? —me pregunta Cooper, rompiendo el breve silencio que se ha instalado entre nosotros.
—No lo sé, pero parece que tenían un plan. Las explosiones no fueron un accidente, eran una advertencia —respondo, mi voz tensa por la frustración—. Tal vez intentaban eliminar pruebas, o quizás había algo más importante en juego.
El agente Dawson se acerca con expresión grave, pero sus ojos reflejando una determinación inquebrantable.
—Agente McDowell, agente Cooper —dice, su voz firme pese a la tensión—. Necesitamos un informe completo de lo que ha ocurrido aquí. Cada detalle puede ser crucial. Necesitamos un enfoque más estratégico.
Asiento, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros.
—Entendido, señor —responde Cooper.
—¿Qué hay de la joven que encontramos? —pregunto, recordando su rostro pálido y sin vida.
—El equipo forense realizará un examen exhaustivo del cadáver. Eso incluirá la identificación de la sospechosa, la recolección de pruebas forenses y la determinación de la causa de la muerte—me explica el agente Dawson—. Los forenses buscarán cualquier evidencia que pueda vincular a la sospechosa con el culto terrorista, como marcas, objetos personales o sustancias químicas. Además, se analizarán los restos en busca de ADN y otros indicios que puedan ayudar a esclarecer el caso y a identificar a las fugitivas o patrones relacionados con las actividades del culto.
—Y sabemos que están usando explosivos y químicos peligrosos. Eso significa que podrían tener un plan a gran escala. Algo que involucre causar un daño masivo.—Dice Cooper.
Un escalofrío recorre mi espalda ante la idea.
—Según la información proporcionada, las fugitivas estaban utilizando artefactos explosivos improvisados (IED) y sustancias químicas para fabricar explosivos caseros. Específicamente, se encontró en la escena la misma sustancia química utilizada para fabricar explosivos que había en las flores negras y la tarjeta que la agente McDowell recibió—dice Dawson mirando a Cooper—. Además, en el laboratorio improvisado descubierto en el restaurante había varios químicos y equipos que indicaban que estaban fabricando explosivos. Los IED son un conjunto de elementos dispuestos de tal forma que, reuniendo determinadas condiciones, pueden producir una explosión. Pueden contener una gran variedad de sustancias explosivas, desde pólvora negra hasta explosivos de alto poder. El uso de estos explosivos caseros es cada vez más común debido a la facilidad de obtener los ingredientes y la información para fabricarlos. Representan un gran peligro porque pueden ser activados por un pequeño estímulo como fricción, impacto, calor o carga electrostática.
—¿Qué tenemos sobre las mujeres que escaparon? —insisto, con sus rostros llenos de locura fijos en mi mente.
—Los agentes están buscando pistas que puedan llevarnos hasta ellas—responde Dawson—. Pero son escurridizas. Necesitamos estar un paso adelante si queremos atraparlas.
—Lo sé, pero no entiendo cómo lograron escapar tan rápido —replico.
—Si lograron improvisar un laboratorio para hacer explosivos en el lugar sin que nosotros nos diéramos cuenta, entonces tienen una organización bien estructurada —me recuerda Cooper, su tono firme pero comprensivo.
Miro hacia el agente Stevens, quien está coordinando el operativo.
—¿Alguien ha revisado las otras cámaras de seguridad de la zona? Si las fugitivas huyeron, es probable que hayan sido captadas por alguna cámara e incluso que puedan ser identificadas—pregunto.
Él me mira, impasible, se acerca hacia nosotros y luego su expresión se ilumina.
—Enviaré al equipo de vigilancia a revisar de inmediato—dice, tecleando algo en su teléfono.
Asiento, satisfecha de haber contribuido con algo. Cada pista cuenta en este momento. Mientras el equipo se moviliza para revisar las cámaras, miro a mi alrededor, observando cómo los agentes se mueven con precisión en medio del caos. Están tomando muestras entre los escombros, documentando y buscando cualquier indicio que pueda conectarnos con el culto. Cada movimiento es metódico, cada paso tiene un propósito. Cada uno tiene un papel que cumplir, cada acción está meticulosamente planeada. Todos saben lo que tienen que hacer, todos trabajando incansablemente para resolver este caso.
Podía sentir la tensión en el aire. Todos sabían también que el tiempo corría en nuestra contra. A quienes nos enfrentamos son audaces y no dudarán en volver a atacar.
—Encontramos una dirección en un papel arrugado en el bolsillo del cadáver—Le digo al agente Dawson, entregándole la bolsa con la evidencia—. Parece ser una iglesia en las afueras de la ciudad. Además encontramos una frase escrita en una de las paredes del restaurante. La misma que he recibido en tarjetas con flores negras cada 11 de diciembre durante los últimos 7 años.
Examina la dirección, memorizándola.
—Tenemos que infiltrarnos en el culto. Es la única manera de desmantelar sus redes de terror desde adentro.—Sugiere el agente Cooper.
Dawson asiente.
—Hazlo. Prepara el plan y revisa todos los informes que tenemos hasta ahora, pero asegúrate de que haya un equipo de respaldo. No sabemos aún con qué nos enfrentamos.
El agente Cooper asiente y se marcha en dirección hacia su vehículo.
Mi mente no puede dejar de pensar en el cadáver de la joven en el restaurante y en las otras tres mujeres que lograron escapar. Necesitamos respuestas, y estoy decidida a encontrarlas.
—Señor, sugiero que investiguemos la dirección que encontramos en el cuerpo de la sospechosa. Puede ser nuestra próxima y única pista. Necesitamos saber si hay alguna conexión entre ese lugar y las fugitivas. Cooper y yo podemos ir a esa dirección.—insisto, sintiendo que el hilo de la esperanza comienza a entrelazarse con la desesperación.
Dawson niega con la cabeza y, sin darme ninguna explicación, le da la orden al agente Stevens poniéndolo a cargo de la vigilancia de la iglesia. Su voz corta a través de mis pensamientos como un cuchillo afilado.
—Agente Stevens, usted liderará el equipo. Quiero informes cada hora.
—Entendido, señor —responde Stevens, y se aleja para reunir a su equipo.
Mientras lo veo partir, el agente Dawson me mira.
—Buen trabajo allí dentro, agente. Sé que esto no ha sido fácil, pero necesito que se mantenga enfocada. Estas mujeres son peligrosas y no se detendrán ante nada para lograr sus objetivos.
—Lo sé, señor. Y le prometo que haré todo lo que esté en mis manos para detenerlas. No descansaré hasta que estén tras las rejas.
Dawson asiente, satisfecho con mi respuesta.
—Eso espero, agente. Ahora vaya, descanse un poco. Mañana será otro día.
Suelto un suspiro de resignación y frustración. Me alejo del caos, la lluvia comenzando a caer suavemente sobre mí. Es un recordatorio de que la naturaleza sigue su curso, sin importar lo que pase en nuestro mundo. Me detengo, observando cómo las gotas de lluvia se deslizan por las hojas de los árboles. Necesito un momento para procesar todo lo que ha pasado. Estas mujeres son astutas y no dejarán nada al azar. Respiro hondo, dejando que el aire fresco llene mis pulmones.
La iglesia puede ser nuestra mejor oportunidad para encontrar más información sobre quiénes me han estado persiguiendo durante años, sus planes, actividades, operaciones, miembros, cabecillas y su relación con este culto que ha estado operando aquí en Seattle.
Subo al auto, el calor del interior un alivio bienvenido contra el frío invernal. Mientras me alejo, miro por la ventana, observando la lluvia caer sobre Seattle. Es una noche gris y sombría. Seattle puede estar bajo la lluvia y bajo la oscuridad en este momento, pero pronto brillará el sol de nuevo. Y cuando lo haga, espero que ilumine el camino hacia la justicia.
Veo al agente Cooper hablando con varios agentes, su aliento formando pequeñas nubes de vapor. Me acerco a él, mi mente trabajando a mil por hora, conectando puntos y formulando teorías en torno a las conexiones que aún no entendía. ¿Quiénes eran realmente los del culto? ¿Quiénes eran estas mujeres? ¿Qué querían de mí? La sensación de ser un objetivo en un juego mayor me inquietaba.
—¿Encontraste algo? —pregunto, con la esperanza de que al menos hayamos podido recuperar alguna pista valiosa.
Él niega con la cabeza, frustrado.
—Nada concluyente aún. Pero el equipo forense está procesando todo. Quizás encuentren algo que nosotros hayamos pasado por alto.
Asiento, sabiendo que es lo mejor que podemos hacer por ahora.
—Voy a ver si puedo ayudar a los forenses. Quizás entre los escombros haya algo que se haya salvado.
Lo veo alejarse, hundiéndose entre los montones de concreto y metal retorcido. Suspiro, mi aliento formando una nube blanca. Siento el frío calar hasta los huesos, pero no es solo por la temperatura. La frustración y la impotencia me consumen. Tan cerca, y aun así, se nos escaparon. Ahora, con toda la evidencia bajo los escombros, será más difícil seguir su rastro. Podrían estar en cualquier parte de la ciudad.
Camino entre las ruinas del edificio, mis ojos escudriñando cada rincón en busca de algo, cualquier cosa que pueda darnos una pista. Pero todo lo que veo es destrucción y desolación.
Un movimiento en la periferia de mi visión capta mi atención. Me giro, mi mano instintivamente yendo hacia mi arma. Pero son solo unos gatos callejeros, buscando refugio entre los escombros. Los observo mientras se mueven con cautela, sus ojos brillando en la penumbra. Decido enfocarme en mi trabajo, buscando desesperadamente una señal, un indicio que nos guíe hacia el culto.
Escucho pasos y me giro para ver al agente Cooper acercándose.
—¿Alguna novedad?—pregunto, mi voz apenas audible, ansiosa por obtener más información.
Él niega con la cabeza, su expresión derrotada.
—Nada. El lugar es un infierno. Los forenses están haciendo lo posible por encontrar pistas entre las cenizas, pero con la lluvia va a ser difícil.
Miro hacia arriba, observando las gotas de lluvia que comienzan a caer. La tenue luz de la luna, como un testigo solitario, apenas ilumina la escena, dándole un aire fantasmagórico al desastre.
—Increíble—murmuro frustrada, mi aliento visible en el aire frío—. Necesitamos encontrar algo que nos dé una pista sobre a dónde fueron.
Cooper asiente, sus ojos escaneando los restos humeantes.
—Todo está hecho añicos. Será un milagro si los forenses encuentran algo útil.
Cooper pone una mano en mi hombro, su agarre firme, consciente de mi frustración.
—Tranquila, McDowell. No es tu culpa. Eran rápidas y estaban bien preparadas.
Sé que tiene razón. Pero eso no hace que sea más fácil de aceptar. Solo teníamos que atraparlas y fallamos.
—¿Qué piensas que estaban haciendo en el restaurante? —me pregunta Cooper, rompiendo el breve silencio que se ha instalado entre nosotros.
—No lo sé, pero parece que tenían un plan. Las explosiones no fueron un accidente, eran una advertencia —respondo, mi voz tensa por la frustración—. Tal vez intentaban eliminar pruebas, o quizás había algo más importante en juego.
El agente Dawson se acerca con expresión grave, pero sus ojos reflejando una determinación inquebrantable.
—Agente McDowell, agente Cooper —dice, su voz firme pese a la tensión—. Necesitamos un informe completo de lo que ha ocurrido aquí. Cada detalle puede ser crucial. Necesitamos un enfoque más estratégico.
Asiento, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros.
—Entendido, señor —responde Cooper.
—¿Qué hay de la joven que encontramos? —pregunto, recordando su rostro pálido y sin vida.
—El equipo forense realizará un examen exhaustivo del cadáver. Eso incluirá la identificación de la sospechosa, la recolección de pruebas forenses y la determinación de la causa de la muerte—me explica el agente Dawson—. Los forenses buscarán cualquier evidencia que pueda vincular a la sospechosa con el culto terrorista, como marcas, objetos personales o sustancias químicas. Además, se analizarán los restos en busca de ADN y otros indicios que puedan ayudar a esclarecer el caso y a identificar a las fugitivas o patrones relacionados con las actividades del culto.
—Y sabemos que están usando explosivos y químicos peligrosos. Eso significa que podrían tener un plan a gran escala. Algo que involucre causar un daño masivo.—Dice Cooper.
Un escalofrío recorre mi espalda ante la idea.
—Según la información proporcionada, las fugitivas estaban utilizando artefactos explosivos improvisados (IED) y sustancias químicas para fabricar explosivos caseros. Específicamente, se encontró en la escena la misma sustancia química utilizada para fabricar explosivos que había en las flores negras y la tarjeta que la agente McDowell recibió—dice Dawson mirando a Cooper—. Además, en el laboratorio improvisado descubierto en el restaurante había varios químicos y equipos que indicaban que estaban fabricando explosivos. Los IED son un conjunto de elementos dispuestos de tal forma que, reuniendo determinadas condiciones, pueden producir una explosión. Pueden contener una gran variedad de sustancias explosivas, desde pólvora negra hasta explosivos de alto poder. El uso de estos explosivos caseros es cada vez más común debido a la facilidad de obtener los ingredientes y la información para fabricarlos. Representan un gran peligro porque pueden ser activados por un pequeño estímulo como fricción, impacto, calor o carga electrostática.
—¿Qué tenemos sobre las mujeres que escaparon? —insisto, con sus rostros llenos de locura fijos en mi mente.
—Los agentes están buscando pistas que puedan llevarnos hasta ellas—responde Dawson—. Pero son escurridizas. Necesitamos estar un paso adelante si queremos atraparlas.
—Lo sé, pero no entiendo cómo lograron escapar tan rápido —replico.
—Si lograron improvisar un laboratorio para hacer explosivos en el lugar sin que nosotros nos diéramos cuenta, entonces tienen una organización bien estructurada —me recuerda Cooper, su tono firme pero comprensivo.
Miro hacia el agente Stevens, quien está coordinando el operativo.
—¿Alguien ha revisado las otras cámaras de seguridad de la zona? Si las fugitivas huyeron, es probable que hayan sido captadas por alguna cámara e incluso que puedan ser identificadas—pregunto.
Él me mira, impasible, se acerca hacia nosotros y luego su expresión se ilumina.
—Enviaré al equipo de vigilancia a revisar de inmediato—dice, tecleando algo en su teléfono.
Asiento, satisfecha de haber contribuido con algo. Cada pista cuenta en este momento. Mientras el equipo se moviliza para revisar las cámaras, miro a mi alrededor, observando cómo los agentes se mueven con precisión en medio del caos. Están tomando muestras entre los escombros, documentando y buscando cualquier indicio que pueda conectarnos con el culto. Cada movimiento es metódico, cada paso tiene un propósito. Cada uno tiene un papel que cumplir, cada acción está meticulosamente planeada. Todos saben lo que tienen que hacer, todos trabajando incansablemente para resolver este caso.
Podía sentir la tensión en el aire. Todos sabían también que el tiempo corría en nuestra contra. A quienes nos enfrentamos son audaces y no dudarán en volver a atacar.
—Encontramos una dirección en un papel arrugado en el bolsillo del cadáver—Le digo al agente Dawson, entregándole la bolsa con la evidencia—. Parece ser una iglesia en las afueras de la ciudad. Además encontramos una frase escrita en una de las paredes del restaurante. La misma que he recibido en tarjetas con flores negras cada 11 de diciembre durante los últimos 7 años.
Examina la dirección, memorizándola.
—Tenemos que infiltrarnos en el culto. Es la única manera de desmantelar sus redes de terror desde adentro.—Sugiere el agente Cooper.
Dawson asiente.
—Hazlo. Prepara el plan y revisa todos los informes que tenemos hasta ahora, pero asegúrate de que haya un equipo de respaldo. No sabemos aún con qué nos enfrentamos.
El agente Cooper asiente y se marcha en dirección hacia su vehículo.
Mi mente no puede dejar de pensar en el cadáver de la joven en el restaurante y en las otras tres mujeres que lograron escapar. Necesitamos respuestas, y estoy decidida a encontrarlas.
—Señor, sugiero que investiguemos la dirección que encontramos en el cuerpo de la sospechosa. Puede ser nuestra próxima y única pista. Necesitamos saber si hay alguna conexión entre ese lugar y las fugitivas. Cooper y yo podemos ir a esa dirección.—insisto, sintiendo que el hilo de la esperanza comienza a entrelazarse con la desesperación.
Dawson niega con la cabeza y, sin darme ninguna explicación, le da la orden al agente Stevens poniéndolo a cargo de la vigilancia de la iglesia. Su voz corta a través de mis pensamientos como un cuchillo afilado.
—Agente Stevens, usted liderará el equipo. Quiero informes cada hora.
—Entendido, señor —responde Stevens, y se aleja para reunir a su equipo.
Mientras lo veo partir, el agente Dawson me mira.
—Buen trabajo allí dentro, agente. Sé que esto no ha sido fácil, pero necesito que se mantenga enfocada. Estas mujeres son peligrosas y no se detendrán ante nada para lograr sus objetivos.
—Lo sé, señor. Y le prometo que haré todo lo que esté en mis manos para detenerlas. No descansaré hasta que estén tras las rejas.
Dawson asiente, satisfecho con mi respuesta.
—Eso espero, agente. Ahora vaya, descanse un poco. Mañana será otro día.
Suelto un suspiro de resignación y frustración. Me alejo del caos, la lluvia comenzando a caer suavemente sobre mí. Es un recordatorio de que la naturaleza sigue su curso, sin importar lo que pase en nuestro mundo. Me detengo, observando cómo las gotas de lluvia se deslizan por las hojas de los árboles. Necesito un momento para procesar todo lo que ha pasado. Estas mujeres son astutas y no dejarán nada al azar. Respiro hondo, dejando que el aire fresco llene mis pulmones.
La iglesia puede ser nuestra mejor oportunidad para encontrar más información sobre quiénes me han estado persiguiendo durante años, sus planes, actividades, operaciones, miembros, cabecillas y su relación con este culto que ha estado operando aquí en Seattle.
Subo al auto, el calor del interior un alivio bienvenido contra el frío invernal. Mientras me alejo, miro por la ventana, observando la lluvia caer sobre Seattle. Es una noche gris y sombría. Seattle puede estar bajo la lluvia y bajo la oscuridad en este momento, pero pronto brillará el sol de nuevo. Y cuando lo haga, espero que ilumine el camino hacia la justicia.
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